domingo, 15 de diciembre de 2019

Sandra Cornejo


Corteza

Gótica, serena
con sus animales rotos, separados
en tramos, en ceniza.
Criatura perdida en su mudez,
en colores sumergidos
a un segundo
de distancia
de la luz.

Casual, sísmica fosa,
donde caer.
Su voz
oceánica, extranjera,
donde caer.
A brazadas,
gesto salvaje 
de cajas y más cajas.

¿Y por qué?
¿Por qué un abrigo en el respaldo
una noche de luz?

Alarido desarmado
sin fuero
sin muralla.
Animal primitivo.
Sola,
criatura indefensa.
Sola.


Plaza de la Paja

Estos muros
medievales
fueron un resguardo.
El templo, nuestro sitio de paz.
Hemos acogido un mismo tono,
una intención común.
En la torre desnuda,
descubrimos
el modo de abrazar
lo eterno.
Dentro de las murallas
en la antigua villa
en días desapacibles,
resplandecíamos.

Esta dorada mañana,
en Madrid,
intercambiamos libros,
palabras.

Un tiempo apartado
nos convoca
al asombro primero,
al reencuentro.

A Esther Ramón


Una bellota

Una bellota
de un parque milenario
viajó conmigo en mi bolsillo
de un continente a otro.

En días asombrados,
era mi compañía y mi amuleto.

No es una bellota,
alguien me dijo luego.

¿Importa el nombre de las cosas?
Era mi bellota.
Lucía como tal en el camino.


Oso pardo

Soy doméstica
como un conejo,
solitaria como un oso pardo.

No pretendo una cueva
demasiado espaciosa.

Tal vez una jaula
donde pueda hablarte
de los animales extintos
que conocí en otra vida.

Si estuvieras,
me bastaría un penique
para contarte el mundo.

Te diría que el mejor
de los libros es el tuyo
–porque lo es–.
Nos tejería un tapiz
con berro
y jarillas.

Pero llueve en Berlín
y el gris se apaga
y acabo de llegar
tarde,
en octubre.
Sin aviso.

Fuente: Corteza, Sandra Cornejo, Editorial Prueba de Galera, La Plata, 2019.

Sandra Cornejo nació en La Plata en 1962. Es Licenciada en Comunicación Social por la UNLP, gestora cultural y poeta. Se diplomó en el Posgrado de Lectura, Escritura y Educación (FLACSO, Argentina) y, actualmente, dicta talleres de literatura. Publicó seis libros de poesía: Borradores (Cuadernos de Sudestada, 1989), Ildikó (Último Reino, 1998), Sin suelo (Ediciones Vox, 2001), Partes del mundo (Alción Editora, 2005), Bajo los ríos del cielo (Ediciones Al Margen, 2014) y Corteza (Prueba de Galera, 2019). En 2012, la colección de poesía Cuadernos orquestados, dio a conocer una selección de sus textos éditos e inéditos con el título Todo lo perdido reaparece. Poemas suyos fueron incluidos, asimismo, en varias antologías; entre ellas: Poetas argentinas, 1961-1980 (Ediciones del Dock, 2007), Poesía de Pensamiento. Una antología de poesía argentina (Endymion, España, 2015) y Antología Federal de Poesía. Provincia de Buenos Aires (CFI, 2019). Participó en el Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires (2016) y representó a su país en el Festival ISLA (Dublín, Irlanda, 2017). Obtuvo, además, la distinción a la Labor Literaria, otorgada por Cultura La Plata, en 2016. Fue traducida al inglés y su poema Todo lo perdido reaparece fue musicalizado por la cantautora Sofía Rei. Edita, desde 2006, el sitio web Tuerto Rey (http://www.tuertorey.com.ar). Acerca de Corteza, escribe Susana Cabuchi en la contratapa del libro:

