La emoción del
silencio
Ésta es la hora en que todos los
enfermos se agravan.
Charles Baudelaire
En los largos crepúsculos profundos
poblados de un recóndito silencio,
recuerdo el verso aquel que me emociona:
la hora en que se agravan los enfermos...
Pienso que un alma análoga a la mía
acaso ha penetrado al reino eterno
en esa hora ínfima y doliente
en que se agravan todos los enfermos...
¿Amigo, tú no sientes la tristeza
que desciende en la hora de silencio?
¿No sientes cómo tu alma también gime
cuando se agravan todos los enfermos...?
Fuente: Tono menor, edición del autor, La Plata, 1923.
Mis primas, los
domingos...
Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas
y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores,
y se van de la mano de Musset o Samain.
Aman las frases bellas y las mañanas claras.
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño
porque, tras los cristales, todo de oro se ve...
Y vienen los domingos a cortar rosas. Saben
que el eco de sus voces para mí grato es.
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas;
ellas seguramente se ríen sin saber.
Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente
aparto los capullos que el viento hará caer;
hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo
un volumen de versos de Musset o Samain.
Fuente: Las tardes, Editorial Latina, Buenos Aires, 1925.
Libro de estampas
Viejo libro de estampas siempre fresco a mi anhelo
de buscar la invisible huella de sus pupilas.
Ella vivió el ambiente puro de cada cielo
y detuvo su asombro frente a un seto de lilas.
Quién sabe qué silencio musical le dio un lago
y qué ramo de rosas los canales dormidos...
Para su fantasía, del matiz tenue y vago
se elevaba una estela diáfana de sonidos.
¡Cuántos ensueños truncos errarán todavía
por las sendas sin nombre de estos quietos paisajes!
¡Cuánta leve nostalgia, cuánta melancolía
tejida en el transcurso de fantásticos viajes!
Fuente: Las tardes, Editorial Latina, Buenos Aires, 1925.
Canción de los
domingos de infancia
Tout est fini, les dimanches son morts
Mes pauvres petits dimanches son morts
Max
Elskamp (Dominical)
Por mi memoria pasan como estampas borrosas
los castos y tranquilos domingos de mi infancia:
ramo azul de glicinas y campanas tediosas
entre un viento que extiende dolorosa fragancia.
Rayos de sol que quiebran la limpia superficie
de los viejos espejos que nos conocen tanto.
Rosales que se vuelcan en fragante molicie
y rosas que prolongan dominical encanto.
Niños de rostros pálidos y pupilas llorosas
que no tienen domingos ni una vez por semana.
Niños que viven entre letanías silenciosas:
carne de lirios que una brisa herirá mañana.
Nubes desvanecidas como trémulos lienzos
y nubes donde nace la tristeza del día.
Soledad un poco gris de esos patios inmensos
donde los escolares dejaron su alegría.
Musgo crepuscular de los gastados muros
que sugieren el miedo de morir o enfermarse.
Ventanas de cristales límpidos e inseguros
donde la niebla lenta fantasías esparce.
Caminar de muchachas que esperan la llegada
de este día, en que las bellas palabras se conciertan.
Angustia persistente de una rama quebrada
junto a las otras ramas que bajo el sol despiertan.
Nostalgia indefinida de que se acabe el día
y soñar que mañana no iremos a la escuela.
Crece el árbol oculto de la melancolía
y el sueño de la noche nos envuelve en su estela.
Doblan calladamente las campanas tediosas
y las brisas dispersan una antigua fragancia:
por mi memoria pasan como estampas borrosas
los castos y tranquilos domingos de mi infancia...
Fuente: Las tardes, Editorial Latina, Buenos Aires, 1925.
