domingo, 25 de noviembre de 2012

Raquel Sinelli




















Dejar la casa

Aclara en las copas de los árboles.
La oscuridad
tarda en dejar la casa.

A esa hora
en que suele fallar el corazón,
algunos preparan el bolso
para ir a trabajar
y otros
miran por la ventana
cómo la luz
separa los bordes de las hojas.

La naturaleza
no precisa decidir
si va a recomenzar.


El miedo

Aspereza del mundo:
no sé tratarte.

La indiferencia es material y compacta.
Las paredes se mueven,
la cabeza da vueltas,
los demás siguen.

Quiero volver, estar en casa
donde la tragedia
ocurre entre objetos familiares,
donde puedo quedarme quieta
y escuchar la voz que dice:
todo pasa, hasta el miedo.


El lugar

Como el árbol, yo no viajo;
quieta,
veo pasar a los otros.
Podría decir “no me interesa
ir aquí o allá”
pero mentiría,
no es eso.
Hay otra cosa:
en un cuadrado del piso
el cuerpo se hunde,
espera inmóvil
en la piedra conocida.


Un pozo

Al fondo de la casa
alguien hizo un pozo

y al costado quedaron
tierra amontonada,
cascotes, ramas, lombrices.

Despacio, te acercas a mirar;
entre paredes de barro
un cuadrado se despeja y atrae.

Desde el borde hacia abajo
se ve un cielo oscuro
que parece no terminar.


El mapa

Escucha al que duerme
hablar en sueños;
los sonidos
salen de su boca cerrados,
sus labios casi no se mueven.

No parecen palabras
sino partes de un mapa.

Parada junto a la cama,
ansiosa,
quiere saber qué dice,
pero su atención
no sirve para entender.

La escena no se repite;
en silencio entorna la puerta
y camina el pasillo de su propia vigilia.


El gran río

Combatir el stress,
simplemente “correrse a un lado”,
dice la especialista
y ella, en su cabeza,
dibuja el gran río con sus márgenes.
Lo sabe:
no es una decisión
situarse fuera,
buscar un doble
para las escenas de riesgo,
perder a ésa que ella es
cuando el torrente viene
y se deja llevar.


Luna de infancia

Volvíamos de noche.
Con la cabeza
apoyada en el regazo de mi madre
podía ver la luna en el cuadrado
de la ventanilla.
Detrás de los árboles se escondía
y de nuevo aparecía. Misteriosa
como un recuerdo
que se aparta de otros y nos sigue.


El regreso

Vuelve al agua, hermana,
despliega otra vez
el estilo mariposa.

Brazadas solitarias
entre andariveles,
como de niña
cuando entrenabas
en el Club Gimnasia.

Vuelve a nadar
hasta cansarte
y no escuchar
los gritos de la orilla;
un largo que supere tus marcas,
hasta que la tarde cubra la pileta.

a Mariela


7 p.m.

Todos los días del verano,
hábiles y feriados,
los pájaros cantan antes de irse a dormir.

Copulan, se despiden.

Bajo las copas de los árboles
el ruido es ensordecedor.

Asombra la convicción,
el grito que se desentiende del mundo;
“asusta”, dice la vecina, antes de entrar a preparar la cena.

Fuente: La envoltura, libro inédito. Gentileza de Raquel Sinelli.

Raquel Sinelli nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires, en 1954. Desde 1974 reside en La Plata. Es poeta y periodista. Publicó en poesía un libro y un cuadernillo: El día pleno (Editorial Nusud, Buenos Aires, 2003) y Puertas adentro (Cuadrícula Ediciones, La Plata, 2012), respectivamente. La envoltura, que pronto publicará Ediciones del Dock, es el título de su nuevo poemario. Según Horacio Castillo, “La cotidianeidad –de la vida, de la memoria, de los hábitos– sirve de pretexto a Raquel Sinelli para desencadenar el trance poético y descifrar lo dicho, lo que se quiso decir; o, visto de otro modo, para descifrarse a sí misma”.

