El caracol
A Guillermo
Thoubet
Pegado
al vidrio repta sobre un fondo
reverdecido
y novedoso.
Mi
mundo a su alrededor se desplaza veloz
tanto
que se le hace invisible,
sin
existencia casi,
apenas
una sombra breve.
El
caracol que dejo pegado a la ventana
con
la enorme casa a cuestas
no
estará allí a mi regreso.
Es
cosa de velocidades,
una
ecuación de tiempos y escenarios.
Guillermo
tenía leucemia.
Hablaba
en los oídos de la mañana.
Y
también reptaba en su vidrio
sobre
un fondo de primavera.
Tuvo
miedo, me dijo su esposa,
creyó
ver algo más veloz,
apenas
una sombra al final del pasillo.
Tampoco
él estará allí a mi regreso.
Ya no
estaba cuando mi partida.
Sólo
la lentitud del caracol,
pienso,
mirando a través del vidrio,
tiene
el peso necesario para lo eterno.
Cae
con precisión en las grietas del tiempo.
Fuente:
Apenas
en el Mundo,
Osvaldo Picardo, edición del autor, 1988.
Picaflores
Antes de
correr la cortina frente a las calas
la
velocidad se congeló en el aire.
Primero
fue uno borroneando las alas
en el
hilo desatado ante un gladiolo.
El otro
cayó al lado en rebote pausado
y giraron
trenzando el tallo de la tarde.
No los
habías visto hasta entonces. Luego
leíste
que tienen corazones enormes
para el
tamaño diminuto de sus cuerpos.
Y también
que
mueren de quietud durante el sueño.
Fuente: Quis quid ubi. Poemas de Quintiliano, Osvaldo
Picardo, Editorial Martin, 1997.
Blues de septiembre
Fue
en este mes, en el puerto, que la viste
entrar
a un café que demolieron hace años.
“En
realidad no sé” respondiste cuando preguntó
por
una dirección que vos conocías demasiado bien.
Y
salieron juntos, caminaron por la banquina,
y
cayeron en el vórtice de una irrealidad.
Repitieron
una ficción en que la única certeza
fue
su cuerpo llenando tu boca al nombrarla.
Sin
el café, pero como entonces, el mes se parece.
Sobre
la cubierta de madera hecha piedra por la sal
el
lobo de mar abre una noche filosa en su otra boca
y por
su piel de aceite resbala la modorra del puerto.
Un
barco también espera fuera del agua la reparación
hasta
desaparecer entre latas y recuerdos.
Dos
términos en una múltiple metáfora y un hecho sólo.
Un
ahora y un ayer haciéndose el amor entre las ruinas.
Fuente: Quis quid ubi. Poemas de Quintiliano, Osvaldo Picardo, Editorial Martin, 1997.
La mano de dios
La
pelota escapa con la poca elegancia
de una
cabeza decapitada; rompe
con
leyes de quietud y buenos modales.
Pudiera
ser un domingo, por la tarde
con
calles vacías y silencio de pájaros.
Pudiera
ser en cualquier parte,
en
cualquier tiempo, efeméride patria
y/o
circo romano.
Pero sólo fue
en un
lugar y un momento. La cosa es
que el
salto está todavía en el aire,
en el
extremo exhausto de un músculo
contraído
por una guerra y una derrota.
En el
sexto minuto nació,
de un
empatado segundo tiempo.
Y en la
ovación callada, Maradona
por
encima del Inglés se eleva.
Después
fue otro día, apenas salió el sol
y se
habló de la trampa y hasta de dios.
México, junio de 1986
Fuente: Un balón envenenado. Poesía y fútbol (Antología de Luis García Montero y Chus Visor), Editorial Visor, Madrid, 2013.
A turtle’s dream
“And I can swim the ocean
and it´s deep and wide
and in the house above me abide”
Abby Lincoln
Como el de la tortuga es este sueño
y puedo nadar en el océano tan lentamente
ancho y profundo.
Y lo pienso y me sorprendo
de cómo ha venido a suceder.
En la lentitud habito mientras tanto,
y me hundo:
debajo está mi casa.
En las gordas burbujas que me reflejan
entre corales y fulgores sólo yo me veo.
Para ningún otro existo.
Apretado en el silencio de un puño
vacío curioseo en las cuevas. Busco
tesoros escondidos conociendo
que no existen. Algas como piernas
y elástica presunción
del revés de las aguas.
Lo demás no lo entiendo: sólo pasa.
Podría algún día soportar otro sueño
y no de esta manera
en que me olvido flotando en tus manos
la prehistórica coraza de un conciliado
reptil que bucea. Soñarme, por qué no,
pulpo ligero o calamar en su tinta.
