lunes, 3 de noviembre de 2025

Paulina Juszko


La exiliada de sí
la peregrina de sí
la que partió de sí en un barco sin retorno
la que vio a Dios como una araña tejiendo su ominosa tela
la atrapada sin salida
la desvelada
la que se exhumaba cada día
la buscadora de piedras filosofales
la que se permitió la tristeza en un mundo reidor
en un mundo de locas alegrías
triste Alejandra
Pizarnik de mis amores
compañera de vagancia
compañera en el destierro
lucecita parpadeante en las estepas del ser
estepas desoladas
donde sólo crece el yuyo de la poesía.

 

 *

Y entregamos
una y otra y otra vez
esa irrisoria parte de nosotros mismos
esa partecita llamada sexo
depositamos ese algo en otros
se lo confiamos
ilusión ilusión ilusión
de retardar
de salvar de la aniquilación
aunque sea un instante nuestro
rescatarlo del vacío
de los orgasmos del universo
en viaje hacia la nada.

 

 *

UNA FIGURA INQUIETANTE 

El círculo.
Representa el principio y el fin y a la vez lo que no tiene principio ni fin: es un símbolo del misterio universal.
Su circunferencia nos remite a las angustiantes nociones de infinito y eternidad.
Puede abarcar el planeta o reducirse a un punto, porque acepta el movimiento concéntrico y el excéntrico.
Es insoportablemente simétrico y divisible.
Su forma goza de ubicuidad.
Con volumen se hace esfera capaz de rodar sobre sí misma y de seducirnos con la falta de ángulos. Engañosamente manipulable.
¿Es Dios?

 

 *

HASTA MAÑANA 

Con el airecito a cuestas empiezo a dormirme, ese fresco de la madrugada que afloja tensiones y revive intenciones, que te desliza insensiblemente en el no land del sueño, donde todo fluye con un corte de manga a la lógica, a la coherencia, a la sensatez.
El país de Alicia: maravillas regocijantes y maravillas siniestras... Un teatro de improvisación... Un teatro de títeres sin titiritero aparente... Un film de final incierto proyectado sobre el muelle terciopelo de la inconsciencia... Hasta mañana...

 

 *

La vida: un sismo
Yo: su epicentro
Por qué volcán
y no simple montaña
decorativa turística pasiva
por qué fuego
y no roca compacta
boca abierta
y no cima cerrada
qué empuja
las piedras la lava ardiente
cuál es el centro del epicentro
el sentido de la devastación.

 

 *

Pesado de cargar
un corazón
en esta jungla de restosdesperdiciosdetritos
en este tiradero
cántaro quebrado también
donde ya no alienta
donde se pudre
lentamente
la esperanza.

 

 *

Hay pueblos que saben a desdicha.
Juan Rulfo, Pedro Páramo

Berisso:
sus calles de tierra
sus casas de chapa
sus letrinas
sus gallineros
sus rudas
sus malvones desangelados
tanta fealdad / tanta pobreza
troqueladas en la memoria
marco para eslavos borrachos
y niñas desoladas.

 

 *

asechanzas

 

Barro negro brillando
siniestro
en la negrura de la noche
barro que quiere embarrar/enlodar/enfangar
que encaja/empantana/paraliza
¡atención! ¡cuidado!
que tu pisada sea leve
que tu andar sobrevuele
que el peso no se haga cómplice del barro
elevate en vuelo de perdiz
o dejate matar
como el armiño.

 

 *

Entrar al mundo sí
pero reculando
huyendo
de qué
de quién
de vos que no me querías
así y todo
me diste la luz
una luz horrenda
enceguecedora
poblada de feroces ruidos
un lugar frío / seco
contactos esterilizados
un mundo incomprensible
y me cortaron de vos
(aunque no me querías eras tibia
flotaba en esa tibia oscuridad
tu sangre hacía latir mi corazón)
y hubo que abrir los ojos
y hubo que respirar por cuenta propia
y hubo que empezar a llorar.
Así y todo
¿debo agradecerte mamá?


 *

Soy
una inmensa llaga purulenta
una llaga palpitante
una llaga de color carne abombada
una llaga a todos los vientos
una llaga feroz
que no quiere cerrarse
que crece
que llama a la mosca
que invita al gusano

 

 *

¿hasta cuándo?
¿nos gusta el cielo sin estrellas?
Tal vez ansiamos eso:
la oscuridad primigenia
el vientre materno
colonizados / inermes / nonatos
meros receptores
de migajas.

Noviembre / 2019

 

 *

Una bala me hirió
y no pueden extraerla.
Con filoso bisturí
con las uñas
con los dientes
hurgué en mis entrañas
y no pude extraerla.
Desgarró tejidos a su paso
se alojó en lo más profundo.
Ahí permanece
solapada
fatal.


Fuente:
Escaparates
, Paulina Juszko, Proyecto Hybris Ediciones, La Plata, 2023.

