Campana melancólica
Campana melancólica
que en la tarde tranquila
sollozáis
dulcemente ¡yo sufro en vuestro llanto!
campana que tenéis
el indudable encanto
de un agua fresca y
pura y un grato son de esquila.
Reproche de una
hermana semeja vuestro acento,
sonáis tan
dulcemente como una voz hermana;
¡clarines de la
tarde, plegarias del convento
sonoras en el oro
de la paz aldeana!
Bronce dulcificado
por largas oraciones,
que llamáis a los
simples labriegos de la villa
para rezar el
ángelus. Piedad fuerte y sencilla
que restañáis la
roja miel de los corazones.
Oh, voces de la
tarde, dolientes, soñadoras,
que vibráis en la
paz de los viejos canales;
voces amigas,
¡largas voces angelicales!
puras en el
silencio humilde de las horas.
¡Oh, corazón
sencillo! Yo escucho vuestro acento
que dice en mis
oídos como una voz hermana;
¡clarines de la
tarde, plegarias del convento
sonoras en el oro
de la paz aldeana!
Fuente: La vida interior y otros poemas,
Pedro Mario Delheye, Imprenta y Casa Editora Coni, Buenos Aires, 1919.
Pedro
Mario Delheye nació en Buenos Aires el 6 de febrero de
1894. Llegó a La Plata en 1897 y a los 20 años se recibió de abogado. Fue
cuñado de Francisco López Merino. Publicó un libro de poesía: La vida interior (Editorial Nosotros,
Buenos Aires, 1917). Dicho libro fue reeditado, con el agregado de sus
creaciones póstumas, al cumplirse el primer aniversario de su muerte como La vida interior y otros poemas
(Imprenta y Casa Editora Coni, Buenos Aires, 1919). Murió en La Plata el 9 de
octubre de 1918. Delheye integra, junto a Mendióroz, Ripa Alberdi y López
Merino, el cuadro de honor de la “generación del 17” o “primera generación platense”,
conocida también como “primavera fúnebre” y “primavera trágica”. Su poesía,
heredera del simbolismo de Rodenbach y Samain, pero también del parnasianismo y
el modernismo, transmite una fuerte religiosidad que la diferencia de la
escrita por sus pares platenses. En ella, según Gustavo García Saraví, “La
Plata oficia de simple aunque eficaz agente catalizador. La ciudad perfílase en
tácita sobreimpresión. Las arboledas, las muchachas (las mismas de Alberto
Ponce de León), los templos, la vida social, las comodidades, la prosperidad,
la despreocupación, cumplen acabadamente su tierna y pacífica tarea de ser un
tiempo, una población, una inquietud, un señorío, únicos e intransferibles.
Pero hay una característica principal: en la casi totalidad de sus estrofas
surgen, desde los abuelos y los sueños prenatales, bellos y brumosos paisajes
flamencos, allá en la lejana Brujas...”
Foto: Pedro Mario Delheye. Fuente: La
vida interior y otros poemas, Pedro Mario Delheye, Imprenta y Casa Editora
Coni, Buenos Aires, 1919.
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