Waldau
Sobre papel de desecho, sobre
recortes de diarios y revistas,
escribo a lápiz –con una letra
minúscula– poemas y relatos.
El mundo se olvidó de mí.
Yo me olvidé del mundo.
Ahora todo me parece
infinitamente mágico.
Vida solitaria
Lejos del camino, encerrado
en esta habitación, leo y releo
el libro de Silesius.
¿Acaso mi alma es límpida
como un cristal?
¿Mi cuerpo nació del barro?
Benévolo lector:
el animal mira un trozo de tierra
y no comprende que en toda forma
habita una plegaria silenciosa.
Yo sólo anhelo llegar a ser
luz que se expande hasta morir.
Was vorüber ist, nicht mehr vorüber
Es poco lo que necesito y deseo,
y es mi voluntad, desde ahora,
procurármelo yo solo:
la cálida luz del sol, el agua del arroyo,
bajo mis pies el firme o inestable suelo.
Eso, un refugio tranquilo.
No necesito nada más.
Ante la pintura
Mi hermano cuando pinta transforma
en imágenes vivas todo lo que ve.
En sus cuadros el sol se mezcla con el mar
y el negro se aparta siempre del cielo.
Él sabe muy bien que en los colores
resuenan melodías, que en toda dicha
hay un atisbo de dolor.
Paso muchas horas en su estudio
observando cómo mezcla los pigmentos,
cómo su ojo capta fugazmente la belleza,
cómo luchan sus sentidos para fijar
lo disperso en algo estable.
Carta a Kaspar Hauser
Leí en la novela de Jakob Wassermann
que te daban asco la carne y la leche,
que sólo te alimentabas con agua y pan,
que un niño moribundo te arrebató
la cuna y el nombre.
¿Recuerdas las mazmorras de Laufenburg?
Hermano, yo también quise ser un jinete.
Yo también amaba los caminos del bosque,
los pájaros negros, el verdor del follaje.
Pero mi escondrijo no está bajo tierra.
A mí no me robaron un reino.
Algún día me gustaría visitar
el lugar donde yaces.
Te escribo estas líneas para decirte
que te espero en otro verano, en otro
jardín, en otra curva del sueño.
Iglesia Románica de Amsoldingen
El agua del embalse
se llenó de flores.
Me sumergí buscando
las luces del otoño.
Y soñé con peces de niebla,
con la huella indistinguible
de blanquísimos caballos.
Cielo dormido
El sol no es un halcón de vidrio.
La luz no cabe en un vaso.
Miren: soy un pequeño guijarro.
Mejor: una mota de polvo.
No: aquella sombra en el río.
Soy aquella sombra
en el fondo del río.
Diario de Berna
A los cuarenta y cinco años,
como si fuera un niño, aprendí
a escribir de nuevo.
Tardarán décadas en descifrar
esta intricada red de signos.
Mi mano busca ahora la progresiva
disolución de la letra.
El lápiz es un pincel y un cuchillo.
Sanatorio mental
Los animales del bosque profundo
saben lo que se esconde
detrás de los muros de hiedra.
No dicen nada.
Torre de Tubinga
Amo las flores y el aroma de las flores.
Amo los árboles, la madera y la viruta
de la madera.
Amo la luminosa calle y sus faroles,
este apacible camino rural.
Pero sobre todo y más que todo
amo el color de las vocales.
A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde.
También me jacto yo de poseer,
como aquel alquimista del verbo,
todos los paisajes posibles.
El estanque
Me mantengo siempre en el borde.
Me quedo ahí, donde un abismo
llama a otro abismo.
Mi nombre nunca fue
una casa sólida.
La nieve, que todo lo borra,
me borrará del mundo.
Winterreise
Voy a caminar hasta encontrar
las huellas del corzo.
Mi bastón no me llevará mucho más lejos.
Durante más de veinte años
vagué errabundo por las colinas del sueño.
Pronto termina mi viaje:
que no ladren los perros, que las hojas del olmo
no toquen el suelo.
Gute Nacht, Gute Nacht.
Las puertas están cerradas.
Fuente: Los cuadernos perdidos de Robert Walser, Diego Roel, Visor, Madrid, 2024.
