miércoles, 13 de junio de 2012

Horacio Preler


























Tras las rejas del tiempo
los años han creado un reloj
que marca la región inalcanzable del poema.
El cuerpo dirige su mano multiforme
hacia el fatalismo de la verdad
que abre la puerta secreta de la melancolía.
Con el corazón desarraigado,
un antiguo habitante de la noche
recorre la infinita tristeza de las piedras.

IX

Horizontal como la niebla
un dios muerto resucita cada día
el efímero goce del amor.
En un lugar de su mundo
los insectos trabajan con la piedra
y cavan galerías
que dan al otro lado de la angustia.
Es el milagro de la vida,
la búsqueda de extrañas aberturas
para instalar un mito.
Sorprendido en su buena fe
un espejo espera encontrar
la imagen de la verdad.
Entonces sueña como un pájaro abandonado
en el páramo de lo desconocido.

XIV

Dejamos la casa.
Los cimientos no nos pertenecen,
la tierra tampoco.
Las plantas, las flores, los pájaros,
la dulce primavera
y el cruel invierno,
la soledad más estricta,
todo lo hemos heredado.

Soledad

El invierno llega
para instalarse en la mueca de los días.
La impaciencia del olvido
se arrastrará por la memoria
y el corazón de un viejo, herido de muerte,
llama a las puertas de las casas vacías.
Un escarabajo destruye
el regocijo del amanecer
y las raíces de los árboles
sienten el dolor del parque abandonado.
Las baldosas sueltas de la calle
miden el paso de los que se detuvieron sin llamar.
El frío nos cala hasta los huesos,
entonces, la soledad se dispersa en el viento
como el celo de una mariposa.


El árbol del Paraíso

No es una planta de naranja lima
ni el árbol del Paraíso,
es un naranjo común bajo la luz del sol.
En él se detiene la tarde
mientras un pájaro arrebata el horizonte
y se fusiona con la noche.
Es un lugar común
como la melancolía de los sentidos.
Bajo la sombra del naranjo pasan los días
y se presiente el fin del verano.
El corazón conoce
la altura de los sueños
que tiene un nombre original.
La lluvia hiere indiferente
la tierra que redime.
Bajo la ingenua mirada del naranjo
toda la vida es un devenir de sombras
que se parece al Paraíso.

Fuente: La vida se interroga, Horacio Preler, Ediciones Al Margen, La Plata, 2012.

Horacio Preler nació en La Plata en 1929. Es abogado. Publicó los siguientes libros de poesía: Institución de la tristeza (1966), Lo abstracto y lo concreto (1973), La Razón migratoria (1977), El ojo y la piedra (1981), Lo real, nuestra casa (1991), Oscura memoria (1992), Zona de entendimiento (1999), Silencio de hierba (2001), Casa vacía (2003) y Aquello que uno ama (2006). Obtuvo, entre otras distinciones, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1981), el Premio Consagración de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires (1996) y el Premio de Poesía (trienio 2001/2003) de la Academia Argentina de Letras por Silencio de hierba.

Foto: Horacio Preler. Fuente: Poesía argentina contemporánea, Fundación Argentina para la Poesía, Buenos Aires, 2001.

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