jueves, 13 de febrero de 2014

Osvaldo Picardo




















El caracol

A Guillermo Thoubet

Pegado al vidrio repta sobre un fondo
reverdecido y novedoso.
Mi mundo a su alrededor se desplaza veloz
tanto que se le hace invisible,
sin existencia casi,
apenas una sombra breve.

El caracol que dejo pegado a la ventana
con la enorme casa a cuestas
no estará allí a mi regreso.

Es cosa de velocidades,
una ecuación de tiempos y escenarios.

Guillermo tenía leucemia.
Hablaba en los oídos de la mañana.
Y también reptaba en su vidrio
sobre un fondo de primavera.

Tuvo miedo, me dijo su esposa,
creyó ver algo más veloz,
apenas una sombra al final del  pasillo.

Tampoco él estará allí a mi regreso.
Ya no estaba cuando mi partida.
Sólo la lentitud del caracol,
pienso, mirando a través del vidrio,
tiene el peso necesario para lo eterno.
Cae con precisión en las grietas del tiempo.

Fuente: Apenas en el Mundo, Osvaldo Picardo, edición del autor, 1988.


Picaflores

Antes de correr la cortina frente a las calas
la velocidad se congeló en el aire.
Primero fue uno borroneando las alas
en el hilo desatado ante un gladiolo.
El otro cayó al lado en rebote pausado
y giraron trenzando el tallo de la tarde.

No los habías visto hasta entonces. Luego
leíste que tienen corazones enormes
para el tamaño diminuto de sus cuerpos.

Y también
que mueren de quietud durante el sueño.

Fuente: Quis quid ubi. Poemas de Quintiliano, Osvaldo Picardo, Editorial Martin, 1997.


Blues de septiembre

Fue en este mes, en el puerto, que la viste
entrar a un café que demolieron hace años.
“En realidad no sé” respondiste cuando preguntó
por una dirección que vos conocías demasiado bien.
Y salieron juntos, caminaron por la banquina,
y cayeron en el vórtice de una irrealidad.
Repitieron una ficción en que la única certeza
fue su cuerpo llenando tu boca al nombrarla.
Sin el café, pero como entonces, el mes se parece.
Sobre la cubierta de madera hecha piedra por la sal
el lobo de mar abre una noche filosa en su otra boca
y por su piel de aceite resbala la modorra del puerto.
Un barco también espera fuera del agua la reparación
hasta desaparecer entre latas y recuerdos.

Dos términos en una múltiple metáfora y un hecho sólo.
Un ahora y un ayer haciéndose el amor entre las ruinas.

Fuente: Quis quid ubi. Poemas de Quintiliano, Osvaldo Picardo, Editorial Martin, 1997.


La mano de dios

La pelota escapa con la poca elegancia
de una cabeza decapitada; rompe
con leyes de quietud y buenos modales. 
Pudiera ser un domingo, por la tarde
con calles vacías y silencio de pájaros.
Pudiera ser en cualquier parte,
en cualquier tiempo, efeméride patria
y/o circo romano.
Pero sólo fue
en un lugar y un momento. La cosa es
que el salto está todavía en el aire,
en el extremo exhausto de un músculo
contraído por una guerra y una derrota.
En el sexto minuto nació,
de un empatado segundo tiempo.

Y en la ovación callada, Maradona
por encima del Inglés se eleva. 

Después fue otro día, apenas salió el sol
y se habló de la trampa y hasta de dios. 

México,  junio de 1986

Fuente: Un balón envenenado. Poesía y fútbol (Antología de Luis García Montero y Chus Visor), Editorial Visor, Madrid, 2013.


A turtle’s dream

“And I can swim the ocean
and it´s deep and wide
and in the house above me abide”
                               Abby Lincoln

Como el de la tortuga es este sueño
y puedo nadar en el océano tan lentamente
ancho y profundo.
Y lo pienso y me sorprendo
de cómo ha venido a suceder.
En la lentitud habito mientras tanto,
y me hundo:
debajo está mi casa.
En las gordas burbujas que me reflejan
entre corales y fulgores sólo yo me veo.
Para ningún otro existo.

Apretado en el silencio de un puño
vacío curioseo en las cuevas. Busco
tesoros escondidos conociendo
que no existen. Algas como piernas
y elástica presunción
del revés de las aguas.
Lo demás no lo entiendo: sólo pasa.

Podría algún día soportar otro sueño
y no de esta manera
en que me olvido flotando en tus manos
la prehistórica coraza de un conciliado
reptil que bucea. Soñarme, por qué no,
pulpo ligero o calamar en su tinta.
Y si hay hambre, sopa de cangrejos
o langosta en la trágica cacerola.

