Mosca sobre mi padre muerto
yo te hubiera preferido
deslumbrante
hermoso mío
–y mantengamos en secreto esta
tristeza
hubiera deseado que una luz
enorme te tragara
que hubieras combustionado de
pronto
y desaparecieras en un revuelo de
cenizas
brillantísimas
pero estabas hundiéndote despacio
en medio de las cosas quebradas
tan despacio te hundías
como despacio crecen los árboles
y los niños
lento en tu quieta carne
estabas
y nosotros alrededor
la mosca y yo
que no me atrevía a tocarte
¿qué diferencia hay entre esta
mosca
que ahora revolotea en este aire
y aquella que se posó sobre el
cadáver de mi padre?
aquella que no atiné a espantar
ni a matar
quizás porque la desmesura
mortuoria de tu cadáver era todo cuanto
podía resistir el mundo
no lo sé
nada sé todavía
sólo decirme en una media lengua
que eras un lugar apacible
para esa mosca
que posó
sus patas
y no que empezabas a heder como
una fruta derrumbada bajo un sol implacable
Todo lo que vuela me da pena
me da pena
la viva estadía de los insectos
en la telaraña
la pena roja de la sangre
que borbota de la herida
y qué es la pena
además del balido triste en la
intemperie
además de esta inmensa soledad
donde el dolor atruena
con millones de puños
golpeando
qué es sino los signos
que dibujan en el polvo
nuestros dedos
donde indicamos lo más hondo
la increíble y disparatada
maravilla
de haber estado
y haber gemido y amado
y dormido entre los días
pena me da el agua y lo inasible
y el color definitivo de la
muerte
pena
pena azul del color azul
la pena aterida del agua dentro
de la nieve
la pena negra de los colores que
se abisman en el negro
y todo lo que vuela me da pena
el pájaro
el papel arrastrado por el viento
la niña que sueña
con corceles
sangrantes
en los ijares
los insectos y su insistencia de
roer la luz
hasta caer fulminados
el papalote y la nube y los
aviones
y las hojas arremolinadas
todo
todo lo que vuela me da pena
porque no dura el éxtasis de
pisar el aire
en la rosa orgiástica de los días
Comienzo a pensar que debería hacer algo con mi
vida
sobre la mesada
una marea de hormigas
se afanaba
en los restos de comida
amarronaban los cuchillos
el paño
que había sido utilizado
para recoger las migas
cruzaban por el vidrio del plato
algunas chocaban entre sí
y se detenían
moviendo las patas y las antenas
tal vez preguntaran sobre cosas que desconoceré
por siempre
tal vez se disculpaban
o de un modo amoroso
se saludaban como viejas vecinas
tomé de esos venenos que vienen
envasados
y presioné
con culpa
por toda la muerte
que sobre ellas
habría de acontecer
fue instantáneo
un soplo frío las hizo encogerse
y luego
fueron puntos congelados
sobre la mesada
y los desperdicios
ahora que me dispongo a
recogerlas
para tirarlas en los residuos
me descubro mirando
fugazmente
por encima de mi hombro
Una fruta anómala
quizás nos conmueva
el amor
porque todo amor
es la emoción tonta
de caminar sobre una soga tensada
sobre un abismo
o porque el mundo
adelanta su pie
doloroso
y el deseo
instala
su mano enguantada
y acaso
este pequeño amor
no es otra cosa
que un puñado de arena
contra el viento
entre todas las historias de amor
que han sido
en este mundo
y tal vez
por eso nos conmueve
en el fuego
la agonía de cuanto se revuelve
y crepita
hasta ser
arrojado a sus cenizas
y el niño
que entierra su inocencia
con el gato
o el avechucho
y el mármol
que ennegrece
en lápidas
y estatuas
digo que hay una terrible
correspondencia
una íntima simetría
entre aquello
que llega a su fondo
o muda
violentamente
con tu mano y la mía
entrelazadas
este puño que pende de nosotros
como una fruta anómala
Entre la luna y yo cruzó un pájaro
acaso
seguro
estaba triste
y llevara los ijares del caballo
que porta
en las alforjas
funestas noticias
seguro
acaso
preguntara
¿para qué
dios mío
para qué el mundo?
¿para qué dios y el metal del odio?
