jueves, 25 de octubre de 2012

Eduardo Rezzano















Padre

Una mariposa en
mi balcón
pone sus huevos
y se va

Pronto mi casa
se llenará de gusanos
a quienes alimentaré y
cambiaré los pañales

Seré un padre ejemplar
y a su debido tiempo
les enseñaré a volar
arrojándome por la
ventana

Fuente: Gato barcino, Eduardo Rezzano, Lumen, Barcelona, 2006.

Condiciones mínimas


Si nos vamos a reunir
alrededor de un cuerpo
que ese cuerpo esté
en descomposición

Nada de doncellas
o niñatos

Que tenga algo de vida
coagulada
o un agujero en el abdomen
imposible de ser rellenado

Si nos vamos a reunir
alrededor de la cantante
que la cantante tenga
tres piernas

Fuente: Gato barcino, Eduardo Rezzano, Lumen, Barcelona, 2006.


Patito feo

"Retorcer el cuello de
un cisne
largo como de jirafa..."
se relamían sus depredadores

El cisne abandonó la laguna
y se perdió en el bosque

taló indiscriminadamente especies
protegidas y se hizo fuerte
bajo la camisa leñadora

Su cogote ahora grueso
no invitaba a discusiones
pactó con los osos y
acusó maneras de señor
o de rufián

Ya anciano se unió en
primeras nupcias y
trabó alianza con el clan
de los Montesinos

y dijo "si me queda
una pluma de cisne
con ella redactaré
mis memorias"

Fuente: no fábulas, Eduardo Rezzano, Vox, Bahía Blanca, 2010.


Aventura de un día

El litoral marítimo se internó
tierra adentro en el continente

quería conocer otras lenguas
otras culturas

pero vio todo pasado por agua
como a través de una lente
de aumento

Regresó decepcionado llevándose
vacas ovejas
caballos bayos pastores y aldeanas
todos con el vientre hinchado
flotando tiesos bajo el atardecer

Fuente: no fábulas, Eduardo Rezzano, Vox, Bahía Blanca, 2010.

Verdades a medias


Hay árboles
que esperan a morir
para empezar a hablarnos

De ellos he aprendido
algunas verdades a medias
y otras que me permiten
intentar algunos trucos

como detener el tiempo
cuando un rayo de luz
se posa en tu mano
y la abre

o hacer girar la cabeza
hasta que rueda calle abajo
y se pierde

Fuente: Alcohol para después de quemar, Fuga, Santiago de Chile, 2012.


Visita de médico

El espíritu navideño
pasó con prisa
por mi casa

“Visita de médico”
dijo y vació su bolsa
sobre la mesa

Nos dejó una pila
de blisters caducos
medicamentos de dudosa
procedencia y una
advertencia

“Volveré con más
cuando seamos menos”

Fuente: Alcohol para después de quemar, Fuga, Santiago de Chile, 2012.

Eduardo Rezzano nació en La Plata el 18 de mayo de 1968. Es poeta y músico. Publicó Ningún Lugar (Ediciones del Canto Rodado, Mendoza, 1999), Gato Barcino (Lumen, Barcelona, 2006), no fábulas (Vox, Bahía Blanca, 2010) y Alcohol para después de quemar (Fuga, Santiago de Chile, 2012). En 2010 obtuvo la 2da. mención de honor del Premio Internacional de Literatura “Juan Laurentino Ortiz”. Fue fundador de 2vecesbreve y de la Orquesta Camaleón. Poemas suyos han sido recogidos en antologías como Nacer (Lumen, Barcelona, 2005), Madrid: una ciudad, muchas voces (ONG Promoviendo, Madrid, 2009) y Si Hamlet duda le daremos muerte (Libros de la talita dorada, La Plata, 2010), y en diversos medios, tanto impresos como electrónicos, de Argentina, España, Italia y Estados Unidos.

