XIII
Ahí está ella ahora con su melena de oro
Viñeta del Bosque
Horacio Preler (1929 - 2015)
5 y 54
Café El Parlamento
El ciruelo de la casa de enfrente
Un brindis por el nacimiento
Parque Saavedra
Gruta
Naranjas amargas
Mayo 20, 1928
Lo iluminado débilmente
Te propongo acostarnos...
Recuerdo esa noche
Cocineros de noche
44 y 31
Las tardes de otoño se llenan de gritos.
Ciento cincuenta
Millones
De ladrillos
Tiene esta catedral
Del mundo
Que muestro a los amigos
Que vienen de afuera
Les cuento que arriba
Por una soga
Subís a la torre para ver
Y ves hasta el otro lado.
Cuando salimos a celebrar
El agua nieve
Ciento cincuenta
Millones
De ladrillos
Nos vieron caretear
Lo que somos
Porque en ese lugar
Lloraste y te besé
Y ninguno
Creyó en dios.
Almorzamos en el viejo bar...
Almorzamos en el viejo bar Ocampos
El músico de la glorieta
Yo tuve, entre otras fábulas,
Saavedra
Para construir una ciudad es necesario,
El bosque espera como una invitación; esperan los árboles que caen en las
Esa ciudad se apaga cuando me duermo:
No soy sabia, no soy bella, no soy pura.
Hay una humilde muchacha
Mientras cruzo los rieles
Pienso en ese tren de vapor
¿Cómo está París?, me pregunto.
![]() |
Plaza Moreno |
Ahí está ella ahora con su melena de oro
caminando
a mi lado por la Plaza Moreno, fascinada
por los tanguitos reos que le canto
por los tanguitos reos que le canto
y
que la llevan sin escala a la infancia,
a
su niñez del sur, a la casa paterna,
al
edén que duerme en su memoria.
Allí
estará ella eternamente:
en
la lágrima–perla que rueda por su rostro
cuando
lee el retrato de Maú
y
siente que por fin
alguien
consigue atravesar la línea Maginot,
correr
el velo que oculta su tesoro,
comprender
su miedo atroz a la locura
y
acariciar sonriendo su dolor ancestral.
Guillermo
Lombardía
Fuente: Mi Marilyn,
Guillermo Lombardía, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 2005.
Foto: C. C.
Viñeta del Bosque
El Bosque de La Plata. Gruta y lago |
Domingo de
noviembre. Tarde grata.
Eucaliptos profusos
y señeros.
Éste es el Bosque.
Claros derroteros.
Amplio lugar para
la caminata.
Allá, campo de
hierba se dilata,
pero aquí se
dilatan los senderos.
El lago, aquí, se
enciende en reverberos
y en sus aguas la
gruta se retrata.
El busto del poeta.
El coliseo.
Y allá, los hermes
de los que han honrado
a la ciudad. No
lejos, el Museo.
Amplio lugar para
la caminata,
donde siempre mi
paso he demorado.
Grata es la tarde,
pero aquí es más grata.
Nicolás Semorile
Fuente: Rapsodia platense, Nicolás Semorile,
Editorial Curupí, San Nicolás, 1958.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Cementerio de La Plata |
Ayer, entre los muchos libros
que lo encallecieron, murió Horacio
Preler.
Había nacido hace 85 años,
en un barrio con calles de
adoquín.
Fue abogado por elección,
poeta por naturaleza.
Hace más de tres décadas,
nos conocimos en una librería,
pero entonces no hablamos:
señal de una amistad que
habría de ser callada.
Una vez escribió: Un poeta muere
como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Ayer, Horacio murió como
cualquier poeta
y lo guiaron hasta el
cementerio.
Escribió también: Uno se lleva todo.
Y todo se llevó consigo: Sus historias,
la clave de sus miedos, la
lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos...
Dejó como legado, sin embargo,
algunos textos imprescindibles
–“Símbolos”, “Casa vacía”, “El
señor Gianni”...–,
que quieren ser abrigo
para la extranjería del
hombre.
Fue un viajero extrañado
en una ciudad desconocida
–un empleado del tiempo–,
buscando las llaves esquivas
de la sabiduría absoluta.
Si algún conocimiento halló, sólo
él lo sabe.
Ahora duerme sin prisa,
desasido,
entre los muros del cementerio
de La Plata,
donde siempre es dable
escuchar
el canto de los pájaros.