Y si hay hambre, sopa de cangrejos
o langosta en la trágica cacerola.
No es más que abandono
enrollado
a tu almohada y hundida mi cabeza.
Verosimilitud cursi de otro reino,
insoportable de tan real e inútil.
Pero como la tortuga nadar puedo
lentamente en lo profundo y ancho.
Decir, imperdonable, por ejemplo:
naufrago dulcemente en este mar
y dejar que sólo vos me veas
tan ridículo poeta
soñando en seco.
Fuente: Una complicidad que sobrevive, Osvaldo Picardo, Editorial
Martin, 2001.
Los que ven las cosas
“Y sin embargo
hay algo más, en los pequeños diálogos
del momento...”
Circe Maia
Pensándolo bien les debés
cada uno de tus gustos,
hasta los más groseros,
a las malas influencias
de amigos de paso.
Tomar con ellos una copa
y picar algo,
darle la mano a un desconocido
y adquirir
la obligación de la simpatía
vino a acompañarte
de a poco, sin molestias.
Hola ¿cómo estás?,
por ejemplo,
es el comienzo de un striptease
en que las ropas del desnudo
disfrazan con íntimos olores
y fraternos
manotazos de ahogado.
Y hablar mal. Mal
con el deleite de la envidia
en el refugio ancestral
de una justificación: motivos
no faltan.
Historias que se entrecruzan
empezadas siempre,
sobreentendidas, deformes
en un viaje aburrido
mientras se tejen las fábulas del
yo soy.
No son sino ellos los que ven las cosas.
Y no queda más qué hacer
que nos las cuenten
y luego
contarlas hasta creerlas propias.
Espejismo de salvación
que transforma la necesidad horrible
en objeto de amor,
“no se puede vivir en el
silencio”.
Fuente:
Una
complicidad que sobrevive, Osvaldo Picardo, Editorial Martin, 2001.
El arte de la pesca
a Ettore, il mio amico
En
la escollera, las cañas anuncian
algo
siempre inminente. La espera
del
pescador sucede al primer pez.
Parece
mentira, pero
lo
que ya sucedió es lo que se espera,
aunque
no vuelva a suceder.
La
metáfora nos tienta y te preguntás
si
no será una exageración que cada acto
de
nuestras vidas signifique algo más
que
lo que pasa. Las cosas están ahí
y
el dedo que las muestra no es “las cosas”.
Tironea
debajo y se resiste una corvina
de
esas que pesan más en las manos
del
pescador que en la balanza.
Se
sabe que es corvina antes de que salga,
hasta
antes de que elijamos la carnada.
Luego,
puede repetirse el truco,
el
anzuelo, la tanza, la plomada.
Pero
el pez no vuelve a picar
y
tal vez no vuelva a hacerlo.
Con
esa incertidumbre, se prende el farol
y
miramos cómo oscurece.
Fuente: Pasiones de la línea. Poemas de Nicolás de Cusa, Osvaldo Picardo, Ediciones En Danza, 2008.
El ignorante
Nunca sabremos realmente por qué
hemos vivido. No alcanzan las palabras.
Sobre
el mismo mar se levanta el sol.
Ante
el mismo mar
un
mediodía, alguien se para en la costa
y
mira. Sólo eso y nada dice. ¿Qué espera ver?
Mirar
no es ver sólo esto que se muestra,
ni
siquiera lo que existe. Las olas hablan
de
regresos largamente olvidados,
a
veces sin que nadie haya partido.
Una
gaviota y un poste de luz parecen
ser
el centro del universo. A su alrededor
la
circunferencia de tu ignorancia
es
como ese pescador y su caña,
una
eternidad demasiado larga.
Hubo muchas veces en que creíste
haber nacido para algo. Fue esa fe
la que te empujó a decisiones definitivas.
Pero el resto lo decidió
un puro instinto de felicidad
acontecido para ser superado.
Fuente: Pasiones de la línea. Poemas de Nicolás de Cusa, Osvaldo Picardo, Ediciones En Danza, 2008.
X
Nada
más intrascendente que una hormiga.
Leo.
Y esa clase de intrascendencia –pienso–
heredará,
algún día, la tierra.
Sus
antepasados lograron el vuelo
pero
se fueron aceptando esclavas
convencidas
de su lugar en el mundo.
Un
orgullo secreto las revela hermanas
simplemente
por la memoria
de un
olor al momento de nacer.
Contra
todas ellas, las negras, las obreras,
las
coloradas, las voladoras,
se
levantó la Villa
Victoria Ocampo.
Sombra veraniega de
San Isidro,
que trajeron, a
pedazos, desde Inglaterra,
seguramente llenos
de trascendencia.
De
aquellas batallas de verano, antes de las lluvias,
contra
las hormigas,
no
quedan registros epistolares ni diarios
íntimos.