No es más que abandono
enrollado
a tu almohada y hundida mi cabeza.
Verosimilitud cursi de otro reino,
insoportable de tan real e inútil.

Pero como la tortuga nadar puedo
lentamente en lo profundo y ancho.
Decir, imperdonable, por ejemplo:
naufrago dulcemente en este mar
y dejar que sólo vos me veas
tan ridículo poeta
soñando en seco.

Fuente: Una complicidad que sobrevive, Osvaldo Picardo, Editorial Martin, 2001.
 

Los que ven las cosas

Y sin embargo
hay algo más, en los pequeños diálogos
del momento...”
                                             Circe Maia

Pensándolo bien les debés
cada uno de tus gustos,
hasta los más groseros,
a las malas influencias
de amigos de paso.
Tomar con ellos una copa
y picar algo,
darle la mano a un desconocido
y adquirir
la obligación de la simpatía
vino a acompañarte
de a poco, sin molestias.

Hola ¿cómo estás?,
por ejemplo,
es el comienzo de un striptease
en que las ropas del desnudo
disfrazan con íntimos olores
y fraternos
manotazos de ahogado.

Y hablar mal. Mal
con el deleite de la envidia
en el refugio ancestral
de una justificación: motivos
 no faltan.

Historias que se entrecruzan
empezadas siempre,
sobreentendidas, deformes
en un viaje aburrido
mientras se tejen las fábulas del
yo soy.

No son sino ellos los que ven las cosas.
Y no queda más qué hacer
que nos las cuenten
y luego
contarlas hasta creerlas propias.

Espejismo de salvación
que transforma la necesidad horrible
en objeto de amor,
“no se puede vivir en el silencio”.

Fuente: Una complicidad que sobrevive, Osvaldo Picardo, Editorial Martin, 2001.


El arte de la pesca

a Ettore, il mio amico

En la escollera, las cañas anuncian
algo siempre inminente. La espera
del pescador sucede al primer pez.
Parece mentira, pero
lo que ya sucedió es lo que se espera,
aunque no vuelva a suceder.

La metáfora nos tienta y te preguntás
si no será una exageración que cada acto
de nuestras vidas signifique algo más
que lo que pasa. Las cosas están ahí
y el dedo que las muestra no es “las cosas”. 

Tironea debajo y se resiste una corvina
de esas que pesan más en las manos
del pescador que en la balanza.
Se sabe que es corvina antes de que salga,
hasta antes de que elijamos la carnada.

Luego, puede repetirse el truco,
el anzuelo, la tanza, la plomada.

Pero el pez no vuelve a picar
y tal vez no vuelva a hacerlo.

Con esa incertidumbre, se prende el farol
y miramos cómo oscurece.

Fuente: Pasiones de la línea. Poemas de Nicolás de Cusa, Osvaldo Picardo, Ediciones En Danza, 2008.


El ignorante

Nunca sabremos realmente por qué
hemos vivido. No alcanzan las palabras.

Sobre el mismo mar se levanta el sol.
Ante el mismo mar
un mediodía, alguien se para en la costa
y mira. Sólo eso y nada dice. ¿Qué espera ver?

Mirar no es ver sólo esto que se muestra,
ni siquiera lo que existe. Las olas hablan
de regresos largamente olvidados,
a veces sin que nadie haya partido.

Una gaviota y un poste de luz parecen
ser el centro del universo. A su alrededor
la circunferencia de tu ignorancia
es como ese pescador y su caña,
una eternidad demasiado larga.

Hubo muchas veces en que creíste
haber nacido para algo. Fue esa fe
la que te empujó a decisiones definitivas.
Pero el resto lo decidió

un puro instinto de felicidad
acontecido para ser superado.

Fuente: Pasiones de la línea. Poemas de Nicolás de Cusa, Osvaldo Picardo, Ediciones En Danza, 2008.


X

Nada más intrascendente que una hormiga.
Leo. Y esa clase de intrascendencia –pienso–
heredará, algún día, la tierra.

Sus antepasados lograron el vuelo
pero se fueron aceptando esclavas
convencidas de su lugar en el mundo.

Un orgullo secreto las revela hermanas
simplemente por la memoria
de un olor al momento de nacer.

Contra todas ellas, las negras, las obreras,
las coloradas, las voladoras, 
se levantó la Villa Victoria Ocampo. 

Sombra veraniega de San Isidro,
que trajeron, a pedazos, desde Inglaterra,
seguramente llenos de trascendencia.