Paulina Juszko nació en La Plata el 18 de febrero de 1938. Pasó la infancia en Berisso y los años de juventud en su ciudad de origen. Actualmente, reside en Villa Elisa. Es profesora y traductora de francés, narradora, ensayista y poeta. Publicó tres novelas: Te quiero solamente pa bailar la cumbia (Ediciones de la Flor, 1995), Esplendores y miserias de Villa Teo (Ediciones Simurg, 1999, 3er. premio de novela inédita otorgado por el Fondo Nacional de las Artes en 1998) y El año del bicho bolita (Editorial Dunken, 2008). A ellas deben sumárseles el ensayo El humor de las argentinas (Editorial Biblos, 2000) y Vivir en Villa Elisa (Libros de la Talita Dorada, 2005), obra de carácter testimonial declarada de Interés Cultural por la Municipalidad de La Plata. Sus libros de poesía publicados son: Poemas del Yo dios (edición de la autora, 1957), Del vagar breve (Enigma Editores, 2018) y Escaparates (Proyecto Hybris Ediciones, 2023). Aún tiene inédita, entre otras obras, su novela Sangre Sagrada, que obtuvo una mención del Fondo Nacional de las Artes en 1997. En el ámbito laboral se desempeñó como profesora en la Alianza Francesa de La Plata, institución donde dirigió el “Petit Théâtre” durante diez años. Integró, además, la redacción de La Gastada, revista de humor platense (1996/97), coordinó las Primeras Jornadas Argentinas de Literatura y Humor organizadas por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de La Plata (2 y 3 de diciembre de 2010) y, desde 2015, es miembro honorario de la SEA (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina). Asimismo, dictó numerosas conferencias sobre temas literarios y fue columnista y co-conductora de programas radiales. En 2006 recibió el Premio Virtud a la Ética, el Trabajo y la Solidaridad (Ministerio de Desarrollo Social de la Nación - Fundación Principios) y en 2009, en ocasión del Día Internacional de la Mujer, la distinción Mujer Destacada de Villa Elisa. Parte de su obra fue traducida al ruso, francés, italiano y portugués e incluida en antologías, revistas literarias y página virtuales. También cuenta con varios poemas musicalizados por el compositor Germán Torre. Una aproximación certera a su poesía es el prólogo de Escaparates, escrito por Norma Etcheverry, que sigue a continuación:

 PAULINA JUSZKO: LA EXTRAÑEZA, EL AFUERA

En sus Notas sobre poesía Santiago Espel dice: “Quien quiera conocerme, debe ir a mi poesía”. Tal vez no vale para todos, pero es así en el caso de Paulina Juszko, que apela a las palabras para detener, acaso, el devenir, “enjaular el tiempo, encerrarlo, que no vuele”, que ya no vuele.

El título de este libro alude, en general, a una vidriera “donde se ofrecen como frutas en un escaparate” las virtudes y las miserias de la humanidad, “todos en busca de comprador”; pero también propone mirar el interior de alguien que escribe asumiendo la certeza de los límites: “ésa que teme morir / la angustiada”; de una mujer cuyos orígenes “se remontan a la sal”, la hija de inmigrantes de la actual Bielorús, la que se define como “un producto de esa inmigración que no logró hacerse la América y ni siquiera vivió para contarlo” (en el caso de sus padres), la que a sí misma se considera “un exponente acabado de la decadencia finisecular”, la atea que pregunta por Dios: “UNA FIGURA INQUIETANTE es Dios”, la pesimista de la naturaleza humana a la manera de Anatole France, la escéptica en cuanto a su evolución, la descreída del amor de pareja pero, por otro lado, la férrea defensora de la amistad, de la justicia y de la solidaridad.

Juszko despliega el lenguaje como objeto de mediación, pero también privilegia el uso de la imagen que, particularmente en este libro, tiene una singular importancia, tanto en las composiciones textuales, en general (donde rompe con las formas buscando no sólo llamar la atención del lector, sino alcanzar la dimensión estética), como en los caligramas, esas frases o poemas cortos en los cuales se ubican las letras de tal forma que representan la imagen aludida en el texto. Su lenguaje, entonces, no se limita a reproducir la extrañeza del mundo sino que también la recrea.

Escaparates se organiza en tres partes, Ofertas, Saldos y Liquidación, con formas y métricas variadas, pero cada una de sólida construcción, con versos que se despliegan en ambos márgenes del papel, con disrupciones que sorprenden y exigen la atención del lector, inesperadas mayúsculas, preguntas retóricas, versos en otras lenguas tales como inglés, francés, latín y griego, collage, intertextualidad, ironías, una cantidad de recursos que no permiten la mínima distracción. Con esa estructura casi lúdica, se alumbra una poesía de tono existencial que recrea la fragilidad humana en todas sus formas: la finitud, “Porque el pretérito imperfecto nunca será perfecto / se volverá más y más indefinido”; el amor, el sexo, “esa irrisoria parte de nosotros mismos”; lo trascendente, lo individual, lo colectivo, “adónde vamos las tristes pájaras”; los valores, “sapos tragaban moscas / yo tragaba sapos”.

La autora nos confronta con nosotros mismos en su minuciosa observación del mundo actual, de las relaciones humanas y aún de las redes –ese espacio en el cual muchos poetas suelen sentirse desarraigados–, toda vez que ella se permite, como su admirada Alejandra Pizarnik, “la tristeza en un mundo reidor”; y, dueña de un finísimo sentido del humor, puede ser inclemente con sus reflexiones, “y a eso lo llamaste poemas”; paradojas que, en cierto sentido, descolocan o disgustan. Pero eso es lo mejor (y una vez más cito a Espel), “que la poesía nos deje en su lugar de incomodidad, porque nos lanza preguntas y porque no nos ofrece ningún tipo de respuestas”.