Sólo
la convicción subterránea
de
que serán las que sobrevivan
y el resto,
silencio.
Fuente: Mar del Plata seguido de
Otros lugares y viajes, Osvaldo Picardo, Ediciones de la Universidad
Nacional del Litoral, 2012.
Osvaldo Picardo nació en Mar del Plata en 1955. Vivió en La
Plata entre 1974 y 1982. En esta ciudad cursó estudios en la Facultad de Bellas
Artes y más tarde en la de Humanidades y Ciencias de la Educación. Actualmente,
reside en su ciudad natal. Es poeta, ensayista y crítico literario. Al mismo
tiempo, ejerce la docencia y se desempeña como editor. Produjo y dirigió el
programa radial "El Otro Lado: diario de poesía", en 1994, y organizó
el 1er. Encuentro Nacional de Poetas, Mar del Plata 1998, auspiciado por la
Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. De esta última
experiencia surgió el proyecto Mapas de Poesía Argentina, que dio como fruto la
publicación de su ensayo y antología Primer mapa de poesía argentina. Solicitudes y urgencia. El noroeste:
La Carpa y Tarja (2000). Fundó y dirigió,
entre 2001 y 2009, la revista cultural La
Pecera, de la que aparecieron 14 números. Entre 2005 y 2013, fue director
editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Colaboró, además, con el
Suplemento Literario de Télam entre 2010
y 2012 y con catálogos para exposiciones plásticas y revistas culturales; entre
ellas: La Estafeta del Viento, de
Casa de América (Madrid), Cuadernos
Hispanoamericanos, AECI, (Madrid) y Hablar
de Poesía (Buenos Aires). Como poeta, participó en numerosos congresos y
festivales de poesía. Su obra poética publicada
incluye los siguientes libros: Apenas en el mundo (1988), Poemas con tu altura
(1989), Letras en una esfera armilar
(1991), Dejar sin ventanas la verdad
(1993), Quis, quid, ubi. Poemas de
Quintiliano (1997), Una complicidad
que sobrevive (2001), Pasiones de la
Línea. Poemas de Nicolás de Cusa (2008) y Mar del Plata
seguido de Otros lugares y viajes (2012). Recibió, entre otras distinciones,
el premio del Fondo Nacional de las Artes del año 2000 por Una complicidad que sobrevive. Poemas suyos fueron recogidos en
varias antologías, entre las que cabe mencionar: Poesía Argentina
de Fin de Siglo (Vinciguerra, 1996), Signos
vitales. Una antología poética de
los 80 (Editorial Martin, 2002) y Poesía
Argentina del S. XX (Visor, 2010).
Una selección antológica de sus poemas fue publicada, asimismo, por “Cuadernos
orquestados”, colección dirigida por Abel Robino, con el título O. P. Vida de poesía (Ernesto Girard Editor, 2008). Según Héctor Freire, Picardo “...no deja de
agotar en sus poemas el campo de lo posible. Con mirada asombrada y no con el
aburrimiento retórico ante lo cotidiano. A veces con ironía como resistencia
contra la resignación, con sutiles y líricas e intelectuales pinceladas, para
neutralizar la rutina y lo siniestro, entendido éste por Freud “como aquello
familiar que se tornado desconocido… Escribir, para Picardo, aunque no sea nada
más que una simple palabra, es constatar, en ese mismo instante, que una lengua
está ahí, y se agita afanosa, y con ella todas las ambigüedades, los espejismos
y todo el pasado del lenguaje… En este sentido, creo que uno de los ejes a
partir del cual se genera y estructura el discurrir poético del autor es el problema
de la memoria, el pasado que se impone a pesar de toda voluntad, pero sobre
todo la de un sujeto perforado por varias voces. El peso de lo histórico y de
la tradición cultural. En sus poemas conviven y dialogan (o sea entran en
conflicto) Quintiliano, Catón, Séneca o Nicolás de Cusa, con personajes,
situaciones cotidianas y animales emblemáticos como los picaflores, esos seres
poéticos “de corazones enormes y cuerpos diminutos que mueren de quietud
durante el sueño”. El proceso de asimilación de elementos ajenos, que en
mayor o menor grado, advertimos en todo creador, en el caso de Osvaldo Picardo
presenta un interés muy particular: es uno de los rasgos que lo distinguen. Sin
embargo, esta poesía no es hermética ni oscura, por el contrario, es de una extrema
claridad en los detalles. No hay nada impreciso en sus imágenes, ninguna niebla
alrededor de los sentimientos que formula, sus medios de expresión son directos
y los planos de su puesta en escena están trazados con precisión”.
Foto: Osvaldo Picardo. Fuente: Wikipedia.
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