De viaje
Tomar el tren... ¿Quién dice que es una cosa fútil?
Ir en tren es fingir que se va a alguna parte;
fingir que se ha encontrado por un secreto
arte
dirección y propósito a esta existencia
inútil...
Me lleva el tren... Y siento la dulzura
cobarde
de marchar sin que hiera mis plantas el
camino:
Una Potencia amiga carga con mi Destino,
y cruzo por la vida como hoy sobre esta tarde:
irresponsablemente...
... El campo
despreciable,
nimio, no me interesa... –Se dijera que hay
algo
definido que hacer–. Una parada; salgo
pronto... No me detengo sino lo indispensable...
Compañero de viaje: tu timidez ¿no siente
la dulzura cobarde, baja, desconocida,
de soñar que ir en tren es cruzar por la Vida
irresponsablemente...?
Fuente: Horas puras, Alberto Mendióroz, Editorial Martín García, Buenos Aires, 1915.
Alberto Mendióroz nació en Tucumán el 13 de junio de 1895. Vivió en La
Plata desde los 16 hasta los 24 años. En esta ciudad fue secretario de Joaquín
V. González y obtuvo el título de abogado. Entre 1920 y 1923 se desempeñó como
juez de primera instancia en Salta. Murió en Buenos Aires el 13 de febrero de
1924. Sus restos descansan en la necrópolis platense junto a los de su esposa,
la poeta Romilda Poggio. Si bien escribió ensayos, novelas, cuentos y obras de
teatro, sólo llegó a publicar un libro de poesía: Horas puras (1915). Luego de su muerte, sus familiares dieron a
conocer La luz buena del amor (1932),
volumen que recoge sus poemas inéditos. Entre sus ensayos, cabe destacar
“Almafuerte”, publicado en 1918 en Atenea,
revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata.
Otros ensayos suyos aparecieron, entre 1914 y 1924, en la revista Nosotros, editada en Buenos Aires. Al igual que Delheye, Ripa Alberdi y López
Merino, sus compañeros de ruta en la poesía, Mendióroz murió tempranamente,
dando lugar a la llamada “Primavera fúnebre”, expresión acuñada por Rafael
Alberto Arrieta con la que se conoce a la “Generación del 17” o “Primera
Generación Platense”. “Lírico de acentuado intelectualismo –según su hijo Hugo,
que también fue poeta– expresó sus dudas filosóficas y su visión romántica con
penetración analítica y trazo clásico”. Para Guillermo Pilía, por su parte,
“Mendióroz se distinguió de los demás componentes de su generación por un tono
menos afecto a la ensoñación, a la levedad, a la evanescencia, a lo menor, y
una tendencia a buscar el material poético en el mundo de las ideas”.
Imagen: Alberto Mendióroz. Fuente: Primera antología poética platense, Ediciones Antonio
Zamora, Buenos Aires, 1956.
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