Foto: Eduardo Rezzano, por Carolina Soler.  Fuente: Gentileza de Carolina Soler.

jueves, 18 de octubre de 2012

Gustavo Caso Rosendi

























El poema

Como una fotografía de palabras
(como una pintura o partitura
o una escultura hecha con palabras)

O como una selva amazónica
donde pululan y crecen salvajes
palabras como animales
no sometidos a un orden humano

Mientras el poeta agazapado
apunta y las va cazando
(a las que más le llaman la atención
las que más desea o ama las que
más ha odiado o las que sólo se han
cruzado en su camino porque sí)

Algunas van muriendo otras huyen
como pájaros asustados y algunas
quedan heridas y son encerradas
en la jaula blanca de su libreta
hasta que todo es silencio

Alguien ha desordenado el caos
ha roto su delicado ecosistema
Algo ha cambiado para siempre

Para bien o para mal
algo ha cambiado


Problema de cervicales

Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
                                                                             Horacio Castillo

Bueno padre
hasta aquí hemos llegado

Hace muchos años que me duele el cuello
que siento una presión insoportable
Tantos como el tiempo que llevás
sobre el cementerio de mis hombros

Tenés que entender que estoy en rehabilitación
que el fisiatra me dijo que así la cosa no va más
Caminá al lado mío si querés (aunque ambos
sepamos que no podrás seguirme el paso)

¿No oís ladrar al perro allá donde esperan
los tres hocicos de una misma sombra?

Dale bajá
Vamos a vernos por primera vez
cara a cara
(Sé bien que no tenés ninguna culpa
Yo te subí sin preguntar)

¡Ah! Ahora sí puedo ver tu sonrisa
como si fuera la mía
¿Sentís el mismo alivio que yo siento?
Los dos comenzamos a sanar
(no te duelen más las piernas y mi columna
está liviana)

Ya puedo respirar

Igual quiero que sepas
que aquí nadie ha abandonado a nadie
Simplemente hay gente que se queda
y gente que tiene que seguir

Cada uno con el tratamiento que le toca


Día de visita

En el camino a la pieza tres viejas me dicen cosas
que no entiendo –o que no quiero entender–
Pero ella se asoma por el umbral chirriante
como si todavía flotara en una panza reseca
sin ni siquiera luchar por salir
porque no recuerda cómo

Todos los días me espera (y desespera)
como si uno aún estuviera pataleando dentro suyo
Ahora que la beso me doy cuenta:
está más flaca que la soledad
(y descubro que vengo aquí día tras día
porque de alguna manera también la estoy esperando)

Su memoria temblequea cosas tan inútilmente necesarias
como los trompos perdidos de la infancia
Tiene miedo hasta del miedo (pero si el miedo la conociera
 –puedo asegurarles– tendría más que miedo)

Siempre creyó en todas esas estampitas
que no pueden ayudarla (sólo le pido que crea en ella
pero es mucho pedir)

Me da su ropa sucia para que lave
pero nunca me dará lo que quiero que verdaderamente limpie

Hablamos siempre de que no fue al baño
o de que fue mucho al baño
Pero no hablamos de él de mí de nosotros
(yo nací de pie –casi no nazco–
Mi padre murió solo y borracho)
Todo esto me lo contó antes alguien –no mi madre–

Sería muy fácil odiarla
Pero tomo el camino más difícil
Porque cuando me voy sé que está mordiendo
un tiento demasiado duro
Y que hace fuerzas para abajo
mientras yo sigo haciendo fuerzas para arriba
Para que pueda por fin sacar un pie
a la vereda del mundo


Escribí la palabra “grillo”
y un grillo se posó sobre mi hombro

Pensé que definitivamente la poesía
había venido a visitarme y me sentí
demasiado responsable

¿Qué sucedería si atinara a escribir
“elefante” “dios” “demonio”
o tu nombre enmohecido?

