lunes, 30 de diciembre de 2013

Carina Velo




















***

Aturden los silencios simbólicos en la noche agreste.
Encuentros,
los nuestros,
como cubos circulares,
como lunas con vértices,
como planetas alineados que se rozan por descuido.


***

Dentro de tu boca están las letras que escribo
proyectadas en la noche híbrida de manos frías
y respiración calma.

Palabras ruedan
sucias por los restos de mundo en las calles.
Acuden a la lentitud de mi urgencia.


Inexacto

Solemne empuja la fuerza del tiempo el segundero,
hasta el tic del respiro,
hasta el tac sofocado.

Los ruidos se afinan,
no entran en los imprecisos números de mi espera.

La incrédula noche corre,
el aliento cesa.


***

La huella embarrada se adhiere a la piel,
entre la humedad que cala los huesos
y la puntuación que ensucia,
molesta.

Las palabras chorrean polvo mojado.
Y ese barro que se hace savia, esencia,
rellena nuestros huecos huérfanos de la realidad.

Líneas que raspan,
comas que rozan,
letras que hieren.


***

Ventana entreabierta a mi esencia,
límite ficcional entre la realidad y los otros.

Ruge candoroso,
se silencia entre neblinas,
y existe renaciente
/aguardando
en los cordones de veredas deshabitadas,
en los renglones de los ojos en blanco.


***

Respirar hondo,
llenar los pulmones de verbos puros.

Tomar carrera,
desplegar los versos
y volar.
.
.
.

Volar,
como si no hubiera letras para conjugarte.

Fuente: Sol de noche, Carina Velo, Vuelta a Casa, La Plata, 2013.

Carina Velo nació en Florencio Varela, Provincia de Buenos Aires. Estudió en la Universidad Nacional de La Plata. Es Licenciada en Comunicación Social con Orientación en Periodismo. Dentro del ámbito universitario, integró el taller de poesía coordinado por Patricia Coto. En 2013 publicó su primer libro, Sol de noche, compuesto por poemas y relatos breves. Reside en su ciudad natal.

Foto: Carina Velo. Fuente: Gentileza de Carina Velo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Andrés Szychowski























Enemigo

De un tiempo a esta parte
el enemigo adquiere cierta versatilidad.
Se mueve por tu barrio. Alimenta al perro.
Contrae una enfermedad mental.
Pero los seres que lo albergan
no se corresponden
con sus movimientos en espejo,
enfilan hacia el tiempo
irreversible de la poesía, del que no
salimos airosos
porque no tiene respiro.


Los indiferentes

Una guerra le declara la guerra
a otra. Ésta responde
no sin antes provocar conflictos bélicos
en tierras aledañas. Declaración
tras declaración, las guerras se van haciendo una
(atroz, descomunal, perversa)
hasta que las acciones conjuntas
cubren de cuerpos apagados casi toda
la faz de la Tierra.
Incluso en un escenario así
es posible imaginar a cientos de sujetos
que no se enteran de nada,
indiferentes
entre los escombros, aunque un dios
los críe y ellos se junten.


Leído en diario local

Gases sarín, somán y tabún.
Los pacientes afectados con estos neurotóxicos
sufren convulsiones, saliva excesiva,
pupilas puntiformes.
Sus formatos celulares
mutan a todas direcciones,
incluyendo la estructura del poema
y su desplante.


Anuncio

Ha nacido la caducidad de la muerte. El anuncio
fue trasmitido en directo
desde un polo científico de vanguardia
en el que lograron aislar
el gen de los decesos. Calculan que en unos meses
podrán combinar
los delicados elementos
con los de otros seres, incluso no humanos.
El director del centro tecnológico
y destacados arquitectos de la ingeniería vital,
buscarán componer, si consiguen fondos suficientes,
un número acorde
de potenciales ex moribundos,
propicios para la investigación espacial, y aislar
derroteros de cultura.


***

Poesía / ese tragedia / ese trajín

Fuente: Poezja, libro inédito. Gentileza de Andrés Szychowski.

