sábado, 9 de octubre de 2021

José María Pallaoro


Notas en libretas de hule negro
(2011 - 2012)
 
I
 
Ella dijo que
tuvo un calambre
Cuando se le fuera
prometió estar
 
 
II
 
Mario Trejo descansa en paz
Su poesía no descansa, sigue
lamiendo la herida absurda,
la calle de los leopardos,
la entrepierna acorralada
entre labios y dientes
No descansa, se fuma el amor
en caricias de manos
deslizándose por los pechos
hasta los dedos de los pies
El viejo poeta descansa
Su poesía
no
 
 
Pablo Odhe hablaba siempre de poesía,
mejor dicho, todo lo que hablaba
lo llevaba al campo de la poesía
Era magnético en ese campo
Con audacia y sagacidad
llenó su odisea de palabras
y cruzó a nado el río de las tres muertes
Ahora, en la otra orilla,
estará descansando en el despertar del leer
 
 
El invierno renació en los libros
La casa y el mundo siguen como antes
Una paloma bebe de la pileta
Hojas balanceándose en la telaraña
Un sol y naranjas
Janis, la voz cósmica, junto a la pared, ruge
como un Porsche 3 5 6 cayendo al Océano Pacifico
 
 
La besa en la nariz (Ella pregunta si está fría)
La besa en los labios (Ella cierra los ojos)
Y cerca de las flores, en su mecedora de viento, duermen en el abrazo del otra vez
 
 
Sí, la noche es luz cegadora de árboles y plantas, cortinas y viento
Los muebles, inmóviles, sordos, inútiles, polvo del quedarse, parecen dormir junto a los demás objetos
¿Dejan de pensar, de vivir? Un día, en el tal vez de los oráculos, caerán batracios del cielo
Las piedras aladas de nuestro despertar
 
 
¿Qué herencia puedo dejar a mi mascota? El otoño no se anima a oscurecer, llega a su fin y el verde sigue
en el pasto, en las plantas y los árboles
Necesito juntar naranjas
 
 
Necesito antes de irme, y para siempre, un aguilucho en el asfalto
¿Qué herencia dejaré a mi mascota? ¿Qué sol sumergido en el agua?
 
 
¿Qué puedo darle de comer? ¿Cuánto tiempo pasó del estar sus huesos
y la casi inexistente piel sola en su casa? El viento fuerte no me deja avanzar,
y quedo solo
¿Qué puedo hacer para que beba y coma, para que los lunes no sean
los siete días de la semana?
 
 
Sale humo del pico de la pava,
un humo vaporoso, cierro el mechero,
tomo la taza mojada y la seco con las manos,
agrego tres cucharadas de una mezcla grisácea
desconocida en mi juventud y vacío el agua
un poco más de la mitad de la taza
En el 29, unos días después del fin del mundo,
la rutina sigue en su lugar, aunque todo parezca marchito
y desesperanzador
 
 
El ruido es ensordecedor decía mi padre, en verdad puteaba
El espacio es otro, y la música hace temblar las paredes
La belleza alineada a la telaraña de lo inmóvil, las ventanas cerradas para motivar al misterio
En casa no hay roedores ni apellidos exóticos bajo la almohada
 
 
Hoy no desperté, ni siquiera sigo dormido ¿Dónde estoy mientras escribo? Los papeles
absorben la tinta caliente del otoño en la falsificación de las estaciones
                                                                                                                   
 
Fuera de la habitación duerme
Dentro de la habitación viaja junto al viento
 
 
¿Hay que ir hasta el fuego de la tierra? No me pidas que dé un paso más, dejame quieto en este espacio mío donde la cascada cae como piedra sobre el rostro del mundo
 
 
Me gusta la noche que anida en tu mañana
En el hoy de no verte tu sabor aún en la boca
Besaste mi rodilla, no fue más que eso, un exabrupto, una delicada despedida
 
 
Inicié mi caminata muy temprano hacia el río
Caminé, crucé los jóvenes basurales, el cañaveral, el bosque de fresnos y ligustros, el asfalto irregular, la muralla destruida
Caminé, sobre las aguas descompuestas, en el atardecer, seguí caminando
 