Celebramos la poesía de este escaparate y su acontecimiento, y el hecho de que, a esta altura del largo camino recorrido, Paulina Juszko apueste a seguir cuestionando y creando, lo que corrobora una vez más que su única fe está puesta en el Arte.

 Foto: Paulina Juszko.  Fuente: Internet.

martes, 14 de octubre de 2025

Damián Andreñuk

“Si Dios no existe, todo está permitido”
Fiódor Dostoievski   
 
Bálsamos azules
 
Palabras como bálsamos azules
en el tiempo del dolor y la tristeza.
 
Los demonios están cerca y busco a Dios.
Las verdades potentes de las almas más profundas.
Los lirios amarillos que deja la bondad.
La tibieza dorada de amantes que despiertan.
 
Siempre la vida y su canción multicolor
o sus sombras asfixiantes.
Un hornero parduzco y su tenacidad que conmueve.
Mandriles en cavernas de avaricia
donde la luz no llega.
Invitaciones naturales de un jazmín
a envolver con su quietud a lo que tiembla.
 
Naves ebrias de la adolescencia.
Tormenta claroscura de la adolescencia.
Una crueldad indecible
de indigente apaleado hasta el desmayo.
Una puta envejecida y sin maquillaje.
La distancia entre la sed y el desvarío.
Las promesas incumplidas como hogueras que se apagan.
La instauración implacable de la melancolía.
Una mujer con sus dos senos abundantes
como única gloria.
Unos ojos inocentes que brillan desde el Otro Lado.
 
Me purifican día tras día
plegarias en silencio
y pequeños rituales.
 
El miedo a morir torna el aire viscoso.
 
Rompí mis pesadillas ligándome a los astros.
 
 
*
 
“El cielo cae en ruinas y ella avanza”
 Vicente Huidobro
 
El alma de los lirios
 
Tiene la risa invencible
de quienes conectan con el alma de los lirios.
 
Le nace habitualmente una infancia repentina.
 
Es majestuosa y resuelta
como un águila dorada.
 
Lejos de su piel los maleficios de este mundo
llegan como abejas o constelaciones.
 
Lejos del refugio de su femineidad
un valle infectado y claroscuro
acecha con ojos de serpiente.
 
Lejos del milagro de su abrazo
el cielo se clausura con una orquídea enferma
y sangra la inocencia en un aullido.
 
Lejos de su luz el tiempo vuelve.
 
 
*
 
“Al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios”
Mateo 22:21   
 
El jardín de las cosas eternas
 
Alguien deliraba asfixiándose
tras el canto de sirenas del dinero.
Decía su avidez con palabras sin sustancia.
Exhibía su manera embrutecida de ignorar a las acacias.
 
Alguien regaba el jardín de las cosas eternas.
Y advertía el paraíso en los ojos de un gorrión.
La riqueza profunda de placeres sencillos bajo el sol.
La exótica magia de los mirlos y los caracoles.
 
 
*
 
“Lo que de veras fue no se pierde.
La intensidad es una forma de eternidad”
 Jorge Luis Borges                    
 
Recuerdos íntimos
 
Recuerdo los hechizos que me generaban los caballos.
La paz marrón y verde en mi tortuga Samanta.
La noche eterna en soledad
donde sólo había un grillo.
Las golondrinas doradas que soltaba mi infancia.
Cuando Oscar me protegía con su corazón
y todo era celeste.
Aquella niña extraña con ojos de cuervo.
Aquella onírica mujer con olor a durazno.
 
El amor fortaleció mis raíces
y la muerte no me quiebra.
 
Recuerdo a Leandro Francisco López (mi amigo cabal, irreprochable)
la escalofriante orfandad,
las ilusiones desterradas,
las palabras con murciélagos y colibríes,
el himno maldecido de la lucidez,
el encarnizamiento para renacer hasta el hartazgo,
la patria en los libros, la pasión, la cerveza
que nos tornaba hermanos.
 
 
*
 
“Si te falta un ojo tenés el otro
y si te faltan los dos tenés el instinto”
Rodrigo “La hiena” Barrios
 
Desdecir la muerte
 
Vamos sin miedo a desdecir la muerte
quienes forjamos zafiros con el sufrimiento
y lanzamos delirios como rayos
desvariamos al cruzar la lucidez
expresamos claramente lo terrible
ponemos arcoíris en el aire
bajamos la sabiduría de los astros
arrancamos las máscaras opacas
celebramos la música y el fuego
adoramos el vino y la inocencia.
 
Vamos con verdad a desdecir la muerte
a nombrarla con simpleza “mutación”
a recordar las maravillas que merecen un brindis
a despedir sin culpa
lo que queda en la piel seca
de niveles anteriores de conciencia
extraigamos bendiciones de la sombra
comulguemos con el éxtasis con el amor sin desenlace
cuidemos el rubí de las pequeñas alegrías
hagamos frecuentes las invocaciones a los antepasados
hagamos una fiesta escandalosa
por cada carcajada que obsequia la niñez
bebamos el licor santificado
de todo lo que aviva
desentumece
o despierta.
 