Andrés Szychowski nació en La Plata en 1976. Es poeta y Licenciado en Psicología. Ejerce la investigación y la docencia en la Universidad Nacional de La Plata. Publicó dos libros de poesía: 17 discos de música africana (La Terminal Gráfica, 2009) y La redundancia (La Terminal Gráfica, 2011). Poemas suyos fueron incluidos en la antología de jóvenes poetas argentinos Si Hamlet duda le daremos muerte (De la talita dorada, colección Los detectives salvajes, 2010). Con referencia a su primer libro, escribió Hugo Mujica: “Poesía áspera, algo irónica y hasta ácida y, no obstante, ése es el logro: poesía. Poesía y, lo que no es poco, poesía con voz propia”.

Foto: Andrés Szychowski. Gentileza de Andrés Szychowski.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Guillermo Pilía

























Día para abolir la memoria

Qué gozo el día sin dolor, el día
que se desovilla manso y sin pena,
sin recuerdo ni historia…
Todo lo puede herir, todo lo puede
llenar de oscuridad: como al enfermo
que escucha en la mañana luminosa
la cercanía del ruido metálico
del tambor de curaciones. Donde abundó
la peste del pecado nauseabunda
sobreabundó prodigiosa la gracia. Es este
de esos días en los que por decreto
tendrían que irse de alta los tullidos;
día para vaciar los calabozos
y abolir la memoria.


Ainadamar

Hoy brota del corazón el misterio
y la yerba parásita: ambos surgen
como del muro de una casa en ruinas.
Me ha herido el agua, un olor, la palabra
“Ainadamar”. El vendaje ocultó
esa úlcera por años,
pero sus contornos, bajo el apósito,
destilan todavía ese veneno
que hace turbia la sangre.
Hoy voy llegando hasta Casa Bermeja
tras haber bebido en una fuente de lágrimas:
desmenuzado como el pan que desprecié,
como un jirón de sábana
que un mal viento desgarró del suburbio.


Del tamaño de un grano de mostaza

Dios ahora es apenas esta imagen
que en las noches estrujo hasta dormirme;
pero allá en el verano de mi vida,
en el tiempo inaugural de las cosas,
era Dios una mano que escribía
por mi mano, dedos que sostenían
la endeblez irremediable del mundo.
¿Cuándo se hizo pequeño?
¿Por qué siendo un árbol donde los pájaros
encontraban albergue
se volvió sin que yo lo percibiera
del tamaño de un grano de mostaza?
¿Por qué ahora es apenas esta bruma,
esta niebla en la que canta un mendigo?


Patio de los naranjos

Otros tiempos: estábamos sentados
como leprosos contra un muro,
despiojándonos al sol. Y marchaban
hacia la nada nuestros días.
Un compañero me enseñaba alegremente
a pelar las naranjas. Parecían
todos más sabios que yo, más ricos en vida.
—Pero Dios ha elegido lo débil del mundo,
lo que es despreciable, lo que no tiene precio—.
Así era mi existencia en esa cárcel:
como la piel de las naranjas que más tarde
habría que recoger, igual que deshecho
de una cosa que fue en otro momento
redonda y luminosa.


Todos llevamos una grieta invisible

La lluvia arranca este día las hojas
perennes, aquellas que no debían,
al menos en el año, perecer. También
hoy soy la hoja que la lluvia ha arrancado,
uno más de los que tienen su cuerpo
del color de un niño ahogado en un charco.
Aquel de quien la tormenta procede
es aquel hacia el que voy arrastrado.
Y estoy como la tinta desteñida,
que no mancha ni impregna los cajones
con su perfume a alcanfor. Qué fatiga
tenernos que morir… Si yo hubiese sabido
que todos llevamos oculta una fisura
de nacimiento, cierta grieta invisible...


Todo con poco amor lo haría

Donde creció como yedra el pecado
sobreabundó prodigiosa la gracia.
Pero ¿qué puedo darte si ya me has quitado,
Señor, lo que yo más quería? Miro
cómo se descascaran las paredes
de Casa Bermeja, cómo la yerbamala
quita espacio a la buena. Yo quise agradarte
de joven buscando santidad. Pero estaba
marcado para mí otro destino: que todo
en aquellos años con poco amor lo haría
y acaso con soberbia. Te doy mi dolor
y el odio que en momentos me provocas.
Que suban ellos como incienso en tu presencia,
altas mis manos como ofrenda de esta tarde.