Foto: Raquel Sinelli. Fuente: Gentileza de Raquel Sinelli.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Osvaldo Ballina

























el ojo es sendero

el ojo es sendero
entre el jardín del paraíso
y el jardín del infierno
¿respiras éxtasis o agonía?


resuena, de galería en galería,

resuena, de galería en galería,
la risa ebria del mandril erótico
ante la falsa piedad
última causa
del precipicio humano


despega el embrión la fiebre

despega el embrión la fiebre
sube el mercurio, cae el fruto
y cuando enciendes velas
al duende en el muro
se cierra la sombra tras los talones


Silencio llueve del cielo

silencio llueve del cielo
sobre lo lleno y lo vacío
mano que busca sol
y respira trébol


detrás de la ciudadela y la colina

detrás de la ciudadela y la colina
el desierto, briznas de sedición,
calcinado aire, saludables
abluciones de mi sustancia
manos del visitante en el umbral
de lo infinito


buitres de pico puñal

buitres de pico puñal, corazón eunuco
miserias de dioses visibles
néctar convulso, silencio del indigno
ni lágrimas por lo muerto
ni lágrimas por lo vivo


¿da razón el tigre al espacio

¿da razón el tigre al espacio
o el espacio da forma al tigre?
ojo, vicio de lo bello
y tu pie


dormido, perfil al río,

dormido, perfil al río,
el mármol traslúcido de la eternidad
donde se aposentan los mendigos
del necesario olvido


jardín flotante de azafrán

jardín flotante de azafrán
agua la razón, carne la espuma
ni ofrenda ni destino
nada busca justificar nada


riega

riega
el huerto del ángel
y el huerto del demonio
mano igual a otra mano
piel de idéntica pasión
hijos del mismo padre

Fuente: memoria de la India, Osvaldo Ballina, Ediciones Al Margen, La Plata, 2012.

Osvaldo Ballina nació en La Plata en 1942. Es poeta y traductor. Su obra poética publicada incluye más de veinte libros, entre ellos: El día mayor (1971), Esta única esperanza contra todo (1973), Aún tengo la vida (1975), Caminante en Italia (1979), Ceremonia diurna (1984), La poesía no es necesaria (1986), Sol que ocupa el corazón (1991), Verano del incurable (1996), Confines (1998), El viaje (2000), Apuntes del natural (2001), El caos luminoso (2004), Oráculo para dones fatuos ((2006), El pajar en la aguja (2007), Prodigios residuales (2009), Lejos de la costa (2010), Profanaciones ínfimas (2011) y memoria de la India (2012). “Con memoria de la India –apunta Néstor Mux en la solapa anterior de este libro– sospecho que conocí la India. Y sospecho también que conocí, en parte, la desmesura de una tierra remota que me excede. Tuve la sensación de haber caminado algunos pasos detrás de Ballina espiando lo que Ballina lograba ver. ‘manos de visitante en el umbral de lo infinito’, dice. Infinito que incluye un rostro cubierto de moscas, el último ahorcado, los naranjos relucientes, la risa ebria del mandril erótico, el verídico espejismo y el jardín del paraíso y el jardín del infierno. ‘Nada busca justificar nada’.memoria de la india” es un viaje inesperado por gracia de una poesía sin contemplaciones.”

Foto: Osvaldo Ballina en la India. Fuente: Gentileza de Pampi Curuchaga.

martes, 13 de noviembre de 2012

Martín Raninqueo

























Mariposas en la ruta

Son los pétalos del viento,
kamikazes de colores
que se inmolan esta noche
al calor del radiador
del valiant de mis abuelos.

Fuente: Poemas al flautista y otros poemas y canciones, Martín Raninqueo, edición del autor, La Plata, 2003.


Agua muerta (Puente Avellaneda)

Yo vi la noche
oxidada
arrodillada
rezando
sobre el puente

Avellaneda

y más allá las luces
del caserío
(velitas de una torta
oscura con galletitas
de chapa brillando
bajo la luna).

Yo vi la noche.

Y más allá la muerte
con su disfraz de agua
podrida del riachuelo,
golpeando
arañando
mi ventanilla,
queriendo viajar
otra vez conmigo.