Diego Roel nació en Temperley, Provincia de Buenos Aires, en 1980. Vivió en distintos momentos en La Plata, donde estudió Historia de las Artes Visuales (UNLP) y creó y coordinó el ciclo de poesía denominado Cendra. Actualmente, reside en Posadas, dicta cursos de escritura creativa y colabora con publicaciones de la Argentina y del exterior. Publicó catorce libros de poesía: Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004, reeditado por Ediciones El Mono Armado en 2013), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005, reeditado por detodoslosmares en 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (Ediciones El Mono Armado, 2010, reeditado por detodoslosmares en 2014), Los Jardines del Aire (Ediciones El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (Ediciones El Mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016), Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017), Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019) El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020), Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, 2020) y Los cuadernos perdidos de Robert Walser (Visor, 2024). Este último libro recibió el “Premio Internacional Loewe de Poesía 2023”, otorgado por un jurado presidido por Víctor García de la Concha e integrado por los poetas y narradores Gioconda Belli, Antonio Colinas, Aurora Egido, María Negroni, Juan Antonio González Iglesias, Carme Riera, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena y Reiniel Pérez Ventura. Poemas suyos fueron incluidos, además, en diversas antologías, entre ellas: Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina (Fondo Nacional de las Artes, 2009), Si Hamlet duda le daremos muerte (Libros de la Talita dorada, 2010), Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (CFI, 2019), Poesía. Varios Autores, La Plata (La Comuna Ediciones, 2019) y Roberto Juarroz baja en Temperley. Un mapa posible de la poesía en el conurbano sur (Leviatán, 2021). El texto que sigue a continuación fue escrito por Horacio Castillo (h) y leído por éste en la presentación de Los cuadernos perdidos de Robert Walser, acto que tuvo lugar en el teatro Orfeó Gracienc de Barcelona:
Sobre papel de desecho, sobre
recortes de diarios y revistas,
escribo a lápiz –con una letra
minúscula– poemas y relatos.
El mundo se olvidó de mí.
Yo me olvidé del mundo.
Ahora todo me parece
infinitamente mágico.
Vida solitaria
Lejos del camino, encerrado
en esta habitación, leo y releo
el libro de Silesius.
¿Acaso mi alma es límpida
como un cristal?
¿Mi cuerpo nació del barro?
Benévolo lector:
el animal mira un trozo de tierra
y no comprende que en toda forma
habita una plegaria silenciosa.
Yo sólo anhelo llegar a ser
luz que se expande hasta morir.
Was vorüber ist, nicht mehr vorüber
Es poco lo que necesito y deseo,
y es mi voluntad, desde ahora,
procurármelo yo solo:
la cálida luz del sol, el agua del arroyo,
bajo mis pies el firme o inestable suelo.
Eso, un refugio tranquilo.
No necesito nada más.
Ante la pintura
Mi hermano cuando pinta transforma
en imágenes vivas todo lo que ve.
En sus cuadros el sol se mezcla con el mar
y el negro se aparta siempre del cielo.
Él sabe muy bien que en los colores
resuenan melodías, que en toda dicha
hay un atisbo de dolor.
Paso muchas horas en su estudio
observando cómo mezcla los pigmentos,
cómo su ojo capta fugazmente la belleza,
cómo luchan sus sentidos para fijar
lo disperso en algo estable.
Carta a Kaspar Hauser
Leí en la novela de Jakob Wassermann
que te daban asco la carne y la leche,
que sólo te alimentabas con agua y pan,
que un niño moribundo te arrebató
la cuna y el nombre.
¿Recuerdas las mazmorras de Laufenburg?
Hermano, yo también quise ser un jinete.
Yo también amaba los caminos del bosque,
los pájaros negros, el verdor del follaje.
Pero mi escondrijo no está bajo tierra.
A mí no me robaron un reino.
Algún día me gustaría visitar
el lugar donde yaces.
Te escribo estas líneas para decirte
que te espero en otro verano, en otro
jardín, en otra curva del sueño.
Iglesia Románica de Amsoldingen
El agua del embalse
se llenó de flores.
Me sumergí buscando
las luces del otoño.
Y soñé con peces de niebla,
con la huella indistinguible
de blanquísimos caballos.
Cielo dormido
El sol no es un halcón de vidrio.
La luz no cabe en un vaso.
Miren: soy un pequeño guijarro.
Mejor: una mota de polvo.
No: aquella sombra en el río.
Soy aquella sombra
en el fondo del río.
Diario de Berna
A los cuarenta y cinco años,
como si fuera un niño, aprendí
a escribir de nuevo.
Tardarán décadas en descifrar
esta intricada red de signos.
Mi mano busca ahora la progresiva
disolución de la letra.
El lápiz es un pincel y un cuchillo.