 
*
 
“Que no me comprendan, que me sientan”   
 Leandro Francisco López        
 
Artistas con poder
 
Los altos claroscuros de Leandro Francisco López.
Identidades decidoras de Pessoa.
La precisión agonizante de Alejandra Pizarnik.
El fuego implacable de Rimbaud.
La onírica belleza de Vicente Huidobro.
El hechizo supremo de Olga Orozco.
Los versos con coraje de la furia dorada de Bukowski.
El grito claro, mágico y rural de Themis Speroni.
La brevedad poderosa de Ana Emilia Lahitte.
“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” –lo mejor de Pavese–.
Las amapolas terribles de Marosa di Giorgio.
Las prolijas reflexiones de Borges.
 
 
*
 
“Mi orfandad se llama raza humana”
Ana Emilia Lahitte
 
Parásitos astrales
 
¿A quién debo una plegaria con mis huesos
para no nacer de nuevo en este mundo?
 
En el valle del destierro
crecí junto a las águilas doradas.
 
Ayer ignoraba todavía
que hay reptiles disfrazados de luz.
Vampiros insaciables como un abismo negro.
Alimañas despiadadas que escupen a Dios.
Muchedumbres que veneran a entidades
que les roban la energía.
La fosforescencia sombría de la vanidad.
La polilla estridente de la vanidad.
Quienes guardan tempestades de rencor.
Quienes usan la cordialidad
para ocultar su cobardía.
Quienes arrasan las divinidades sencillas
en nombre de una orquídea con pétalos podridos.
Quienes dicen sin color y crípticamente.
Quienes nunca ven la magia por mirar con arrogancia.
 
Tengo mi voluntad, tengo mi corazón, tengo a Cristo.
Quiero beber despacio el licor de las pequeñas dichas.
 
Sabiduría: vencer el miedo
y  “darse cuenta”

Fuente: inéditos. Gentileza de Damián Andreñuk.

Damián Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata. Es docente de Lengua y Literatura. Se halla Diplomado en Literatura Infantil por Universidad Católica de La Plata, Diplomado en Escritura Creativa por Universidad Católica de Córdoba, Diplomado en Literatura Infantil y en Teoría y Producción de Textos por SADE y Universidad de Villa María y Diplomado en Didáctica de la Lengua y la Literatura por Universidad del Este. Asimismo, realizó talleres de escritura en la Universidad de Buenos Aires, Universidad del Sur de Buenos Aires, Universidad Nacional de La Plata, Universidad del Este, AMIA, Instituto de Literatura y Arte Aleph, Instituto Literario y Cultural Hispánico, Escuela de escritura Eter, Escuela de escritura Entrepalabras, CEPA –Centro de Estudios de Pensamiento Americano– y Capacitarte. Obtuvo, además, varias distinciones en concursos nacionales e internacionales y fue seleccionado para colaborar en revistas y antologías. También se desempeñó como jurado de certámenes literarios. Actualmente, es miembro de la comisión directiva de la Biblioteca Alejo Iglesias de Villa Elisa. Su obra poética incluye once libros, todos publicados a través de certámenes organizados por diferentes editoriales: Omisiones (Raíz alternativa, 2010), Portales al vacío (De Los Cuatro Vientos, 2011), Formas concretas (Hespérides, 2013), Silencio de crisálidas (Literarte, 2015), Metástasis (Luz del alba, 2015), Vértigo insondable (Mis Escritos, 2017), Música del polen (Hespérides, 2021), Yamila (3K, 2021), Donde orinan los lobos (Fela, 2021), Dimensiones de lo breve (Mis Escritos, 2022) y Pelear contra la niebla (Trinando, 2023).  

Foto: Damián Andreñuk. Fuente: Gentileza de Damián Andreñuk.

 

lunes, 2 de diciembre de 2024

Diego Roel


Waldau
 
Sobre papel de desecho, sobre
recortes de diarios y revistas,
escribo a lápiz –con una letra
minúscula– poemas y relatos.
 
El mundo se olvidó de mí.
Yo me olvidé del mundo.
 
Ahora todo me parece
infinitamente mágico.
 
 
Vida solitaria
 
Lejos del camino, encerrado
en esta habitación, leo y releo
el libro de Silesius.
 
¿Acaso mi alma es límpida
como un cristal?
¿Mi cuerpo nació del barro?
 
Benévolo lector:
el animal mira un trozo de tierra
y no comprende que en toda forma
habita una plegaria silenciosa.
 
Yo sólo anhelo llegar a ser
luz que se expande hasta morir.
 
 
Was vorüber ist, nicht mehr vorüber
 
Es poco lo que necesito y deseo,
y es mi voluntad, desde ahora,
procurármelo yo solo:
la cálida luz del sol, el agua del arroyo,
bajo mis pies el firme o inestable suelo.
Eso, un refugio tranquilo.
No necesito nada más.
 
 
Ante la pintura
 
Mi hermano cuando pinta transforma
en imágenes vivas todo lo que ve.
 
En sus cuadros el sol se mezcla con el mar
y el negro se aparta siempre del cielo.
 
Él sabe muy bien que en los colores
resuenan melodías, que en toda dicha
hay un atisbo de dolor.
 
Paso muchas horas en su estudio
observando cómo mezcla los pigmentos,
cómo su ojo capta fugazmente la belleza,
cómo luchan sus sentidos para fijar
lo disperso en algo estable.
 