Fuente: Poemas al flautista y otros poemas y canciones, Martín Raninqueo, edición del autor, La Plata, 2003.


Mi padre en el río

Punta Lara. Detrás del castigado
murallón, lejos del centro,
la arena le gana
una pulseada al río. Mi padre,
abstraído en sus pensamientos,
se deja abrazar por el agua,
y con movimientos chaplinescos
esquiva una mancha de petróleo.
Luego se da vuelta,
regresa hacia mí
entre peces muertos,
revoleando la toalla al viento,
el viento que trae el aliento
pesado del río. A lo lejos,
un barco lucha con sus redes.
Nos reímos en la playa desierta.
Hasta un perro flaco
pareciera entender
que entre mi padre, el río y yo
existe un instante
de armonía perfecta.

Fuente: Poemas al flautista y otros poemas y canciones, Martín Raninqueo, edición del autor, La Plata, 2003.


Haikus de guerra

Percute la lluvia
el techo del pozo
(hago que leo)


Noche de frío
(¡que ella me sueñe
a su lado tendido!)


Ovejas del monte
de lejos parecen
¡rebaños de nubes!


Dulce es el viento
si no arrastra gritos
y esparce la nieve


Sol en el monte
Cantamos el Himno
(fingimos coraje)


Nadie a la vista
salvo la niebla
que está borrando el Longdon


Luciérnagas de muerte
llegando el ocaso
Vienen del mar


Helada tarde
Aturde el silencio
si duda el mortero


Brusco es el viento
que empuja a un soldado
herido en el monte


¡Brama, fusil!
Festeja con nosotros
el fin de la guerra


Ventisca y tristeza
Camino al Canberra
que está en alta mar


Tras la bruma
los niños que fuimos
nos están gritando: adiós

Fuente: Haikus de guerra (ilustrado con xilografías de Julieta Warman), Martín Raninqueo, edición artesanal, La Plata, 2011.

Martín Raninqueo nació en La Plata en junio de 1962. Es poeta, músico y ex combatiente de Malvinas. Publicó dos libros de poesía: Poemas al flautista y otros poemas y canciones (2003) y Haikus de guerra (2011), este último ilustrado con xilografías de Julieta Warman. Algunos de sus poemas fueron publicados en revistas argentinas y extranjeras y en diversas compilaciones, como El viento también recuerda (1996), antología de escritores ex combatientes de Malvinas. En 2000 grabó, junto a Gustavo Caso Rosendi, el CD titulado Poemas. Sus álbumes musicales editados con canciones propias son: ffff... (2001), Gorrión criollo (2007) y Río ir (2012). Anteriormente, había grabado, con su grupo Los Magos del Sur, Después del incendio (1998), y este año acaba de grabar, en coautoría con Fabián Passaro, Vientos, álbum que refleja la experiencia vivida por ambos durante la guerra de Malvinas, el cual será presentado en 2013. También participó con músicos de Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina en el CD Música de Mercociudades (Córdoba, 1999). Algunas de sus canciones fueron interpretadas y grabadas por Procanto Popular, Orsai y Trío Familia, entre otros. Acerca de su poesía, expresa Gustavo Caso Rosendi en el prólogo de Poemas al flautista y otros poemas y canciones: “...si entendemos a la nostalgia como felicidad de la tristeza, comprenderemos cuál es la madera con la que trabaja el poeta. Un álbum de fotografías perdidas que se abre en algún recóndito lugar y nos dice: allí estuvimos, fuimos alguien, fuimos algo para alguien. Por eso (único testimonio de nuestra efímera eternidad), la familia, los afectos, casi siempre ocupan un lugar preponderante en todo lo que Martín realiza (‘Mi padre en el río’ es un ejemplo de ello)”. Y más adelante agrega: “...creo que Martín Raninqueo es una extraña y bella mezcla entre la gran simpleza de Prévert y la visión pesimista de Cioran”. En la actualidad, existe un proyecto de resolución para que sus “Haikus de guerra” sean declarados de interés legislativo por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires y, próximamente, serán incluidos en un monumento en Arequito, Provincia de Santa Fe, en honor de los caídos en Malvinas.