Mesura y alabanza, silencio y esplendor, acuerdan en cada poema, en cada palabra modelada por Sandra Cornejo. A su deseo, a su búsqueda, les debemos reconocernos a mitad de camino entre el aislamiento –límite exterior que impone la corteza– y el hondo trabajo espiritual –reencuentro con el otro/otra, entrega, diálogo– de una interioridad protegida por esa misma piel.
Todo acontece entre lecturas, entre ciudades de nuestro país y del mundo, con la  proximidad benéfica del hijo, los poetas amados, la memoria.
Todo transcurre y llega, mansamente. Los olivares se acercan conducidos por la luz y cada piedra es una parábola encendida. Algunos versos florecen a la espera de una góndola nocturna que lleve a una isla cubierta de nieve.
Hay en Corteza profundos jardines y mañanas doradas para oponer a las sombras.
Días de viajes secretos, de alianzas, de misterios.
Tardes radiantes en Dublín, en Catamarca, en Belfast.
Días y días en Madrid, en Esquel, en Asís, en San Rafael, en Inverness, descifrando señales de un tren que se aleja.
Corteza es un espejo en el que nos reconocemos. Sandra frecuenta en él (con delicada belleza) la interrogación y el asombro, las infinitas calles abiertas al amor y a la desesperanza, a la celebración y al olvido.
Sandra, que ha nombrado la fragmentación, se reconoce indivisible y, en el dominio de su inconfundible voz poética, lo confirma:... y todo lo perdido reaparece…otra vez…porque la casa es esta. /Donde todo termina, donde todo comienza.

Foto: Sandra Cornejo. Fuente: gentileza de Sandra Cornejo.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Norma Etcheverry


Radio Colonia

A César Cantoni


Cada día invariablemente
a las 7 am cuando abría los ojos
venía a mí
esa voz familiar y pegadiza
del locutor de Radio Colonia
que a cada rato repetía
“Hay más informaciones
para este boletín…”
No entendía por qué mi madre
cada mañana
escuchaba las noticias de nuestro país
en una radio uruguaya.


Una película muda

Pasaban como imágenes
fugaces e inalcanzables
de una película muda.
Pasaban y mientras pasaban
se nos iba pegando en la retina
una mezcla efímera y escasa
de colores
de muecas y de ojos,
un vértigo de luces y de sombras
detrás de las ventanillas.
El eco de los vagones
anidaba en nuestros oídos
largo rato,
era un repiqueteo suspendido en el aire
que insistía
cuando ya la formación había desaparecido
más allá de la curva.


Camino de la escuela

Caminábamos casi diez cuadras
por inciertas veredas,
muy temprano, a la mañana.
El agua se escarchaba sobre la superficie
de las zanjas y nosotros nos asomábamos
peligrosamente al borde
para quebrarlo
con la punta del pie.
El viento helado en los ojos nos hacía llorar,
la nariz y las orejas se nos congelaban,
pero nos divertía sentir el frío y nos gustaban
las sensaciones del invierno.
Como el mate cocido con leche
del primer recreo,
junto a los chicos de un barrio
donde todas las casas se parecían entre sí.


Láska (Amor)

A Sandra Cornejo


Él todavía bebe un último trago
y de su boca
el licor con sabor a bosques pasa a mis labios.
Puedo nombrar sin decir palabra
todos los árboles
que rodean a los montes Sumava:
las hayas y los pinos y los abetos rojos
y también
todas las especies de hierbas que crecen
en las lagunas pantanosas de Lednické
Rybniky, allá en el borde,
cerca de la frontera con Austria.
Tomadas de la mano cantábamos
y dejábamos
caer promesas.
Nunca imaginamos que el amor podría decirse
alguna vez
en una lengua extranjera.


El cementerio de Josefov

Ahora mi casa está cerca del embarcadero,
al norte del Puente Palacky.
Desde allí las embarcaciones de turismo
cruzan el Vtlava.
Los veranos me recuerdan la felicidad
pero en otoño
los paseos se suspenden
y el paisaje cambia.
Subimos hasta Josefov,
el antiguo cementerio es imponente
y sobrecogedor.
En el invierno, un bello manto blanco
se tiende sobre las tumbas,
y las piedras que los judíos dejan a sus muertos
en lugar de flores,
quedan tapadas por la nieve.
Las pisadas se funden en el hielo
y predomina
ese rastro palpable sobre la superficie.
Parece
que la vida caminara sobre la muerte.


El fin de la niñez

Una Estanciera que fue hasta el puente de hierro,
ahí doblaron.
Por el camino pasaron al matadero viejo,
las luces largas abrían un agujero
en el fondo del campo.
Que corran dijo,
que si corrían por ahí podían salvarse.
Diablos desnudos,
con las manos atadas a la espalda,
corrieron.

