sábado, 15 de enero de 2022

Azucena Salpeter


Calamares en su tinta
 
Nosotros a contramano
los del bosque azul marino
nos alimentamos con bayas transparentes
nos llamamos a voz de sahumar
y acudimos en bandadas
como patos entre jacarandás
somos felices cuando escribimos
más felices cuando no escribimos
y deseamos
deseamos tanto
que volvemos a cruzar el Mar Rojo
nos perdemos, por supuesto
uno en la oreja del otro
nos besamos los veinte dedos
encontramos la sombra hembra
la sombra macho
olfateamos la sal
la corriente eléctrica
de las plumas
y todo es otra cosa
la nueva era es una nuez
en las tinieblas
nosotros
los poetas menores
nunca escribimos
en el riacho de oro del poema.
 
 
Sakura no conoce los cerezos en flor
 
Sakura quería ser monja
yo rabina
buscamos en los templos
el fogonazo cegador
nunca encontramos
las flores sagradas que devoramos
de una sola vez
bajo el agua
después compartimos el ritual
del pan
la bondad
guardamos arena en los bolsillos
hicimos con nuestros cuerpos
una nueva versión del Cantar de los Cantares.
 
 
El día que fuimos de fiesta
 
Por los años 60
mi primer voto fue para Alfredo Palacios
no entendíamos el mundo, menos los noticieros
ahora tampoco, querida
hacía mucho frío para estudiar
con un jazmincito revolucionario en el pecho
no teníamos calefón ni medias de lana
mamá me hizo pantalones a cuadros
con los pantalones rotos de papá
los remendó con las botamangas
mi hermana se puso el gorrito con orejeras
que resguardan la felicidad
mamá los guantes blancos de las ofrendas al libertador
fuimos a ver los barcos cargados de corned beef
papá cantó edelweiss
como quien encuentra el baúl perdido en alta mar
lleno de fotos besos y respuestas
como
quien sabe qué es el lenguaje, querida
no me salen las edelweiss
ni en checo ni a la noche cuando se sueltan los aullidos de la niebla
así que no entiendo el mundo
canto para dentro
nos gritaron hippies
festejamos con sándwiches de rúcula y mortadela.
 
 
El hombre que peleó con Dios
 
De los treinta y seis justos que sostienen el mundo
mi padre
peleó con Dios
 
Todas las almas de su alma se encendieron
como piñas de pino
crujieron las palabras de la Biblia
como huesos amantes en fuego negro
crujieron los abrigos los zapatos de nieve
crepitaron las diez hectáreas de trigo a lo largo del Prut
el temblor fue un ángel negro y pesado
sobre la escuela Teodoro Hertzl
 
mi padre callaba y su voz ardía
nos curaba las rodillas y alimentaba el fuego
nos bañaba y alimentaba el fuego
nos llevaba en brazos y alimentaba el fuego
el temblor del fuego de mi padre velaba por nosotros
 
los 150 salmos del fuego del exilio de mi padre
se miran entre sí
no pueden reunirse en familia
y ya no sé padre mío si escribo de tu fuego
o del fuego de la humanidad
no sé en qué rincón del Pentateuco
se encripta el reclamo de los justos
o si debe guardarse como leña que no arde
sólo para Iamin Noraim
 
Fueron días y días de acorralar a Dios contra las púas
hasta que el fuego se volvió rojo
después azul y luego blanco
entonces
recién entonces
mi padre se entregó
 
 
Usted, no sea lacrimosa, dijo mi abuela
 
Usted
querida mía
con solo dos palomas
dos flechas de papel
puede bajar al cielo
subir a la tierra
recuérdelo
no finja
usted tiene dos brazos
dos piernas
recuérdelo
lo personal es político.
 
Fuente: Gringa formoseña, Azucena Salpeter, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2021.
 
