lunes, 9 de diciembre de 2013

Guillermo Pilía

























Día para abolir la memoria

Qué gozo el día sin dolor, el día
que se desovilla manso y sin pena,
sin recuerdo ni historia…
Todo lo puede herir, todo lo puede
llenar de oscuridad: como al enfermo
que escucha en la mañana luminosa
la cercanía del ruido metálico
del tambor de curaciones. Donde abundó
la peste del pecado nauseabunda
sobreabundó prodigiosa la gracia. Es este
de esos días en los que por decreto
tendrían que irse de alta los tullidos;
día para vaciar los calabozos
y abolir la memoria.


Ainadamar

Hoy brota del corazón el misterio
y la yerba parásita: ambos surgen
como del muro de una casa en ruinas.
Me ha herido el agua, un olor, la palabra
“Ainadamar”. El vendaje ocultó
esa úlcera por años,
pero sus contornos, bajo el apósito,
destilan todavía ese veneno
que hace turbia la sangre.
Hoy voy llegando hasta Casa Bermeja
tras haber bebido en una fuente de lágrimas:
desmenuzado como el pan que desprecié,
como un jirón de sábana
que un mal viento desgarró del suburbio.


Del tamaño de un grano de mostaza

Dios ahora es apenas esta imagen
que en las noches estrujo hasta dormirme;
pero allá en el verano de mi vida,
en el tiempo inaugural de las cosas,
era Dios una mano que escribía
por mi mano, dedos que sostenían
la endeblez irremediable del mundo.
¿Cuándo se hizo pequeño?
¿Por qué siendo un árbol donde los pájaros
encontraban albergue
se volvió sin que yo lo percibiera
del tamaño de un grano de mostaza?
¿Por qué ahora es apenas esta bruma,
esta niebla en la que canta un mendigo?


Patio de los naranjos

Otros tiempos: estábamos sentados
como leprosos contra un muro,
despiojándonos al sol. Y marchaban
hacia la nada nuestros días.
Un compañero me enseñaba alegremente
a pelar las naranjas. Parecían
todos más sabios que yo, más ricos en vida.
—Pero Dios ha elegido lo débil del mundo,
lo que es despreciable, lo que no tiene precio—.
Así era mi existencia en esa cárcel:
como la piel de las naranjas que más tarde
habría que recoger, igual que deshecho
de una cosa que fue en otro momento
redonda y luminosa.


Todos llevamos una grieta invisible

La lluvia arranca este día las hojas
perennes, aquellas que no debían,
al menos en el año, perecer. También
hoy soy la hoja que la lluvia ha arrancado,
uno más de los que tienen su cuerpo
del color de un niño ahogado en un charco.
Aquel de quien la tormenta procede
es aquel hacia el que voy arrastrado.
Y estoy como la tinta desteñida,
que no mancha ni impregna los cajones
con su perfume a alcanfor. Qué fatiga
tenernos que morir… Si yo hubiese sabido
que todos llevamos oculta una fisura
de nacimiento, cierta grieta invisible...


Todo con poco amor lo haría

Donde creció como yedra el pecado
sobreabundó prodigiosa la gracia.
Pero ¿qué puedo darte si ya me has quitado,
Señor, lo que yo más quería? Miro
cómo se descascaran las paredes
de Casa Bermeja, cómo la yerbamala
quita espacio a la buena. Yo quise agradarte
de joven buscando santidad. Pero estaba
marcado para mí otro destino: que todo
en aquellos años con poco amor lo haría
y acaso con soberbia. Te doy mi dolor
y el odio que en momentos me provocas.
Que suban ellos como incienso en tu presencia,
altas mis manos como ofrenda de esta tarde.


