sábado, 20 de agosto de 2016

Osvaldo Ballina


La última mirada

salí a buscar mi última mirada
aún no es medianoche y no encontré la primera mirada
juego con la arena de una playa eterna
niño o adulto no sé quién soy
lo cierto es que estoy vivo
los manantiales natales parecen profecías
juego con la arena en una playa eterna
veo tierras tumbas
la voz de los ausentes de la tierra
no me alcanza
¿juego es un don efímero?
¿la arena no se ha mudado hacia el mar?
¿la playa desapareció devorada por el agua?
no sé si niño o adulto
pero voy hacia la última mirada
sin pasajeros enfermos


Él o lo que creía era él

él o lo que creía era él, se fue del mundo
no era feliz, no era amante, no era soñador, nada
un aire, silencio vulgar sin tacto, sólo la herencia del vacío
antes y después de su nacimiento, un día sin tiempo
sin pasión, se preguntó por la escritura y le pareció inhumana
fuera del mundo, sin saber si él era él
mirando hacia atrás le nacía, ya perdido,
el sentido de impudor


él que esta vez era él

para Gurí con afecto

él que era él esta vez
selló su paz sin incitación ni jactancia
tributaria de pasadas creencias, pasiones y abismos
tengo derecho a mi soledad, se dijo,
ante los hombres y las cosas
sentencia que alcanza a mis objetos de culto
lo que creyó pérdida fue redención
a expensas de una versión del mal
y la inconciencia, espontánea espuma de vicios
él que esta vez era él
sin saber si estaba fuera o dentro del mundo
sospecha de la reversibilidad del alma


Identidades

él que era él tuvo desde siempre la voluntad
del anonimato en vida y muerte
sereno caminaba por lo interno
que reducía la realidad
hasta casi hacer explotar el destino
permanencia cambiante de sus identidades
él que era él y él que no era él
instinto de un yo dual
ciénaga de lobos y hombres
bajo sortilegios de un cielo irónico
y la sospecha a fin de cuentas de que todo sea
fruición de la nada


El estanque

se propuso vivir
como las flores en el estanque de la casa paterna
la quietud no perdía intensidad con la memoria
un signo de lo imperecedero, se dijo
era una bienvenida a lo inmutable
aunque hubiera que ignorar ciertos hábitos del humano
morir sin que nazca más agua o aire
miraba las flores y era el viaje más largo
perspectivas y visiones conducían a la embriaguez
de estar vivo aunque al final esperara la disolución
pero quería vivir sujeto a un reino personal
más fresco de oscuridad, más fresco de estrépitos
de fuego merecido no robado
eran los nuevos días del inocente sin sed de mármol

Fuente: La mirada / Identidades, Osvaldo Ballina, Ediciones Al Margen, La Plata, 2016.

Osvaldo Ballina nació en La Plata en 1942. Es poeta y traductor. Su obra poética publicada incluye más de veinte libros, entre ellos: El día mayor (1971), Esta única esperanza contra todo (1973), Aún tengo la vida (1975), Caminante en Italia (1979), Ceremonia diurna (1984), La poesía no es necesaria (1986), Sol que ocupa el corazón (1991), Verano del incurable (1996), Confines (1998), El viaje (2000), Apuntes del natural (2001), El caos luminoso (2004), Oráculo para dones fatuos ((2006), El pajar en la aguja (2007), Prodigios residuales (2009), Lejos de la costa (2010), Profanaciones ínfimas (2011), Memoria de la India (2012), Refugio de altura (2014), Oficio de extraño (2015) y La mirada / Identidades (2016). En la contratapa de este último, destaca Horacio Salas:

Alguna vez, charlando con Osvaldo Ballina, le manifestaba mi asombro por una característica de su poética: da la impresión de que cada libro nuevo señala, en todos los casos, una superación; ya sea estilística, ya sea creativa, respecto de su obra anterior. Y le aseguraba que en tanto lector habitual de poesía no he encontrado, al menos entre sus colegas argentinos, una apertura semejante, que le permite navegar por una geografía novedosa, una música homogénea, no repetitiva, que toma el aspecto de un acorde/una invención, que se oye como el acompañamiento necesario para las palabras del poema.
En los textos de Ballina, aparecen metáforas que en realidad son descubrimientos personales, surgen, brotan en conjunto, dando la impresión de composiciones armoniosas y no intercambiables. Lo cierto es que Ballina ha logrado que el lector avisado reconozca a través de sus poemas una voz personalísima, que no imita a nadie. Y lo hace con humildad, como si trabajara sólo con palabras sencillas, pero que en el medio de sus trabajos suenan pronunciadas por primera vez.

Foto: Osvaldo Ballina. Fuente: La mirada / Identidades, Osvaldo Ballina, Ediciones Al Margen, La Plata, 2016.

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