La Plata, 7 de agosto de 2015
César Cantoni
Fuente: Un arte invisible,
César Cantoni, Libros de la talita dorada, City Bell, 2016.
Foto: C. C.
Esquina de 5 y 54 |
Las calles
numeradas de tu ciudad
tienen un recorrido
en apariencia comprensible;
en el plano todo
sucede con demasiada quietud
pero en la
práctica, y si me distraigo,
puedo llegar a
Montevideo sin advertirlo
porque hasta la
esquina de Durazno y Jackson
se parece a 5 y 54
en la luz amarilla,
las sombras,
las carameleras de
vidrio
de una antigua
panadería.
Así me pierdo en
las diagonales de tus manos,
tu sonrisa, el
ansia que muerde nuestros labios.
Tan cruz invertida
sus bulevares,
tan pasajes sus
símbolos rotos,
como si los números
ofrecidos al azar de las calles
hubieran salido
sorteados en la tómbola del diablo.
Vamos despacio,
tan de veredas
nuestros pasos en círculo;
tu perfume es leve
y la noche ruge su color de lluvia,
ya será tu humedad
y yo de regreso
mordiendo el
asfalto enamorado
derechito a Once
en el 129
X Centenario.
Daniel Quintero
Fuente: Facebook
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Café El Parlamento, en la esquina de 7 y 51, pocos días antes de cerrar |
Durante seis decenios
–adentro café y
tertulia–,
sus cristales
registraron el trajín urbano.
Ahora que las
persianas
cayeron para siempre,
¿a dónde irá a reflejarse
la nostalgia?
César Cantoni
Fuente: Inédito
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Ciruelo en calle 73, entre 1 y 2 |
El ciruelo de la
casa de enfrente,
combado sobre la
vereda,
ha vuelto a
florecer.
Entre los cables
del teléfono,
sus delicadas
flores blancas
–¿qué le han hecho
al viento para que las maltrate?–
parecen componer
una galaxia
de flamantes soles.
Muy pronto llegará
el verano,
y el niño que
mendiga,
y el que remueve la
basura,
y el que sólo
persigue apropiarse de lo ajeno,
asaltarán su
pródigo ramaje,
cargado de
ciruelas.
César Cantoni
Fuente: Inédito
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Teatro Municipal Coliseo Podestá, calle 10 entre 46 y 47 |
a Mariano Schuster
Parece una escena
de las Invasiones Bárbaras.
Noche cálida, los
poetas incondicionales o heterónimos
salidos de algún
baúl de Trexus invitan a compartir la presencia
del maestro
apoltronado, y me acerco.
El anfitrión sonríe
entre manos frágiles que lo arropan,
se dirige a mí y
dice:
“...usted que es Platense,
conocerá el Teatro de los Podestá…
pues bien, alguna noche afiebrada de 1926
nací
en ese lugar…”
Café Coliseo
Podestá, 21 de Mayo de 2012.
Pido dos Whiskys,
para mí, para la silla vacía.
Tras una pausa, el
líquido amarillo se lo traga la nada.
El fantasma es un
lobo que aún muerde mis manos.
Julián Axat
Fuente: Neo, Julián Axat, El Suri Porfiado, Buenos
Aires, 2012.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Parque Saavedra
Lago del Parque Saavedra |
Un perro degollado en mitad del lago.
Pasto crecido.
Bicicletas.
Horacio
Fiebelkorn
Fuente: Elegías,
Horacio Fiebelkorn, Ediciones Al Margen, La Plata, 2008.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Gruta en el Bosque de La Plata |
El huevo de cemento deforma el corazón
del Bosque
y protege por dentro, con su gotear de
baño público,
el camino del visitante a su atalaya
secreta.
El refugio del chico para mirar
el lago, los botes, las palmeras,
los edificios más altos que cortan
la fuga del sol en el oeste.
Horacio
Fiebelkorn
Fuente: Elegías,
Horacio Fiebelkorn, Ediciones Al Margen, La Plata, 2008.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Naranjo amargo frente a la casa donde vivió Abel Robino. Calle 6, entre 46 y 47 |
a Abel Robino
En esta calle sólo hay naranjas amargas.
En ellas se abre la luz
y se han masticado semillas de dolor.
