viernes, 16 de agosto de 2024

Rafael Felipe Oteriño

Amanecer en la estación de tren
 
En la estación hay siempre un crucifijo,
montañas de papel, un ciego, alguien dormido;
dos manos que se buscan y se lloran, un diario,
una valija, las vísperas, el viaje.
La estación nos llama desde adentro, de muy atrás
nos grita, nos desnuda:
hoy es mañana, ayer es nunca.
Y hay ruedas, altavoces, tristes árboles, un reloj
gigante, prodigioso;
palabras que son humo, siluetas que son cielo
y resplandor y despedida;
tabaco, tos, licores rancios.
¿Es posible
preguntar por qué?
La estación es siempre madrugada, telón de fondo,
carrusel, escalofrío;
una llama que llama y estrangula. Lo más hondo,
la primavera,
las flores que vendrán, una plaza, un lugar
recién nacido.
 
 
Cuando regreses
 
Cuando regreses a la ciudad donde naciste, no te detengas frente a las ventanas. No mires las puertas entreabiertas ni el umbral de las casas. No leas los números de bronce, no los descifres. Ni amistad en las escaleras ni comercio en los pasamanos.
 
Y no hagas preguntas a las personas que pasan. No las involucres en la intimidad de balcones que tal vez sean balcones sólo en tu cabeza.
 
Ellos son condescendientes, pero ninguno responde. Confunden el antes y el ahora, el potencial y el después. Bajan un telón rápido sobre el volcán de la memoria y vuelven a su presente perfecto.
 
Los picaportes giran –parecen hechizados– haciendo entrar y salir a los fantasmas.
 
Mejor, observa las cornisas: la rama solitaria que ha crecido allí. Repite: brevitas, varietas, tenuitas: repítelo muy lentamente. Con grandes silencios entre una palabra y otra.
 
a Manuel Justo
 
 
Arroyo Carnaval
 
No era un río,
no era el mar donde los compañeros del aula veraneaban;
yo lo atravesaba sobre troncos atados.
 
La otra orilla no era un país,
ni siquiera una región diferente
donde la curvatura del mundo fuera más visible.
 
Allí nos emboscábamos y cazábamos.
Cegados por la claridad,
disparábamos perdigones que no daban en el blanco.
 
No era un río ni una región ni un país,
las cortezas disputaban a las mañanas sus geografías de luz,
las arañas caminaban sobre el agua sin dejar rastros.
 
Era lo verdadero,
todo lo demás es una historia que se empeña en retroceder.
 
 
Fotografía
 
En esa placa de veinte por diez soy un sobreviviente.
La cámara se detuvo en un punto distante
que puede ser el horizonte y que sin duda no lo es.
Los que me acompañan ya dieron el paso,
pero se los ve nítidos en el marco que los retiene.
Debo dar cuenta de ellos al filo de mis labios,
cambiar la letra firme de las vocales por el río manso
de las consonantes, todas mis certezas por la duda.
 
Y aun así no puedo ver a través de sus cuerpos.
Están confinados en el glaciar de la memoria.
Si existe otra vida, ahí están ellos: saciados.
Con ademanes fijos dejan lugar a los que llegan
y a los rezagados les confían una paz sin retorno.
La colmena permanece igual, en brazos del sol,
acunada por derrotas y alguna lejana victoria.
A cada instante, malherida, la vida sobrevive a la vida.
 
 
Vuelves a la ciudad
 
Vuelves a esa ciudad que te llama detrás del humo.
 
En las rutas, en los peajes,
en las salas de los aeropuertos y en las filas de embarque,
adonde quiera que vayas, vuelves a ella.
 
Y en cada regreso
retorna su aroma, la feria de los jueves,
el tren de las 5pm.
 
Ciudad recurrente en la que confluyen todas tus edades,
aunque tu cuerpo no esté allí para alcanzarla.
 
Como un trozo de tela que guarda el color de la infancia,
como una piel que no se puede ver ni tocar
si no es con el monólogo de los ojos cerrados.
 
Los teléfonos siguen sonando, las jarras se llenan solas.
En ella obran la perspectiva, no la distancia;
los tazones humeantes, no los inviernos.
 
Ciudad tuya, mía,
sin coordenadas fijas en el mapa,
reaparecida en todos los rincones.
 
