Mujeres
Me siguen.
Caminan por la
misma senda.
Saben que no
tengo y, sin embargo,
parecen
regocijarse.
Soy la vaca
flaca.
Los siete años de
vacas flacas.
No les pidan más
velas a mis santos.
Mujeres vendiendo
al por mayor
lo que les
quitaron al por menor.
Adónde van con
alas de tiburón colgando de sus fauces.
Adónde voy cuando
no alcanza con arrodillarse.
Soy el pez en el
anzuelo que desemboca en mi propia sed.
Nadie te regala
nada y está bien.
Comprar, vender,
atorarse de pasto seco
y tragar como se
pueda la única lágrima.
¿Quién tiene un
hijo o diez hijos y canta?
¿Quién sonríe de
verdad sin antes lamer el éxtasis de la tristeza?
Cada una lleva su
ciudad oculta,
el paso firme,
una granada en los ojos.
La rubia de enfrente
El que goza su
cuerpo nunca sabe
cuándo respira
cuándo es astuta
cuándo besa de
verdad.
No sabe de
domingos al pie de la nada,
ni de eso que
duele en la tarde
y no el día
después.
De eso que es
hoy,
porque mañana es
viejo,
y de puro viejo
es triste.
Los hombres sin
luz comen de su luz
y ella chorrea
entre sus piernas el jugo que más les gusta.
El después
será entregarse a
un mandala indescifrable.
Nada que se
parezca al amor.
Las pasiones son
un ombligo gigante
y no hay dónde
hacerse fuerte.
Plaza Miserere
No soy ellos
pero entre ellos
escribí la sombra.
Borré la sombra y
encontré un túnel.
Había una
desembocadura
y era una plaza
con restos de mí
entre las palomas.
Una gran puerta
se abrió.
Una herida se
abrió.
Era yo una paloma
sin canto.
Fui entonces a
tenderme bajo el silencio del biguá.
Quise escribir
eso y decir la luna canta como Amy.
Pero mi voz es un
tren que no frenó.
Un tren que
siguió caminos sin ungir antes del vacío.
No soy ellos pero
entre ellos veo mi rostro.
Puse mantel de
flores y serví agua en una copa azul.
Vino hacia mi
mesa el zumbido de los que duermen en mantas húmedas.
De mi brazo nació
una araña, un hilo negro y dulce
sosteniendo lo
insostenible.
No soy ellos pero
con ellos me hundí en la noche.
Lo real es un
pasillo en demolición.
No sé qué me
pasa, en qué vida soy.
En quién escribo cuando
los recuerdos llegan
y quedo sin
blindaje, sin techo lo púrpura.
En las horas sin
pájaros
soy ellos entre
sus rostros aunque no vea el mío.
Hay días así,
desmoronándose.
Fotografías
(Fragmentos)
Subo la
escalinata que me lleva al barrio de San Blas.
La altura redime.
Un minuto sin oxígeno y habrá tregua.
Conozco esas
ausencias. Advierten lo invisible que soy.
Entro en un
callejón.
Mineral de
cofradías. Mercado de almas y cerdos y cabezas de pescado.
Trance. Música en
el ombligo. Doy la cámara para verme feliz.
***
Persigo la
ráfaga. San Salvador y hembras anoréxicas.
Un toque de
alcohol para engullir.
No distingo lo
femenino de lo humano.
Pisco.
Aguardiente. Un algo que me deje culo pa’ arriba.
Y desde allí el
latido, el escombro, las monedas doradas de Sudamérica.
***
Una imagen bella
de Buenos Aires es una imagen muerta.
Pérdida de
conocimiento. Golpe en la nuca. Lo breve mil veces hambre.
¿Habré sacado yo
esta foto o se disparan solas las balas
en las almas
solas?
Fuente: La bruma, Silvia Montenegro,
Barataria Libros, Buenos Aires, 2014.
Silvia Montenegro nació en La Plata en 1961. Es egresada de la
Universidad Nacional de La Plata. Publicó los siguientes libros de poesía: Sobredosis de alma (Sudestada, 2001), El diablo pide más (Ediciones Último
Reino, 2004), Los príncipes oscuros
(Ediciones Último Reino, 2008) y La bruma (Barataria Libros, 2014). Fue invitada a numerosos festivales de poesía,
entre ellos: Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos
Aires, Festival Internacional de Poesía de Michoacán (México), Festival
Internacional de Poesía de Trois Riviere (Quebec, Canadá) y Festival
Internacional Transpoesía (México). Figura en antologías poéticas publicadas en
Argentina, México, Perú, Italia y Alemania. Algunos de sus poemas fueron
traducidos al francés, al alemán y al italiano. Entre 2009 y 2012, se desempeñó
como Secretaria General de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la
Argentina (SEA). Reside en City Bell.
Foto: Silvia Montenegro. Fuente:
Gentileza de Silvia Montenegro.
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