Ya basta por esta noche


Real de Catorce

He venido de lejos para renacer
en la puerta de este cementerio
Muy adentro el crótalo rojo
se retrae y expande
temiendo ser pisado por las sombras
La paciencia del viento en la montaña
se expresa en cada pedregullo

Porque hemos bebido el vino de los fantasmas
y ahora deambulamos un camino nebuloso

Una luz dulce me ha llevado a donde podría
morir perfectamente

No te quedes
No te vayas
(revolotea un pequeño ser en el hombro
mientras liba el polvo de mi aura)

Pero no sé realmente si he venido
o si ya estaba
creciendo en tu desierto
como un tímido peyote

Pueblo catorce veces y Real
Perra de plata que muerde mi pierna
en medio del sueño
y me hace caer meteóricamente
hacia la dimensión inaudita

Porque quizá he venido de muy lejos
sólo para abrigarme con el sarape de la luna
(ella toma mi brazo y me acompaña
en esta antigua caminata hacia la nada)

No te quedes
No te vayas
(dice la luz que me ha traído y que me pierde)

No te quedes
No te vayas
(cantan las luciérnagas de fuego)

Ellas saben que mañana al final del túnel
daré vuelta mi cabeza
Y ya será tarde para venir o irse o buscarse
Será tarde en la tarde moribunda
Irremediablemente tarde

Fuente: Gentileza de Gustavo Caso Rosendi.

Gustavo Caso Rosendi nació en Esquel, Provincia de Chubut, el 3 de agosto de 1962. Reside en La Plata. Publicó tres libros de poesía: elegía común (edición artesanal, 1987), bufón fúnebre (Último Reino, 1995) y soldados (Ministerio de Educación de la Nación, 2009). Este último fue editado con un cuadernillo anexo para uso pedagógico en las escuelas como material destinado a la capacitación de docentes en temáticas relacionadas con la memoria crítica de la historia argentina. Poemas suyos figuran en varias antologías, entre ellas: El viento también recuerda (compilación de textos de ex combatientes de Malvinas, Último Reino, 1996), 8 poetas regionales (Editorial Vinciguerra, 1997), Poesía 36 autores (La Comuna Ediciones, 1999) y Naranjos de fascinante música (Libros de la Talita Dorada, 2003). En 2000 grabó junto a Martín Raninqueo el CD titulado Poemas. Entre las distinciones obtenidas, cabe consignar la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires 1985-1986 y el Primer Premio del Concurso EDELAP de Poesía 1997. Asimismo, fue seleccionado por Joaquín O. Giannuzzi para la Bienal de Arte Joven Buenos Aires 1989. Con respecto a soldados, libro que contiene algunos de los mejores y más difundidos poemas sobre la guerra de Malvinas y que, además, fue motivo de importantes análisis y comentarios, escribe Daniel Mesa Gancedo, docente de la Universidad de Zaragoza: “Definitivamente, la clave de este poemario es la permanencia paradójica. Quedarse en la muerte, en la tierra, en el campo de batalla, o quedar para la vida y la memoria. Quedar vivo / quedar muerto: no hay diferencia para el soldado, el sujeto que ha vivido la guerra. Así habría que haber comenzado: soldados es la reconstrucción de un itinerario, de una conversión, de un nacimiento: el del sujeto-que-ha-estado-en-guerra. La guerra también queda en el soldado. Lo que el soldado puede decir, sólo puede decirlo en plural, pocas veces desde el “yo”: es un sujeto que se define como idéntico a otros, a esos otros que fueron absorbidos por –quizá– el Espíritu Absoluto, que se insinúa al final del poemario, confinado a las letrinas, inalcanzable, es claro, para la letra”. Los poemas publicados en esta página forman parte de Peyotl, su próximo libro.

Foto: Gustavo Caso Rosendi. Fuente: Gentileza de Gustavo Caso Rosendi.

sábado, 13 de octubre de 2012

Marcelo Vernet





















Profeta menor

Yo profetizo, lúcido y sereno en el balcón de casa.
Sin visiones veo el horizonte rojo y transparente.
Dios habla y yo lo escucho con los ojos. Atardece.

Oigo una voz: “Rosso di sera, bel tempo si spera”.
Es mi abuela desde el patio de la infancia.

Mañana va a estar lindo, le digo a mi hijo más pequeño.

Por hoy, es suficiente milagro.


Criterio de verdad

Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces,
quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y
como ellos nos la presentan en la imaginación.
René Descartes, Discurso del método.

Yo, que siempre he carecido de recursos y método, nunca
descreí del fuego ni se me dio por dudar de la paciente pava,
ni de la nubecita de vapor acogedora que con certeza
me anuncia que el agua está a punto para el mate.