Foto: Martín Raninqueo. Fuente: http://www.encuentrotranspoesia.blogspot.com.ar/ 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Vicente Costantini

























Ecuación vegetal

el cardón
y el espinillo
luchan encarnizadamente

el espinillo
se extiende hacia afuera
busca los rayos del sol

el cardón
hiende la tierra
prolonga su raíz hacia el agua

ambos pugnan por el mismo espacio
hasta la muerte

¿sabrán acaso que su lucha
es una y la misma?


Palomo herido

Sostengo entre mis manos
como una ofrenda
un palomo herido.

Obstinadamente
se picotea debajo de las alas
se arranca las plumas
hasta hacer saltar la sangre.

Abandonó el alimento
resignó el agua
como si negara
el pulso del instinto.

Un palomo herido
como una ofrenda
sostengo entre mis manos.


Contravuelo

El pequeño gorrión
sube y baja
casi en el mismo lugar;
planea, desciende:
va escalando corriente
de aire adverso;
se desliza, rechaza una
y monta sobre otra.

Tímida mancha
sobre el cielo celeste:
el destino del gorrión
es volar contra el viento.


San Andrés

demorándose
sobre el tapiz descolorido de la tarde
pelícanos y albatros
danzan sus giros
en cámara lenta

la presa fácil
(cabezas de pescado
chocando contra el muelle)
asegura
la continuidad de sus pausas


El tercero en discordia

El gato deja de moverse para acechar al pájaro.
El pájaro deja de picotear para escuchar al gato.
La tensión se basa en la inmovilidad de ambos.
Abre un lapso de tiempo que no puede ser medido.
No existe más que el gato para el pájaro.
Tampoco existe más que el pájaro para el gato.
Ni siquiera
la larga sombra del perro.

Fuente: Diario de la nuez, Vicente Costantini, Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2012.

Vicente Costantini nació en Buenos Aires en 1981. Se recibió de Profesor y Licenciado en Letras en la Universidad de Buenos Aires. Asistió durante siete años al taller literario de Santiago Espel. Escribió tres libros infantiles para la colección “Argentinitas”: Ésta es Jacinta, Jacinta aprende y La Argentina de Jacinta (2007). Diario de la nuez, de reciente edición, es su primer libro de poesía. Actualmente reside en La Plata. Administra el blog Costumbres de los alcobranes (www.alcobranes.blogspot.com), donde pueden hallarse algunos de sus textos inéditos.

Ilustración: Tapa de Diario de la nuez, Vicente Costantini, Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2012. Fuente: C. C.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Leandro López




















El reino paralelo

I

Nadie entra en mi reino deshabitado púrpura
ni siquiera yo estoy seguro de su existencia
a veces un olor carcomido de sauce frondoso
denuncia una cruz o un pájaro otras
un golpe de vasos colmados derrama una intemperie
azul otras mi lengua transpira un zumo
de brote estallido de peñasco en punta.

Nadie comparte la flor que muerdo cada mañana
cuando las hebras de un sol eunuco y el vómito
recurrente y la ceniza desplegada en los cristales
y la madera abierta con ojos saltones de insecto borracho
y el chirrido de una cortina al cerrarse
cuando el impulso niega el borde y el cielo
con tarántulas cede en retazos bermejos y los abismos
reunidos en un culto que los supera y la transición
hacia colillas de esperma gira sobre la cuna vacía
y los héroes imposibles agitan el fantasma paria
que no alcanza a justificarlos y entonces
una mancha de ameba atragantada en todo suspiro.

Nadie recuerda haber dejado las huellas que me nutren
estigmas con uñas como brasas y en carne viva
un dios harapiento barrotes gélidos y espinas
que clausuran las posibilidades con cabeza de medusa
llagas en erupción de miedos aguijonados como
estatuas mohosas señales en desvarío al fondo
de un cenicero como páginas arrancadas a la voz
de los tachos de basura hablan los floreros abandonados
en casas de niebla y la persistencia de los topos
y las terrazas y las raíces y el hombre
engendrado por la bestia en sus horas de ocio.