Yo no supe encontrarte en lo pequeño

Ojalá este vendaval barriera de mi alma
todas las incertidumbres, todas las dudas,
y limpiase mi historia de oprobio y pesar:
como limpia el cielo de nubes, de humedad
la atmósfera, y barre las hojas de los patios
de Casa Bermeja… Porque no supe
encontrarte, Señor, en lo pequeño,
en la lepra o en el granito de mostaza,
por buscarte en mi mentida pureza.
Dichoso quien permaneció bajo la lluvia
cuando todos buscaban madriguera.
Ojalá el año aún fuese tierra santa,
de zarzales ardientes, una tierra
que nadie debe hollar, si no es descalzo…


No me dejaste exiliarme del mundo

Como un necio no sabía escuchar
la llamada de Dios para una vida
opaca y de trabajo. No entendía
que sólo son muy pocos los que Él deja
exiliarse del mundo, buscar su calabozo,
un muro fresco en donde emparedarse.
—A los predestinados los llamaste
y justificaste a los que fueron llamados—.
Yo nunca comprendí en mi juventud
que no estaba destinado al desierto
sino al trajín de las ciudades populosas.
Que era del lote humilde que se queda
—siempre las manos ásperas—
cosechando papiros en los ríos.


Rastreándote por perdidos senderos

De nuevo oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”.
Pero tú eres en verdad un Dios escondido:
tu rostro perseguía y tú me lo ocultabas.
Así van en la noche poetas y místicos
rastreándote por perdidos senderos.
¿Estabas en la vida miserable
del cuartel? ¿En las gloriosas mañanas
de Córdoba, en la Mezquita? ¿En la sombra
de un confesionario? ¿En la podredumbre
de las vendas y paños de un quirófano?
¿Quién puede estar seguro de encontrarte?
Tú que eres inmutable, ¿no podrías
dar tus señas a los que vivimos sujetos
a la endeblez del tiempo y de las horas?


Fue en Granada, por mayo

¿Te he visto alguna vez? Fue en Granada, por mayo,
y yo había descendido del Sacromonte
hasta el mirador de San Nicolás.
En medio de las sombras la Alhambra flotaba
como un enorme buque iluminado,
airosa y altanera. Sobre el techo
de una casa baja dos jóvenes gitanos
charlaban bebiendo sus cervezas, de espaldas
a esa nave de roca. Y parecía
que el tiempo no contaba para ellos,
ni el mundo y su belleza. Entonces te sentí:
en la calma del Albaicín a medianoche,
en mi deseo de quedarme allí por siempre,
en los muchachos y su hermosa indiferencia.

Fuente: Elegías de Casabermeja, libro inédito. Gentileza de Guillermo Pilía.

Guillermo Pilía nació en La Plata en 1958. Es egresado en Letras de la Universidad Nacional de La Plata, entidad de la que fue profesor y en la que hoy dirige la Cátedra Libre de Cultura Andaluza. Sus trabajos literarios (poesía, narrativa y ensayo) le reportaron premios nacionales y también en España, Francia, EE.UU. y Ecuador. “La poesía de Guillermo Pilía –escribió Rafael Felipe Oteriño– nace para suturar una herida: la del paso del tiempo. Pero, asimismo y por oposición a esto último, para celebrar una labor: la escritura. Tiene, pues, dos fuentes: la mirada de quien ve pasar seres y cosas, la propia vida junto a ellas, y cuyo dominio es de tono elegíaco, y el alborozo por el descubrimiento de que esos seres y cosas, el caudal entero de la memoria, pueden ser rescatados a través del canto”. Obra poética publicada: Arsénico (Nuevas Voces, Buenos Aires, 1979), Enésimo Triunfo (Extramuros, San Fernando, 1980), Río Nuestro (Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1988), Río Nuestro / Cazadores Nocturnos (Fundación Museos Argentinos, La Plata, 1990), Huesos de la Memoria (Círculo de Poesía, La Plata,1996), Viento de lobos (Sudestada, La Plata, 2000), Visitación a las islas (Sudestada, La Plata, 2000), Caballo de Guernica (Al Margen, La Plata, 2001), Ópera flamenca (Hespérides, La Plata, 2003) Herido por el agua (Vinciguerra, Buenos Aires, 2005), La pierna de Rimbaud (Cuadrícula, La Plata, 2011) y Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama (Casa de Papel, Buenos Aires, 2011).

 Foto: Guillermo Pilía. Fuente: Gentileza de Guillermo Pilía.

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