Francisco López Merino nació en La Plata el 6 de julio de 1904 y se quitó la vida en la misma ciudad el 22 de mayo de 1928 en uno de los baños del Jockey Club, disparándose un tiro en la cabeza. Fue hijo de América Merino y del escribano Francisco Toribio López, ambos de nacionalidad uruguaya. Tuvo seis hermanas a las que dedicó algunos de sus poemas y con las cuales compartió la infancia en una casa palaciega de la calle 49, entre 12 y diagonal 74, donde hoy funciona la Biblioteca Municipal que lleva su nombre. Si bien no se conocen claramente las razones de su suicidio, cierto es que la muerte temprana de una de sus hermanas, María América, en 1922, lo sumió en una profunda y crónica melancolía. De trato afable y comunicativo, López Merino tuvo muchos amigos y desarrolló una vida social intensa que le permitió relacionarse rápidamente con los poetas vanguardistas de Buenos Aires nucleados en torno de la revista Martín Fierro, aunque mantuvo distancia respecto de sus parámetros estéticos. Con algunos integrantes de ese grupo –Borges, Marechal, González Tuñón, entre otros– formó parte, en 1927, del “Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes”, entidad de efímera duración. En su breve existencia, sólo llegó a publicar tres libros de poesía: Canciones interiores y otros poemas (obra de adolescencia que él mismo retiró de circulación, 1920), Tono menor (1923) y Las tardes (1925). Dichos libros le bastaron para granjearse la admiración de Jorge Luis Borges y Juan Ramón Jiménez, entre otras personalidades destacadas de la época, y le hicieron decir a Rafael Felipe Oteriño: “En ellos, traslúcido, percibo el clima espiritual de esa ciudad nueva, de ese domingo que es igual a otros muchos, de esos jardines donde transcurrió la infancia. Poesía del encantamiento y de la recreación es la que encierran. También poesía del dolor”. Como integrante de la “Generación del 17” o “Primera Generación Platense” (conocida, asimismo, como “Primavera Fúnebre” y “Primavera Trágica”), López Merino contribuyó a dar vida a la llamada “Escuela de La Plata”, caracterizada, principalmente, por el tono elegíaco, el equilibrio formal y la claridad y la economía expresivas; escuela que habrá de pervivir, con distintas modalidades, hasta la actualidad.
Foto: Francisco López Merino. Fuente: Panchito, el
poeta, Atilio Milanta, Dei Genitrix, La Plata, 2000.
Me gustó mucho! Muchas gracias por compartir.
ResponderEliminarGracias a vos por entrar, por leer. Saludos cordiales.
EliminarMe alegra que te haya gustado. Saludos cordiales.
ResponderEliminarMe encanto
ResponderEliminarMuy bueno, gracias. Borges tenía una novia por diagonal 80.
ResponderEliminarPero se casó por primera vez con Elsa Astete Millan viuda de Albarracín, vecina de Ringuelet
Creo que el padre de Panchito Lopez Merino falleció joven y eso hizo que la situación económica de sus hijos decayera. Lopez Merino terminó viviendo en Avda 7 e/ 54 y 55, 1° piso, donde alquilaba: durante décadas hubo una gran placa de bronce en el frente de esa casa de apartamentos que recordaba que el poeta había vivvido allí. Hace unos años la placa desapareció cuando construyeron el moderno edificio en el mismo lugar. Las famosas primas suyas de su poema creo que vivían por avda. 53 y 16 ó 17.
Es exactamente así. Luego del suicidio de López Merino, la madre y las hermanas se mudaron, a fines de 1928, a un edificio de diagonal 80 N°1059/71, entre 5 y 6. Gracias por el comentario.
EliminarSoy docente en formación. Y el año pasado nos tocó elegir un lugar donde existiera la educación no institucionalizada.en el marco de la ciudad educadora.elegimos el palacio López Merino conocimos su historia y quedé embelesada con la vida de este poeta ,con su triste historia y que ese petit palacio.Toda sus esencia está inpregnada entre sus paredes y percibí la sensación de haber vivido toda un vida en ese lugar,fue una experiencia maravillosa pero muy rara,aún cierro los ojos y puedo recorrer con mí mente cada rincón de ese lugar.
ResponderEliminarSí, la vida de López Merino es muy atrapante por su carácter trágico y misterioso, al igual que el palacio donde pasó buena parte de su infancia. Gracias por el comentario con tus impresiones.
EliminarExcelente poeta. Buen trabajo, amigo.
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