Si algún discurso tengo es la alabanza.


Génesis 9. 12-16

Acaba de llover y el sol
asoma entre las gotas
que aún vuelan en el aire.

La tierra respira en paz
como una mujer satisfecha.

Brilla el agua en los cardos
junto a la ruta de camiones esmaltados.

Un muchacho atraviesa la claridad
al tranco de un oscuro caballo.
Va sereno e imagino que silba.

Sobre su boina blanca el arco iris
traza un signo para que Dios recuerde
su antigua promesa.

Va tranquilo en la luz y no sabe
que el mundo acaba de salvarse,
una vez más.


La luna desde aquí

Amigos, la luna
ha ido trepando tan despacio
el tilo de la puerta de casa
que en el barrio, creo,
nadie salvo yo lo ha visto.

Los que pasan,
los que sólo se asoman
un instante a la ventana
la ven de pronto
redonda luna llena
de quietud.

Y no es así.

No sé otras lunas
en otros barrios.
No sé, Memo, tu luna
allá en Australia.
No sé qué hace, Emilio,
la luna en Bahía Blanca.
Acá en mi cuadra trepa
de rama en rama el tilo.

No sé otras lunas
en otros techos.
Pero esta noche me hace bien
estarme así de quieto,
el alma echada junto al perro
que apoya su cabeza en mis caricias.

La luna, amigos,
se posa ahora en la delgada
rama de la torcaza
y la rama se curva al peso de su luz.

Voy a seguir aquí para verla volar.


Sostenedora de la vida

Los pechos de mi esposa han sustentado
seis hijos ante el mundo.
Nada sé de las glándulas, los túneles,
si de sus huesos viene la blancura,
si de su sangre la tibieza justa.

Sostenedora de la vida, yo la llamo
de una vez para siempre. Certeza
que sostiene también mis cuatro huesos
y mi mano derecha que de a poco
va aprendiendo en el aire a despedirse.


Coplas

Que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.
Jorge Manrique, Coplas

Papá, las coplas ya están hechas,
las aprendí en la escuela y aún hoy
cantan con voz quebrada en mi memoria.

Decidor de refranes, pugilista, jinete
de oscuros caballos más fieles que la muerte.

He ido declinando la lengua de mi sangre.
Asombrado reconocí el andar de tus piernas flacas
aunque tomé caminos opuestos y distantes.

Por las noches afilo el gesto acerado del orgullo
sin pretender herir. Brilla en la hoja tu herencia
de una cierta nobleza sin títulos ni tierras.

Cazador de pumas, la mirada en sombra del sombrero
y el campo en blanco y negro. Largo día de sol, papá.
Tu poncho aún abriga a mis hijos en invierno.


Escondida

Estoy más delgado y llevo la camisa blanca
con que enamoré a mi esposa hace muchos veranos.
Un ramito de albahaca perfuma la siesta y me refresca el alma.

Voy liviano en la luz, casi ingrávido.

Ésta es la casa y el jardín exacto en perfecta quietud. Antaño
fue mi luminoso mundo. El naranjo, la santa rita, la pared
revocada con conchillas, húmeda y fresca como un río.

Encuentro el hueco en que solía esconderme. Huele a menta.
¿Es un juego, verdad?
Alma mía ¿es un juego?

Fuente: Pasen la voz, Marcelo Vernet, Ediciones Al Margen, La Plata, 2010.