Escuchamos los disparos,
vimos
cómo caían los tres,
los vimos,
uno por uno al otro día,
en las páginas del diario.


Recuerdos de mi padre

A Marcelo Ortale


Una caja de madera finamente tallada
que era de mi padre,
allí guardaba viejas fotografías.
En algunas aparecía joven y trajeado
con una mujer hermosa
y blanquísima, que era mi madre.
Luna de miel en Tandil,
con detalle
en la piedra movediza.
Un par de gemelos de oro,
varios pañuelos de seda,
un encendedor Carusita,
un reloj de plata que había sido del abuelo.
En el fondo de la caja,
atrapado y oscurecido por el tiempo,
un periódico de otras épocas.
Abierto en la primera página
se podía leer:
DERROCARON A YRIGOYEN.

Cuando murió mi padre la infancia era de escarcha,
la historia se leía en los manuales
y nuestras vidas se apretaban
todas juntas
en una caja de madera.


Primavera

Setiembre se tendía liviano y tibio,      
las plazas numerosas desbordaban
de flores,
la ciudad se desparramaba bajo los tilos,
la temperatura promedio era de 20 grados,
esa sumatoria de factores
daba por resultado
una estación espléndida.

De pronto estábamos entre pañuelos blancos
como en una cita.


Río de la Plata
                  
A  Gustavo Caso Rosendi


El sol checo es apenas tibio
pero persistente
y se derrama en infinitos reflejos
sobre el caudal que viene de Sumava
para ir a unirse con el Elba,
allá en Mélnik.
Si yo fuera de esta tierra habría crecido
escuchando a Smetana,
habría aprendido
que uno de los seis poemas sinfónicos
de “Mi patria” se llama, justamente,
Moldava
y evoca musicalmente el curso de este río.

Pero la verdad es que mi patria
no queda aquí sino en el sur,
en una orilla de plata donde la leyenda
dice
que uno puede comer lotos
pero no olvidar.


Elecciones

A los palcos del recinto
subían por las escaleras
laterales
hombres y mujeres con ropa dominguera
que cantaban, felices y fanáticos,
como otros de sí mismos
y a la vez distintos
de los que antes colmaban otras plazas.
Hubo un momento de emoción
al escuchar el estribillo.
Una vez canté la marcha peronista,
allá en la escuela del conurbano,
el día
que murió Perón.

Fuente: País niño, Norma Etcheverry, Proyecto Hybris Ediciones, La Plata, 2019.

Norma Etcheverry nació en Ranchos, Provincia de Buenos Aires, en 1963. Es periodista egresada de la Universidad Nacional de La Plata. En esta ciudad reside desde 1981. Publicó cinco libros de poesía: Máscaras del tiempo (1998), Aspaldiko (2002), La ojera de las vanidades y otros poemas (2010), La vida leve (2014, traducido al griego como tesis de Maestría en el marco del Departamento de Lenguas Extranjeras, Traducción e Interpretación de la Universidad Jónica de Corfú, Grecia) y País niño (2019). A ellos deben sumárseles el cuadernillo Lo manifiesto y lo latente (2011) y poemas y textos incluidos en antologías y ediciones compartidas, como Mitografías (2009) y Anotaciones de Horacio Castillo a su poesía y otras notas amigas (2012). Participó en  festivales de poesía dentro y fuera del país y en la XXV Feria Internacional del Libro de La Habana, llevada a cabo en 2016, donde presentó La isla escrita (2015), una selección de 35 poetas cubanos contemporáneos, que preparó a la vuelta de su anterior viaje a Cuba. Poemas suyos fueron traducidos al francés, euskera y portugués, y publicados, en el último caso, en diarios y revistas literarias de Brasil. Integró, junto a Ángela Gentile y Mónica Claus, el grupo Hybris, con el que organizó encuentros de poetas de La Plata, Berisso y Ensenada en lugares emblemáticos de dichas localidades, editando, además, el material poético de los participantes. Actualmente, trabaja en Autóctonas y exóticas, proyecto literario que cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes. Acerca de País niño, dice Fernando Kofman en “Un boleto a la edad de la razón”, texto prologal del libro:

Como en "La noche de San Lorenzo" de los hermanos Taviani, en "País niño" se despliega una atmósfera sencilla, con connotaciones rurales, donde la recolección de moras o higos son epifanías que recuerdan un ambiente humilde, como las colinas que muestra el film en la Toscana. El telón de fondo es distinto, porque es casi el fin de la guerra en la historia de los Taviani; y aquí en la estructura del libro de Norma Etcheverry, predomina el clima funesto de pequeños períodos democráticos abortados por dictaduras o populismos –como lo refiere el poema sobre la muerte de Perón–, que sólo conciben la homogeneidad bajo la figura de un líder, y luego al desaparecer éste, sus consecuencias en forma de dictadura y guerra.
Ese clima de sencillez, como si se tratara de un cuento de Cesare Pavese, ofrece ángulos muy sentidos, como evocar a la madre costurera, o la caja del padre con fotografías antiguas y un recorte de periódico que anuncia el derrocamiento de Yrigoyen. En ese caleidoscopio no faltan el invierno y las calles de tierra escarchadas, camino a la escuela, o la irrupción del verano, el río y sus pescadores.
Esta tensión tiene otro punto de apoyo, que es la evocación de ciertos lugares en República Checa donde se habla del comienzo de un amor o el recorrido por el cementerio de Josefov. Sin proponérselo, la poeta, al articular esta tensión entre Argentina y República Checa, trae de algún  modo la primavera sofocada con armas en el '68, flotando como un eco.
Norma Etcheverry en sus vivencias no ha dejado escapar nada. Nos propone la entrada en un museo de esperpentos. Está el Informe Rattenbach y también está la Jota Pe. En este museo se suman las resonancias. Porque Italia termina la guerra, comienza su período democrático y tiene el mayor Partido Comunista de Occidente. Son los años '50 y éste planteaba que ellos solos eran el pueblo. Estos planteos mesiánicos culminaron en los '60 con la formación de las Brigadas Rojas y el asesinato de Aldo Moro. El libro no lo dice, lo sugiere, y sus resonancias articulan muchos versos. En cierto modo este libro es un pasaje por autopista a la edad de la razón. Porque las vastas movilizaciones populares del pasado, dejaron varias asignaturas pendientes, entre ellas, ¡las ideas de otros no merecen ser escuchadas!
Como en "La noche de San Lorenzo" o como en "La luna y las fogatas", la hierba en la noche, el ondular de la higuera, reciben un reflejo de la luna, y esa es la felicidad de los humildes. También están los trenes que cruzan el pueblo, y van en distintas direcciones. Si estos trenes fueran en una sola dirección, estaríamos en problemas.

Foto: Norma Etcheverry en la Isla Paulino, el 7 de octubre de 2018, día en que el grupo Hybris inauguró la Biblioteca Isleña Miguel Ruscitti. Fuente: C. C.

martes, 8 de octubre de 2019

Silvia Montenegro


El borde: el filo del mar

3

En tu casa del mar hay dos puertas.
Por una entra el cuerpo
por la otra el cerebro.
Afuera, en el pequeño jardín
amanece un crucigrama.
En el sillón rojo,
tus manos rotas.

4

¿Ves el muelle?
¿Ves cómo nos dice adiós?

7

El secreto es irse.
Siempre nos estamos yendo, madre
somos la tarde entre libros frente a la ventana.

11

Los chimangos destriparon la masa gris.
Piernas solas corrían entre las cárcavas
sin recordar lo que sostuvieron.
Entonces la luz,
la felicidad llegando desde la arcilla.


El borde: la frontera invisible

3. Line up

–¿Dónde está el placer?
–En la espera.
–¿Qué esperás?
–El borde.
–¿Cuál?
–El blanco, el sagrado, el espumoso.
–¿Se mueve?
–Es lo alto en movimiento.
–¿Qué hay en lo alto?
–El corazón.
–¿Qué mira el corazón desde la cima?
–Lo que de cerca no puede.
–¿Por ejemplo?
–La tierra luminosa.

                                                             a Diego


El borde: devenir animal

2. Castor

Vos fuiste antes, vos eras antes
de nacer.
Vos llevabas tu escama, tu cara fea, tus bigotes
largos
antes del mundo.