 
Carta a Kaspar Hauser
 
Leí en la novela de Jakob Wassermann
que te daban asco la carne y la leche,
que sólo te alimentabas con agua y pan,
que un niño moribundo te arrebató
la cuna y el nombre.
 
¿Recuerdas las mazmorras de Laufenburg?
 
Hermano, yo también quise ser un jinete.
Yo también amaba los caminos del bosque,
los pájaros negros, el verdor del follaje.
 
Pero mi escondrijo no está bajo tierra.
A mí no me robaron un reino.
 
Algún día me gustaría visitar
el lugar donde yaces.
 
Te escribo estas líneas para decirte
que te espero en otro verano, en otro
jardín, en otra curva del sueño.
 
 
Iglesia Románica de Amsoldingen
 
El agua del embalse
se llenó de flores.
 
Me sumergí buscando
las luces del otoño.
 
Y soñé con peces de niebla,
con la huella indistinguible
de blanquísimos caballos.
 
 
Cielo dormido
 
El sol no es un halcón de vidrio.
 
La luz no cabe en un vaso.
 
Miren: soy un pequeño guijarro.
Mejor: una mota de polvo.
No: aquella sombra en el río.
 
Soy aquella sombra
en el fondo del río.
 
 
Diario de Berna
 
A los cuarenta y cinco años,
como si fuera un niño, aprendí
a escribir de nuevo.
 
Tardarán décadas en descifrar
esta intricada red de signos.
 
Mi mano busca ahora la progresiva
disolución de la letra.
 
El lápiz es un pincel y un cuchillo.
 
 
Sanatorio mental
 
Los animales del bosque profundo
saben lo que se esconde
detrás de los muros de hiedra.
 
No dicen nada.
 
 
Torre de Tubinga
 
Amo las flores y el aroma de las flores.
Amo los árboles, la madera y la viruta
de la madera.
Amo la luminosa calle y sus faroles,
este apacible camino rural.
 
Pero sobre todo y más que todo
amo el color de las vocales.
 
A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde.
 
También me jacto yo de poseer,
como aquel alquimista del verbo,
todos los paisajes posibles.
 
 
El estanque
 
Me mantengo siempre en el borde.
 
Me quedo ahí, donde un abismo
llama a otro abismo.
 
Mi nombre nunca fue
una casa sólida.
 
La nieve, que todo lo borra,
me borrará del mundo.
 
 
Winterreise
 
Voy a caminar hasta encontrar
las huellas del corzo.
 
Mi bastón no me llevará mucho más lejos.
 
Durante más de veinte años
vagué errabundo por las colinas del sueño.
 
Pronto termina mi viaje:
que no ladren los perros, que las hojas del olmo
no toquen el suelo.
 
Gute Nacht, Gute Nacht.
 
Las puertas están cerradas.
  
Fuente: Los cuadernos perdidos de Robert Walser, Diego Roel, Visor, Madrid, 2024.
 
Diego Roel nació en Temperley, Provincia de Buenos Aires, en 1980. Vivió en distintos momentos en La Plata, donde estudió Historia de las Artes Visuales (UNLP) y creó y coordinó el ciclo de poesía denominado Cendra. Actualmente, reside en Posadas, dicta cursos de escritura creativa y colabora con publicaciones de la Argentina y del exterior. Publicó catorce libros de poesía: Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004, reeditado por Ediciones El Mono Armado en 2013), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005, reeditado por detodoslosmares en 2013), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (Ediciones El Mono Armado, 2010, reeditado por detodoslosmares en 2014), Los Jardines del Aire (Ediciones El Mono Armado, 2012), Dice Jonás (Ediciones El Mono Armado, 2015), Vía Lucis (Ediciones del Dock, 2015), Kyrios (detodoslosmares, 2016), Las intemperies del mar (detodoslosmares, 2017), Shibólet (Griselda García editora, 2018), Kadosh (detodoslosmares, 2019) El infierno es una bestia callada y triste (detodoslosmares, 2020), Andréi Rubliov (Premio Alegría 2020 del Ayuntamiento de Santander, Ediciones Rialp, colección Adonáis, 2020) y Los cuadernos perdidos de Robert Walser (Visor, 2024). Este último libro recibió el “Premio Internacional Loewe de Poesía 2023”, otorgado por un jurado presidido por Víctor García de la Concha e integrado por los poetas y narradores Gioconda Belli, Antonio Colinas, Aurora Egido, María Negroni, Juan Antonio González Iglesias, Carme Riera, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena y Reiniel Pérez Ventura. Poemas suyos fueron incluidos, además, en diversas antologías, entre ellas: Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina (Fondo Nacional de las Artes, 2009), Si Hamlet duda le daremos muerte (Libros de la Talita dorada, 2010), Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (CFI, 2019), Poesía. Varios Autores, La Plata (La Comuna Ediciones, 2019) y Roberto Juarroz baja en Temperley. Un mapa posible de la poesía en el conurbano sur (Leviatán, 2021). El texto que sigue a continuación fue escrito por Horacio Castillo (h) y leído por éste en la presentación de Los cuadernos perdidos de Robert Walser, acto que tuvo lugar en el teatro Orfeó Gracienc de Barcelona:
 