Marcelo Vernet nació en La Plata en 1955. Con un grupo de amigos, fundó en su ciudad natal el Centro de Identidad y Desarrollo para la Región Cultural del Río de La Plata y el Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Magione”. En la función pública desempeñó, entre otros cargos, el de Director de Cultura de la Municipalidad de La Plata. Fue guionista en medios de comunicación y coordinó talleres de escritura en diversas instituciones. Publicó tres libros de poemas: Último tren (Ediciones Al Margen, 2000), Don de profecía (Ediciones Al Margen, 2005) y Pasen la voz (incluye los dos primeros y Razón de ser, conjunto de poemas inéditos, Ediciones Al margen 2010). Con referencia a Último tren, dijo Guillermo Pilía en la presentación del mismo: “La poesía de Marcelo Vernet tiene su sello propio, se identifica claramente entre las voces de los muchos poetas de nuestra generación. Y sin embargo, no es una poesía que reniegue de las antiguas voces. Hay ecos de los versos coloquiales de Machado, de la edad de oro de Marechal, también cierto gusto bíblico. Su poesía se injerta, asimismo, en una tradición poética platense, que brilló en forma inusual con la generación del 40. El tono elegíaco, el dolor por el tiempo, la patria, el retorno a la tierra y a los hombres de la tierra, son todos tópicos de aquella promoción. Y en parte de la nuestra, como si la historia nos obligara dramáticamente a caminar siempre en círculo”.

Foto: Tapa de Pasen la voz, Marcelo Vernet, Ediciones Al Margen, La Plata, 2010. Fuente: C. C.

miércoles, 10 de octubre de 2012

María de Villarino





















Nací con el otoño

Nací con el otoño. En su abandono
llegaba marzo herido de colores
guiándome a un sigilo de dolores
no al odio, ni al recelo, ni al encono.

Hallé en la soledad el suave tono
que del vivir no exalta sus rumores
y un ámbito feliz de ruiseñores
para el sentir y el ser con que razono.

El amor, la hermosura y lo sensible,
me dio el nacer. Y la ilusión no breve
que fuera en la verdad también posible.

Y recibí, espigado en profecía
de lágrimas y luz, un nombre leve:
me llamaron María.

Fuente: Ciudad de los poetas, Ana Emilia Lahitte, edición del Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, Delegación La Plata, 1967.

María de Villarino nació en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, en 1905. Durante su juventud se radicó en La Plata. En esta ciudad se recibió de Profesora en Letras, ejerció la docencia y creó la mayor parte de su obra. Posteriormente, emigró a Buenos Aires, donde presidió la Sociedad Argentina de Escritores (1973-1975) y colaboró con el diario La Nación y las revistas Sur y Nosotros, entre otras publicaciones. Murió en esa ciudad el 6 de junio de 1994. Fue poeta, narradora y ensayista. Algunos de sus libros publicados son los siguientes: Calle apartada (poesía, 1929), Junco sin sueño (poesía, 1935), Tiempo de angustia (poesía, 1937), Elegía del recuerdo (poesía, 1940), Una antigua historia de la niña niña (teatro en verso para niños, 1941), Pueblo en la niebla (relatos, 1943), La vida trágica de Isabella Morra (ensayo y traducción de poemas, 1943), Las tierras interiores (estudios biográficos, 1944), Loores de Nuestra Señora de Luján (poesía, 1945), La sombra iluminada (poesía, 1946), Luz de memorias (relato, 1947), La rosa no debe morir (cuentos, 1950), Nuevas coplas de Martín Fierro (poesía, 1957), Los espacios y los símbolos, (poesía, 1960), La dimensión oculta (cuentos, 1972), Memoria de Buenos Aires (crónica, 1979) y Los caballos de arena (cuentos, 1988). En 1958, la Editorial Losada publicó su Antología poética y, en 1981, la Fundación Argentina para la Poesía dio a conocer Los nombres de la vida, libro que reúne una selección de sus sonetos. Entre las distinciones recibidas cabe mencionar: Premio Municipal de Poesía de Buenos Aires, Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores en dos oportunidades, Gran premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, Premio Nacional de Literatura (imaginación en prosa) y Premio Provincia de Buenos Aires por el conjunto de su obra. Como poeta, María de Villarino perteneció a la “Generación del 30”, conocida también como “Generación intermedia”. Fue, según Alberto Ponce de León, la “primera poetisa mayor” de La Plata y, de alguna manera, marcó un momento de apertura para las mujeres que luego serían protagonistas del quehacer poético de esta ciudad, como sugiere Ana Emilia Lahitte en su ensayo María de Villarino, publicado por Ediciones Culturales Argentinas en 1966.