Nadie te quitó lo salvaje cuando la boca sagrada se abrió.

Qué alabanza.
Qué veloz nadador bajo el planeta luminoso.

Nosotros los peregrinos
nos protegemos en la sombra de un aguaribay,
nos miramos la esbeltez, el rostro impasible,
hablamos de felicidad.

Vos sumergís la cabeza en el agua,
nosotros la escondemos.


El borde: la orilla del tiempo

5. Canción

En su música me llevó a tocar lo que rompí
y con mi mano sana escribí lo roto.
Después me apretó como aprieta el amor
y nunca más nunca más
pude hablar.

                                                                      a Martín


El borde: la incertidumbre

2. All you need is love, cantan

Cuando el liquidámbar perdió sus hojas
ya te habías ido
habías dejado tu cara detrás del humo.

¿Hay alguien en este frío
en estas piernas que me duelen?

Tomábamos un vino dulce hasta el borde
y creíamos que la vida era sólo el vuelo de un zorzal.

Todavía me deslumbra lo que desaparece.

Pero me duelen las piernas
y no puedo caminar
para alcanzarlo.


El borde: el límite del mundo

4. Sitio

No estaba escrito que quedáramos vos abajo
y yo en la superficie.
¿O yo abajo?

Madre,
en el sitio donde estoy
lo esencial no es la palabra.
Es el murmullo a descifrar.

No llores.

No es la muerte.
Es depurar la pisada.
La juntura de lo mínimo con lo mínimo.

No es la muerte la muerte.
Es la osadía de imitar al lince.

Crear el ritmo.
Contar los segundos entre la calma y la contracción.

No estés triste.
El universo se abre hacia adentro.

Somos dos en la inmensidad.

                                                                                    a Teresa


El borde aquel

1. La línea rota

No olvides esto: no puedes volver atrás.
                                                J. J. Cale

Guardamos la tristeza detrás de los ojos,
un escondite de piedad ciego y azul.

Siempre a punto de morir
y sin embargo
no nos morimos.

Vemos esqueletos de ballenas en las nubes,
a veces la belleza es ese hastío.

Algunas noches cenamos con Dios
y reímos hasta el amanecer.

El punto álgido es el sol
encandila el tiempo. Lo quiebra.

Cuando queremos regresar,
no tenemos casa.

Acontecen caracoles entonces
nos tapa un agua roja
nos crecen gajos.

Somos multitud
somos el Everest
nos deslizamos en balsas de nieve.

Tocamos el hilo de sangre en la alfombra
la alfombra es inmenso lago
desde ahí miramos la única estrella.

Fuente: El borde, Silvia Montenegro, Editorial Prueba de Galera, La Plata, 2019.

Silvia Montenegro nació en La Plata en 1961. Es egresada de la Universidad Nacional de La Plata. Publicó los siguientes libros de poesía: Sobredosis de alma (Sudestada, 2001), El diablo pide más (Ediciones Último Reino, 2004), Los príncipes oscuros (Ediciones Último Reino, 2008), La bruma (Barataria Libros, 2014) y El borde (Prueba de Galera, 2019). Fue invitada a numerosos festivales de poesía, entre ellos: Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires, Festival Internacional de Poesía de Michoacán (México), Festival Internacional de Poesía de Trois Riviere (Quebec, Canadá) y Festival Internacional Transpoesía (México). Figura en antologías poéticas publicadas en Argentina, México, Perú, Italia y Alemania. Algunos de sus poemas fueron traducidos al francés, al alemán y al italiano. Entre 2009 y 2012, se desempeñó como Secretaria General de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Reside en City Bell.

