sábado, 13 de octubre de 2012

Marcelo Vernet





















Profeta menor

Yo profetizo, lúcido y sereno en el balcón de casa.
Sin visiones veo el horizonte rojo y transparente.
Dios habla y yo lo escucho con los ojos. Atardece.

Oigo una voz: “Rosso di sera, bel tempo si spera”.
Es mi abuela desde el patio de la infancia.

Mañana va a estar lindo, le digo a mi hijo más pequeño.

Por hoy, es suficiente milagro.


Criterio de verdad

Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces,
quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y
como ellos nos la presentan en la imaginación.
René Descartes, Discurso del método.

Yo, que siempre he carecido de recursos y método, nunca
descreí del fuego ni se me dio por dudar de la paciente pava,
ni de la nubecita de vapor acogedora que con certeza
me anuncia que el agua está a punto para el mate.

Si algún discurso tengo es la alabanza.


Génesis 9. 12-16

Acaba de llover y el sol
asoma entre las gotas
que aún vuelan en el aire.

La tierra respira en paz
como una mujer satisfecha.

Brilla el agua en los cardos
junto a la ruta de camiones esmaltados.

Un muchacho atraviesa la claridad
al tranco de un oscuro caballo.
Va sereno e imagino que silba.

Sobre su boina blanca el arco iris
traza un signo para que Dios recuerde
su antigua promesa.

Va tranquilo en la luz y no sabe
que el mundo acaba de salvarse,
una vez más.


La luna desde aquí

Amigos, la luna
ha ido trepando tan despacio
el tilo de la puerta de casa
que en el barrio, creo,
nadie salvo yo lo ha visto.

Los que pasan,
los que sólo se asoman
un instante a la ventana
la ven de pronto
redonda luna llena
de quietud.

Y no es así.

No sé otras lunas
en otros barrios.
No sé, Memo, tu luna
allá en Australia.
No sé qué hace, Emilio,
la luna en Bahía Blanca.
Acá en mi cuadra trepa
de rama en rama el tilo.

No sé otras lunas
en otros techos.
Pero esta noche me hace bien
estarme así de quieto,
el alma echada junto al perro
que apoya su cabeza en mis caricias.

La luna, amigos,
se posa ahora en la delgada
rama de la torcaza
y la rama se curva al peso de su luz.

Voy a seguir aquí para verla volar.


Sostenedora de la vida

Los pechos de mi esposa han sustentado
seis hijos ante el mundo.
Nada sé de las glándulas, los túneles,
si de sus huesos viene la blancura,
si de su sangre la tibieza justa.

Sostenedora de la vida, yo la llamo
de una vez para siempre. Certeza
que sostiene también mis cuatro huesos
y mi mano derecha que de a poco
va aprendiendo en el aire a despedirse.


Coplas

Que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.
Jorge Manrique, Coplas

Papá, las coplas ya están hechas,
las aprendí en la escuela y aún hoy
cantan con voz quebrada en mi memoria.

Decidor de refranes, pugilista, jinete
de oscuros caballos más fieles que la muerte.

He ido declinando la lengua de mi sangre.
Asombrado reconocí el andar de tus piernas flacas
aunque tomé caminos opuestos y distantes.

Por las noches afilo el gesto acerado del orgullo
sin pretender herir. Brilla en la hoja tu herencia
de una cierta nobleza sin títulos ni tierras.

Cazador de pumas, la mirada en sombra del sombrero
y el campo en blanco y negro. Largo día de sol, papá.
Tu poncho aún abriga a mis hijos en invierno.


Escondida

Estoy más delgado y llevo la camisa blanca
con que enamoré a mi esposa hace muchos veranos.
Un ramito de albahaca perfuma la siesta y me refresca el alma.

Voy liviano en la luz, casi ingrávido.

Ésta es la casa y el jardín exacto en perfecta quietud. Antaño
fue mi luminoso mundo. El naranjo, la santa rita, la pared
revocada con conchillas, húmeda y fresca como un río.

Encuentro el hueco en que solía esconderme. Huele a menta.
¿Es un juego, verdad?
Alma mía ¿es un juego?

Fuente: Pasen la voz, Marcelo Vernet, Ediciones Al Margen, La Plata, 2010.

Marcelo Vernet nació en La Plata en 1955. Con un grupo de amigos, fundó en su ciudad natal el Centro de Identidad y Desarrollo para la Región Cultural del Río de La Plata y el Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Magione”. En la función pública desempeñó, entre otros cargos, el de Director de Cultura de la Municipalidad de La Plata. Fue guionista en medios de comunicación y coordinó talleres de escritura en diversas instituciones. Publicó tres libros de poemas: Último tren (Ediciones Al Margen, 2000), Don de profecía (Ediciones Al Margen, 2005) y Pasen la voz (incluye los dos primeros y Razón de ser, conjunto de poemas inéditos, Ediciones Al margen 2010). Con referencia a Último tren, dijo Guillermo Pilía en la presentación del mismo: “La poesía de Marcelo Vernet tiene su sello propio, se identifica claramente entre las voces de los muchos poetas de nuestra generación. Y sin embargo, no es una poesía que reniegue de las antiguas voces. Hay ecos de los versos coloquiales de Machado, de la edad de oro de Marechal, también cierto gusto bíblico. Su poesía se injerta, asimismo, en una tradición poética platense, que brilló en forma inusual con la generación del 40. El tono elegíaco, el dolor por el tiempo, la patria, el retorno a la tierra y a los hombres de la tierra, son todos tópicos de aquella promoción. Y en parte de la nuestra, como si la historia nos obligara dramáticamente a caminar siempre en círculo”.

Foto: Tapa de Pasen la voz, Marcelo Vernet, Ediciones Al Margen, La Plata, 2010. Fuente: C. C.

2 comentarios:

  1. Gran poeta y un gran tipo, Marcelo, con quien tengo el gusto de compartir el espacio de laburo.

    Celebro esta publicación que comparte un poco de su obra, así como también tu labor en el resto del blog.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Comparto tu opinión sobre Marcelo.
      Y gracias por el elogio a mi labor.
      Un saludo cordial.

      Eliminar