Soneto a la paloma
que maté de niño
Todavía conservo entre las manos
el pequeño temblor de tu agonía,
y tu cuerpo de luz, donde cabía
la forma de los aires provincianos.
Herido ante un aliento de manzanos
cayó tu corazón, y el mediodía
se quebró en tu garganta y en la mía
con dolores opuestos y lejanos.
Dejé tu muerta azul bajo el ciruelo.
El verano cruzaba por el cielo,
jinete en un delgado escalofrío.
La infancia se me fue con el asombro:
por eso, cuando en pájaros te nombro,
tu corazón regresa con el mío.
15
Que un labrador sostenga mi entrecejo
mañana, cuando muera: que mi gente
se llegue con sus carros y sus perros,
sus cuchillos y el duro pan del día,
a esperar que termine el solitario
de morirse después de tanta muerte.
Los hijos en su sitio. Las avispas
en su panal, la espiga sobre el tallo,
la veleta en el viento y las palabras
dobladas en la boca. Todo en orden.
Un cazador vendrá. Será mi padre.
Que deje su fusil sobre la mesa.
Hay que darle una copa y dos botellas
de vino moscatel y diez cartuchos
con la pólvora seca para el viaje.
Y nada más. Saldremos con el alba
luego de los saludos. Que mi hermano
le pregunte a mi padre por el tiempo
y el día del retorno, que sin duda
será para el invierno,
cuando lleguen los ánades y el frío.
Soneto a Paula
Para que alguna vez cuando yo muera
digas: "El cazador, el silencioso..."
te he de explicar por qué no maté al oso
cuando tu voz ansiosa lo exigiera.
Primero, yo no mato en primavera;
segundo, en el invierno duerme el oso;
tercero, en el verano es tan gracioso
que no puedo matarlo aunque quisiera.
Por eso, Paula, quiero que te acuerdes
de un viejo cazador con ojos verdes,
que dejó su fusil y su cuchillo
para contarte una pequeña historia,
sin oso, sin angustia, sin memoria,
un cuento, nada más, claro y sencillo.
Dice Facundo Quiroga
Reinafé me cubrió con su granizo
y a Reinafé lo espero todavía.
Soy Facundo Quiroga. No hay un guía
que se atreva a pisar donde yo piso.
Tuve en La Rioja infierno y paraíso
con sangre, piedra y sol de profecía.
En Yaco no murió mi travesía.
Y si así fue, será porque Dios quiso.
De Rosas nada sé. Poco me importa.
“Para una espera larga, vida corta”,
me han dicho en oro limpio mis paisanos.
Aquí estoy y de aquí ya no me muevo.
No necesito potro ni relevo.
Lo espero a Reinafé y a sus hermanos.
Pregúntenle a una rosa...
Pregúntenle a una rosa por qué corre,
a un niño por qué arroja las ventanas,
a un muerto por qué ronda, a un argentino
por qué se manifiesta en las paredes,
por qué para reír tuerce la boca
y al sollozo lo cubre con espumas
de vino primitivo. Si, pregunten,
indaguen, no se duerman, no rehúsen
investigar la fruta vergonzosa
que se pasan los unos a los otros
detrás de las espaldas, a hurtadillas,
con la complicidad de los avisos
de la televisión y la tragedia.
Pregúntenle a las camas por qué el semen
siempre dibuja gotas de tristeza;
por qué los lustrabotas tienen caries,
y por qué las muchachas de noviembre
se masturban con discos bailarines,
en lugar de acostarse en la provincia
calurosa y feliz de los racimos.
Pregunten día a día. No reposen,
no relajen los tuétanos, no dejen
que se demore la verdad. Mañana
es muy probable que amanezca mudo
mi cuestionario intenso de poeta.
Me tienen que ayudar. Salgan ustedes
a preguntar por qué, casa por casa,
hombre por hombre, insecto por insecto.
Veo a los buhoneros...
Veo a los buhoneros, a los dulces
acróbatas del hambre, a los viajantes
de la necesidad; veo a la gente
empujando cadáveres, creyendo
que el aceite es mejor que la tizana,
que la duda es muy útil para el hombre;
los veo echarse tierra en las encías,
masticar cualquier cosa; los observo,
los oigo discutir, dar palmetazos,
ser felices con sólo tres lentejas,
con una cama, con un nombramiento,
condecorados a pesar de todo,
hechos a una molicie activa y sucia;
dispuestos a discursos, a diagramas,
a cambiarse la cara por un hueso,
por el espaldarazo de un imbécil.
No sé qué hacer con mi melancolía;
ya no sé de qué hablar. Estoy cansado.
Sólo en un rostro vi fuegos extraños.
Pero estaba en un sueño de la infancia.
Itinerario del poeta
a
Pedro Aurelio Fiori,
donde
se encuentre.
Le regalaron pan, le dieron sopa,
y consejos de otoño para el viaje.
Causaba gracia. Todo su equipaje
cabía en el formato de una copa.