Foto: Silvia Montenegro. Fuente: Facebook.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Carlos Aprea


Pie cortado

a Guillermo Lombardía, poeta (1952-2007)

Porque te había escrito luego de verte,
casi sin darme cuenta, una pobre rima:

“oh almirante, nuestro almirante yermo,
barco varado en cama de hospital,
tu triste figura caballero indolente        
resistirá la cera de Madame Tousaint”

y también, porque circularon por aquí esas versiones
sobre aduladores que esperaban como en Zorba,
un final repentino para saquearte los cajones:

“el mármol argentino o el bronce lapidario
con que algún fisgón advenedizo,
aprendiz de vampiro,
quiera silenciar tus repentinas        
pantagruélicas inconveniencias
bajo la máscara risueña
de la falsa adoración”,

y como esperaba que recibieras mi mensaje
(en la estúpida confianza de las botellas al mar)
te sugería:

“ojala un gesto tuyo y definitivo
avente esa carroña”                           

pero no quería hablarte de cosas tristes
y te cité tal cual, como lo hago ahora:

“porque tampoco quiero hablar de cosas tristes”         

porque te vi y aún te veo:

“…horizontal, como esa pampa
donde un matungo oscuro
llevó maná del cielo por los arrabales”

y sentí como aún siento que:

“tu museo navega con velas desplegadas
entre los detritus del porvenir
aun cuando alguien quiera
cuadrar tu insensatez
silenciar la voz debilitada
de tu preciado oficio”

yo, un grumete, observaba:

“también sos tripulante
de ese barco fantasma
que recorre el mundo
alentando la callada revuelta
la multiplicación de soles
y las altas mareas”

clavado en esa imagen del Policlínico
que no hacía justicia a tu humanidad
pretendía pedirte:

“que no te gane el sueño
todavía
que se demore
y que aún te bañe el agua de las fiestas”

todo muy emotivo, todo inútil.
Y al fin de cuentas ¿con qué derecho?,
te fuiste igual
y uno queda,
frente a tus versos poderosos,
brindando en soledad.


Supongamos Turkestán

a Pablo Odhe, poeta (1970-2012)

Prefiero imaginar tu parada argentina
sobre la proa de un barco ennegrecido,
ese porte ajeno a todo carnet de afiliación
o pertenencia,
salvo ese infinito océano primordial
donde la vida copula y renace cada día.

Tu sonrisa irónica y transoceánica
surcando el mar la mar
la rosa bisexual,
el humo de los fumaderos,
la sal de los monstruos marinos,
lo viviente como una mochila densa:
latidos desenfrenados en un cuerpo lento,
tu altavoz que no cambia el alcohol más preciado
ni la madrugada más bella
por el recuerdo de esa bahía de hembra alucinada.

La mariposa Spinoza 
posada sobre tu hombro,
avizorando desde tu altura la espuma de esos días fáusticos
sobre los acantilados de la Costa Brava,
y murmurándote, como una pasión triste,
la dulce canción final de los desterrados.

Ahora parece que te fuiste
al carajo marinero,
supongamos Turkestán,
a seguir arrastrando
tu voz en la poesía –poesía sobre tu voz–
con las maravillas que no morirán.
Escupiendo versos contra toda servidumbre,
sobre la grisura de un mundo
un poco más miserable y solitario.


La dama en el taller

a Ana Emilia Lahitte (1921-2013)

Horas bordadas, rosas amarillas,
luciérnagas soñando el sol que tal vez
las consuma por completo,
fugacidad de la belleza y turbulencia del ansia.

Mujeres que respiran el tránsito de otoño,
ademán delicado entre tazas de té,
voces agudas,
roces vivaces de las charlas
mecen las sombras frescas y
una tenue luz invade las ventanas
entornadas a las novedades de la calle.

Entre las mujeres, una dama,
tono reconocible, andar delicado.
Fija una imagen que semeja un estilo,
perfuma pasillos interiores,
con el suave calor de verbos
olvidados por los días veloces,
la herrumbre devoradora de nuestro tiempo.

Cordialidad y fervor,
atención y aliento, gracia generosa.
Como quien ha transmutado sus dolores,
hermosos huraños alegres muertos
que la acompañan,
humedades perdidas por los años,
aplacada memoria del llanto y de la ira,
soledades de los nuevos espinos de la desilusión.

Como quien ha transfundido
saberes de las sangres de los otros,
o del gran Otro –esa gran suma– en dones,
ofrendas a la persistencia de la vida,
silenciosa obstinación
de una tarea infinita.


