viernes, 1 de marzo de 2013

Norberto Silvetti Paz






















Álamos

Beber un vino solitario,
a las seis, cuando el cielo
cristalino de octubre cae
lento y el día es
anónima medida, cifra
que cada cual recoge y dobla
como antigua carta de amor,
estéril, en la memoria;
beber sin nadie el vino,
beberlo como un símbolo
de amistad con lo otro
que comienza en el límite
de nuestra piel: es lo que llaman
algunos, estar solo,
otros, los que no saben
la destructiva labor del alma,
estar en armonía, acuerdo
consigo, satisfecho, incólume
como el canto de la cigarra.

Sombra, extravío o fronteriza
claridad descienden
sobre el que bebe, a cierta hora,
bajo el atardecer, su sangre,
profanando el secreto
o la esencia del límite
que instituyen la sangre y el vino
como un oscuro simulacro.

Luce en vano el externo sol, en vano
estremece hojas el viento,
tiembla el álamo y la retórica
paloma insinúa su alianza
del yo y el tiempo; en vano
desandaremos los caminos,
pediremos a la memoria
un perfume
o el resplandor de algunos ojos
amados y remotos;
las ramas de los sauces tocan
la sobriedad del agua: un día
nos iremos en vano.

Fuente: Ensayos elegíacos, Norberto Silvetti Paz, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1968.


Lectura de la mano

A tus ojos no faltará la angustia
ni a tu corazón el derrumbe;
sobre tu cabeza penderá en las tinieblas
el aciago, inestable vuelo del picaflor,
pero no el canto de las cigarras.
Las no encontradas tumbas del desierto
retienen todavía tu rostro,
mano no habrá que excave
de allí tu cabeza, tu cintura, tu pelo.
Seguirá el tiempo destruyendo
nuestra causa común y tu risa,
y nubes de escribanos consignarán tus nombres
sobre los bronces del olvido;
asegurada hasta en la muerte
escucharás –distraída
de tanto cielo interior– el ritmo
desigual del pájaro viajero
que partió hacia términos prohibidos, sagrados,
para volver con la noticia
de que allí tú no existes.

Fuente: Cifras, signos, estaciones, Norberto Silvetti Paz, Editorial Cuarto Poder, Buenos Aires, 1976.


Gilgamesch

Roto por dentro, las raíces
del corazón expuestas al viento
de la memoria, parte
en la noche a buscar la hierba
de la inmortalidad en el reino
de su muerte, profético,
tal vez soñando. Muere
tres veces y tres veces renace en la dulce
mano largamente esperada,
y largamente rueda
de ternura en ternura al cielo
destruido de su carne.

Tal vez escuchó entonces llantos de pájaros,
o en míseras ciudades
quemado vio su cuerpo, su sombra,
blasfemado su nombre,
quebradas sus rodillas. Tal vez su boca
puso sobre mujeres bajo pórticos
donde una avara divinidad
vigila las tinajas
que los males y los bienes preservan.

En su jardín descansa ahora
bajo lacios robles que miran
y hacia el agua proyectan mundos.
Pronuncia nombres, ven sus ojos
desvelados correr la noche
por el desierto, tras el perro
de sus días, y los penachos de la muerte
trémulos coronar las alturas.

Así en la larga pausa de las palabras,
sentado a la mesa del sueño,
este guerrero, señor del tiempo,
bebe el vino del tiempo.
Ya llegará después el relámpago
a deshacerlo para siempre.

Fuente: Cifras, signos, estaciones, Norberto Silvetti Paz, Editorial Cuarto Poder, Buenos Aires, 1976.

Norberto Silvetti Paz nació en Tucumán el 6 de junio de 1921. Pasó su infancia en La Plata y luego de contraer matrimonio se radicó en City Bell. También vivió alternativamente en Buenos Aires. Se recibió de Profesor en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata y en 1963 obtuvo el Doctorado en Filosofía en la Universidad de Heidelberg. Fue poeta, escritor y traductor de griego y alemán. Publicó los siguientes libros de poesía: El mundo extraño (1956), Las noches y la pena (1957), La tribulación y el reino (1960), Ensayos elegíacos (1968), Cifras, signos, estaciones (1976) y La noche de Odiseo (1994). En 1986 dio a conocer su única novela: Los escorpiones. Tradujo a autores alemanes como Goethe, Brecht, Hesse, Adorno, Jaspers y Heidegger, por lo que obtuvo en 1964 la beca Humboldt, otorgada por la Universidad de Bonn. Recibió, entre otras distinciones, el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes (1968), La Medalla Goethe de la República Federal Alemana (1982) y el Premio Konex (1984). Silvetti Paz perteneció a la generación del 40, caracterizada como neorromántica, pero fue dueño de un estilo personal que lo diferenció. Sostenida por un formalismo riguroso, su poesía supo combinar lirismo y reflexión en dosis semejantes, haciéndose eco de un pensamiento próximo al nihilismo, cuyo propósito consistió en indagar, con pasión metafísica, las leyes secretas del mundo y de la vida. Murió en La Plata el 3 de febrero de 2005.

Foto: Norberto Silvetti Paz. Fuente: Diario El Día, La Plata, miércoles 2 de marzo de 2011.

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