Las cáscaras resbalan de su cuerpo
amarillo
hacia las palabras del adiós.
El oscuro olor del remordimiento
es el escozor de las manos dormidas,
una lágrima que viene desde lejos.
Los gajos se deshacían
y caían como gotas de sangre
sobre los cuerpos insepultos.
Allí está depositado nuestro mundo,
anestesiada nuestra conciencia,
adormecidas las hojas roídas de la
muerte.
Horacio
Preler
Fuente: La vida se interroga, Horacio Preler, Ediciones Al Margen, La Plata, 2011.
Foto: C. C.
Fuente: La vida se interroga, Horacio Preler, Ediciones Al Margen, La Plata, 2011.
Foto: C. C.
Casa donde vivió Francisco López Merino. Calle 49, entre 12 y diagonal 74 |
Ahora es invulnerable como los dioses.
Nada en la tierra puede herirlo, ni el
desamor de una mujer, ni la tisis, ni las
ansiedades del
verso, ni esa cosa blanca, la luna, que ya no tiene que fijar
en palabras.
Camina lentamente bajo los tilos; mira
las balaustradas y las puertas, no para
recordarlas.
Ya sabe cuántas noches y cuántas mañanas
le faltan.
Su voluntad le ha impuesto una disciplina
precisa. Hará determinados actos,
cruzará
previstas esquinas, tocará un árbol o una reja, para que el porvenir
sea tan
irrevocable como el pasado.
Obra de esa manera para que el hecho que
desea y que teme no sea otra cosa
que el término
final de una serie.
Camina por la calle 49; piensa que nunca
atravesará tal o cual zaguán lateral.
Sin que lo sospecharan, se ha despedido
ya de muchos amigos.
Piensa lo que nunca sabrá, si el día
siguiente será un día de lluvia.
Se cruza con un conocido y le hace una
broma. Sabe que este episodio será,
durante algún
tiempo, una anécdota.
Ahora es invulnerable como los muertos.
En la hora fijada, subirá por unos
escalones de mármol. (Esto perdurará en la
memoria de
otros.)
Bajará al lavatorio; en el piso
ajedrezado el agua borrará muy pronto la sangre.
El espejo lo
aguarda.
Se alisará el pelo, se ajustará el nudo
de la corbata (siempre fue un poco dandy,
como cuadra a
un joven poeta) y tratará de imaginar que el otro, el del
cristal,
ejecuta los actos y que él, su doble, los repite. La mano no le
temblará cuando
ocurra el último. Dócilmente, mágicamente, ya habrá
apoyado el arma
contra la sien.
Así, lo creo, sucedieron las cosas.
Jorge
Luis Borges
Fuente: Obra poética,
Jorge Luis Borges, Emecé Editores, Buenos Aires, 1977.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Lo iluminado débilmente
Avenida 7 y Plaza San Martín |
Mínimas partículas
sólidas que se mezclan con gas
y suben al cielo,
de un objeto que
llega
a temperatura muy
alta
o se quema,
como el humo de una
vela, de un volcán
o de la chimenea de
un barco:
espeso, opaco,
ligero, a veces azulado.
O las volutas del
humo acre de un cuerpo,
como símbolo de una
infinitud
en humaredas
estatales.
El smog en la
historia de otra ecología.
Pero el hombre no
es hijo de aquel vapor fúnebre
que sale de un
agujero.
Nubes que hacen
toser, llorar y morir.
Más humo negro que
nube.
Por una
predilección evanescente,
el humo pasa por el
agua perfumada
de un narguile,
como esta palabra.
Ésta que voy a
escribir sobre la orilla
de la intimidad
que sahúma
como una rosa
el papel blanco y
la pantalla blanca.
Una fogata en la
calle acompañó el ruido de los metales.
Una riqueza que
aparece y se va
al cabo de la
mañana
en el cielo de La
Plata.
Ya estamos pisando
la tierra perfumada.
La gente marcha por
la calle 7
y su desesperanza
puede
hacerla avanzar
en la forma
indecisa de un incendio.