Aproximación a Los cuadernos perdidos de Robert Walser
 
Para los que desde hace muchos años conocemos la obra de Diego Roel, la edición de este libro es un momento de celebración, celebración de su poesía y de su persona. La publicación de los Cuadernos perdidos de Robert Walser a través de la prestigiosa colección Visor, es el resultado de haber obtenido el 1° Premio de Poesía de la Fundación Loewe en su XXXVI edición. Permítanme decir que es un merecido reconocimiento. Es que Roel ha logrado algo que no resulta fácil en la poesía. No me refiero a los premios, hablo de haber construido, y tempranamente (ya desde su primer libro Padre Totem), una personalísima voz poética. Voz poética de la cual Diego jamás ha claudicado. 
    Pero antes de continuar hablando del autor y su libro, me surge una objeción, o una duda: ¿cuánto debemos saber de Roel para leer su poesía?
   T.S. Eliot, en un conocido ensayo sobre Dante, decía que: “En la apreciación de la poesía, la experiencia adquirida me ha hecho siempre ver que entre menos supiera del poeta y su trabajo antes de leerlo, mejor”. Y agregaba luego: “una elaborada preparación de conocimientos históricos y biográficos [sobre el autor] siempre me ha parecido una barrera”.
   Intuimos, claro está, que la afirmación de Eliot apuntaba a que el acercamiento a un poeta y su obra estuviera libre de toda interferencia que pudiera obstaculizar su lectura. Dicho de otra manera, prefería acercarse al lenguaje en sí mismo, al lenguaje poético, a la palabra incontaminada de referencias. Lo que sea necesario leer estará en el poema, no fuera de él.
   Creo que Roel suscribiría esta afirmación. Ahora bien, esto nos coloca en una situación paradojal: estamos presentando un libro de Diego Roel, y si tenemos en cuenta las afirmaciones de Eliot, nos preguntamos entonces: ¿es necesario saber algo de Robert Walser, o acaso de Roel mismo, para acceder a la lectura de este libro?
    En principio podríamos decir que no es necesario saber nada más. Que la poesía debe dejarse leer en sí misma y que la palabra poética realice su cometido, si en ella está ese poder de convocar al lector.
  Pero no podemos escapar de este dilema, a pesar de las recomendaciones de Eliot, de forma que trataremos de señalar unas breves coordenadas sobre el presente libro y sobre la poesía de Diego con la intención de crear, al menos, una cierta disposición a su lectura.
    La escritura de Walser tenía por objetivo alumbrar una realidad muy particular (quizás la de la locura) y ello a través de métodos de escritura muy singulares: la micrografía, escribir sobre pedazos y deshechos de papel, en calendarios. Pero sobre todo intentaba hablar sobre aquello que, siendo visible para él, era invisible para el resto de los hombres. Al escritor suizo, como sabemos, la afectación de su salud mental en las últimas décadas de su vida lo alejó de la escritura y lo sumergió en la soledad, internado en instituciones psiquiátricas hasta su muerte.
    Asumiendo la voz de Robert Walser, dice Roel en el poema El paseo:
 
Veo en lo pequeño y en lo débil
cosas que nadie se atreve a vislumbrar.
 
     En este camino se instala el libro de Diego, en esa experiencia vital y poética. El mecanismo creativo que presenta el libro de Roel, es entonces el de encarnarse en la voz de otro, en este caso en la voz de Robert Walser. Es un procedimiento que Roel ha empleado a lo largo de muchas de sus producciones poéticas anteriores: ser la voz del profeta Jonás, el portador de las visiones místicas de Hildegard von Bingen, el ojo de Andrei Rubliov, pintor de íconos. Estos son algunos de sus alter ego, sus múltiples yoes, a partir de los cuales su lenguaje poético intenta acercase a una realidad huidiza, que se manifiesta de forma callada, y en la que el poema (voz encarnada en un personaje que habla) aspira a iluminar la experiencia de lo real.
   Pero, ¿cómo es entonces esa realidad que habita el mundo de Walser? O bien, ¿cómo es esa realidad que Roel nombra a través de la voz de Walser?
     He aquí el misterio, el misterio de la creación poética, donde a pesar de este límite mismo que la realidad y el lenguaje imponen, Roel logra una aproximación fugaz a esa realidad huidiza y callada: el poema.
 
A los cuarenta y cinco años,
como si fuera un niño, aprendí
a escribir de nuevo.
 
Tardarán décadas en descifrar
esta intricada red de signos.
 
Mi mano busca ahora la progresiva
disolución de la letra.
       
El lápiz es un pincel y un cuchillo.
 
    Ciertos hitos vitales y biográficos son retomados para la elaboración de cada poema. Su lectura produce el efecto de una silenciosa plegaria, de una visión. Los Cuadernos perdidos de Robert Walser muestran de manera acabada la exquisita orfebrería poética de Roel. No hay sentimentalismos ni hay palabras superfluas, hay sobriedad y una búsqueda consciente de la precisión del lenguaje. Y esto justamente porque la realidad que trata de nombrar Roel (o sus alter egos) es, como dijimos, una realidad huidiza:
 
Traduzco voces, tañidos, palabras
que nadie dijo aún.
 
    Podemos decir que incluso desde la estructuración misma del libro, dividido en dos partes (Los cuadernos perdidos y Escrito a lápiz) se observa la meticulosidad del trabajo creativo. Vida y lenguaje se encaminan de la mano hacia la disolución, la fragmentación, la expresión mínima. La escritura a lápiz es el signo de la volatilidad de la escritura, acaso del Ser.
     Dice Roel en el fragmento XVII de la segunda parte:
 
Estirado hasta el cansancio el borde del lenguaje.
 
