María
A mi amigo
Antonino Lamberti
Hacia tu hogar encaminé mi paso
Y me detuve trémulo en su
puerta!
El sol se sepultaba en el ocaso,
Y al abrazarme me dijiste: ¡muerta!
La sombra me inundó. El alma
entera
En un sollozo se agotó doliente,
Al mirar esa hermosa primavera
Desmayada en el rayo de su
oriente.
¡Muerta!, exclamé, y
respondiste: ¡muerta!
Delante su ataúd caí postrado...
Cerré los ojos y la vi
despierta,
Su angelical semblante iluminado!
Me hablaba, y sonriendo
enternecida,
Envuelta en nubes de flotantes
velos,
¡Ah! no lloréis, me dijo, mi
partida:
Yo era la desposada de los
cielos!
Las dos almas
Del triste
cementerio en la capilla
En su
blanco ataúd tendida estaba,
En cruz las
manos, y la casta frente
De rosas coronada.
La incierta
luz de amarillento cirio
Su pálido
cadáver alumbraba;
Era joven y
hermosa; y muerto había
De un hombre por la infamia.
* * *
Del triste
cementerio tras el muro
Sobre la
fría tierra muerto estaba;
Las negras
sombras de la oscura noche
Su cadáver velaban.
Era joven y
hermoso; y muerto había
En desafío
del que fueron causa
El vicio,
el desenfreno y el desorden
De una vida agitada.
* * *
Allá del
infinito en el espacio
Cruzáronse dos almas:
Era la una
cual la noche negra
Y era la
otra cual el día, blanca.
Se miraron,
y alzóse de una de ellas
Compasiva plegaria.
Después
bajó la negra, hondo, muy hondo,
Y la blanca
subió, alta, muy alta!
Fuente: El parnaso oriental. Antología de poetas
uruguayos, Raúl Montero Bustamante, Maucci Hnos. e Hijos, Montevideo, 1905.
Matías Behety nació en
Montevideo el 19 de mayo de 1849 y murió en La Plata el 24 de agosto de 1885.
Era hijo de vascos franceses y, desde muy pequeño, vivió en la Argentina;
primero en Concepción del Uruguay y, luego, en Buenos Aires. Algunos de sus
compañeros en distintos colegios fueron Martín Coronado, Eduardo Wilde, Manuel
Quintana, Victorino de la Plaza y Miguel Cané (este último le dedicó un par de
páginas de Juvenilia). Entre sus
amigos, cabe mencionar a Pedro Goyena, José Manuel Estrada, Carlos Guido y
Spano, Lucio V. Mansilla y Leandro N. Alem, todos ellos protagonistas
destacados de la época. Si bien estudió Derecho, no llegó a recibirse y debió
ganarse el pan como periodista. Por otra parte, su espíritu bohemio y romántico
lo arrastró a una vida desarreglada que terminó sumiéndolo en el alcoholismo. Este
desmoronamiento existencial se agudizó notoriamente tras la muerte prematura de
su novia, hecho que le inspiró uno de sus más dolidos poemas: “María”. En busca
de un aire nuevo y reparador, Behety llegó a La Plata en 1885 y fue uno de los
primeros poetas en afincarse en esta ciudad. Al principio, se hospedó en el
Hotel 19 de Noviembre, ubicado en diagonal 80, entre 4 y 5, y trabajó para el
diario La Plata, que entonces era propiedad de su amigo Francisco Uzal.
Posteriormente, como no disponía de dinero, se mudó a una humilde vivienda de
Tolosa que le prestó un allegado. Según cuenta Rafael Barreda en un artículo
publicado en Caras y Caretas “Matías
era pobre y vivió pobre, casi en la miseria”. Y agrega: “En el último período
de su vida, se alejó de sus amigos que estaban en auge y sólo se lo encontraba
en los fondines, tabernas o bodegones... Allí se hallaba en su centro, a sus
anchas, como él decía, usando de su lenguaje persuasivo, salpicado de figuras
bellísimas, compartiendo con los pobres lo pobre de su bolsa. Y, cosa rara, los
que escuchaban sus frases, siempre originales –aquella gente ruda e ignorante–,
sentían por él el mayor respeto”. Lo cierto es que, al llegar a La Plata, Behety estaba muy deteriorado en lo físico y en
lo anímico; tanto es así que, pocos meses después, murió de tisis en el
Hospital de Melchor Romero. En ese momento, la inhumación se llevó a cabo en el
cementerio de Tolosa, pero, una vez construida la necrópolis platense, sus
restos fueron trasladados a ésta, dando origen a un curioso episodio. Se dice
que, al ser exhumado, su cadáver se hallaba momificado y resplandecía (“echaba
luces”, en palabras de un vecino), por lo que fue expuesto públicamente durante
varios días. A raíz de este fenómeno, algunos llegaron a atribuirle poderes
misteriosos, generando una especie de mito que contribuyó en gran medida a
preservar su memoria. Cabe agregar que Behety no llegó a
publicar ningún libro. Su bohemia, el alcohol y el habitual desorden de su alma
le impidieron compilar orgánicamente sus poemas, la mayoría de los cuales
fueron escritos en papeles sueltos cuya suerte se ignora. Por lo demás, toda su
obra tiene una fuerte impronta romántica. Suele atribuírsele erróneamente el
soneto “Ilusiones”, que pertenece al poeta y dramaturgo peruano Carlos Augusto
Salaverry (1830-1891).
Foto: Tumba de Matías Behety en el Cementerio
de La Plata. Fuente: www.metayer.com.ar.
Hola César.Hoy leí en El Día un artículo referente al episodio de los restos de Behety. Interesante este "poeta resplandeciente". Abrazo
ResponderEliminarAlfredo
Sí, Behety es un caso curioso. Hay toda una leyenda que gira en torno de su muerte. Más de una vez se dijo que fue el primer poeta platense, pero en realidad sólo vivió unos pocos meses en La Plata. En mi opinión, el primer poeta platense fue Carlos Augusto Fajardo (en la sección “Artículos” de este mismo blog podés leer el texto que publiqué al respecto). Un abrazo y gracias por tu comentario.
EliminarMuy buena nota éxitos
ResponderEliminarEn Estancia María Behety una pequeña biblioteca lleva su nombre. Pues era el hermano de María Behety Chapital, la esposa de José Menendez quien fundó las antiguas estancias de la zona norte de Tierra del Fuego tras iniciar su fortuna inicialmente en Punta Arenas. Chile.
ResponderEliminarGracias por su comentario. Es muy interesante el aporte.
EliminarPobre Matías. Triste destino. Muy buena su reseña. Muy cruel ese poema "El Temulento" que fue dedicado a él. Vaya a saber la pena que cargaba su alma.
ResponderEliminarUna vida triste,un talento casi olvidado y una obra casi perdida! Triste destino para un hombre supuestamente muy querido!
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