miércoles, 3 de enero de 2018

Diego Roel


Sólo manos verdaderas escriben poemas verdaderos.
Paul Celan, Carta a Hans Bender

Territorio

Este suelo no es de oro:
estamos obligados a escalar el abismo.

Dijiste:
sólo manos verdaderas escriben poemas verdaderos.

El oficio exige absoluta precisión,
manos curtidas por el roce de las cosas,          
una mirada que penetre
la niebla del día y de la noche.

Sí, es necesario un cuerpo que se prolongue hasta tocar
aquella línea en perpetuo movimiento
donde los otros cuerpos se deshacen. 

El oficio exige absoluta precisión.


Anábasis

A Jotaele Andrade

Soledad, otra vez
estás arriba y abajo, delante de mi cuerpo,
en el centro exacto de mi sangre.

Escucha la música que viene del pasado:
la bala se abrió como una flor en mi cabeza,
la bala hizo tres nidos en mi frente.

Me quebraron los ojos y los huesos.

Ya la órbita del sueño vierte el veneno
en toda palabra, en toda forma.
Ya la reja del lenguaje hunde su cuña,
clausura las vías del aliento.

Soledad, otra vez
estás arriba y abajo.

Escucha la música que viene del pasado.

Recuerda:
la corriente que enlazó a dos almas
vence a la muerte y permanece.


Santuario

Piedra a piedra,
avanzamos.

Con una migaja de luz
hicimos nuestra casa.                      
La hicimos con sangre y arena, la hicimos con ceniza.

Con los resabios del sueño
forjamos la imagen del destino.
La forjamos con sal y viento, la forjamos con ceniza.

Con lo que dejó la tormenta
cercamos el muro del abismo.
Lo cercamos con polvo de huesos, lo cercamos con ceniza.


Contraseña

A Horacio Castillo (h)

Lleva a tu boca
la flauta doble de la noche
y sopla.

Sopla hasta que aparezca un mundo.                   

Extranjero, alza la espiga,
pronuncia la antigua contraseña:
shibólet.

Lleva a tu boca
la raíz del árbol que los hombres llaman Nacimiento
y sopla.

Sopla hasta que se acreciente el otro mundo.

Extranjero, alza la espiga.


De este árbol, de este bosque

Madre,
molinos de viento arrastran
el recuerdo de tu nombre.

Yo acudo a las misas del invierno,
busco el desvío donde es posible todavía
armar un cuerpo, un mínimo refugio.

Me llevan las bestias de la luz.

Madre,
ahora escucho el susurro de las alas de los ángeles,
el parto repentino del lenguaje.

Una oreja, cercenada, escucha.

En la balanza de mi ojo peso
la nueva cifra del exilio.


Verde es la casa del olvido

La memoria se enrosca
como una serpiente en mi cabeza.

Apoyo las manos en el suelo,
siento la angustia de mi madre.
Apoyo las manos en el barro,
siento la vara de hierro de mi padre.

En la piedra escribo un nombre de mujer.

Ya suenan los tambores:
la vida enciende el color de la masacre.
Ya rechinan las puertas:
la muerte avanza sobre bosques y praderas.

Verde, verde, verde.
Verde es la casa del olvido.


Algo siempre sobrevive

Yo, aquí, bajo la estrella,
en la mandíbula del tiempo, digo:
no tengo hacia dónde ir.

Sobre mi carne se derrumba el cielo.

Hace tres días que mi cuerpo tiembla.
Hace tres noches que en mi frente silva
el animal de la memoria.

Yo, aquí, bajo la nube,
entre las sombras, digo:
no tengo hacia dónde ir.

NOTA DEL AUTOR

La palabra hebrea shibólet es hoy sinónimo de contraseña. Tal como aparece en el libro de los Jueces (12, 5-6), esta palabra, que significa “espiga” (o según otras fuentes, “corriente”, “torrente”) sirvió a los miembros de Galaad, seguidores de Jefté, para identificar y eliminar a sus oponentes efraimitas, que la pronunciaban sibólet.

Fuente: Shibólet, libro de próxima aparición. Gentileza de Diego Roel.

Diego Roel nació en Temperley, Provincia de Buenos Aires, en 1980. Vivió en distintos momentos en La Plata, donde creó y coordinó el ciclo de poesía denominado Cendra. Desde comienzos de este año reside en Neuquén. Publicó nueve libros de poesía: Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004, reeditado por Ediciones El Mono Armado en 2013), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005, reeditado por detodoslosmares en 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (Ediciones El Mono Armado, 2010, reeditado por detodoslosmares en 2014), Los Jardines del Aire (Ediciones El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (Ediciones El Mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016) y Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017). Próximamente, Griselda García Editora publicará Shibólet, su nuevo poemario. Con referencia a éste, escribe Valeria Pariso:

En medio del derrumbe es posible que el cuerpo entre en un espacio de refugio. Cada poema del nuevo libro de Diego Roel arma un mosaico cifrado por la luz o la sombra de aquello que si no es aprehendido,  se diluye.
Visionario y lúdico, el poeta,  nos dice:

busca el sonido que entre la palabra y el deseo
resplandece

Cree en lo que no ve, ahí encuentra el germen de lo que canta:

me quebraron los ojos y los huesos

Y sentencia:

Soledad, otra vez
estás arriba y abajo

Devela la situación del hombre que describe: está solo, ciego, desarmado.  Habla de su cuerpo roto, de la casa del derrumbe y de su país que  es un animal que ya no encuentra su alimento. Son las tres dimensiones de un mismo dolor.
Frente a este estado de situación, Roel da pistas, y una contraseña  secreta para que la vida sea posible: Shibólet.
Shibólet exige un lector atento que participe de la construcción de un cuerpo que resista,  que descubra  cómo se nombra un país, con qué materiales se levanta un poema.
Quien sigue las señales de los poemas llega a la última ratio: la esperanza.
Dice Roel:

Sopla hasta que aparezca un mundo

Y más adelante dice:

armar un cuerpo, un mínimo refugio

Todo este libro está escrito en el aire, como si el poeta hubiese estallado y dependiera de nosotros para volver a juntarse.

El poema se escribe con sangre, dice.

Habrá que creer y creernos.

Foto: Diego Roel. Fuente: Facebook.

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