y es verdad
tal vez
que en mi costado
consintiera a la herida
preguntando
si no ofendí al acero con lo
frágil de mi carne
–incluso a la mano
o si accedí al deseo como quien
se marca el lugar donde ha
de ser herido
o pensara
acaso
y para qué lo que corre
si escapa de sí mismo
tal vez
seguro me pesara el amor
el pavor de las criaturas ante el
trueno
el desorden gozoso de la vida
y buscara en redondo
los huesos de lo perdido
quiero decir
seguro
tal vez yo preguntara
por qué siempre pregunto
por qué este grano de sal bajo la
súplica
y la rabia de estar muriéndome
y la rabia de vivir
y perdón
perdón
por la alegría
todos ustedes que conmigo mueren
fue entonces cuando entre la luna y yo cruzó un pájaro
porque ya era la noche
y la luna temblaba
hermosa y brillante
como una madre inalcanzable
o ajena
fue una saeta
un borrón
algo fugaz
como yo mismo
como todo el agobio
de interrogar
a la eternidad con un instante
La rosa orgiástica
yo parí a mi madre y retuve
entre mis manos
sus huesos de pájaro
y esos pobres huesos
crujen
y tratan de elevarse
porque un hijo no es otra cosa
que una piedra o una cuchillada sobre el lomo
nadie debió esperarme más que yo
mismo
más que mi sombra escondida
todavía
en la memoria del mundo
y si me abrazó el desierto
si el sol cavó en mi carne
fue porque soy proclive a
desgastarme contra las cosas
porque veo reinos que se devastan
y se construyen
cada vez que aletea
cualquier insecto
y porque yo inclino mi testuz
ante lo instantáneo
pues sé que lo único que perdura
entre los días
es el mineral
indivisible
del misterio
y acaso los huesos desperdigados
de lo perdido
que buscamos como perros
o huérfanos
yo parí mi propio nacimiento
soy de una edad labrada en el
terror del pájaro
apedreado
mi pena es una rosa orgiástica
La soledad es una misma tierra de sepultura
a veces tolero mi muerte del modo
en que el perro
sus pulgas
envejece la carne del corazón
y la tarde se ensimisma en su caída
desearía
oh cómo desearía
no aferrarme al tablón en medio
del naufragio
decir:
es hora de recoger el hilo de la
pesca
o sentarme en medio del escándalo
a morder las frutas
verdes del desprecio
cavo en la carne de mi soledad
me aparto y me hago mío
con el barro reseco de mi
existencia
a cada lado
me extiendo
como si abriera mi propia
sepultura
y
detrás de mí
alguien golpea con su pala
y usa esa tierra
para cubrir su propia soledad
Esos pequeños crímenes
ese maravilloso pájaro que hemos
muerto
de un golpe
una pedrada
levísimo en el sudario de su aire
en el fino polvo que opaca su
plumaje
en el imperceptible gusano que
horada su vientre
pesa tanto como un astro
o es la memoria de su vuelo
detenido como un árbol en sus raíces
cuanto ahora se desploma sobre la
vajilla y los aniversarios
todo ha sido ese pequeño pájaro
una minucia entre los días y los
libros
entre el humo de los incendios
naturales y las lluvias
entre las hormigas y todas las
palabras
ahora se desploma y el mundo
cumple
riguroso
horarios
giros
estaciones
y nuestra lengua brilla y hace
emerger
la oscura moneda para el salario
de amor
que puntualmente paga
estos pequeños crímenes
Madre en el hospital
aturde por blanca
porque el aire vibra
tenso
a punto de cortarse
la sala de hospital donde mi
madre ensaya
otra vez con su muerte
dignidades
modos de mirar las cosas por
última vez
agonías
antes de entrar
miro las camas
donde yacen
ancianas
con los ojos licuados
en el blanco de sábanas
y paredes
me cuesta reconocer
entre todas ellas
a mi madre
apenas distingo
entre el blanco de las cosas
una fila de cuerpos blandos
sumergidos en un agua
o una sustancia
invisible
y persistente
desde donde emana
el resuello de la vida
como un solo animal
cansado
Fuente: La rosa orgiástica, Jotaele
Andrade, Añosluz Editora, Buenos Aires, 2016.
Jotaele Andrade nació
en La Plata en 1974. A los 6 años pasó a vivir en Azul, Provincia de Buenos
Aires, donde desplegó una intensa labor cultural, coordinando ciclos de poesía,
talleres literarios (como el del Refugio Morena Carús) y el Festival
Internacional de Literatura y Acampada Poética de dicha ciudad. También en Azul
cumplió con el Servicio Militar Obligatorio, acerca del cual escribió una
interesante crónica autobiográfica titulada “Recuerdos de colimba” (para leerla
pinchar aquí),
que revela algunos aspectos de su personalidad y de su vida. Actualmente,
reside en Buenos Aires, donde se recibió de psicodramatista en la Escuela de
Arte y Psicodrama y donde coordina el taller de literatura de La Coop (librería
y cooperativa de editoriales independientes). Publicó los siguientes libros de
poesía: El salto de los antílopes (Ediciones El Mono armado, Buenos
Aires, 2012); El oleaje del mundo (Editorial Azul, 2013); Elefantes
con anteojos (Editorial Morosophos, La Plata, 2013); La
mano del verdugo (Ediciones de la Eterna, Tucumán, 2014); Los metales terrestres (Añosluz
Editora, Buenos Aires, 2014); Elefantes con anteojos, tomo I
(Ediciones de la Eterna, Tucumán, 2015); El psicólogo de dios (Qué diría
Víctor Hugo?, Buenos Aires, 2016); La rosa orgiástica (Añosluz Editora,
Buenos Aires, 2016). En el prólogo de este último libro, señala Laura García
del Castaño: “No estamos ante un poeta operacional sino pulsional. Un poeta que se funde
a la música, sabe que en ella radica la voluntad que arrastra los poemas y los
conduce al final si él desfalleciera en el intento. Andrade es un poeta del
vacío, obsesionado con la despresurización de la materia, con lo residual del
mundo, su fragilidad y su misterio, con el trance en que la muerte vive y se
extenúa. Andrade perfora ese terreno vedado, roe la luz, y escribe. Pausa como si tuviese un control remoto y
narra, con hondura de lente infrarrojo, con tonalidad febril por momentos
perturbadora: la agónica cacería de lo irreversible, de lo que siempre está,
estuvo y estará perdido. Transita el amor esa
soga tensada sobre un abismo, la increíble y disparatada maravilla de haber
estado y haber gemido y amado y dormido entre los días. Se irá despojando
hasta invisibilizarse, se dejará ir
lentamente como un cabello en el lavabo. Escribirá como si mirase por última vez, como si se alejara con cierta compasión, como si se apenara de deshojar la rosa orgiástica de los días.
Escribirá como un perro o un huérfano
que revuelve lo deshecho. Escribirá hasta recuperar
algo que no ha sido cierto”.
Foto: Jotaele Andrade. Fuente: gentileza
de Jotaele Andrade.
Muy buena poesía César. Felicitaciones al poeta
ResponderEliminarGracias, Alfredo. Le transmito tu mensaje.
ResponderEliminarMuy buenas poesías César, abrazo
ResponderEliminar