domingo, 3 de enero de 2016

Abel Robino


Simulación de paisaje con flores  

In memoriam Delfina Gil Soria    

Hay momentos en los cuales se debería contener la respiración                        
para saber de qué aguante valedero estamos hechos ante un sacrificio.
Supe de una mujer que dominaba el acto visceral     
de engullirse todo el aire de su jardín y con esa atmósfera
enrarecida de flores soportaba, consumiendo gran parte
de sus reservas sentimentales.
(También se respira cuando no se respira, dice el deseo.)
Trababa el diafragma y en una excluyente gimnasia inhaladora
se atascaba de tallos, brotes y los fofos verdines de las plantas.
Me enteré de su muerte porque aquella mañana desperté
con el cuerpo encorsetado de ronchas.
Desde la gelatinosa imaginación de un mal dormido
corroboré que las almas suelen mugir a su manera
y, a falta de un emblema mayor,
la mía acercaba esta urticante y cómica ofrenda
para que ella no dejase de reír desde la otra orilla
viendo algo semejante a amapolas silvestres
sobre una carne casual.


Después de leer un poema chino

Ayer, después de leer un poema chino que decía
que los sueños entre las ramas de un cerezo son diferentes,
trepé al cerezo del fondo de mi taller para ver el mundo.

El mundo era la ropa tendida de mi vecina, 
la pileta con agua podrida del verano
y las parvas de hojas sin juntar.

Los chinos del siglo II antes de Cristo
no contaban con el suburbio galo,
y menos con una rata en el mástil de una embarcación
a la que no salva ni la palabra cerezo. 


Sobre el estilo del emperador Lucio Séptimo Severo

Admiro el estilo desprolijo y justo, Séptimo Severo,
con que desmantelaste tu corte y construiste un corral de gallinas.
Soy ése al que se le pega la envidia de tu ocurrencia
por bautizar a tus plumíferas criaturas con el nombre de unos malos gobernantes.
Reverencio esa técnica de traqueotomía a la retórica asmática
en semejante suspiro de parodia.
Me pregunto cómo hacer para copiarte esas largas  
meditaciones desengañadas, haciendo siesta sobre tus laureles.
Juro que he intentado parodiar aquel discurso que te achacan cuando la invasión
de los bárbaros era un hecho. 
Si los bárbaros admiran tanto nuestros automóviles, tanto desean a nuestras
mujeres siliconadas y tanto babean por nuestro confort,
¿hasta dónde puede decirse que sean  bárbaros?
(Les hemos inoculado la peste más exquisita: la civilización.)
Celebro tu desvergüenza, Séptimo Severo,
cuando calmaste a tu séquito chillón con un ademán hueco en el aire, ofreciendo
un banquete en un puñado de maíz 
y, sobre todo,  porque nunca negaste los orígenes:
un recogimiento desencantado entre la lucidez y la vagancia. 

Fuente: Inéditos. Gentileza de Abel Robino.

Abel Robino nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires, el 7 de octubre de 1952. Es poeta y artista plástico. Estudió en la Facultad de Bellas Artes de La Plata. En esta ciudad fundó en 1977 el Grupo Literario Latencia. Es Master en Artes Plásticas. Desde 1982 reside en Francia. Publicó los siguientes libros de poesía: Obsesión (1978); Las especies de la noche (1982); El estado de la quietud (1986); Hiel por hiel (1997); Poemas (2004) y Burundanga (2013). Como artista plástico ha expuesto en varios países de América, Europa y Asia, entre ellos: Argentina, Brasil, Cuba, Francia, Bélgica, Alemania, Suecia y China (Beijing y Shangai). Su poesía es reveladora de la más cruda realidad y se halla atravesada por el doble exilio que implica estar en el mundo y vivir lejos del país de origen. El desarraigo y la orfandad, derivados de esa situación, constituyen el trasfondo de su creación más reciente. Robino mira el mundo y se mira a sí mismo de manera irónica y descarnada, sin piedad ni autoconmiseración, pero también sin reproches. Para Osvaldo Picardo, la suya es “una voz bestial que se sabe traicionada por su propia sombra proyectada sobre la hoja de la poesía”.

Foto: Abel Robino (perteneciente a una serie realizada por Delfina Gil Soria en 2012 a partir de objetos reflejantes, como espejos, ventanas, televisores apagados, etc.). Fuente: Gentileza de Abel Robino.