H. P.

a Horacio Preler (1929-2015)

Ese cuerpo que yace no es Horacio.
Este rostro que contemplo extrañado no tiene 
el delicado color de infancia intacta, a resguardo de todo mal,
en el fondo de las pupilas.
Quizás el niño duerma ahora
con todo aquello que amó y aún amaba hasta ayer.
No está el gesto finísimo de una sonrisa sagaz
en las comisuras de esta boca breve y yerma.
Esta frente no tiene aquellas líneas de tensión
que dibujaba su avidez de vida, el asombro
ante el reiterado descubrimiento de la belleza
por parte de los jóvenes poetas
que peregrinaban a su encuentro,
o el dolor silencioso
frente a los gritos destemplados del mundo.
No está frente a nosotros rápido a escuchar
razones devaluadas
con paciencia infinita, con apego,
siempre en la vertical de una serena elegancia.

No es Horacio. Será otro.
Será Hugo Usatorre,
su salvoconducto en esta tierra,
una mera circunstancia ahora
para atravesar
un difícil, improbable adiós.


Minuciosa elegancia

a Jorge Muiña, librero (¿?-2017)

No alcancé a decírtelo: estuve en Cucao.
Me lo habías dicho: ¡no dejes de ir...!
con ese entusiasmo tan tuyo
que era casi una imposición.
Y sí, algo se percibía en las orillas,
algo con lo que vos jugaste siempre
y yo siempre desconfié,
por exceso de reserva o intoxicación racionalista.
Quizá esa violencia de la naturaleza descarnada,
el bosque húmedo que se pierde en la arena
y una nave de locos
que uno intuye anclada lejos
y sin embargo está tan cerca esperando
que de una vez por todas nos lancemos al mar.

Ahora ya no puedo esperar otras noticias tuyas,
y en cierto modo, lo prefiero,
no tengo ningún derecho a reclamarte nada, es cierto,
pero aun menos verte en una jaula inmóvil.
Tu ironía finísima siempre fue para mí
el juego posible de tu libertad,
una forma de elegante distancia
o de peligrosa cercanía.
Para mí y mis pudores, desde ya.
Y ahora que las noticias no son buenas,
y otra vez pienso que llego tarde, siempre llego tarde,
extraño esa elegancia,
esa cuidadosa y elaborada exasperación
desde donde gobernabas tus amores y tus odios.

Todo tiende a alisarse, a perder definición,
esos horizontes enrojecidos que se alejan,
esas playas del norte de Brasil que dibujaste en el aire,
la voz de una radio que se apaga
como una música que se lleva los momentos precisos, preciosos,
cuando nos permitiste
disfrutar tu disfrute por Tanner, Pound, Coltrane,
y tu desprecio por toda forma de domesticación.

Fuente: gentileza de Carlos Aprea.

Carlos Aprea nació en La Plata en 1955. Vive, desde siempre, en el barrio Villa Elvira de dicha ciudad. Cursó estudios en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. Es Técnico Químico y cofundador de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNLP. Comparte su condición de poeta con la de actor, autor y director de teatro. Publicó seis libros de poesía: La intemperie (Ediciones Al Margen, 1999), Abrigo (Ediciones Al Margen, 2006), La camisa hawaiana (Libros de la Talita Dorada, 2010), Pueblos fugaces (Libros de la Talita Dorada, 2012), Villa Elvira (Pixel Editora, 2014) y Escaleno (Pixel Editora, 2017). A ellos deben sumárseles cinco plaquetas dadas a conocer por Libros de la Talita Dorada en 2009: Conociendo gente se viaja, El pájaro de las cinco y media, This is the end, week end, Política líquida y Teatros. Fue incluido en las siguientes antologías: 8 poetas (2° premio del Concurso Edelap de Poesía, 1997), Poesía - 36 autores (La Comuna Ediciones, 1999), Pan, amor y poesía - Culturas alimentarias argentinas (INTA, 2008), La Plata Spoon River (Libros de la Talita Dorada, Colección los Detectives Salvajes, 2013) y Antología Relámpago (Pixel Editora, 2014). Colaboró con las revistas Talita, El Hormiguero, El Espiniyo, Pasajes y Sismo Trapisonda, y con el diario Diagonales, entre otras publicaciones. Condujo programas culturales en diversas radios y dirige, desde hace varios años, el ciclo Poesía en la terraza. Los poemas incluidos en esta página fueron escritos entre 2011 y 2019 y permanecían inéditos.

Foto: Carlos Aprea. Fuente: Facebook.