El no mundo
“El mismo Febo apareció, ofreciéndome
con su mano el
plectro armonioso, y escribió sobre mi
cabeza con llama
celeste estas palabras: ‘SERÁS POETA’…”
Arthur Rimbaud, “El sueño del
escolar”
I
Las manos tajeadas
son el dejo de tamaña obra,
el castillo idiota.
A lo lejos asoman las
ruedas
impregnadas de
ideales abyectos.
Mientras la milicia
destroza el patio de juegos,
los niños observan
desde las copas.
Al cuidado de nadie
intentarán dormir,
cubiertos de pelusas
de almohada.
Las sonrisas se
agrietaron,
las manos jóvenes se
marchitaron,
pero las frentes,
blancas y brillosas,
abrazan al imaginario
mentón maternal.
II
Los nubarrones me
persiguieron,
ahora cuelgo de un
hilo.
¿Podré bajar las
tijeras de aquellos estantes?
La revolución tararea
una melodía.
Cuando la caballería
se aproxima
cualquier explicación
se vuelve inútil.
La lluvia sin alma
terminó:
sacudo mis zapatos,
los embotello,
tomo el tren
que desliza y se
estrella.
Todos los equipajes
vuelan,
menos el mío.
III
Tus dedos frotan las
cabezas.
Las cosquillas son
marcas,
huellas de risa.
Y desde el tinglado
me dijiste
que el mundo había
estacionado en el patio.
Antes colgaba de las
vigas, continuaste.
El mundo estacionó en
el patio
y la gramilla no es
césped aún, pensé.
Corre y busca el agua
en los tarros de las
celdas.
Que mueran los
prisioneros;
si crece el pastizal,
tendremos suerte.
IV
Me pierdo en las
salas de cine
de forma intencional.
Es que allí fuera hay
una guerra civil.
Como solución no hay
ningún plan,
estamos cuerdos y
locos.
Caminemos contra el
viento
hasta que la tinta se
seque.
Apilemos los discos,
hagamos la fogata.
La peregrinación es
sobre el cementerio
de los valores
perdidos,
¿y no te habías dado
cuenta
que estábamos
condenados desde un principio?
Cuando todo se
desmorone
no habrá existido
final alguno.
V
Mis dientes añejos
son sabiduría,
desgarran las
mejillas,
dejan huecos.
La ropa ya no me
queda
y los sueños viejos
se desvanecen,
caen en el camino a
ninguna parte.
El ventanal
exhibe la marcha
espanta pájaro;
la danza no cesa.
Los campos están en
llamas.
Las pilas de cartón,
las señales de
madera,
caen, negras.
Sentémonos en la
luna, en aquella.
Que cuelguen nuestros
pies,
que nos hipnotice el
incendio.
VI
Todos los confidentes
son espías.
Los garabatos, como
firmas,
se apoderan de los
papeles.
En el sueño
interminable
los fósforos se
consumen más rápido.
Puedo jurarlo,
me lo dijo el
fantasma,
él nunca duerme.
Roba mis palabras.
Se acuesta en las
líneas.
VII
Deberías preparar el
manjar:
Un puñado de
corazones de manzana,
y otro de hojas de
afeitar.
Revuelve, para pasar
el rato.
En la noche
la arena del reloj se
habrá agotado.
Ténsame,
lánzame a los lobos,
estarán más que
agradecidos.
Luego,
recoge los huesos.
Fuente: El no mundo, Manuel
Marini, Editorial Servicop, La Plata, 2017.
Manuel Marini nació
en La Plata el 13 de marzo de 2000. Estudió en el Colegio Nacional Rafael
Hernández de dicha ciudad. Actualmente, asiste
al taller literario “Stilus”, coordinado por el escritor Sergio Guerrieri. El no mundo (2017)
es su primer libro de poemas e incluye los dibujos de su autoría publicados en
esta página. Según confiesa, tiene en preparación un nuevo poemario, que espera
dar a conocer próximamente.
Foto: Manuel Marini. Fuente: gentileza de Manuel
Marini.
Poemas con imágenes (valga la redundancia), e imágenes con poesía, linda conjugación para tan pocos años de terrena vida. ¡Felicitaciones, Manuel! Un abrazo, César.
ResponderEliminarSí, un gran poeta novel. Me sorprendió muy gratamente cuando lo conocí. Gracias por comentar y un abrazo de orilla a orilla.
Eliminar"De orilla a orilla"; es este uno de los aspectos más agudos de la poesía: acercar partes, lejanas entre sí, que parecen imposibles de aunar físicamente en una circunstancia determinada.
ResponderEliminarToda teoría referida a la "realidad" como verdad absoluta, es derribada por un par de líneas.
Desde ya, muchísimas gracias por el comentario y las felicitaciones.
Saludos.
Manuel