miércoles, 1 de abril de 2020

Adrián Ferrero


Nuevo comienzo
a mi hija Emilia

En ocasiones me dije:
“quisiera ser poeta”
(la porfía más secreta). La apuesta
más audaz
También (convengamos)
la más
peligrosa
En casos como este
conviene estudiar(se)
antes
Ser un cobarde
toda la vida
Hasta un
determinado día
en que uno decide hacer cenizas
todo lo escrito
O se hace solo
sin hacerlo, todo fue
demasiado por dentro
Se lo olvida para mejor
Nuevo comienzo
Día brutal,
que no se puede eludir
más. Ser descarnadamente honesto
Pero después
no admitir
que ciertas escenas pasen
de largo
apresarlas como al jade
sus vetas
de lujosas
como un harem
Ay, los nenúfares de Monet
que parecían tan bellos
Eran demasiado inocentes
Hizo falta
conocer a ciertas personas
Un poeta
seduce con el cruce
El beso en eso
consiste el enigma del estigma
fogoso de un poeta.
Su sin-gu-la-ri-dad
¿ocultar que uno es un poeta
 como la cicatriz al desnudarse?
Al igual que la esfinge
tu llave está
en otras manos
¿el Idioma?
Aborrecer ciertas palabras
“el verbo Amar” (sin desinencias)
ahora sí lo dijo
Amo la primera persona
por fin
Fin


Mirta Rosenberg traduce a Marianne Moore, mientras cavila
a Mirta Rosenberg, in memoriam

Es la hora del lobo
y yo acá entre papeles
¿habrá algún polizón a mis espaldas?
Es que los animales de Marianne
son tan bellos a medida que ella
los iba escribiendo
eran suaves, tibios
parecidos a la seda
Pero ahora
que ya están puestos por escrito
qué pena
su osamenta
su pelambre viscosa
se ha petrificado
Tal vez sea el caso de la serpiente
(presiente que lo anunciaron
las aves del Paraíso)
Ella me conquistó
Ya no creo en un Edén
ahora vivo en Flandes
helénica pagana
como Helena
La otra etapa
que con tapa
El mundo salvaje galopando el pecho
estos mandriles de Marianne
sus mandalas secretos
sus mantras
Antes parecían
una burbuja
a punto de estallar
para adentro
Todo guarda
cierto aire
a la lata de baibiscuit
de mi abuela en el ghetto
Sí me alojas
tu mano se asemeja a la rabia del rabino
Mis hijos son los que
acompañan ahora
los dolores del parto
ligeramente distintos (la madurez tiene esas cosas)
Alumbro el calambre
el calamar escupe su uña
Solo decirte esto,
todo
hacía suponerlo
Los astros, Dios, Jehová, la Pitonisa
Eleusis, sí, Eleusis
tomaron cartas en el asunto
Acaté acá a Hécate
Es una dama tan dulce y tan amarga
fue miel su piel acidulada
Seguiré con Marianne
Apenas voy por la segunda estrofa
de mi historia


Castrati
a  mi madre

Cantó con registro de soprano
cierta sonatina de Scarlatti
de esas que le gustan
a Margo Glantz
Rapsoda eunuco
Ocurrió cuando tenía apenas cinco años
A tal edad no se conoce la gloria
de las mujeres con esclavas en los brazos
ni el color de la seda sobre el vientre
ni las sandalias de cuero de jabalí con cascabeles
Cuentan que lo aplaudió de pie
la Corte entera de Luis XIV
Pero eso sí
con la reticencia y los remilgos suspicaces
de quien aclama a un plebeyo
Él era un paria sobre el escenario
de un paraíso profano
pero tenía un talento olímpico
Los reales fuegos artificiales se dejaban oír
en tanto él procedía a guardar su canto  
en un cajita de piel de camello
Su padre fue un manager idiota
lo más parecido a un Mr. Hyde con sobrepeso
que lo acompañó por el sendero
que conduce derecho a la pena negra
La repulsión hacia el deseo
de carne de mortal
lo volvió primero casto
En cambio
esa adoración aparentemente irresistible
se volcó a otros excesos
Pretendió alcanzar lo todopoderoso
como ser el dueño del soplo de la palabra
Ese fue un traspié grave
aquel que lo derruyó como el mar
a una hilera de huellas
Todo había acontecido
cuando apenas tenía uso de razón
Claro, estaba en manos de la ambición
Luego comenzó a romper con facilidad
tazones de loza durante el desayuno
sobre las lajas color ciruelo
que comenzaron a crujir
cuando las tomaba entre sus manos
(¿por su canto?) 
en tanto engullía como un cancerbero
miga de pan
untada en mermelada de damascos
Comenzó a evitar a los ibis, los flamencos y los cisnes
todas aves nobles
que ningún mortal
puede permitirse repudiar
porque no conocerá las delicias
de la vida apacible del manantial y los viñedos
Pero ya era tarde
Llegó incluso a odiar el canto
Y bebió de un oporto prohibido
hasta quedar ebrio
y sentir lo más triste:
que ni vivir vale la pena
ni quitársela tampoco

(Inéditos)

Fuente: Gentileza de Adrián Ferrero.

Adrián Ferrero nació en La Plata en 1970. Se graduó en la Universidad Nacional de dicha ciudad (UNLP) con los títulos de Licenciado y Doctor en Letras. Es poeta, narrador, crítico literario y ensayista. Su obra publicada incluye libros de poesía, narrativa, investigación y entrevistas a autoras argentinas. Figura en varias antologías poéticas. Escribió para medios de prensa artículos críticos sobre poética y poesía y publicó otros del mismo tenor en revistas académicas de EE.UU. y de Argentina. Obtuvo tres becas bianuales de investigación y un Subsidio para Jóvenes Investigadores de su Universidad. Cuentos suyos fueron publicados en EE.UU. en español y en inglés. Asimismo, algunos de sus trabajos académicos vieron la luz en Francia, Alemania, EE.UU., España, Israel, Brasil y Chile. También publicó poemas en numerosos blogs y reseñas de films documentales sobre poetas en publicaciones de EE.UU. Fue finalista y obtuvo menciones en diversos concursos literarios. Este año, precisamente, la SADE filial La Plata le concedió el Primer Premio de Ensayo por un trabajo de crítica literaria sobre poesía argentina. Reside en su ciudad natal.

Foto: Adrián Ferrero. Fuente: gentileza de Adrián Ferrero.

1 comentario:

  1. Mi querido amigo y profe Adrián Ferrero estos son sublimes. Gracias César un cariño para ambos

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