 
III
 
No hay príncipes de los poetas; salvo mendigos polémicos y sublimes que desde la escasez del simbolismo corren como faunos entre las arboledas de una antigua ciudad similar a La Plata. Hay fotos esclarecedoras. Teteras y espejos. Faltó el oro. Pero están los mates, y las talitas con queso untable de jamón y parmesano. En el entretiempo, el Maestro iluminó la constelación de los perdidos en la mañana, y al oscurecer besó a la señorita que tiraba los dados y demás cosas. Ella nunca le pidió un soneto ni versos de circunstancia, simplemente sugirió su mudez ante tanto palabrerío bautismal. A no joder, dijo Mallarmé, que para eso está la lluvia
 
 
Una primavera abandoné en el río de los ojos de la mujer de mis sueños una botella llena de palabras. Deseo creer que sigue flotando en aguas dulces, que aún no llegó a la orilla de su corazón. ¿Cuántas primaveras más esperaré? ¿Cuántos otoños? ¿Cuántos silencios?
 
 
El tortuoso tronco de sauce obstruye la vereda. Cada mañana, cuando salgo de casa, lo siento más seco, dando sombra a la zanja de los reptiles subterráneos. Hoy no salí, aún no salí. Desde la ventana abierta, el viento del jardín trae el runrún de una motosierra que parece cada vez más poderosa. No hay necesidad de ver a través de los orificios; cada rama que se despelleja es una palada donde el pozo de los sueños se agranda; hasta que el afuera calle, y se apisone suavemente la tierra, y se pase el rastrillo por única vez
 
 
Cuando llegue la hora de la ceniza (no) quiero que las esparzas al mar, (ni) en el río de la plata (en cualquier rincón de City Bell, en el jardín, cerquita de la Pacha y el Catulo, sus huesitos andan por ahí). Cuando llegue la hora (el reloj sigue detenido, pero ya le darán cuerda), no habrá pena por los libros del abandono, por apuntes y papeles sin imprimir, no importa, el cielo es azul en la inmensidad. Cuando llegue la hora, cuestión de cuerda nada más, nada importará, ni el borrador de una vida, ni el cielo, ni el mar
 
 
Los chicos orgánicos organizan eventos donde se privilegia, después de los chicos orgánicos, los best sellers. En el jardín de los deseos de Lorca pasando el cruce de las margaritas hay dos caminos. Uno en forma de estrella. El otro con lluvia de papel picado que siempre moja. Los turistas eligen el camino de retorno encandilados por las luces de la ciudad de las iguanas. Seguro, con la poesía no se hace ninguna revolución. Preso, sin poesía la revolución anida en una canasta desbordada de razones muertas en el acto de no nombrar
 
Fuente: Notas en libretas de hule negro (2011 - 2012), libro inédito. Gentileza de José María Pallaoro.
 
José María Pallaoro nació en La Plata el 28 de febrero de 1959. Su obra poética publicada comprende los siguientes libros: El viaje circular (1998), Pájaros cubiertos de ceniza (1999), Son dos los que danzan (2005), Basuritas (2010), Setenta y 4 (2011), 33 papelitos y una mora horizontal (2012), Una medida adecuada a todo (2012), Una piedra haciendo patito (2013) y El flautista de City Bell (2015). En 2012, dio a conocer  una reedición ampliada de Son dos los que danzan. Este mismo libro fue traducido al italiano y al esloveno y publicado en 2013 por el Centro de Estudios Interculturales del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Trieste con el título Sono due quelli che danzano / Ples v dvoje. La versión al italiano fue realizada por la profesora y escritora Ana Cecilia Prenz Kopusar y la traslación al esloveno por la misma traductora en colaboración con el poeta esloveno Marko Kravos. Pallaoro tiene, además, numerosos poemarios inéditos, entre los cuales cabe mencionar: Breve cielo, Latidos, Cuando llueve el mundo es otro (1985-1989, en revista Sismo Trapisonda, nº 1, 08/2008), En medio de la lluvia, Es hora de volver a Jimmy Hendrix, El bostezo del viento, Andante tren (2001, en revista Sismo Trapisonda, nº 3, 06/2009), El estado de las cosas, El vino del azar y Spinetta. Como difusor cultural, condujo programas de radio en FM (La máquina del tiempo, En la vereda del sol, Mariposas de madera, La talita) y dirigió la revista de poesía El espiniyo. Actualmente, es editor de Libros de la talita dorada y administra los blogs literarios Aromito, Poesía La Plata, Poesía City Bell y Los ojos. Vive en City Bell, partido de La Plata, donde coordina el Espacio Cultural La Poesía y talleres de escritura.  
 
Foto: José María Pallaoro. Fuente: gentileza de José María Pallaoro.