Yo no supe encontrarte en lo pequeño

Ojalá este vendaval barriera de mi alma
todas las incertidumbres, todas las dudas,
y limpiase mi historia de oprobio y pesar:
como limpia el cielo de nubes, de humedad
la atmósfera, y barre las hojas de los patios
de Casa Bermeja… Porque no supe
encontrarte, Señor, en lo pequeño,
en la lepra o en el granito de mostaza,
por buscarte en mi mentida pureza.
Dichoso quien permaneció bajo la lluvia
cuando todos buscaban madriguera.
Ojalá el año aún fuese tierra santa,
de zarzales ardientes, una tierra
que nadie debe hollar, si no es descalzo…


No me dejaste exiliarme del mundo

Como un necio no sabía escuchar
la llamada de Dios para una vida
opaca y de trabajo. No entendía
que sólo son muy pocos los que Él deja
exiliarse del mundo, buscar su calabozo,
un muro fresco en donde emparedarse.
—A los predestinados los llamaste
y justificaste a los que fueron llamados—.
Yo nunca comprendí en mi juventud
que no estaba destinado al desierto
sino al trajín de las ciudades populosas.
Que era del lote humilde que se queda
—siempre las manos ásperas—
cosechando papiros en los ríos.


Rastreándote por perdidos senderos

De nuevo oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”.
Pero tú eres en verdad un Dios escondido:
tu rostro perseguía y tú me lo ocultabas.
Así van en la noche poetas y místicos
rastreándote por perdidos senderos.
¿Estabas en la vida miserable
del cuartel? ¿En las gloriosas mañanas
de Córdoba, en la Mezquita? ¿En la sombra
de un confesionario? ¿En la podredumbre
de las vendas y paños de un quirófano?
¿Quién puede estar seguro de encontrarte?
Tú que eres inmutable, ¿no podrías
dar tus señas a los que vivimos sujetos
a la endeblez del tiempo y de las horas?


Fue en Granada, por mayo

¿Te he visto alguna vez? Fue en Granada, por mayo,
y yo había descendido del Sacromonte
hasta el mirador de San Nicolás.
En medio de las sombras la Alhambra flotaba
como un enorme buque iluminado,
airosa y altanera. Sobre el techo
de una casa baja dos jóvenes gitanos
charlaban bebiendo sus cervezas, de espaldas
a esa nave de roca. Y parecía
que el tiempo no contaba para ellos,
ni el mundo y su belleza. Entonces te sentí:
en la calma del Albaicín a medianoche,
en mi deseo de quedarme allí por siempre,
en los muchachos y su hermosa indiferencia.

Fuente: Elegías de Casabermeja, libro inédito. Gentileza de Guillermo Pilía.

Guillermo Pilía nació en La Plata en 1958. Es egresado en Letras de la Universidad Nacional de La Plata, entidad de la que fue profesor y en la que hoy dirige la Cátedra Libre de Cultura Andaluza. Sus trabajos literarios (poesía, narrativa y ensayo) le reportaron premios nacionales y también en España, Francia, EE.UU. y Ecuador. “La poesía de Guillermo Pilía –escribió Rafael Felipe Oteriño– nace para suturar una herida: la del paso del tiempo. Pero, asimismo y por oposición a esto último, para celebrar una labor: la escritura. Tiene, pues, dos fuentes: la mirada de quien ve pasar seres y cosas, la propia vida junto a ellas, y cuyo dominio es de tono elegíaco, y el alborozo por el descubrimiento de que esos seres y cosas, el caudal entero de la memoria, pueden ser rescatados a través del canto”. Obra poética publicada: Arsénico (Nuevas Voces, Buenos Aires, 1979), Enésimo Triunfo (Extramuros, San Fernando, 1980), Río Nuestro (Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1988), Río Nuestro / Cazadores Nocturnos (Fundación Museos Argentinos, La Plata, 1990), Huesos de la Memoria (Círculo de Poesía, La Plata,1996), Viento de lobos (Sudestada, La Plata, 2000), Visitación a las islas (Sudestada, La Plata, 2000), Caballo de Guernica (Al Margen, La Plata, 2001), Ópera flamenca (Hespérides, La Plata, 2003) Herido por el agua (Vinciguerra, Buenos Aires, 2005), La pierna de Rimbaud (Cuadrícula, La Plata, 2011) y Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama (Casa de Papel, Buenos Aires, 2011).

 Foto: Guillermo Pilía. Fuente: Gentileza de Guillermo Pilía.