Sanatorio mental
Los animales del bosque profundo
saben lo que se esconde
detrás de los muros de hiedra.
No dicen nada.
Torre de Tubinga
Amo las flores y el aroma de las flores.
Amo los árboles, la madera y la viruta
de la madera.
Amo la luminosa calle y sus faroles,
este apacible camino rural.
Pero sobre todo y más que todo
amo el color de las vocales.
A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde.
También me jacto yo de poseer,
como aquel alquimista del verbo,
todos los paisajes posibles.
El estanque
Me mantengo siempre en el borde.
Me quedo ahí, donde un abismo
llama a otro abismo.
Mi nombre nunca fue
una casa sólida.
La nieve, que todo lo borra,
me borrará del mundo.
Winterreise
Voy a caminar hasta encontrar
las huellas del corzo.
Mi bastón no me llevará mucho más lejos.
Durante más de veinte años
vagué errabundo por las colinas del sueño.
Pronto termina mi viaje:
que no ladren los perros, que las hojas del olmo
no toquen el suelo.
Gute Nacht, Gute Nacht.
Las puertas están cerradas.
Fuente: Los cuadernos perdidos de Robert Walser, Diego Roel, Visor, Madrid, 2024.
Diego Roel nació en Temperley, Provincia de Buenos Aires, en 1980. Vivió en distintos momentos en La Plata, donde estudió Historia de las Artes Visuales (UNLP) y creó y coordinó el ciclo de poesía denominado Cendra. Actualmente, reside en Posadas, dicta cursos de escritura creativa y colabora con publicaciones de la Argentina y del exterior. Publicó catorce libros de poesía: Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004, reeditado por Ediciones El Mono Armado en 2013), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005, reeditado por detodoslosmares en 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (Ediciones El Mono Armado, 2010, reeditado por detodoslosmares en 2014), Los Jardines del Aire (Ediciones El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (Ediciones El Mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016), Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017), Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019) El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020), Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, 2020) y Los cuadernos perdidos de Robert Walser (Visor, 2024). Este último libro recibió el “Premio Internacional Loewe de Poesía 2023”, otorgado por un jurado presidido por Víctor García de la Concha e integrado por los poetas y narradores Gioconda Belli, Antonio Colinas, Aurora Egido, María Negroni, Juan Antonio González Iglesias, Carme Riera, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena y Reiniel Pérez Ventura. Poemas suyos fueron incluidos, además, en diversas antologías, entre ellas: Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina (Fondo Nacional de las Artes, 2009), Si Hamlet duda le daremos muerte (Libros de la Talita dorada, 2010), Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (CFI, 2019), Poesía. Varios Autores, La Plata (La Comuna Ediciones, 2019) y Roberto Juarroz baja en Temperley. Un mapa posible de la poesía en el conurbano sur (Leviatán, 2021). El texto que sigue a continuación fue escrito por Horacio Castillo (h) y leído por éste en la presentación de Los cuadernos perdidos de Robert Walser, acto que tuvo lugar en el teatro Orfeó Gracienc de Barcelona:
Aproximación a Los cuadernos perdidos de Robert WalserPara los que desde hace muchos años conocemos la obra de Diego Roel, la edición de este libro es un momento de celebración, celebración de su poesía y de su persona. La publicación de los Cuadernos perdidos de Robert Walser a través de la prestigiosa colección Visor, es el resultado de haber obtenido el 1° Premio de Poesía de la Fundación Loewe en su XXXVI edición. Permítanme decir que es un merecido reconocimiento. Es que Roel ha logrado algo que no resulta fácil en la poesía. No me refiero a los premios, hablo de haber construido, y tempranamente (ya desde su primer libro Padre Totem), una personalísima voz poética. Voz poética de la cual Diego jamás ha claudicado.
