La
farsa estudiantil
Todo el año han reinado las máscaras severas
de las ciencias que buscan la luz en los
abismos;
vieja danza de nombres, de oscuros silogismos
y de causas finales y de causas primeras.
Huraño el corazón ha sentido la vida
como un juego de sombras que ocultan el
destino;
y ha avanzado en la ruda soledad del camino
sin saber que la muerte es la sombra que
olvida.
Por violar el secreto de una armonía ignota
ha buscado el silencio de los libros
profundos,
y en la voz de las cosas y el girar de los
mundos
sólo ha visto la luz de una estrella remota.
Y al fin ha comprendido que es gran sabiduría
seguir la línea clara del propio pensamiento,
oír pasar la vida como quien oye un cuento
donde pasan volando seres de fantasía.
Hoy, por eso, se agita la juventud risueña
que abandona las aulas y sube hasta el
tablado.
Ya bastante la han visto con el ceño
nublado...
Hoy se canta y se ríe, hoy se bebe y se sueña.
(...)
Al fin la gran escuela la hallamos en la
historia:
una inmensa comedia todo en el mundo ha sido:
los hombres han llorado, los hombres han reído
para luego perderse sin rumbo en la memoria.
Histriones en las plazas, en las aulas
histriones:
agita sus muñecos la gran comedia humana...
¡Vivamos, compañeros, quién sabe si mañana
habrá ritmos vibrantes en nuestros corazones!
(...)
Donaires y piruetas y danzas y cantares.
Flores, versos, mujeres: la total armonía;
es la máscara antigua, es la vieja alegría
de cómicos alegres y pálidos juglares.
Hacia el cielo se eleva una voz cristalina,
y hay fragancia de rosas y tropel de carrera.
¡Cantad! que bajo el arco triunfal de
primavera
va cantando su fiesta la loca estudiantina.
Epílogo
Sollozos de violines, rumores de comparsa;
ya se va del tablado la farsa bullanguera...
Pero el mundo la llama, pero el mundo la
espera
porque el mundo se aburre si no ríe la farsa.
Todos hemos gozado, todos hemos reído.
Hemos visto a los hombres haciendo de muñecos,
iluminar la vida por medio de embelecos
para dar a las almas un momento de olvido.
Si no hubiera engaño, ¿de qué valiera el
mundo?
¿De qué la vida oscura sin luz de fantasía?
Verdad es el ensueño, verdad es la alegría...
Lo demás... es el viejo dolor de Segismundo.
La realidad existe porque el alma la crea;
en el fuego del alma se enciende toda lumbre:
para ella en esta vida no hay abismo ni cumbre
porque el rayo divino en su luz centellea.
(...)
Por eso va hacia el mundo la frágil caravana,
a continuar la farsa por todos los caminos;
alegres comediantes, juglares peregrinos,
inundarán de flores las sendas del mañana.
(...)
De lejanos violines llega el son errabundo.
Por calles y por plazas volará la armonía.
Verdad es el ensueño, verdad es la alegría...
Lo demás... es el viejo dolor de Segismundo.
Fuente: Obras de Héctor Ripa Alberdi, Edición
de homenaje del Grupo de Estudiantes Renovación, La Plata, 1925.
Héctor
Ripa Alberdi nació en Juárez, Provincia de Buenos
Aires, el 26 de enero de 1897. Desde
1909 hasta su muerte, acaecida imprevistamente el 13 de octubre de 1923, vivió
en La Plata. Tras recibirse de bachiller en el Colegio Nacional en 1916, cursó
estudios superiores en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNLP,
convirtiéndose en líder estudiantil y abanderado de la Reforma Universitaria.
Como tal, presidió la delegación argentina al primer Congreso Internacional de
Estudiantes celebrado en México en 1921, donde expresó su solidaridad con los
pueblos de América y la causa emancipadora. Fue alumno y amigo de Rafael
Alberto Arrieta y Arturo Marasso, y mantuvo estrechos vínculos con Pedro
Enríquez Ureña y Germán Arciniegas, entre otros intelectuales igualmente destacados.
Asimismo, ejerció la docencia y fundó con el Grupo de Estudiantes Renovación la
prestigiosa revista Valoraciones.
Publicó dos libros de poesía: Soledad
(1920) y El reposo musical (1923). A
ellos debe sumárseles un breve ensayo impreso como separata de la revista Humanidades, de La Plata: Sor Juana Inés de la Cruz (1923). En
1925, el Grupo de Estudiantes Renovación dio a conocer Obras de Héctor Ripa Alberdi (dos tomos), edición de homenaje que
reúne sus trabajos en prosa y en verso. Como Delheye, Mendióroz y López Merino,
Ripa Alberdi murió antes de los 30 años, dando origen con los nombrados a la
llamada “primavera fúnebre” o “primavera trágica”, denominación con que se
conoce a este grupo de poetas pertenecientes a la “primera generación platense”
o “generación del 17”. Horacio Ponce de León lo describe así: “De Héctor Ripa
Alberdi perdura la imagen que preside la Edición de Homenaje de sus obras
completas: un fino rostro vascuence, cuya frente ancha, despejada, meditativa,
parece resguardar el brillo soñador de los ojos... Pensamiento y ensueños
reunidos, buscando la perfección imposible, la quimérica coronación de la
belleza”. Más allá del “estudiante insurrecto de 1918” –como lo calificó
Enríquez Ureña–, Ripa Alberdi amó la soledad y el ocio contemplativo y sintió
inocultable admiración por los poetas griegos y latinos de la antigüedad, cuya
influencia se advierte en el singular clasicismo de su poesía. Con referencia
al primero de los poemas publicado en esta página e incluido póstumamente en Obras de Héctor Ripa Alberdi, señala
Alfredo Tarruella: “En La Plata, en los tiempos en que vivía Ripa, el Día del Estudiante,
el 21 de septiembre, era festejado con una estudiantina, la famosa farándula,
donde desfilaban carros alegóricos, bellas mujeres con elegante indumento de
colores y toda la alegría de la juventud desbordante. Entre sus poemas póstumos
hay una estudiantina: ‘La farsa estudiantil’... Esta composición fechada en
1922, un año antes de su muerte, es un himno a la alegría de los adolescentes, a
la exaltación pánica, que transformaba la ciudad en un ambiente de frivolidad
de sonoros cascabeles y de estrépitos insólitos”. “Epílogo”, por su parte, si
bien en Obras de Héctor Ripa Alberdi figura como poema
independiente a continuación de “La farsa estudiantil”, muy probablemente haya
sido escrito como culminación de este último.
Foto: Héctor Ripa Alberdi. Fuente:
Obras de Héctor Ripa Alberdi, Edición de homenaje del Grupo de Estudiantes
Renovación, La Plata, 1925.
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