Roxana Páez
Fuente: Fogata de ramitas y huesos, Roxana Páez,
Alción Editora, Córdoba, 2002.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Esquina de 7 y 50 |
en el cuarto de baño,
en la cocina,
frente al espejo del
ropero,
en las calles con
autos
y transeúntes,
al pie de las
estatuas,
sobre la tumba de
los dictadores,
en las salas de cines
y teatros,
en las cabinas
telefónicas,
en los quirófanos,
donde haya un jergón,
un camastro,
una cucheta,
en 7 y 50,
en Nueva Delhi,
bajo la luna de
Arequipa,
con la fogosidad de un
cíclope,
imitando el aullido de
los lobos,
disfrazados de súcubo
o de sierpe,
ya sin el peso de la
culpa,
de mañana, de tarde,
a medianoche,
en plena madrugada,
con el primer albor...
y esperar abrazados
el abrazo imposible de
la muerte.
César
Cantoni
Fuente: Un arte invisible,
César Cantoni, Libros de la talita dorada, City Bell, 2016.
Foto: C. C.
Recuerdo esa noche
Estación de servicio de avenida 7 y 32 |
Recuerdo esa noche
en el snack de la Shell.
Te ibas a París. Tomábamos
dos lágrimas y brillaban
las hojas de los tilos
en el boulevard de la Avenida 32
Dejabas el hueco que no podías más
Perder, o ser, en cierto caso,
la posibilidad de ser alguien
a cambio del suspendido todo
en una nada.
Dejar,
adquirir marcas, funerales,
perder de una manera inusual
pero ordinaria
común
y genérica
¿Qué vivir
una casa de otro
un nombre de otro
un no ser en nombre propio?
Título de acompañante
o acompañante sin título
Era mayo
Sacaste la Saint-Exupéry
Nadie tiene su lugar para
vivir
en ninguna parte sin sus
500 libras
parafraseaste con una trizada
sonrisa
El hijo, el rehén
quedó para el dolor
Sandra Cornejo
Fuente: Sin suelo, Sandra Cornejo,
Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2001.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Cocineros de noche
![]() |
Panadería La Nacional, avenidad 44 y 12 |
Es como un pueblo chico donde todos se
conocen.
Distingo el ruido del camión de los que
juntan la basura,
sé quién es el verdulero que se queda de
guardia y adónde
encaminar mis pasos si el tabaco se
acaba.
Además de cigarros encuentro en el kiosco
un poco de charla
porque todo es más tranquilo en este
pueblo chico de la noche.
Hasta la radio que nos acompaña mientras
trabajamos,
tan ruidosa de día, adquiere un aire de
propaladora de plaza.
Conversan o piensan en voz alta y cada
tanto una canción
es para nosotros, o un saludo, o una
palabra amable.
Existe una hermandad sencilla y llana
entre los que trabajamos de noche.
Los muchachos del remís, los panaderos de
La Nacional,
los que reparten los diarios del barrio y
hacen su parada en la luz
del edificio con escaleras. Allí ordenan
las malas noticias para cada puerta.
A todos los conozco y todos me saludan
cuando paso
volviendo a casa al filo de la luz, de la
frontera.
Cuando se me hace temprano y ya hay gente
en la parada del micro
me ven pasar, blanco de harina, como si
vieran un fantasma, un forastero.
Marcelo
Vernet
Fuente: Pasen la voz,
Marcelo Vernet, Ediciones Al margen, La Plata, 2010.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
44 y 31
![]() |
Esquina de 44 y 31 |
Las tardes de otoño se llenan de gritos.
Los hombres regresan malhumorados
porque el sueldo no alcanza
para comprar el traje prometido.
Los chicos juegan a la pelota en la
vereda
o pescan en la zanja vecina;
luego se duermen cansados
en brazos de sus padres.
Una mujer compra los alimentos más
baratos
y un viejo tren pasa casi sin darnos
cuenta.
Alguien vende los diarios
con la historia de los que viven
y la historia de los que mueren.
Siempre ocurren las mismas cosas,
pasan los mismos trenes.
Pero tras esa realidad hay otra,
un territorio sin objetos,
una mansión de sombras,
los rincones del alma
por donde entra la lluvia,
el cansado retorno,
las horas esenciales que no podemos
comprender
sino con el advenimiento de la noche.
Horacio
Preler
Fuente: Diario “El Día” de La Plata, domingo 6 de
marzo de 1977.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Catedral
![]() |
Catedral de La Plata |
Ciento cincuenta
Millones
De ladrillos
Tiene esta catedral
Del mundo
Que muestro a los amigos
Que vienen de afuera
Les cuento que arriba
Por una soga
Subís a la torre para ver
Y ves hasta el otro lado.