Pero antes de continuar hablando del autor y su libro, me surge una objeción, o una duda: ¿cuánto debemos saber de Roel para leer su poesía?T.S. Eliot, en un conocido ensayo sobre Dante, decía que: “En la apreciación de la poesía, la experiencia adquirida me ha hecho siempre ver que entre menos supiera del poeta y su trabajo antes de leerlo, mejor”. Y agregaba luego: “una elaborada preparación de conocimientos históricos y biográficos [sobre el autor] siempre me ha parecido una barrera”.Intuimos, claro está, que la afirmación de Eliot apuntaba a que el acercamiento a un poeta y su obra estuviera libre de toda interferencia que pudiera obstaculizar su lectura. Dicho de otra manera, prefería acercarse al lenguaje en sí mismo, al lenguaje poético, a la palabra incontaminada de referencias. Lo que sea necesario leer estará en el poema, no fuera de él.Creo que Roel suscribiría esta afirmación. Ahora bien, esto nos coloca en una situación paradojal: estamos presentando un libro de Diego Roel, y si tenemos en cuenta las afirmaciones de Eliot, nos preguntamos entonces: ¿es necesario saber algo de Robert Walser, o acaso de Roel mismo, para acceder a la lectura de este libro?En principio podríamos decir que no es necesario saber nada más. Que la poesía debe dejarse leer en sí misma y que la palabra poética realice su cometido, si en ella está ese poder de convocar al lector.Pero no podemos escapar de este dilema, a pesar de las recomendaciones de Eliot, de forma que trataremos de señalar unas breves coordenadas sobre el presente libro y sobre la poesía de Diego con la intención de crear, al menos, una cierta disposición a su lectura.La escritura de Walser tenía por objetivo alumbrar una realidad muy particular (quizás la de la locura) y ello a través de métodos de escritura muy singulares: la micrografía, escribir sobre pedazos y deshechos de papel, en calendarios. Pero sobre todo intentaba hablar sobre aquello que, siendo visible para él, era invisible para el resto de los hombres. Al escritor suizo, como sabemos, la afectación de su salud mental en las últimas décadas de su vida lo alejó de la escritura y lo sumergió en la soledad, internado en instituciones psiquiátricas hasta su muerte.Asumiendo la voz de Robert Walser, dice Roel en el poema El paseo:Veo en lo pequeño y en lo débilcosas que nadie se atreve a vislumbrar.En este camino se instala el libro de Diego, en esa experiencia vital y poética. El mecanismo creativo que presenta el libro de Roel, es entonces el de encarnarse en la voz de otro, en este caso en la voz de Robert Walser. Es un procedimiento que Roel ha empleado a lo largo de muchas de sus producciones poéticas anteriores: ser la voz del profeta Jonás, el portador de las visiones místicas de Hildegard von Bingen, el ojo de Andrei Rubliov, pintor de íconos. Estos son algunos de sus alter ego, sus múltiples yoes, a partir de los cuales su lenguaje poético intenta acercase a una realidad huidiza, que se manifiesta de forma callada, y en la que el poema (voz encarnada en un personaje que habla) aspira a iluminar la experiencia de lo real.Pero, ¿cómo es entonces esa realidad que habita el mundo de Walser? O bien, ¿cómo es esa realidad que Roel nombra a través de la voz de Walser?He aquí el misterio, el misterio de la creación poética, donde a pesar de este límite mismo que la realidad y el lenguaje imponen, Roel logra una aproximación fugaz a esa realidad huidiza y callada: el poema.A los cuarenta y cinco años,como si fuera un niño, aprendía escribir de nuevo.Tardarán décadas en descifraresta intricada red de signos.Mi mano busca ahora la progresivadisolución de la letra.El lápiz es un pincel y un cuchillo.Ciertos hitos vitales y biográficos son retomados para la elaboración de cada poema. Su lectura produce el efecto de una silenciosa plegaria, de una visión. Los Cuadernos perdidos de Robert Walser muestran de manera acabada la exquisita orfebrería poética de Roel. No hay sentimentalismos ni hay palabras superfluas, hay sobriedad y una búsqueda consciente de la precisión del lenguaje. Y esto justamente porque la realidad que trata de nombrar Roel (o sus alter egos) es, como dijimos, una realidad huidiza:Traduzco voces, tañidos, palabrasque nadie dijo aún.Podemos decir que incluso desde la estructuración misma del libro, dividido en dos partes (Los cuadernos perdidos y Escrito a lápiz) se observa la meticulosidad del trabajo creativo. Vida y lenguaje se encaminan de la mano hacia la disolución, la fragmentación, la expresión mínima. La escritura a lápiz es el signo de la volatilidad de la escritura, acaso del Ser.Dice Roel en el fragmento XVII de la segunda parte:Estirado hasta el cansancio el borde del lenguaje.Es decir, un único verso para mostrar el límite exacto en que la palabra se detiene para nombrar lo real.Ojalá la lectura de este libro se transforme para muchos en la puerta de entrada a la obra de Diego. Obra que, sin dudas, nos revela una singular voz poética, construida y creada con belleza y precisión.
Horacio Castillo
(h)
Ilustración: Tapa de Los cuadernos perdidos de Robert
Walser,
Diego Roel, Visor, Madrid, 2024.
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