martes, 28 de agosto de 2018

Andrés Szychowski


Albergue

Fui al cementerio, trotando.
Desde la reja del curioso
albergue, la oscuridad dejo ver
un juego de luces, un ritmo
sugestivo, figuras erizadas.

Salí disparado, claro, pero
retomé el paso deportivo
cuando entendí que se trataba
de una movida electrónica.

Tal vez el festejo de fin de curso
de un seminario
de antropología forense.


Esquela

a Silvia Montenegro

El problema era el miedo
al tráfico de órganos.

Por eso no hablé
más de cinco minutos
con la primera
en Mar del Plata.
Ni con la segunda, en Morón.

Tampoco con las siguientes,
casi siempre en La Feliz.

Cuando se presentaba la oportunidad
no podía dejar de pensar
en la opción del vaciamiento.

Despertar en un descampado
con una sutura muy desprolija
y morada. Despertar en ese descampado
con una esquela en la panza
sujetada con cinta para gasa

que diga: ¿qué esperás? andá
al hospital más cercano, me gustaste,
no hagas movimientos bruscos.


Gómez y la poesía

a Horacio Fiebelkorn

El señor Gómez
frecuenta el buffet
de la Cámara Argentina.
Tiene lancha,
caña de pescar.
Contactos.
Conoce los pasillos
del Ministerio
como su palma.
Se hizo de abajo.
Ama a su país.
Usa reloj grande.
Nació tullido
y fue amado
por las mujeres
de los otros
y admirado
por los hombres
de esas mujeres
y de sus hermanas.
Legó una tesina.
Conoce la palabra hinduismo.
Cultura general tiene.
Eso sí, no lee poesía.
Por principios.
Lo cual no importa para nada
porque no es el caso.
Perdón, ojeó poemas
de René Karl Whilhelm Johann Josef Maria Rilke
que le regalara
el Señor Ministro
a instancias
de su bella esposa,
que en paz descanse.


Doctos

a Eduardo Rezzano

Olemos como ratas.
Somos doctos también como ratas:

distinguimos lo fétido
de lo no fétido.

Anclados en los sentimientos
más toscos, declaramos
la paz mundial como ratas.

Hay quienes ven
en el avance de la
Descomposición

el triunfo de la industria
de la heladera.

Por lo demás, los poemas
son mejores o peores.


Cinta

Me da la espalda
un poeta al que le asoma
una incipiente joroba.

Una especie de muñón.
Sustancia comprimida
a punto de estallar
y empapar el escenario.

El hecho de que este poeta
sea muy comedido
abona la hipótesis:

de un momento a otro
soltará lo Guardado.
Dos puntos, caos.

Cuando agudizo la mirada
como Saint-Exupéry,
noto que no se trata
de una malformación
sino de una piedra

cuidadosamente sujetada
con cinta empaquetadora.

A fin de cuentas
todo poeta tiene
derecho a cargar
su piedra preciosa
como le plazca.


Niño

El cíclope está a mi lado.
El poema está a mi lado.
El niño está a mi lado.
El renacuajo está a mi lado.
El grano de arena está a mi lado.
El viento está a mi lado, por

lo que el grano de arena
vuela hacia el ojo de la bestia
que tropieza con el poema
y aplasta al niño,
mientras suelto al renacuajo
en una palangana con agua estancada
para ponerlo a salvo.


Wislawa Szymborska

No era un zorro
lo que aplastaste en la ruta.

O al modo de Wislawa:
era un no zorro.

Insisto, podrás dormir,
al menos en unos días;
de máxima, era un no ser vivo.

De hecho, tenía algo de plástico.
Con forma de ser vivo
y de no ser vivo, es cierto.

Pongamos que lo que aplastaste
era un plástico de carne
con forma de no plástico.

No soy rebuscado, querida,
y sé que el asunto te pone mal.

¿Pero tendrías la amabilidad
de frenar y sacarme
de abajo del no auto?


Tropos

No tolero los poemas plagados
de metonimias, hipérboles,
oxímoron u oximorones u oxímoros,
condensaciones, metáforas,
desplazamientos, epítetos
sinécdoques, paradojas, personificaciones

y todos esos tropos.
Menos aún, el poema
que los menciona
como una suerte
de patética justificación.
Pero me gusta la poesía.

Fuente: Antón Pávlovich, Andrés Szychowski, Pixel Editora, La Plata, 2018.

Andrés Szychowski nació en La Plata en 1976. Es poeta y Licenciado en Psicología. Ejerce la investigación y la docencia en la Universidad Nacional de La Plata. Publicó cuatro libros de poesía: 17 discos de música africana (La Terminal Gráfica, 2009), La redundancia (La Terminal Gráfica, 2011), Poezja (Zindo & Gafuri, 2015) y Antón Pávlovich (Pixel Editora, 2018). Fue incluido, además, en la antología de jóvenes poetas argentinos Si Hamlet duda le daremos muerte (De la talita dorada, colección Los detectives salvajes, 2010). Con referencia a Antón Pávlovich, apunta Gustavo Caso Rosendi en la contratapa del libro:

Mientras escribo lo que usted lee en este preciso instante, algo molesto comienza a sobrevolar entre mi cabeza y la lámpara. Levanto la vista: es un insecto raro, como salido de un pensamiento. Quizá sea el espíritu de Antón Pávlovich, o de Platón, o de Szychowski.
El autor nos dice: “Es posible pensar que nunca/ se estuvo en la tierra,/ que la tierra sea un reflejo/ en la caverna, que la caverna/ ocupe el lugar de una idea/ y que ésta sea un frasco de cal (…)”.
Estos poemas son justamente eso: cavernas con sus respectivas representaciones, que sólo tienen salida hacia otra caverna. Y a otra, y a otra; y así, infinitamente. Un lenguaje que surge de la necesidad de liberarse de su exoesqueleto ontológico; que intenta expresar el instante de la muda y la forma del vacío que se va dejando atrás.
Mientras, el bicho sigue zumbando –sospecho que en algún momento va a picarme–. Agarro el libro como a una paleta de ping-pong. Calculo, y le asesto un certero passing shot.
Y pensar que algunos dicen que la poesía no sirve para nada...

Foto: Andrés Szychowski (by Dieguillo Fotografió). Fuente: Antón Pávlovich, Andrés Szychowski, Pixel Editora, La Plata, 2018.

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