viernes, 4 de abril de 2014

Pedro B. Palacios (Almafuerte)

























El misionero
(Fragmentos)

1

De compasivos canes escoltado,
Sobre un bloque de piedra de la vía,
Zozobrante, vencido, en agonía,
Un Siervo del Señor cayó postrado.

Cual desgranada, mísera mazorca
Que saltó del maizal en el camino,
Parecía más bien, el Peregrino,
Desecho deleznable de la horca.

Y era desecho mismo. La tonsura
No inmuniza del dolo y los pesares:
Del sagrado mantel de los altares
Se desprende, también, polvo y basura.

(...)

Y allí, con su sayal hecho jirones
Y apoyando en un can la flaca diestra,
Aquel Fraile de Dios era la muestra
De cómo trata Dios los corazones.

3

Cual pudiera un bohemio, el Franciscano
Se puso a platicar con su jauría...
¡No caemos del todo, sino el día
Que cuando pasa un can, pasa un hermano!

¡El ser hombre es gemir, magüer los nombres
Con que tu pobre condición revistes;
Y por eso las bestias, que son tristes,
Cuando sospechan un dolor, son hombres!

Y yendo, sin querer, al punto fijo,
Como quien sus heridas palpa y frota,
Destilando su hiel, gota por gota,
A sus perros y a Dios, el Fraile dijo...

¡Dijo con tal verdad, que desde entonces
Pienso que las protestas de los viles
Deben ser perpetuadas con buriles
En duras piedras y en solemnes bronces!

4

“En este bajo, relativo suelo,
También para ser santo hay que ser listo;
No basta ir a una cruz para ir a Cristo,
Ni basta la bondad para el ir al Cielo.

“La misma compasión requiere astucia
Para sellar con gloria su cruzada,
Si no quiere, después, ser arrojada
Sucia y hedionda, como venda sucia.

“Los sicarios del Bien han de ser yermos,
Duros, como filósofos estoicos:
Los médicos más nobles, más heroicos,
No lamen el sudor de sus enfermos.

“La luz no triunfa, el Ideal no medra,
Sin un cierto brutal extorsionismo:
Como un César sin ley, el pastor mismo
Gobierna con su palo y con su piedra.

(...)

“Inhumano, inconcreto, el Sacerdote
Ame a Dios, sólo en Dios, y no en ninguno;
Y si al triunfo de Dios es oportuno...
¡Bese con la traición del Iscariote!”

(...)

5

Y siguió, con apóstrofes más duros,
Y hablando a todos, pues hablaba solo:
“Más fría que los témpanos del polo
Tiene que ser el alma de los puros.

“Virtud es solidez, feroz arraigo
Que ninguna potencia desarraiga
Y el puro ha de decir: caiga quien caiga,
Yo me quedo en mi torre... ¡y no me caigo!

“Con Amor, nada más, nadie resiste
La sugestión de una conciencia en ruina:
Vale más inyectarse de morfina
Que de una sola lágrima del triste.

(...)

“Nadie podrá decir: yo soy el Pleno,
Yo soy el Intachado de seguro;
Pues el que quiera conservarse puro,
Muchas veces tendrá que no ser bueno.

“Hay entre la Equidad y la Justicia
Nada más que una feble sutileza...
¡Y entre la Caridad y la pureza,
Un abismo, sin fondo, de inmundicia!”

Calló el Apóstol, y en su adusto ceño,
Como en un tronco escuálido de otoño,
Se sospechaba el cárdeno retoño
De un deleitable, de un nefando sueño.

6

Mas, levantando el sórdido capucho,
Toca de su radiante, calva testa,
Dijo con voz de llanto y de protesta:
“Yo soy el miserable que amó mucho.

“Soy el que puso paz en la discordia,
Pan en el hambre, alivio en las prisiones,
Y en la obsesión tenaz, más que razones,
Puso sin razonar, misericordia.

“Yo derramé, con delicadas artes,
Sobre cada reptil una caricia:
No creí necesaria la Justicia
Cuando reina el Dolor por todas partes.

“Con sublime, suprema Democracia,
Cualquier hombre fue hombre en mi presencia;
No dividí jamás en mi conciencia,
Cual un escriba infame, la Desgracia.

“Yo miré con espanto al miserable,
Con el espanto del Caín primero,
Cual si yo –¡pobre sombra, todo entero!–
Fuese de su miseria responsable.