Cuando salimos a celebrar
El agua nieve
Ciento cincuenta
Millones
De ladrillos
Nos vieron caretear
Lo que somos
Porque en ese lugar
Lloraste y te besé
Y ninguno
Creyó en dios.
Miguel D’Elía
Fuente: Fuego, libro inédito.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Almorzamos en el viejo bar...
![]() |
Bar Ocampos |
Almorzamos en el viejo bar Ocampos
de la antigua estación,
recorrimos las calles y las casas que
habitamos antes
y la pequeña plaza Sarmiento donde
desplegamos
los primeros abrazos, el beso de
bautismo,
el asombro inicial y la caída en el
tiempo.
Sobre el empedrado de la vieja estación
retumbaban los pasos de los muertos,
cuando, tras el humo de las locomotoras
que entonces
llegaban a Circunvalación, puntual, ató
el recuerdo
su nudo gordiano.
Sometimos al sol, bajo la parra del bar,
el veredicto
de la ciudad que crecía en desmesura,
repasamos proyectos, vidas, nacimientos,
adioses, solsticios, el trayecto
de los padres ancianos y la excesiva
disposición de nuestros hijos
al centro del futuro.
Anduvimos como si fuera la misma tarde
que en verano
desencajaba bicicletas y arrojaba
agua de carnaval a las muchachas,
recorrimos los cuatro puntos cardinales
donde antes
fuimos jóvenes y estuvimos enamorados.
Entre el gentío y los semáforos andaban
nuestras sombras,
convencidas de que nada sucede por simple
coincidencia:
una feroz combinatoria de certezas sumó
puntos en la recta final.
En la tarde de junio, la ciudad, que huele
a tilos en noviembre,
propició el equívoco.
Traviesa y mágica, increíble y cierta,
imperturbable está mientras nosotros
vamos
y venimos
creyendo ser los mismos,
diagonales que hechizan con variantes del
ensayo y el error.
Por fin nos vieron pasar, desde su magestuosa
altura,
las torres gemelas de la Catedral.
Volaron gárgolas y palomas,
la pequeña voz del tiempo agitó las alas
y se elevó.
Fue un escándalo la piel,
el beso.
Norma
Etcheverry
Fuente: Gentileza de Norma Etcheverry. Inédito.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
El músico de la glorieta
![]() |
Glorieta de Plaza San Martín |
Yo tuve, entre otras fábulas,
un abuelo
zapatero y músico.
Venía de la
pobreza y del mar más azul.
Por la
mañana, cuidaba su huerta
como un
humilde profeta que se ordena
ajeno a
todo vacío despiadado.
Cuando
caminábamos entre sus durazneros,
a veces
callaba de repente y confesaba:
“Donde yo
nací, al alba, la ciudad
se refleja
en el agua cuando es primavera”.
Leíamos
juntos Robinson Crusoe
y las
tardes del domingo eran una fiesta:
tocaba en
la banda de la glorieta de la plaza.
Eran otros
tiempos y otros afectos, se dirá.
Pero las
mismas magnolias perfuman el mismo espacio.
La glorieta
ha muerto, no el músico.
Sus
estrellas natales cantan allí,
invisibles,
dulces y obstinadas,
sin más
deseos que durar en sí mismas;
como una
buena conciencia
que devora
inmune los venenos efímeros
cuando todo
parece morir a nuestro alrededor.
Osvaldo Ballina
Fuente: Ceremonia diurna, Osvaldo Ballina, Ramos Americana Editora,
La Plata 1984.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
observo que
mis hermanos y mi padre
salen de la
casa Benoit.
Ingresan al
camino de tilos.
Se detienen
abruptamente
a la altura
de una suerte de entelequia.
Entre ellos y
yo
se interpone
un perro enorme
y furioso.
El perro se
salva.
Andrés
Szychowski
Fuente: La redundancia, Andrés Szychowski, La Terminal Gráfica, La Plata, 2011.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Fundación de La Plata
Para construir una ciudad es necesario,
simplemente,
una calle.
O más bien
una puerta de calle y un balcón.
Lo demás se
hace solo, ya sabemos.
Una vereda
que se desenrosca
y se muerde
la cola.
Unos
árboles bien ejercitados
para que
anden en busca de una plaza.
