martes, 7 de agosto de 2012

Horacio Núñez West





















Canción para celebrarte

Dulcemente vencido, reclinado sobre tu bello cuerpo,
con la frente caída como un grávido fruto
sobre tu corazón: dichoso y triste,
extrañamente niño mientras oigo
la música lejana de tu voz, de tu sangre
llena de flores rojas que se abren
al roce de mis labios;
ciego por el dorado
resplandor de tu piel, por el ardiente
sol que llevas en ti como una lámpara;
desvalido y lejano, rodeado
por la infinita soledad del mundo
y abrazado a tu cuerpo, temeroso
de que el amor no alcance a sostenernos
sobre tanto vacío.
Oh querida, oh pequeña o infinita comarca de ternura:
muchacha mía, sangre rumorosa
llena de tiernos pájaros que cantan
su pasión inocente.
La vida, el mundo empiezan
donde nace tu cuerpo, se iluminan
y se vuelven misterio inalcanzable
en lo alto de ti, sobre tu frente
asomada a las últimas estrellas.
Detenida en el centro de mi alma,
sobre mi corazón, que está vencido,
que quiere ser vencido, dulcemente
cambias mi oscura sangre fatigada
en vino claro y fuerte.
Mi cuerpo en una boca que te llama,
mi triste carne en sueño.


Poema inevitable

A veces nos ocurre
que en la mitad del sueño o desde el centro
de un instante feliz, mientras reímos
bajo la luz dichosa de la vida,
un súbito dolor, alguna pena
que se niega a morir, abre en nosotros
una grieta sombría.
El corazón se cierra, taciturno,
y antiguos rostros vuelven, nos acosan
llamándonos sin voz desde el olvido.
Hay tanta muerte dentro de nosotros,
tanto dolor callado, pero vivo,
tanta imagen hundida, tantos seres
que fueron y no son. Hay tanta sombra
de frustración cernida sobre el alma...
Pero la vida sigue y desde el mundo
nos llama con sus gestos, nos envía
su cegadora luz y nos engaña
una vez más y siempre.
Nos pone entre los labios
corazones dulcísimos, henchidos
de esperanzado amor. Ardientes soles
se encienden otra vez en lo profundo.
Y las penas se hunden en nosotros.
Se hunden más y más en nuestra sangre
hasta que ya dejamos de sentirlas.
Y volvemos al juego fervoroso
con la misma inocencia de otros días.

Fuente: Canto a la Provincia de Buenos Aires de Horacio Núñez West, Ana Emilia Lahitte, Cultura Bonaerense, La Plata, sin fecha de edición.

Horacio Núñez West nació en 9 de Julio, Provincia de Buenos Aires, el 29 de enero de 1919. Allí transcurrió su niñez, entre la ciudad y el campo, hasta que, siendo adolescente, se trasladó con su familia a La Plata. En esta ciudad vivió, trabajó y escribió a lo largo de unos treinta años. Entre 1968 y 1969 residió en Italia. De regreso en la Argentina, repartió su vida entre Buenos Aires y la localidad cercana de Benavídez. Su obra publicada se compone de los siguientes libros: Elegía para la muerte amiga (poesía, 1944), Edad de la nostalgia (prosa poética, 1952), Fábula de mi ser (poesía, 1957), Pausa ante el mundo (poesía, 1959), Canto a la Provincia de Buenos Aires (poesía, 1962), Situación del poeta moderno (ensayo, 1962) y Aproximaciones (poesía, 1972). Una selección de sus poemas, que incluye un estudio de Ana Emilia Lahitte, vio la luz con el título Canto a la Provincia de Buenos Aires de Horacio Núñez West (Cultura Bonaerense, sin fecha de edición), a fines del siglo pasado. Recibió, entre otras distinciones, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1959) y el Gran Premio de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (1987) por la totalidad de su obra. Perteneció a la generación neorromántica del ’40. Murió en Buenos Aires el 3 de mayo de 2012.

Foto: Horacio Núñez West. Fuente: Canto a la Provincia de Buenos Aires de Horacio Núñez West, Ana Emilia Lahitte, Cultura Bonaerense, La Plata, sin fecha de edición.

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