   Es decir, un único verso para mostrar el límite exacto en que la palabra se detiene para nombrar lo real.
    Ojalá la lectura de este libro se transforme para muchos en la puerta de entrada a la obra de Diego. Obra que, sin dudas, nos revela una singular voz poética, construida y creada con belleza y precisión.
 
Horacio Castillo (h)
 
Ilustración: Tapa de Los cuadernos perdidos de Robert Walser, Diego Roel, Visor, Madrid, 2024. 

viernes, 16 de agosto de 2024

Rafael Felipe Oteriño

Amanecer en la estación de tren
 
En la estación hay siempre un crucifijo,
montañas de papel, un ciego, alguien dormido;
dos manos que se buscan y se lloran, un diario,
una valija, las vísperas, el viaje.
La estación nos llama desde adentro, de muy atrás
nos grita, nos desnuda:
hoy es mañana, ayer es nunca.
Y hay ruedas, altavoces, tristes árboles, un reloj
gigante, prodigioso;
palabras que son humo, siluetas que son cielo
y resplandor y despedida;
tabaco, tos, licores rancios.
¿Es posible
preguntar por qué?
La estación es siempre madrugada, telón de fondo,
carrusel, escalofrío;
una llama que llama y estrangula. Lo más hondo,
la primavera,
las flores que vendrán, una plaza, un lugar
recién nacido.
 
 
Cuando regreses
 
Cuando regreses a la ciudad donde naciste, no te detengas frente a las ventanas. No mires las puertas entreabiertas ni el umbral de las casas. No leas los números de bronce, no los descifres. Ni amistad en las escaleras ni comercio en los pasamanos.
 
Y no hagas preguntas a las personas que pasan. No las involucres en la intimidad de balcones que tal vez sean balcones sólo en tu cabeza.
 
Ellos son condescendientes, pero ninguno responde. Confunden el antes y el ahora, el potencial y el después. Bajan un telón rápido sobre el volcán de la memoria y vuelven a su presente perfecto.
 
Los picaportes giran –parecen hechizados– haciendo entrar y salir a los fantasmas.
 
Mejor, observa las cornisas: la rama solitaria que ha crecido allí. Repite: brevitas, varietas, tenuitas: repítelo muy lentamente. Con grandes silencios entre una palabra y otra.
 
a Manuel Justo
 
 
Arroyo Carnaval
 
No era un río,
no era el mar donde los compañeros del aula veraneaban;
yo lo atravesaba sobre troncos atados.
 
La otra orilla no era un país,
ni siquiera una región diferente
donde la curvatura del mundo fuera más visible.
 
Allí nos emboscábamos y cazábamos.
Cegados por la claridad,
disparábamos perdigones que no daban en el blanco.
 
No era un río ni una región ni un país,
las cortezas disputaban a las mañanas sus geografías de luz,
las arañas caminaban sobre el agua sin dejar rastros.
 
Era lo verdadero,
todo lo demás es una historia que se empeña en retroceder.
 
 
Fotografía
 
En esa placa de veinte por diez soy un sobreviviente.
La cámara se detuvo en un punto distante
que puede ser el horizonte y que sin duda no lo es.
Los que me acompañan ya dieron el paso,
pero se los ve nítidos en el marco que los retiene.
Debo dar cuenta de ellos al filo de mis labios,
cambiar la letra firme de las vocales por el río manso
de las consonantes, todas mis certezas por la duda.
 
Y aun así no puedo ver a través de sus cuerpos.
Están confinados en el glaciar de la memoria.
Si existe otra vida, ahí están ellos: saciados.
Con ademanes fijos dejan lugar a los que llegan
y a los rezagados les confían una paz sin retorno.
La colmena permanece igual, en brazos del sol,
acunada por derrotas y alguna lejana victoria.
A cada instante, malherida, la vida sobrevive a la vida.
 
 
Vuelves a la ciudad
 
Vuelves a esa ciudad que te llama detrás del humo.
 
En las rutas, en los peajes,
en las salas de los aeropuertos y en las filas de embarque,
adonde quiera que vayas, vuelves a ella.
 
Y en cada regreso
retorna su aroma, la feria de los jueves,
el tren de las 5pm.
 
Ciudad recurrente en la que confluyen todas tus edades,
aunque tu cuerpo no esté allí para alcanzarla.
 
Como un trozo de tela que guarda el color de la infancia,
como una piel que no se puede ver ni tocar
si no es con el monólogo de los ojos cerrados.
 
Los teléfonos siguen sonando, las jarras se llenan solas.
En ella obran la perspectiva, no la distancia;
los tazones humeantes, no los inviernos.
 
Ciudad tuya, mía,
sin coordenadas fijas en el mapa,
reaparecida en todos los rincones.
 
Ciudad en la que te adivinas como ante un espejo,
que te sigue con su penitencia y su lágrima.
 
(Yo buscaba extraerle palabras
y las palabras estaban escritas en los cuadernos escolares,
en las cartas extraviadas y en el interior de los libros.
No eran palabras para conversar,
sino para permanecer abstraídos, sin mover los labios).
 
Ciudad de puertas entornadas,
de secretos hundidos como galeones.
 