“Yo entendí que los éxitos ultrajan
La equidad del Señor y de sus dones;
Pues por un triunfador hay mil millones
Que más abajo de sí mismos bajan.

“Yo repudié al feliz, al potentado,
Al honesto, al armónico y al fuerte...
¡Porque pensé que les tocó la suerte
Como a cualquier tahúr afortunado!

(...)

“Yo tuve mi covacha siempre abierta
Para cualquier afán, falaz o cierto,
Y tan franco, tan libre, tan abierto,
Mi hermoso corazón como una puerta.

(...)

“Yo recibí el sarcasmo pestilente
Que de los senos presidiarios corre,
Como el santo de piedra de una torre
Las caricias del sol sobre su frente.

“Y a pesar de ser bálsamo y ser puerto,
De ser lumbre, ser manta y ser comida...
¡A mí nadie me amó sobre la vida
Ni nadie me honrará después de muerto!”.

Como rueda, filtrando los breñales,
El manantial nervioso y cristalino,
Comenzó, por la faz del Peregrino,
A desatar el llanto sus raudales.

(...)

7

Y el Apóstol siguió con voz airada
Por poner a sus lágrimas un punto:
“¡Soy lo que ya no es!... ¡Soy el trasunto
De la Soberbia de Satán, domada!

“La caridad es Dios, y es la más bella,
La más profunda nota del Calvario;
Pero, piense, también, el temerario
Que Jesús no es camino sino estrella.

“La caridad es Dios, como el capullo
Tiene que ser perfume y hermosura,
Pero, la caridad de la criatura,
Surge del Egoísmo, y es Orgullo.

(...)

9

“Caridad, Compasión: palabras huecas,
Llanto de cocodrilo plañidero...
¡Si una santa mujer, si un jardinero,
Abonan su jardín con hojas secas!

“Felicidad total: maldito nombre,
Consigna del cobarde y del tirano...
¡La perfección en sí del cuadrumano,
Tal vez hubiese suprimido al Hombre!

“Ser algo es ser esclavo; no hay libertos...
¡Todo marcha en la lógica Suprema:
Desde el collar de soles de un sistema
Hasta cualquier montón de insectos muertos!

“En vano, Chusma sacra, en vano jipas...
¡Tienes que trasponer los Infinitos,
Como avanza el rocín bajo tus gritos,
Arrastrando al andar sus propias tripas!

“En las olas que te alzan y voltean,
Ruedas al más allá, roja burbuja,
Sin saber la razón que a ti te empuja,
Como no sabe un buey por qué le arrean.

(...)

10

Y cual un César loco, cuyo manto
Desgarra él mismo y en el lodo arroja,
Se puso a deshojar, hoja por hoja,
Su propio enorme corazón de santo:

(...)

“Cargué la cruz sobre mi espalda recia,
Con la fe de un jayán de ardientes nervios:
Y aquella Cruz no es carga de soberbios...
¡No es un deporte olímpico de Grecia!

(...)

“Quise imperar sobre la res vencida
Poniéndole mi gloria por escudo,
Y aquí yazgo, famélico, desnudo,
Promiscuando su cueva y su comida.

“Pretendí ser el único, el más solo,
El que no se apoyase en vida alguna;
Y estoy, como un expósito sin cuna,
Bajo la noche frígida del polo.

“Soñé forjar, por fin, no sé qué obra,
Con mi sola gentil conducta extraña;
Y este mundo burgués, que no se engaña,
Me pisa, sin mirar, como a su sombra.

“Por eso masco la áspera corteza
De mi propio desprecio indefinible,
Con la vil sensación de lo imposible
Clavada como un clavo en mi cabeza!...”

12

(...)

“Fui grande en el soñar y fui pequeño
El día de la acción, y eso me pierde...
¡Pero, no quiero ya que se recuerde
Que ya es una virtud tener un sueño!

“Que sobre mí su maldición irradie
La conciencia vulgar, la ley del hombre:
Perdí persona, posición y nombre
Y para bien del Bien ya no soy nadie.

(...)

“Yo mismo, sin piedad, no me perdono
Ese luchar frenético de Olimpia;
Criminal es un bien que nada limpia,
Castigo es una cruz que no es un trono.

“Sin ley, ni hogar, ni patria, ni destino,
Como las hojarascas de la selva,
¡Dejaré de sufrir cuando me vuelva
Polvo bien pisoteado en el camino!...

13

“Pero, no quiero yo, de ningún modo,
Que me perdonen teólogos ateos...
¡A quien se absuelve, al absolver los reos,
Es al sublime Artífice de Todo!