Igual se fue. Debajo de la ropa
su corazón sin tierra ni hospedaje.
Un sombrero a la altura del paisaje
y los pies recubiertos con estopa.
Anduvo largos años. De mendigo,
llegó a ser rey (y es cierto lo que digo),
aunque no tuvo ni corcel ni heraldo.
Lo vieron regresar; lo conocieron
y, sabiendo lo mucho que supieron,
en vez de sopa le ofrecieron caldo.
Canto Nº 5
He asesinado liebres, mariposas,
campanas, esmeraldas; he cortado
los ojos del geranio y los jacintos,
y nadie me ha juzgado todavía.
He quemado cabellos y cortezas,
piedras de amor, caballos de aventura,
líquenes y tristísimas espadas,
y la gente se ha vuelto a saludarme
con la mano feliz, como si fuera
en realidad un hombre, un ser perfecto,
jugando con su torre y su navaja.
¿Es que no saben ver al solitario,
al dios que tiene reventado el seso
y la sangre comida por hormigas
de brillante metal...? ¿Es que no saben
hundir el ojo en un juncal de miedo
donde está la verdad, casi desnuda,
sostenida por trágicos bejucos...?
Sin embargo, yo soy el asesino,
y ellos siguen torciendo los sombreros
y poniéndose un ángel en la boca
para darle vejez al solitario.
Solamente mis hijos lo comprenden;
mis hijos y mi hermano que está lejos,
y también mi mujer, con sus medallas,
llenas de sangre oscura y de paciencia.
–¿Hoy qué has muerto...? –me dicen.
–¿Qué has quebrado?
Y yo, feliz, sonrío y les respondo:
–Un coleóptero azul, una ciruela,
las caderas de Dios, el pez del viento.
Fuente: Speroni. Poesía completa, Ana Emilia Lahitte, edición de
la Municipalidad de La Plata y el Colegio de Escribanos de la Provincia de
Buenos Aires, La Plata, 1982.
Roberto Themis Speroni nació en La Plata el 29 de
septiembre de 1922 y murió en City Bell el 28 de septiembre de 1967. Su obra
poética publicada comprende los siguientes libros: Habitante único (1945), Gavilla
de tiempo (1948), Tentativa en la
luz (1951), Tatuaje en el viento
(1959), Paciencia por la muerte (1963)
y Padre final (1964). A estos debe
sumárseles Un poeta en el hueso del
invierno, extenso poema dividido en seis cantos e incluido en Veinte poetas platenses contemporáneos
(1963). Speroni dejó, asimismo, una
gran cantidad de poemas inéditos que fueron compilados, en parte, por Ana
Emilia Lahitte y publicados en dos tomos con el título Roberto Themis Speroni en 1975. La obra contiene un estudio de la
autora y fue reeditada en un solo volumen como Speroni. Poesía completa, al cumplirse, en 1982, el centenario de
la fundación de la capital bonaerense. (Hay una reedición del primer tomo
realizada por la editorial Ciudad Gótica, de Rosario, declarada de interés por
la Comisión de Cultura de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, que
data de 2005.) Luego de la muerte de Speroni, Sudamericana-Planeta dio a
conocer su novela El antiguo valle
(1985). Permanecen inéditos tres novelas más, un libro de cuentos y un ensayo
sobre la obra poética de Alberto Ponce de León, entre otros textos. Alguna vez,
Speroni se refirió a sí mismo con estas palabras: “Nació en La Plata, murió
repetidas veces en cualquier lugar, no se arrodilló ante nadie, salvo ante el
amor y la tragedia. Fue un dado ciego en un cubilete de hierro, un perro en
soledad, una campana orgullosa y ronca...”
Su indignación frente al dolor, su sed de verdad y de justicia, su
honesta y valiente rebeldía, dieron a su voz –tierna o estentórea, según el
caso– un tinte singular que la hace insoslayable. Speroni fue, sencillamente,
un “muchacho puro y hosco”, como lo definió Osvaldo Rossler; jamás mendigó
recompensas ni persiguió “el espaldarazo
de un imbécil” para ser reconocido; quizá por esta razón no figura en
muchas de las indecorosas antologías que pululan en nuestro medio.
Foto: Roberto
Themis Speroni. Fuente: Speroni. Poesía completa, Ana
Emilia Lahitte, edición de la Municipalidad de La Plata y el Colegio de
Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1982.
Hola Cesar
ResponderEliminarQue bueno encontrar cada vez mas poemas de Speroni en la web, en http://proyecto-speroni.blogspot.com.ar/ se esta digitalizando la obra completa! Te invito a que lo visites!
muchas gracias
Saludos
gente, saben donde se puede comprar a distancia el obras completas de Roberto? agradecere indicarlo a jerexand@gmail.com
ResponderEliminarsaludos
Brillantes poemas de un poeta excepcional, que supo conjugar sentido y sonido -dos cualidades que hoy casi han desaparecido de la "lírica"-.
ResponderEliminarMariano Shifman