Nadie comprende el aislamiento de reloj detenido
el saco apolillado y febril las costumbres
inútiles que entretejen el hastío y el grito
no nacido propaga el fuego de la súplica pagana
el aislamiento de tortuga caparazón impenetrable
y el vaho de charcos constantes fecundación
de la espera con tentáculos de ámbar
y el río que muere en el sacrificio de la luz
negación que corroe el sexo de lo dado desde el margen
de lo puro el aislamiento de cañería rota
cada lágrima sobre la piedra vocación de altar
cada suburbio párpados sucios y semillas.
Nadie reconoce esta dignidad de ostra hueca
la tristeza con colmillos hincados en el cuerpo
veneno circular ardor de úlcera y precipicio inconexo
un calambre esparce escarabajos en la piel
la piel sabe a tiempo y a olvido las yemas
sobre la memoria templada de triunfos ya obsoletos
y el remordimiento hongo cristalino
que succiona raspa abisma en el abandono
la dignidad es un callejón húmedo sin fin
siempre hacia nunca dónde el desnudo
mártir en descenso entre hiedras lascivas
como mareo escoltado por la renuncia.

Nadie sostiene esta tierra porosa estremecimiento cautivo
las manos ajadas en sangre teatro dionisíaco
en el anuncio de las eras y la memoria
islote a la deriva con nudos de serpientes
capullos cayendo ser los capullos cayendo
en el aire espeso el alba después del sentido
torres escalonadas en turbación de rosas libres
este perfume de musgo óxido en los huesos
y el despojo en balanceo de viento ley
proferida entre criminales seguros de su santidad
y la abundancia en un eco tajeado ser
en otro plano cerca en la lejanía campo
rendido en el marco de una reproducción barata
esta tierra exhausta sin brotes sin néctar sin
el reclamo a martillazos de los hambrientos
sola ignorada el valor de un anillo en un dedo
amputado esta tierra febril huérfana muda
secuencia sin causa sin porvenir sin hogueras
contra lo marchito lo certero lo inevitable.

Nadie sueña la impiedad de este claustro
belleza de escorpión de cucaracha aplastada
de límite abierto a tormentas más allá
donde el roce de una frase infinita
agregar una palabra y morir y círculo
la órbita desprovista de excusas este letargo
prolongado en un gesto rígido que denuncia
y somete extraña paz revuelta de cigarrillos
fugaces de alcohol de cartas incongruentes
la vida es una partida de póker sobre la mesa
del aburrimiento aturde brújula frenética
desperdicio de pies descalzos hacia
la quema final del único testimonio.

Nadie pregunta por esta inmolación gratuita
lo fácil es la devoción con templo y con rodillas
la locura enseña relatividades altera el centro
puntos suspensivos paréntesis puntos suspensivos
cuando las estrellas trazan la ruta del fuego
y el tiempo se comprime en agujeros densos
lo inapelable el filo de las contradicciones
para siempre irresolutas ese es mi tiempo
en la frontera de los cipreses piramidales
y decir he partido he penetrado he vuelto
para este tiempo no mío desviación desgarro.

Fuente: Gentileza de Leandro López

Leandro López nació en La Plata en 1978. Es docente y corrector literario. Como integrante del taller de Ana Emilia Lahitte, dio a conocer algunos de sus poemas en Hojas de Sudestada 288 (2000). Actualmente, su obra poética publicada incluye Caídas sobre caídas (2001) y Postales anacrónicas (2007). Acerca de este último libro, escribió Horacio Preler: “Desde la sensibilidad de Leandro López la tarea de crear y crecer se transforma en una ardua labor que se alimenta de la soledad... Poeta de soledades, Leandro López nos da la sensación de una presencia incierta frente a lo cotidiano... El niño inseguro que guía sus pasos le impide encontrar la claridad que su corazón reclama, mientras describe en sus temas un mundo dolorido y contradictorio que lo lleva al descubrimiento y al asombro”. El poema publicado en esta página pertenece a El reino paralelo, libro que editará próximamente El Mono Armado.

Foto: Leandro López. Fuente: C. C.