Foto: María De Villarino. Fuente: Fundación Konex.

sábado, 6 de octubre de 2012

Alberto Mendióroz


















Epístola

Uno tras otro, amigo, así pasan mis días;
salto del lecho tibio, que ya es fecundo nido
y a la ciudad me marcho desde las serranías
a jugar a los jueces y el orden constituido.

Allí absorben mi espíritu legales villanías,
me llora un litigante su término vencido
y me abruma al regreso hacia las cosas mías
pensar cuántas maldades justas he cometido.

Y ya no tengo fuerzas sino para acogerme
a su limpia sonrisa de amor, en cuya abierta
placidez me sumerjo como un infante inerme.

La jerigonza bárbara de las voces legales
me ha hecho olvidar la estrofa pulcra y grave que vierta
la nueva miel sagrada de mis nuevos panales.

Fuente: Ciudad de los poetas, Ana Emilia Lahitte, Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, Delegación La Plata, 1967.

Alberto Mendióroz nació en Tucumán el 13 de junio de 1895. Vivió en La Plata desde los 16 hasta los 24 años. En esta ciudad fue secretario de Joaquín V. González y obtuvo el título de abogado. Entre 1920 y 1923 se desempeñó como juez de primera instancia en Salta. Murió en Buenos Aires el 13 de febrero de 1924. Sus restos descansan en la necrópolis platense junto a los de su esposa, la poeta Romilda Poggio. Si bien escribió ensayos, novelas, cuentos y obras de teatro, sólo llegó a publicar un libro de poesía: Horas puras (1915). Luego de su muerte, sus familiares dieron a conocer La luz buena del amor (1932), volumen que recoge sus poemas inéditos. Entre sus ensayos, cabe destacar “Almafuerte”, publicado en 1918 en Atenea, revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. Otros ensayos suyos aparecieron, entre 1914 y 1924, en la revista Nosotros, editada en Buenos Aires.  Al igual que Delheye, Ripa Alberdi y López Merino, sus compañeros de ruta en la poesía, Mendióroz murió tempranamente, dando lugar a la llamada “Primavera fúnebre”, expresión acuñada por Rafael Alberto Arrieta con la que se conoce a la “Generación del 17” o “Primera Generación Platense”. “Lírico de acentuado intelectualismo –según su hijo Hugo, que también fue poeta– expresó sus dudas filosóficas y su visión romántica con penetración analítica y trazo clásico”. Para Guillermo Pilía, por su parte, “Mendióroz se distinguió de los demás componentes de su generación por un tono menos afecto a la ensoñación, a la levedad, a la evanescencia, a lo menor, y una tendencia a buscar el material poético en el mundo de las ideas”.  El poema publicado en esta página es el último que escribió.

Foto: Federico Castellanos Uriburu, Joaquín Castellanos, Ricardo Güiraldes, Juan Carlos Dávalos y Alberto Mendióroz en Salta.  Fuente: www.portaldesalta.gov.ar.

lunes, 1 de octubre de 2012

Sandra Cornejo




















Maskers

Fuimos una de esas calles
que jamás se vuelven a cruzar
–como Damrak
y su pequeña prostituta
con manecitas de ausencia–.

Fuimos
porque está escrito
y será invierno
y es imposible que la estrella que caerá
no caiga.

Fuente: Ildikó, Sandra Cornejo, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1998.


Hollín

Hollín
ciudades donde los pueblos continúan
con sus casas vacías
sus jardines sedientos
sus derruidos puentes suspendidos.

No hay señales que indiquen por qué
transcurre todo
por nada.

Fuente: Ildikó, Sandra Cornejo, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1998.


En la casa...

En la casa
los ruidos
y el reflejo de la luna
se hunden
en la noche
    
Los niños
los hijos de las sombras
de la casa
juegan
al filo de la luna

Fuente: Sin suelo, Sandra Cornejo, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2001.


Un abedul...

Un abedul
cuando llueve,
una arboleda que aclara
al arañar la pista
y desciende el avión en un aeropuerto
donde las mujeres beben vodka
a las seis de la mañana hora local
                          
Era acogedor el frío
aunque temible
Cantabas en mi idioma
pero con otro acento
Afuera la hilera de abedules
los aviones solos sobre el cemento mojado
                       
Detrás de las cabinas
los soldados
te miraban cantar

Algunas veces, por un instante
la historia debería sentir compasión
y alertarnos     

Fuente: Sin suelo, Sandra Cornejo, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2001.


