lunes, 6 de noviembre de 2023

Rafael Felipe Oteriño


Nacimientos
 
Un verso sigue a otro verso,
una palabra grave a otra esdrújula,
los acentos se disparan
y forman una plegaria en las paredes del viento.
 
Es como una respiración,
sólo que en ellas se libran todas las batallas:
lo dicho y lo impronunciable,
lo que no llegamos a ver
y lo que avanza a paso lento sin pisar la tierra.
 
Las nubes grises y los helados inviernos
intercambian mensajes cruzados;
la caída de un muchacho con alas
es la caída de un muchacho con alas,
pero también el umbral de algo distinto.
 
A estos nacimientos da lugar la poesía,
cuando llama palomas a los navíos y techo al mar.
Son caras de un país reconquistado
a impulsos de la imaginación y la alegría,
de la curiosidad y del asombro.
 
Los ancianos detrás de sus lentes
y el trote de los caballos saben de qué hablo.
 
 
Deshoras
 
Pero qué poco, Irene, qué poco:
el brillo del sol en el armario,
la serenidad de las tazas,
el terrón de azúcar, el mantel,
y después, tantas horas en blanco
a la espera de algo que no se cumple.
 
El tiempo que reposa en las jarras,
la oleada de voces y nunca
el agua suficiente para calmar la sed;
los libros leídos más de una vez,
alineados en los estantes,
las dos únicas líneas que recordarás.
 
Lo próximo, lo lejano: dos dimensiones
de la más pura contradicción;
afirman, niegan,
mientras sostienen la cuerda
que nos mantiene vivos
en su ingravidez y en su nana.
 
Esto no se puede explicar con palabras,
se sabe: como la semilla
que gira en dirección al sol,
como la luna que se embosca
detrás de los árboles,
con toda la luz adentro.
 
El celo de un alma que ansía
y de un cuerpo que se niega,
de lo incontable en la puerta
y del mensajero que no responde.
Ay, Irene, qué poco, qué poco y qué breve.
Un jardín casi desierto. Pero vivo.
 
 
Georgina
 
Solía hacerse presente en Navidad.
Bajaba de las sierras,
donde las hojas del verano
eran más protectoras
y el cardo azul definía su lugar en el mundo.
 
Ahora ha vuelto sin aviso,
como lo hacen las personas
que se preparan para su eclipse definitivo.
Regresa su sonrisa, su rostro de piel clara,
la llama alborotada de su pelo.
 
Existió y eso es todo
lo que puedo decir de ella.
Menuda, graciosa,
como un pequeño fantasma
que correteara por la casa sin que nadie la viera.
 
Su nombre no está escrito en ningún lado.
Únicamente yo lo deletreo hasta el final,
bajo este sol de invierno
que vacila, relampaguea,
y también deja su fruto al tocar la tierra.
 
 
Hacer tablas
 
Ética mínima:
no vencer ni ser derrotado.
Comenzar de nuevo.
 
La aurora y el poniente
en el mismo abrazo.
 
Hacer tablas.
Una geografía sin héroes.
 
Me explico:
la dulzura diaria
de mover nuevamente las piezas.
 
 
Salmo
 
Nunca se equivocaron
los Viejos Maestros.
  W. H. Auden
 
El mundo existe, las cosas existen:
la piedra, el sol, el aire,
el pájaro en vuelo
y la primavera en la rama.
 
Cuando el desánimo nos abate
la memoria se encarga de recogerlos
y forma con sus semillas
el volcán y la rosa, la cantera y el sonido.
 
También la ola, el claro del bosque,
las iglesias góticas
y los campos de lavanda
nos salvan de la tristeza.
 
Eso lo sabían los Viejos Maestros,
y amaban la perspectiva,
los álamos de Italia
y la sal de la tierra.
 
Eran incansables: repetían
el oro brillante y la esfera celeste,
las nubes en el cielo
y el suelo bajo los pies.
 
Que lo visible perdure,
que lo incontable renazca:
eso debatían en los talleres,
y en las telas abundan colinas, iglesias, árboles
 
Fuente: Lo que puedes hacer con el fuego, Rafael Felipe Oteriño, Editorial Pre-textos, Valencia, 2023.
 

Rafael Felipe Oteriño nació en La Plata en 1945. Publicó trece libros de poesía: Altas lluvias (Cármina,1966), Campo visual (Cármina, 1976), Rara materia (Cármina, 1980), El príncipe de la fiesta (Cármina, 1983), El invierno lúcido (El Imaginero, 1987), La colina (Ediciones del Dock, 1992), Lengua madre (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), El orden de las olas (Ediciones del Copista, 2000), Ágora (Ediciones del Copista, 2005), Todas las mañanas (Ediciones del Copista, 2010), Viento extranjero (Ediciones del Dock, 2014), Y el mundo está ahí (Libros del Zorzal, 2019), Lo que puedes hacer con el fuego (Editorial Pre-textos, 2023). Su obra fue recogida parcialmente en Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 1997), Cármenes (Editorial Vinciguerra, 2003), En la mesa desnuda (Ediciones al Margen, 2009) y Eolo y otros poemas (Editorial Brujas, 2016). Tiene en su haber, además, dos libros de ensayo: Una conversación infinita (Ediciones del Dock, 2016) y Continuidad de la poesía (Ediciones del Dock, 2020). Recibió las siguientes distinciones: Premio Fondo Nacional de las Artes (1966), Faja de Honor de la SADE (1967), Premio Sixto Pondal Ríos de la Fundación Odol (1979), Premio Coca-Cola en las Artes y en las Ciencias (1983), Primer Premio Regional de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación (período 1985-1988), “Premio Konex” de Poesía (período 1989-1993), Premio Consagración de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires (1996), Premio Esteban Echeverría (2007), Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2009), Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional (2014) y Premio Dámaso Alonso de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid (2023). Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras y codirige, en Ediciones del Dock, la colección Época de ensayos sobre poesía. Reside en Mar del Plata, donde fue Magistrado y ejerció la docencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
 
Foto: Rafael Felipe Oteriño. Fuente: Facebook.

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