Y después
los vecinos fundadores
con barbas
en el palco y con banderas.
Carlos
Albarracín Sarmiento
Fuente: Diario Hoy, La Plata, sábado 19
de noviembre de 2005.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
El Bosque de La Plata
El bosque espera como una invitación; esperan los árboles que caen en las
tormentas
y los
insectos que desde la cama imaginamos pulular, arrastrarse.
El lago se
abre a los pies y sólo se agita en lo profundo:
la
superficie miente, abajo yacen peces sin párpados que mueven sus aletas sin
cesar,
que abren y
cierran sus bocas sin cesar.
Hay rostros
que duermen por lujo de la estirpe
y un día
parecen despertar y sonreír y querer hablar.
Tenemos que
llegar al bosque para hallarlos
y
comprender que ahora seguimos nosotros,
que ahí
quedan ellos.
Hay
palabras que debieron ser dichas hace muchos años,
demasiados
años como para pronunciarlas ahora, ya viejas.
Es el
laberinto de la especie que mide, borra, elabora, analiza, combina, separa,
pervierte
y es atroz
si no sabemos contenerlo: si cruzamos bosques poblados de sombras
o miramos
con terror lagos desde donde ascienden fantasmas adorados.
Rafael
Felipe Oteriño
Fuente: Campo visual, Rafael
Felipe Oteriño, Cármina, Buenos Aires, 1976.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Esa ciudad
Esa ciudad se apaga cuando me duermo:
los
ventanales no reflejan el sol,
los
semáforos dejan libre el paso de los autos,
las sombras
vacilan unos segundos,
atraviesan
una puerta y desaparecen;
sobre el
mantel, el crucigrama está resuelto
y una mano
dobla las páginas del diario.
Nada de lo
habitual permanece en pie:
los
tranvías giran veloces,
se enturbia
el agua de los jardines,
un velo de
ceniza se extiende sobre las plazas,
cubriendo
el lago, los botes y los remos,
los verdes
del bosque desaparecen.
Arrebatados
por una nube,
quedan más
solos los animales del zoológico;
se
ausentan, de pie, las estatuas,
mientras un
viento repentino dispersa los colores
y borra, ya
sin luz, los cables del teléfono
y el borde
cansado de las cosas.
Pero, ay,
todavía queda algo que no he dicho:
esa ciudad
continúa dentro del sueño.
Rafael
Felipe Oteriño
Fuente: Todas las mañanas,
Rafael Felipe Oteriño, Ediciones del Copista, Córdoba, 2010.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
La puta de Plaza Italia
No soy sabia, no soy bella, no soy pura.
Sólo vergüenza y oprobio
atraigo sobre el mundo.
Pero al menos en lo hondo
de mi alcoba
yo libero por una noche
al hombre
del mal de haber nacido.
César Cantoni
Fuente: Cuaderno de fin de siglo, César Cantoni, Ernesto Girard Editor, La Plata, 1996.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Portal de San Ponciano
Hay una humilde muchacha
pidiendo por su prole.
Hay un ex combatiente sin
un brazo
vendiendo baratijas.
Hay un chico ofreciendo
estampitas
a cambio de monedas.
Hay quien pasa,
abstraído,
delante de la iglesia.
Hay quien entra en la
iglesia.
Hay quien reza, también.
César Cantoni
Fuente: Cuaderno de fin de siglo,César Cantoni, Ernesto Girard Editor, La Plata,
1996.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Aquí
vivió Almafuerte
con sus verdes colinas cinematográficas.
Esta ciudad tampoco es Roma,
donde el tiempo discurre entre fuentes y
cariátides.
Esta ciudad no es la nueva Belén:
la Segunda Venida no tendrá lugar en
ella.
Esta ciudad no es el centro del mundo,
no,
pero es la ciudad que me cobija.
Aquí vivió una vez el poeta Almafuerte.
Aquí, a menudo, escucho su voz
insoslayable,
su voz que llega en el viento de remotos
días
y es como una feroz, implacable
conciencia
que no admite disculpas, una ética
excluyente,
por lo que yo le digo: “Maestro,
bienvenido sea su canto aunque nos duela.
Usted fue el primero en recoger la leña y
encenderla;
ahora nosotros debemos preservar el fuego”.
La Plata,
12 de julio de 2001.