Azucena Salpeter nació en Formosa el 9 de noviembre de 1942. Desde 1957 está radicada en La Plata. Es médica, poeta, narradora y pintora. Publicó: El pescador de sombras (poesía, 1979, Sello de Honor de la SADE), Y el cielo sonrió (poesía, 1989), Las puertas del cielo (poesía, 1996, Premio Bienal Profesor Dr. Pedro Laín Entralgo), La mitad del cielo (novela, 1998, Premio Mercosur del mismo año) y Gringa formoseña (poesía, 2021). Sobre este último libro, destaca Augusto Munaro en su reseña publicada en el diario El Día de La Plata el 11 de julio de 2021:
 

   (...) Sin falsa ingenuidad ni aniñamientos para poder decir, no son los detalles los que cuentan en Salpeter, ni los motivos del interés circunstancial, sino, acaso, la proyección simbólica del episodio. Su enunciación en apariencia espontánea y llana, se nutre de un intenso trabajo y en un complejo caleidoscopio de emociones irreductibles: “el peso de las flores / las palabras dentro de los cuerpos / en medio de tanta polvareda / gallos de fuego”. Versos que operan como puentes entre palabras e imágenes faulknerianas quizás autobiográficas (una reconstrucción casi testimonial en algunos casos). Una áspera catarsis, hecha de devoción y rebeldía, sin renunciar a la sinceridad más honda ni al cariño más leal. El efecto transformador que generan sus poemas es notable. Las coordenadas de enunciación se exponen así, a través de una ética, que no difiere en absoluto de la idea arrolladora de lo bello.

   Gringa formoseña se encuentra dividido en tres secciones (“Qué dice la poesía”, “La muerte no es hoy” y “Celebrar todo”), es el corolario de un rescate conjunto realizado por los poetas Jorge Aulicino y Javier Cófreces, éste último, responsable del sello editorial. Así, el material no se presenta ordenado cronológicamente, sino por criterios propios: el concepto de Dios, o la atención hacia lo diminuto y familiar, la memoria de sus padres, en especial su papá, paisajes, nostalgias (por momentos presencia y recuerdo parecen indivisibles en la mirada de Salpeter), cierto vago panteísmo; etc. Cada pieza es un espacio donde ella fue cuestionando la lírica “como quien invita a un desconocido / a volverse dentro de sí”. El resultado es un despliegue muy lúcido e íntimo. Todo en esta poeta parece apuntar hacia el centro de la individuación. Los mismos poemas (todos y cada uno de ellos), están centrados en el medio de la página. “En la noche soy el centro / dice / que caiga en trampa de palabras / la poesía son unos cuantos / que se bañan desnudos / en un río de oro”. Es contundente, en parte, porque no coquetea con ninguna abstracción.

   Desde luego, y a raíz de esta operación, algunos poemas resultan más herméticos que otros, “Mendelssohn votaba mil veces en mil soles / Szymborska votaba cada copo de nieve por segundo / mi abuelo votaba cada grano de trigo / cada niebla de la madrugada / yo también” (“La bandita provinciana va a las urnas”). Pero inclusive en estas piezas, Salpeter nos revela, bajo una luz precisa, la capacidad sugestiva de las palabras. Sin disimulo ni pudor, sus mejores poemas son, tal vez, aquellos de respiración celebratoria.

   Quien sepa leer estas páginas, quien agradecido a ellas pueda habitarlas, podrá también escuchar a una mujer que siente, como poeta, y oscila al vaivén de pesares y alegrías, de júbilos y de penas que son, en buena medida, los de todos. Poesía que une la experiencia con la exploración a través de una gramática sui géneris. Un libro, a la vez, delicado y potente. 

 Foto: Azucena Salpeter. Fuente: Facebook.


4 comentarios:

  1. Cuántos deseos de recorrer sus versos.
    Los buscaré.

    Gracias Sr. Cantoni.

    Cruz

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  2. Gracias Cesar la luz de
    Azucena es grande,una querida y gran poeta

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    Respuestas
    1. Gracias a vos, Marta, por pasar y dejar tu opinión. Va un abrazo desde este barrio.

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