jueves, 1 de noviembre de 2012

Leandro López




















El reino paralelo

I

Nadie entra en mi reino deshabitado púrpura
ni siquiera yo estoy seguro de su existencia
a veces un olor carcomido de sauce frondoso
denuncia una cruz o un pájaro otras
un golpe de vasos colmados derrama una intemperie
azul otras mi lengua transpira un zumo
de brote estallido de peñasco en punta.

Nadie comparte la flor que muerdo cada mañana
cuando las hebras de un sol eunuco y el vómito
recurrente y la ceniza desplegada en los cristales
y la madera abierta con ojos saltones de insecto borracho
y el chirrido de una cortina al cerrarse
cuando el impulso niega el borde y el cielo
con tarántulas cede en retazos bermejos y los abismos
reunidos en un culto que los supera y la transición
hacia colillas de esperma gira sobre la cuna vacía
y los héroes imposibles agitan el fantasma paria
que no alcanza a justificarlos y entonces
una mancha de ameba atragantada en todo suspiro.

Nadie recuerda haber dejado las huellas que me nutren
estigmas con uñas como brasas y en carne viva
un dios harapiento barrotes gélidos y espinas
que clausuran las posibilidades con cabeza de medusa
llagas en erupción de miedos aguijonados como
estatuas mohosas señales en desvarío al fondo
de un cenicero como páginas arrancadas a la voz
de los tachos de basura hablan los floreros abandonados
en casas de niebla y la persistencia de los topos
y las terrazas y las raíces y el hombre
engendrado por la bestia en sus horas de ocio.

Nadie comprende el aislamiento de reloj detenido
el saco apolillado y febril las costumbres
inútiles que entretejen el hastío y el grito
no nacido propaga el fuego de la súplica pagana
el aislamiento de tortuga caparazón impenetrable
y el vaho de charcos constantes fecundación
de la espera con tentáculos de ámbar
y el río que muere en el sacrificio de la luz
negación que corroe el sexo de lo dado desde el margen
de lo puro el aislamiento de cañería rota
cada lágrima sobre la piedra vocación de altar
cada suburbio párpados sucios y semillas.
Nadie reconoce esta dignidad de ostra hueca
la tristeza con colmillos hincados en el cuerpo
veneno circular ardor de úlcera y precipicio inconexo
un calambre esparce escarabajos en la piel
la piel sabe a tiempo y a olvido las yemas
sobre la memoria templada de triunfos ya obsoletos
y el remordimiento hongo cristalino
que succiona raspa abisma en el abandono
la dignidad es un callejón húmedo sin fin
siempre hacia nunca dónde el desnudo
mártir en descenso entre hiedras lascivas
como mareo escoltado por la renuncia.

Nadie sostiene esta tierra porosa estremecimiento cautivo
las manos ajadas en sangre teatro dionisíaco
en el anuncio de las eras y la memoria
islote a la deriva con nudos de serpientes
capullos cayendo ser los capullos cayendo
en el aire espeso el alba después del sentido
torres escalonadas en turbación de rosas libres
este perfume de musgo óxido en los huesos
y el despojo en balanceo de viento ley
proferida entre criminales seguros de su santidad
y la abundancia en un eco tajeado ser
en otro plano cerca en la lejanía campo
rendido en el marco de una reproducción barata
esta tierra exhausta sin brotes sin néctar sin
el reclamo a martillazos de los hambrientos
sola ignorada el valor de un anillo en un dedo
amputado esta tierra febril huérfana muda
secuencia sin causa sin porvenir sin hogueras
contra lo marchito lo certero lo inevitable.

Nadie sueña la impiedad de este claustro
belleza de escorpión de cucaracha aplastada
de límite abierto a tormentas más allá
donde el roce de una frase infinita
agregar una palabra y morir y círculo
la órbita desprovista de excusas este letargo
prolongado en un gesto rígido que denuncia
y somete extraña paz revuelta de cigarrillos
fugaces de alcohol de cartas incongruentes
la vida es una partida de póker sobre la mesa
del aburrimiento aturde brújula frenética
desperdicio de pies descalzos hacia
la quema final del único testimonio.

Nadie pregunta por esta inmolación gratuita
lo fácil es la devoción con templo y con rodillas
la locura enseña relatividades altera el centro
puntos suspensivos paréntesis puntos suspensivos
cuando las estrellas trazan la ruta del fuego
y el tiempo se comprime en agujeros densos
lo inapelable el filo de las contradicciones
para siempre irresolutas ese es mi tiempo
en la frontera de los cipreses piramidales
y decir he partido he penetrado he vuelto
para este tiempo no mío desviación desgarro.

Fuente: Gentileza de Leandro López

Leandro López nació en La Plata en 1978. Es docente y corrector literario. Como integrante del taller de Ana Emilia Lahitte, dio a conocer algunos de sus poemas en Hojas de Sudestada 288 (2000). Actualmente, su obra poética publicada incluye Caídas sobre caídas (2001) y Postales anacrónicas (2007). Acerca de este último libro, escribió Horacio Preler: “Desde la sensibilidad de Leandro López la tarea de crear y crecer se transforma en una ardua labor que se alimenta de la soledad... Poeta de soledades, Leandro López nos da la sensación de una presencia incierta frente a lo cotidiano... El niño inseguro que guía sus pasos le impide encontrar la claridad que su corazón reclama, mientras describe en sus temas un mundo dolorido y contradictorio que lo lleva al descubrimiento y al asombro”. El poema publicado en esta página pertenece a El reino paralelo, libro que editará próximamente El Mono Armado.

Foto: Leandro López. Fuente: C. C.

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