sábado, 11 de julio de 2020

Raquel Sinelli


Árboles en la plaza

Después de la lluvia
los troncos se ven negros,
nítidos
y entre ellos pasa, difusa, la luz del día.
El agua
retenida en la corteza
es el subrayado de un dibujo infantil
donde mis ojos se lavan, inocentes.


A resguardo

Felicidad de la madrugada,
del aire fresco, del cielo gris.
Tu pequeño reino promete
desplegarse más tarde.
Sirenas, ladridos
dejan atrás la noche,
parecen irse lejos.
Tu puerta está cerrada,
estas paredes ya te conocen,
esos papeles esperan tu trabajo.


Poesía

Lecturas,
contemplaciones
y, de vez en cuando,
palabras en el papel
corren tras lo que quieren decir.
Como esos perros
que ladran a los autos que pasan,
no saben con certeza lo que buscan
ni lo que alcanzan.


Distancias

Al fondo de su casa mi hijo plantó álamos.
Le pregunté porque estaban tan cerca uno de otro
y si eso complicaría su crecimiento.
Me explicó que así se hacía.
Los árboles crecieron firmes,
llevan ya algunos años,
apenas rozan sus ramas.
El viento parece moverlos desde adentro
y de alguna manera quedarse ahí.
Estar juntos les da fuerza,
como a nosotros,
aunque nuestras distancias no estén fijas
y otros aires las muevan.


Final del día

A la ventana de la habitación de la clínica
llega recortada la luz roja del atardecer.
El sol se pone luego de un día que empezó lluvioso
y ahora se despeja.
Vemos apenas
la luz intensa, un fuego breve,
el mismo que estaba al final de la calle
cuando también nosotros
éramos el paisaje.


Padre

Desde su muerte
han pasado muchos años,
demasiados.
El recuerdo
aún camina en mi cabeza.
Un hombre joven
al que yo veía viejo;
la camisa de mangas cortas
abotonada hasta el cuello,
el pantalón de cintura alta,
los zapatos oscuros.
En ése me reconozco
y a veces
hasta llego a creer
que puedo traerlo
de vuelta
para que de verdad
envejezca.
  

Piedras

Cuando mi perro murió hubo que cremarlo.
En una cajita me dieron 
piedras pequeñas de grises distintos.
No parecían cenizas.
Las enterré en un cantero del patio común,
debajo de un cerco. Moví la tierra con las manos
como quien busca un lugar fresco y allí volqué los restos.
A la mañana siguiente, a la luz del día,
algunas piedras, que habían quedado en la superficie,
todavía brillaban. 
Después vinieron horas lentas, un vacío extraño
y el dolor en mi pecho, la piedra más dura.

Fuente: El tiempo suspendido, libro inédito. Gentileza de Raquel Sinelli.

Raquel Sinelli nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires, en 1954. Desde 1974 reside en La Plata. Es poeta y periodista. Publicó: El día pleno (Nusud, 2003), Puertas adentro (Cuadrícula Ediciones, 2012) y La envoltura (Ediciones del Dock, 2013). Próximamente, Proyecto Hybris Ediciones dará a conocer El tiempo suspendido, libro al que pertenecen los poemas compartidos en esta página. De su obra se ocuparon, entre otros, Horacio Castillo, Néstor Mux y Rafael Felipe Oteriño. Este último escribió: “Con tono confidente –por momentos imperioso, como el de un hablar a la conciencia–, Raquel Sinelli deja fluir imágenes familiares de un tiempo vivido. Todas ellas están rodeadas de un aura de verdad. Es lo doméstico que aflora en el poema señalando una dirección que no está en el dominio de la persona sino en la contundencia de los hechos. Su intenso soliloquio, acompañado por presencias, sueños, deseos, recuerdos que reflotan mundos, muestra a las claras que su poesía no es elegíaca sino afirmativa. Esto es: de asunción de las pérdidas y ganancias. Aunque, para una mirada lúcida como la suya, se encuentra atravesada por la congoja de vivir. Porque se trata de una poesía de sutura, de juntar bordes, de acortar distancias –también de aprender a decir adiós–, que traza el invisible puente donde la vida se reconduce en una densidad acrecentada por la experiencia”.

Foto: Raquel Sinelli. Fuente: Facebook.