Criaba conejos...

Criaba conejos
En cada pata
un fantasma de cabellera
blanca
En cada oreja
una veta de pelo gris,
casi plateado

Criaba conejos
Ponía el trébol
en la jaula de alambre tejido
del invierno
Su mirada
era el límite del habla
la textura de una frase
nunca dicha

Criaba conejos que le sonreían
¿Qué haría con ellos
qué conmigo?
Me dejó una casa
con un pozo ciego
¿lo sabía?

Olía a resina
a canto rodado de julio
a naranjas

Fuente: Sin suelo, Sandra Cornejo, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2001.


Pánico primitivo

Como en una velada fotografía
sólo percibe el contorno
de sujetos invisibles
no sabe en cuál fragmento
aparecerá la imagen
que refleje la fijeza
del miedo.

En estas tierras
alejadas prematuramente
de las águilas
caminamos hacia atrás
como cangrejos.

Madre naturaleza
nos proveyó un hábitat
de herrumbre y fango
incierto.

Como cangrejos
caminamos
temprano los bordes
de la humedad
de enero a enero
año tras año
mientras canta el pequeño pájaro
negro
entre los arándanos.

Fuente: Partes del mundo, Sandra Cornejo, Alción Editora, Córdoba, 2005.


In nominis

Hay un extremo,
un camino medio,
seres diversos,
mínimas indulgencias. Hay más.

Hemos discutido acerca de nuestras
pertenencias duramente.
Hora tras hora nos hemos encargado
de señalar lo que a cada uno corresponde.
La casa, como a niños arrojados,
nos observa.

Nuestro perro al sol en la ausencia
me acompaña
hemos macerado su crianza juntos
pero recuerdo que
del Amor
en el extremo
en el camino medio

surgió la Gracia
y el animal creció
y algo
comprendimos.

Fuente: Partes del mundo, Sandra Cornejo, Alción Editora, Córdoba, 2005.

Sandra Cornejo nació en La Plata en 1962. Es Licenciada en Periodismo y Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Trabaja en diversos ámbitos en comunicación institucional y gestión cultural. Luego de obtener la diplomatura en el Posgrado de Lectura, Escritura y Educación (FLACSO) comenzó a dictar talleres de literatura en Contextos de Encierro. Publicó cuatro libros de poesía: Borradores (Cuadernos de Sudestada, 1989), Ildikó (Último Reino, 1998), Sin suelo (Ediciones Vox, 2001) y Partes del mundo (Alción Editora, 2005). Este año, “Cuadernos orquestados”, colección de poesía dirigida por Abel Robino, dio a conocer una selección de sus textos éditos e inéditos con el título Todo lo perdido reaparece. Poemas suyos fueron incluidos, asimismo, en las siguientes antologías: Poetas argentinas (1961-1980) (Ediciones del Dock, 2007), Antología de poetas argentinos II (Free Verse Website, Irlanda, 2009) y El verso toma la palabra, selección de 33 poetas argentinos (Homoscriptum y la Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2010). Actualmente, forma parte del Programa Cultura en la Escuela de la DGCyE de la Provincia de Buenos Aires y es editora del sitio web Tuerto Rey (www.tuertorey.com.ar). Para Horacio Castillo, su poesía expresa “Un mundo de ‘extrañas incertidumbres’, sin señales de por qué transcurre todo, donde la estrella que cae caerá y los que buscan la otra orilla tendrán siempre como destino el naufragio”. De modo coincidente, señala Niní Bernardello: "El armonioso entramado de la escritura poética de Sandra Cornejo deja percibir la presencia de un yo en estado de vigía y objetivación. La conciencia de estar en un mundo de perpetuo deslizamiento: de la certidumbre a la duda, de la evidencia a la suposición".

Foto: Sandra Cornejo en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2012, por Conie Gómez. Fuente: Gentileza de Conie Gómez.