De aquellas batallas de verano, antes de las lluvias,
contra las hormigas,
no quedan registros epistolares  ni diarios íntimos.

Sólo la convicción subterránea
de que serán las que sobrevivan
y el resto, silencio.

Fuente: Mar del Plata seguido de Otros lugares y viajes, Osvaldo Picardo, Ediciones de la Universidad Nacional del Litoral, 2012.

Osvaldo Picardo nació en Mar del Plata en 1955. Vivió en La Plata entre 1974 y 1982. En esta ciudad cursó estudios en la Facultad de Bellas Artes y más tarde en la de Humanidades y Ciencias de la Educación. Actualmente, reside en su ciudad natal. Es poeta, ensayista y crítico literario. Al mismo tiempo, ejerce la docencia y se desempeña como editor. Produjo y dirigió el programa radial "El Otro Lado: diario de poesía", en 1994, y organizó el 1er. Encuentro Nacional de Poetas, Mar del Plata 1998, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. De esta última experiencia surgió el proyecto Mapas de Poesía Argentina, que dio como fruto la publicación de su ensayo y antología Primer mapa de poesía argentina. Solicitudes y urgencia. El noroeste: La Carpa y Tarja (2000). Fundó y dirigió, entre 2001 y 2009, la revista cultural La Pecera, de la que aparecieron 14 números. Entre 2005 y 2013, fue director editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Colaboró, además, con el Suplemento Literario de Télam entre  2010 y 2012 y con catálogos para exposiciones plásticas y revistas culturales; entre ellas: La Estafeta del Viento, de Casa de América (Madrid), Cuadernos Hispanoamericanos, AECI, (Madrid) y Hablar de Poesía (Buenos Aires). Como poeta, participó en numerosos congresos y festivales de poesía. Su obra poética publicada incluye los siguientes libros: Apenas en el mundo (1988), Poemas con tu altura (1989), Letras en una esfera armilar (1991), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis, quid, ubi. Poemas de Quintiliano (1997), Una complicidad que sobrevive (2001), Pasiones de la Línea. Poemas de Nicolás de Cusa (2008) y Mar del Plata seguido de Otros lugares y viajes (2012). Recibió, entre otras distinciones, el premio del Fondo Nacional de las Artes del año 2000 por Una complicidad que sobrevive. Poemas suyos fueron recogidos en varias antologías, entre las que cabe mencionar: Poesía Argentina de Fin de Siglo (Vinciguerra, 1996), Signos vitales. Una antología poética de los 80 (Editorial Martin, 2002) y Poesía Argentina del S. XX  (Visor, 2010). Una selección antológica de sus poemas fue publicada, asimismo, por “Cuadernos orquestados”, colección dirigida por Abel Robino, con el título O. P. Vida de poesía (Ernesto Girard Editor, 2008). Según Héctor Freire, Picardo “...no deja de agotar en sus poemas el campo de lo posible. Con mirada asombrada y no con el aburrimiento retórico ante lo cotidiano. A veces con ironía como resistencia contra la resignación, con sutiles y líricas e intelectuales pinceladas, para neutralizar la rutina y lo siniestro, entendido éste por Freud “como aquello familiar que se tornado desconocido… Escribir, para Picardo, aunque no sea nada más que una simple palabra, es constatar, en ese mismo instante, que una lengua está ahí, y se agita afanosa, y con ella todas las ambigüedades, los espejismos y todo el pasado del lenguaje… En este sentido, creo que uno de los ejes a partir del cual se genera y estructura el discurrir poético del autor es el problema de la memoria, el pasado que se impone a pesar de toda voluntad, pero sobre todo la de un sujeto perforado por varias voces. El peso de lo histórico y de la tradición cultural. En sus poemas conviven y dialogan (o sea entran en conflicto) Quintiliano, Catón, Séneca o Nicolás de Cusa, con personajes, situaciones cotidianas y animales emblemáticos como los picaflores, esos seres poéticos “de corazones enormes y cuerpos diminutos que mueren de quietud durante el sueño”. El proceso de asimilación de elementos ajenos, que en mayor o menor grado, advertimos en todo creador, en el caso de Osvaldo Picardo presenta un interés muy particular: es uno de los rasgos que lo distinguen. Sin embargo, esta poesía no es hermética ni oscura, por el contrario, es de una extrema claridad en los detalles. No hay nada impreciso en sus imágenes, ninguna niebla alrededor de los sentimientos que formula, sus medios de expresión son directos y los planos de su puesta en escena están trazados con precisión”.

 Foto: Osvaldo Picardo. Fuente: Wikipedia.

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