El labriego del alba
Todo el silencio se quedó en la estrella
cuando la estrella se apagó temblando;
tornóse el mundo musical y bello
bajo la luz y al renacer los cantos.
Hora del alba en que la dicha plena
flota en la fresca beatitud del campo
y siente el hombre la pureza heroica
que hay en la fuerza del robusto brazo.
Brilla el rocío en el fragante trébol,
saluda al alba el estridente gallo,
silba en los campos la perdiz remota,
y en un instante en que el silencio es amplio,
desde muy lejos, sin saber de dónde,
canta el chingolo que anidó en los cardos.
Entre una nube de gaviotas blancas,
en la tendida placidez del llano,
labra el labriego la olorosa tierra
al paso lento de los bueyes mansos.
Hay en sus ojos claridad de aurora,
tiemblan canciones en sus puros labios
y hay una austera anunciación de vida
en la firmeza de sus rudas manos.
Abre la entraña de la tierra dócil
y arroja al surco que se va alargando
todos los sueños de un hogar que espera
la promisoria bendición del grano.
Feliz el hombre que al llegar el día
lo encuentra el alba en los floridos campos,
entre una nube de gaviotas blancas,
siguiendo el ritmo de los bueyes mansos.
Fuente: Ciudad de los poetas, Ana Emilia
Lahitte, edición del Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, Delegación
La Plata, 1967.
Héctor Ripa Alberdi nació en Juárez, Provincia de Buenos Aires, el 26 de enero de
1897. Desde 1909 hasta su muerte,
acaecida imprevistamente el 13 de octubre de 1923, vivió en La Plata. En esta
ciudad cursó estudios superiores en la Facultad de Ciencias de la Educación de
la UNLP, convirtiéndose en líder estudiantil y abanderado de la Reforma
Universitaria. Como tal, presidió la delegación argentina al primer Congreso
Internacional de Estudiantes celebrado en México en 1921, donde expresó su
solidaridad con los pueblos de América y la causa emancipadora. Fue alumno y
amigo de Rafael Alberto Arrieta y Arturo Marasso, y mantuvo estrechos vínculos
con Pedro Enríquez Ureña y Germán Arciniegas, entre otros intelectuales
igualmente destacados. Asimismo, ejerció la docencia y fundó con el Grupo de
Estudiantes Renovación la prestigiosa revista Valoraciones. Publicó tan sólo tres libros: Soledad (poesía, 1920), Sor
Juana Inés de la Cruz (ensayo, 1922) y El
reposo musical (poesía, 1923). En 1925, el Grupo de Estudiantes Renovación
dio a conocer Obras de Héctor Ripa Alberdi (dos tomos), edición de
homenaje que reúne todos sus trabajos en prosa y en verso, éditos e inéditos. Como Delheye,
Mendióroz y López Merino, Ripa Alberdi murió antes de los 30 años, conformando con ellos la llamada “Primavera Fúnebre” o “Primavera Trágica”, denominación con que se conoce a este grupo de poetas pertenecientes a la
“Primera Generación Platense” o “Generación del 17”. Horacio Ponce de León lo
describe así: “De Héctor Ripa Alberdi perdura la imagen que preside la Edición
de Homenaje de sus obras completas: un fino rostro vascuence, cuya frente
ancha, despejada, meditativa, parece resguardar el brillo soñador de los
ojos... Pensamiento y ensueños reunidos, buscando la perfección imposible, la
quimérica coronación de la belleza”. Más allá del “estudiante insurrecto de
1918” –como lo calificó Enríquez Ureña–, Ripa Alberdi amó la soledad y el ocio
contemplativo y sintió inocultable admiración por los poetas griegos y latinos
de la antigüedad, cuya influencia se advierte en el singular clasicismo de su
poesía.
Foto: Héctor Ripa Alberdi. Fuente: Obras de Héctor Ripa Alberdi, Edición de
Homenaje del Grupo de Estudiantes Renovación, La Plata, 1925.
Hermosa poesía. Me remonta allá por años 92 del Siglo anterior, cuando era un niño. En cada verso de esta poesía le encuentro a mi papá, que ya partió al más allá. Me hace recordar bellos tiempos que vivimos en el campo y era feliz sin darme cuenta.
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