“Prefiero que los sabios, casi estetas,
Que llaman al dolor "idiosincrasias",
Pongan motes en griego a mis desgracias...
Para cobrar más caro sus recetas.

“El perdón es la mácula del cieno
Puesta sobre la clámide de un nombre,
¡Porque tengo amarguras, ya soy hombre,
Y porque soy un hombre, ya soy bueno!

(...)

“Cuando el hijo de Dios, el Inefable,
Perdonó desde el Gólgota al perverso...
¡Puso sobre la faz del Universo,
La más horrible injuria imaginable!

(...)

“Somos los anunciados, los previstos,
Si hay un Dios, si hay un Punto Omnisapiente;
Y antes de ser, ya son, en esa Mente,
Los Judas, los Pilatos y los Cristos!”

14

Dijo, y al ver que con cobarde espanto
Murmuraba la turba, gritó fiero:
“¿Dónde está el miserable que primero
Vino a rasgar mi pecho con su llanto?

(...)

“¿Dónde está, donde gime, sin la sombra
De mi pecho de madre sin rencores?
¡Para tejerle un camarín de flores,
Y tenderme a sus pies como su alfombra!

“¿Dónde oculta sus pálpitos de lobo?
¿Dónde esgrime su trágica energía?
¡Para ponerme yo como vigía
Mientras urde su crimen y su robo!

(...)

“¿Qué rincón de hospital le da su asilo?...
¿Quién estudia su mal como en un perro?...
¡Para ponerme yo bajo del hierro,
Que desgarra esas carnes con su filo!

“¿Dónde está su cadáver sin mortaja,
Caliente todavía, y ya deshecho?...
¡Para rajar el roble de mi pecho
Y labrarle los muros de una caja!

“¿Dónde están sus despojos sin hermanos,
Sin nadie que a gemir se les arrime?...
¡Para poner mi corazón sublime,
Como una flor de púrpura en sus manos!

15

“¿Quién proclama el imperio de lo Injusto?
¿Quién afirma que a Dios todo le cuadre?...
¡Si Dios no puede herir, sin ser mal padre,
Ni siquiera la rama de un arbusto!

(...)

“¿Quién habla de Deberes, de Derechos,
De arrojar a los malos a una pira?...
¡Si ellos viven sus vidas, sin mentira;
Si no pueden dejar sus propios pechos!

“¿Qué sable justiciero es esa daga
Que sólo hiere frentes sin diadema?...
¿Por qué no abisma el sol, cuando nos quema?
¿Por qué no seca el mar, cuando nos traga?

(...)

 “¿Qué ciencia miserable es esa ciencia
Que nada sabe más que el primer día?...
¿Qué remedia con ver una insanía
Donde antes vio pasión y no demencia?

“¿Por qué no es el amparo y el abrigo
Del insólito y túrpido y oscuro?
¿Por qué no se levanta como un muro,
Entre cada infeliz y su castigo?

(...)

16

Todos le contemplaban descubiertos,
Cual si les atrajese algún abismo,
Y él, entonces, se alzó sobre sí mismo,
Y exclamó con los brazos bien abiertos:

(...)

“Ven a mí, rey enfermo, vil canalla,
Quiero que con tus lágrimas me mandes:
Yo soy como aquel grande entre los grandes
Que no dobló su frente en la batalla.

“Sombra y luz, piedra y alma, seso insano
Y ángel lleno de dudas y malicia:
Yo no sé de Razón ni de Justicia...
¡Sólo quiero saber que soy tu hermano!

“Chusma ruin, que tus dedos como sondas
Hurguen en las heridas de mi brega,
Y palparás al menos, si eres ciega,
Que las hechas por ti, son las más hondas.

“En tu árido desierto soy la palma
Que fue sombra, fue templo y fue cenáculo;
Ven a mí, que devore tu tentáculo
Los ubérrimos dátiles de mi alma.

(...)

“Ven a mí, monstruo amigo, no estoy muerto,
Como no muere nunca una gran lira:
Que otros vivan la ley, que es la mentira.
Yo vivo los impulsos, que es lo cierto.

“Aquí estoy, si me manchan tus minucias,
Tus terribles minucias, más me place:
El obrero mejor, el que más hace,
Tiene las manos más que todos, sucias.

“Y odie el feliz, que es bestia, ésta, mi fiebre;
Y me ultraje y repudie, y me dé coces...
¡Yo amo la libertad, como los dioses,
Y el feliz, como el asno, su pesebre!