César Cantoni
Fuente: La salud de los condenados, César Cantoni, Hespérides, La Plata, 2004.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Mientras cruzo los rieles
![]() |
Estación Circunvalación |
Pienso en ese tren de vapor
que ya no
pasa, ese tren esforzado
que venía
de lejos, piafando
y pitando
entre señales de humo,
como un
animal vivo del campo,
en alegre,
furiosa carrera contra el viento,
y que a mí
me gustaba mirar cuando era chico,
mientras cruzo
los rieles con óxido
de la
estación abandonada
y la vieja
campana de bronce
vuelve a
sonar, de pronto, en mi memoria.
César
Cantoni
Fuente: Diario de paso, César
Cantoni, Hespérides, La Plata, 2008.
Foto C. C.
Foto C. C.
Segunda carta abierta al poeta Abel Robino
¿Cómo está París?, me pregunto.
¿Qué
comentan los diarios del mal trago europeo?
¿Siguen los
franceses leyendo a sus poetas?
Y vos,
¿cómo estás? ¿Cómo andás de los sueños
y del mal
de amores? ¿Cómo anda tu hígado,
después de
la intoxicación en Beijing?
¿Fuiste a
fotografiar el puente Mirabeau
como te
había pedido nuestro amigo?
¿Le
mandaste las fotos o se hizo demasiado tarde?
¿Qué pasó
con la exposición en Galerie Sismann
y tu
“Breviaire du temps”? ¡“Breviaire du temps”!
¡Qué rótulo
bello y sugerente, a medio camino entre la historia y la filosofía!
¿Vas a
venir para la primavera austral como pensabas,
cuando las
tipas de diagonal 73 se vistan de flores amarillas
y las
tardes acusen el aroma de los tilos?
¿Cuánto
duele el destierro de la lengua de uno?
“Háblame./ Hablemos”, diría Rafael
Alberti.
Espero con
ansia tu palabra justa.
Acá, para
contarte algo, siguen los días nublados,
los malos
olores que vienen de la Destilería,
las cenizas
volcánicas enrareciendo el aire…
Siguen la
gripe aguda, el malestar por los piquetes,
la
corrupción en la política, la desocupación, el desencuentro...
Pero, al
menos, no llueve.
La Plata, 24 de julio
de 2011
César Cantoni
Fuente: El fin ya tuvo lugar, César
Cantoni, Hespérides, La Plata, 2012.
Foto: C. C.
Foto: C. C.
Excelente página
ResponderEliminarMaravilloso. Agus TG
ResponderEliminarCada tanto releo estos poemas que guardan secretos de nuestra ciudad, por el puro placer que me produce volver sobre estos versos que reúnen belleza, nostalgia, historia, pequeñas anécdotas personales que la poesía transforma en universales. Hermosa página, César!
ResponderEliminarGracias, Norma. Ya tengo algunos poemas más para publicar en esta página. Sólo me resta obtener las imágenes que los acompañen.
EliminarUn abrazo.
mucha emoción...para algún nostálgico..alguien recuerda parras de uvas chinches en las calles..?muchas gracias..Diego..un platense...
ResponderEliminarCada tanto releo esta página y compruebo, con mucho placer, que sigue creciendo como la ciudad, desde el corazón y hacia los márgenes. Merecido recuerdo homenaje, el poema sobre Horacio Preler. Gracias, César!
ResponderEliminarGracias a vos, Norma, por seguir esta página. Te mando un abrazo.
EliminarHola! Soy una poeta de Canada, aqui en La Plata hasta el fin de Mayo. No tengo mucho castellano pero yo he traducido algunos poemas. Tengo approx. 170 poemas de Argentina. Hay eventos para poetas en La Plata? Mucho gusto. Franci Louann
ResponderEliminarhttps://www.facebook.com/francilouannpoet/
www.francilouann.com
¡Hola, Franci! En La Plata suele haber ciclos de poesía la mayor parte del año, pero, como recién estamos saliendo del verano, la actividad todavía no ha comenzado. Por ahora, el único ciclo es el que el que realiza la librería Malisia, que se halla en calle 6 y diagonal 78. Allí, todos los viernes, a las 21,00hs, se presentan poetas de La Plata, Buenos Aires y otras ciudades aledañas.
Eliminaragradable ver esta ciudad desde otras sensibilidades, gracias, laura
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