Ciudad que te persuade a mantenerte en pie,
bajo el diluvio de las hojas caídas,
haciendo muescas en los árboles,
hablándole a los hijos con retazos.
 
En el océano de los días, dejando señales.
 
Fuente: Ciudad platónica, Rafael Felipe Oteriño, Proyecto Hybris Ediciones, La Plata, 2024.
 

Rafael Felipe Oteriño nació en La Plata en 1945. Publicó catorce libros de poesía: Altas lluvias (Cármina,1966), Campo visual (Cármina, 1976), Rara materia (Cármina, 1980), El príncipe de la fiesta (Cármina, 1983), El invierno lúcido (El Imaginero, 1987), La colina (Ediciones del Dock, 1992), Lengua madre (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), El orden de las olas (Ediciones del Copista, 2000), Ágora (Ediciones del Copista, 2005), Todas las mañanas (Ediciones del Copista, 2010), Viento extranjero (Ediciones del Dock, 2014), Y el mundo está ahí (Libros del Zorzal, 2019), Lo que puedes hacer con el fuego (Editorial Pre-textos, 2023), Ciudad platónica (Proyecto Hybris Ediciones, 2024). Su obra fue recogida parcialmente en Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 1997), Cármenes (Editorial Vinciguerra, 2003), En la mesa desnuda (Ediciones al Margen, 2009) Eolo y otros poemas (Editorial Brujas, 2016) y Antología personal (Libros del Zorzal, 2024). Tiene en su haber, además, dos libros de ensayo: Una conversación infinita (Ediciones del Dock, 2016) y Continuidad de la poesía (Ediciones del Dock, 2020). Recibió las siguientes distinciones: Premio Fondo Nacional de las Artes (1966), Faja de Honor de la SADE (1967), Premio Sixto Pondal Ríos de la Fundación Odol (1979), Premio Coca-Cola en las Artes y en las Ciencias (1983), Primer Premio Regional de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación (período 1985-1988), “Premio Konex” de Poesía (período 1989-1993), Premio Consagración de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires (1996), Premio Esteban Echeverría (2007), Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2009), Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional (2014), Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (2019), Premio Dámaso Alonso de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid (2023) y Premio del Instituto Literario y Cultural Hispánico de Estados Unidos (2024). Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras y codirige, en Ediciones del Dock, la colección Época de ensayos sobre poesía. Reside en Mar del Plata, donde fue Magistrado y ejerció la docencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Con respecto a Ciudad platónica destaca Marcelo Ortale en la “Introducción” a los poemas:
 
Para Rafael la ciudad en la que nació y creció es, a la vez, una y trina. Una es la ciudad de su infancia y juventud. La segunda es la actual, a la que vuelve para ver si sigue siendo ella. Y la tercera es la ciudad platónica, su verdadera patria, la necesaria que va con él. La ciudad espiritual en la que se asila y emociona. Caminar con Rafael por el boulevard de 53, por la avenida 7 bajo su eternidad de tilos es como hacerlo con un visitante íntimo y feliz. O con un emigrado que vuelve a respirar el aire suyo. 
Los poetas siempre jóvenes de aquella ciudad, los bohemios, los estudiantes luminosos de ideales y de ansias de saber, el aura de la Escuela Anexa y del Colegio Nacional en cuyas aulas creció, el arquetipo del platense sencillo que paraba en la París, en la Bristol, en el Cabildo o el Parlamento de aquella ciudad protegida por árboles, sembrada de palacios imaginados por Rocha y Benoit, el ser platense simple, de controlada ambición personal, interesado en valores, integrante de una sociedad amistosa, cercano de las ciencias y las artes, el arquetipo nada ostentoso, ese habitante añorado también camina invisible a su lado cuando Rafael viene a la Plata a recuperar identidad.
Y en esos sitios se lo puede encontrar, en cada lugar en donde anide el amor luminoso. En el ágora de las plazas cada seis cuadras, en el mágico retiro del Bosque y también, algo más lejos, en las íntimas llanuras y potreros que aún se extienden y persisten en City Bell, donde sus padres tuvieron una quinta con un molino, con árboles frutales, un caballo y arroyos a pocas cuadras.
 
Por su parte, agrega Ángela Gentile en el “Epílogo”:
 
Al finalizar la lectura de “Ciudad platónica” me he preguntado: –¿Este es un momento Kairós? Y la respuesta inexorablemente estaba asociada al tiempo. No me adjudico esta idea que pertenece a Agamben. Me pareció oportuna traerla hasta aquí porque este libro reúne esos dos conceptos en el mismo corpus. Leí e interpreté una ciudad que parece haber llegado a nosotros y no viceversa. Todo el recorrido poético convierte este locus en algo aprehensible, en la vigilia donde alguien nos abre una puerta para continuar. El tiempo cronológico percibido entre versos, lleva a un tiempo de resurrección. El recuerdo quizá, en mi lectura, completó un futuro que a fuerza de presente habita el libro. El título se convierte en una metáfora de la psique humana. Esta es la ciudad de la mente que alberga atemporal al poeta. Hacia el final de la lectura, encuentro respuesta a mi pregunta inicial sobre el kairós: es esta posibilidad que ofrece Oteriño de acceder a un tiempo donde la realidad se eterniza y el sentir se encuentra con la poesía.
 
Foto: Rafael Felipe Oteriño. Fuente: Facebook.