“No me causa pavor, ni me difama,
Envolver con mi llanto tu persona:
No soy el Cristo-dios que te perdona...
¡Soy un Cristo mejor, soy el que te ama!

(...)

“Pise sobre mi cuerpo, no perdone,
Toda la Sociedad pise y apriete:
No habrá de conseguir que la respete,
Ni logrará jamás que te abandone.

(...)

“Bajé al abismo, con el alma llena
De una perpetua luz que no se agota:
¡Soy miseria, soy ruina, soy derrota...!
¡Pero, por ley fatal, soy azucena!

“Me quebré, me rompí, como una clara,
Bruñida copa de cristal sonante:
Pero me queda inspiración bastante
Para incendiar el Sol, si se apagara.

“No hay Jordán que me lave de los rastros
De tu cáustico roce de vestiglo;
Pero, yo rodaré, de siglo en siglo,
Proyectándote luz como los astros.

“¡Pulpa sin gratitud, no sabrás nunca
Que yo luché con Dios, que te moldea!...”
Y se quedó de pie, como una idea,
Que se va del cerebro y queda trunca.

Fuente: Poesía y prosa, Almafuerte, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1980.

Pedro B. Palacios (Almafuerte) nació en San Justo, Provincia de Buenos Aires, el 13 de mayo de 1854. Cargó una infancia y una adolescencia difíciles. Su madre murió cuando él tenía apenas 5 años y su padre lo abandonó poco tiempo después. Debido a esto, pasó a vivir con una tía paterna en Buenos Aires, que se ocupó de educarlo. Residió en La Plata entre 1886 y 1889 y, luego, desde 1904 hasta su muerte, el 28 de febrero de 1917. Fue poeta, escritor, maestro rural (aunque no contaba con título académico), profesor de dibujo y periodista. En La Plata, trabajó en la Cámara de Diputados bonaerense y ejerció el periodismo en el diario Buenos Aires; posteriormente, llegó a dirigir el diario El Pueblo. Durante su vida, sólo dos libros dieron cuenta parcial de su copiosa producción poética: Lamentaciones (1906) y Poesías (1916), este último con prólogo de Juan Más y Pí. Otro libro, titulado Poesías completas, con prólogo de Alberto Lasplaces, apareció en Montevideo el mismo año que murió. Desde entonces, son numerosas las publicaciones que han venido recopilando su obra, que incluye, entre otros títulos, Confiteor Deo, Siete sonetos medicinales, Dios te salve, La inmortal, El Misionero, Cristianas, Cantar de los cantares , Apóstrofes, Milongas clásicas, Gimió cien veces y La sombra de la patria. Según María de Villarino, Almafuerte “se sintió un alma elegida y signada por una predestinación mesiánica. Y se erigió en apóstol civil. Como tal cantó, imprecó, dijo, maldijo, condenó los vicios, la vanidad, la corrupción, el poder, y exaltó las virtudes ideales del hombre y la reivindicación del pueblo por la dignidad y la justicia, el amor y la piedad”. Si bien por edad Almafuerte perteneció a la generación del 80, poco tuvo que ver con la misma. Su poesía excede el romanticismo del que se nutrió y resulta tan inclasificable como su singularísima personalidad. El misionero, incluido parcialmente en esta página, es uno de sus más celebrados poemas. Fue publicado por primera vez en La Nación el 12 de enero de 1905 y, en opinión de Ricardo Rojas, se trata de una alegoría autobiográfica.

Ilustración: Almafuerte por Mayol. Dibujo publicado en la revista Plus Ultra en julio de 1916. Fuente: Gentileza del Museo Almafuerte (La Plata).

2 comentarios:

  1. REALMENTE VEO QUE LA PLATA ES CUNA DE PLEYADE DE POETAS QUE EXTASIADA HE QUEDADO CON TAN INSIGNES POETAS QUE AUN ME FALTAN
    LEERLOS TODOS Y PARA ELLO PROMETO VOLVER..GRACIAS DON CESAR CANTONI POR COMPARTIRLOS

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  2. A los 15 años descubrí a Almafuerte, aprendí sus siete sonetos medicinales y procuré vivir y actuar de acuerdo a ellos, puedo decir, como "Demián", porqué habría de resultarme tan difícil. Hoy tengo 77, aún sigo creyendo que sus poemas me enseñaron y anticiparon experiencias y sufrimientos.

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