Aprendizajes
Comienzo
a perder instantes.
A perderme.
Una décima de
segundo.
Un milésimo de
silencio.
Nada me despoja.
Todo me desnuda.
Es lo infinito que
regresa.
Aprendo
a habitar el
esplendor
de la sombra.
Los chicos de la calle
Julio Cortázar
Ragazzi di vita
los llamó Pasolini
con su piedad adversa
desollada.
Y nos los deja así
sin otra identidad
que la mugre
y la llaga.
Debajo
del abrigo de su
costra de escaras
–cristos breves–
los chicos de la calle
no saben todavía que
su sombra atrapada
crece
para la historia de
la infamia.
El dolor
nunca es niño.
Y en ellos ni
siquiera es dolor.
Es una humillación
de la esperanza.
El suéter de Fedorio
En los bordes raídos
del suéter
de Fedorio
se arremansan la vida
y sus historias.
Jamás
me atrevería a
proponerle restañar
esos hilos
desgastados
reavivar los colores
las zonas percudidas
como un abecedario
para ciegos.
Quitárselo
sería desollarlo.
El suéter de Fedorio
es una hogaza
un libro de bitácora
un sol un campanario
alguna melodía que se
canta
sin que nadie la
escuche.
Su intemperie
anuda cuanto ha sido
algo más
que un adiós
menos que un llanto
algo que sólo cabe en
el hueco secreto
de la mano.
Si otra piel respira
debajo del mandala de
su suéter gastado
será sólo el sudario
que busca convertirse
en el revés cereal
de esa coraza
hilada por los
pájaros.
Liberación
Las manos.
Sometida extremadura
de la avidez y de la
servidumbre.
Si pudiera
las dejaría partir
desarraigadas
sabiamente inexpertas
como el tacto feliz
de los amantes
buscándose en la
oscuridad.
Los dioses callan todavía
Prefiero
ser un número en la
noche
y no una estrella
entre mis huesos.
Celebro
haberme nombrado
antes de que mi
nombre pronunciara
silencios.
Tengo la certeza
–un resplandor una herida–
de ser lo que aún
ignoro
y ya sabe mi muerte.
Vivo el temor
de que la soledad no
esté desnuda
y exista el tiempo
más allá de la hierba.
Los dioses callan
todavía.
Fuente: Insurrecciones, Ana Emilia Lahitte, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 2003.
Ana Emilia Lahitte nació el 19 de diciembre de 1921 en La Plata, ciudad donde reside. Su
labor creadora abarca la poesía, la narrativa, el ensayo, el teatro y el
periodismo. Como poeta publicó, entre otros libros: Sueño sin eco (1947), El
muro de cristal (1952), La noche y
otros poemas (1959), Madero y
transparencia (1962), Al sur de
marzo (1969), Los abismos
(1979), Los dioses oscuros (1980), El tiempo, ese desierto demasiado extendido
(1993), Summa de poemas, 1947-1997
(antología, 2001), Insurrecciones
(2000), El padre muere (2006) y Gironsiglos (2006). Entre sus ensayos y
compilaciones poéticas figuran: Veinte
poetas platenses contemporáneos (1962), María de Villarino
(1966), Roberto Themis Speroni
(1975) y Cinco poetas capitales
(1995). Obtuvo, asimismo, numerosas distinciones, algunas de las cuales son:
Pluma de Plata del PEN Club Internacional, Centro Argentino (1980), Puma de Oro
de la Fundación Argentina para la Poesía (1982 y 2001), Primer Premio Nacional
de Poesía, Región Buenos Aires (1983), Premio Konex (1994) y Premio de Poesía
“Esteban Etcheverría”, de Gente de Letras (1999). Creó y dirigió por más de 20
años uno de los primeros talleres de poesía de la Argentina, llegando a superar
con el sello Hojas y Cuadernos de Sudestada las 300 publicaciones. Su obra fue
recogida en varias antologías y traducida al inglés, francés, alemán, italiano
y portugués. En 2001, la Municipalidad de La Plata la designó Ciudadana
Ilustre.
Foto: Ana Emilia Lahitte. Fuente: Fundación Konex.
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