Ciudad en la que te adivinas como ante un espejo,
que te sigue con su penitencia y su lágrima.
 
(Yo buscaba extraerle palabras
y las palabras estaban escritas en los cuadernos escolares,
en las cartas extraviadas y en el interior de los libros.
No eran palabras para conversar,
sino para permanecer abstraídos, sin mover los labios).
 
Ciudad de puertas entornadas,
de secretos hundidos como galeones.
 
Ciudad que te persuade a mantenerte en pie,
bajo el diluvio de las hojas caídas,
haciendo muescas en los árboles,
hablándole a los hijos con retazos.
 
En el océano de los días, dejando señales.
 
Fuente: Ciudad platónica, Rafael Felipe Oteriño, Proyecto Hybris Ediciones, La Plata, 2024.
 

Rafael Felipe Oteriño nació en La Plata en 1945. Publicó catorce libros de poesía: Altas lluvias (Cármina,1966), Campo visual (Cármina, 1976), Rara materia (Cármina, 1980), El príncipe de la fiesta (Cármina, 1983), El invierno lúcido (El Imaginero, 1987), La colina (Ediciones del Dock, 1992), Lengua madre (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), El orden de las olas (Ediciones del Copista, 2000), Ágora (Ediciones del Copista, 2005), Todas las mañanas (Ediciones del Copista, 2010), Viento extranjero (Ediciones del Dock, 2014), Y el mundo está ahí (Libros del Zorzal, 2019), Lo que puedes hacer con el fuego (Editorial Pre-textos, 2023), Ciudad platónica (Proyecto Hybris Ediciones, 2024). Su obra fue recogida parcialmente en Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 1997), Cármenes (Editorial Vinciguerra, 2003), En la mesa desnuda (Ediciones al Margen, 2009) Eolo y otros poemas (Editorial Brujas, 2016) y Antología personal (Libros del Zorzal, 2024). Tiene en su haber, además, dos libros de ensayo: Una conversación infinita (Ediciones del Dock, 2016) y Continuidad de la poesía (Ediciones del Dock, 2020). Recibió las siguientes distinciones: Premio Fondo Nacional de las Artes (1966), Faja de Honor de la SADE (1967), Premio Sixto Pondal Ríos de la Fundación Odol (1979), Premio Coca-Cola en las Artes y en las Ciencias (1983), Primer Premio Regional de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación (período 1985-1988), “Premio Konex” de Poesía (período 1989-1993), Premio Consagración de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires (1996), Premio Esteban Echeverría (2007), Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2009), Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional (2014), Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (2019), Premio Dámaso Alonso de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid (2023) y Premio del Instituto Literario y Cultural Hispánico de Estados Unidos (2024). Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras y codirige, en Ediciones del Dock, la colección Época de ensayos sobre poesía. Reside en Mar del Plata, donde fue Magistrado y ejerció la docencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Con respecto a Ciudad platónica destaca Marcelo Ortale en la “Introducción” a los poemas:
 
Para Rafael la ciudad en la que nació y creció es, a la vez, una y trina. Una es la ciudad de su infancia y juventud. La segunda es la actual, a la que vuelve para ver si sigue siendo ella. Y la tercera es la ciudad platónica, su verdadera patria, la necesaria que va con él. La ciudad espiritual en la que se asila y emociona. Caminar con Rafael por el boulevard de 53, por la avenida 7 bajo su eternidad de tilos es como hacerlo con un visitante íntimo y feliz. O con un emigrado que vuelve a respirar el aire suyo. 
Los poetas siempre jóvenes de aquella ciudad, los bohemios, los estudiantes luminosos de ideales y de ansias de saber, el aura de la Escuela Anexa y del Colegio Nacional en cuyas aulas creció, el arquetipo del platense sencillo que paraba en la París, en la Bristol, en el Cabildo o el Parlamento de aquella ciudad protegida por árboles, sembrada de palacios imaginados por Rocha y Benoit, el ser platense simple, de controlada ambición personal, interesado en valores, integrante de una sociedad amistosa, cercano de las ciencias y las artes, el arquetipo nada ostentoso, ese habitante añorado también camina invisible a su lado cuando Rafael viene a la Plata a recuperar identidad.
Y en esos sitios se lo puede encontrar, en cada lugar en donde anide el amor luminoso. En el ágora de las plazas cada seis cuadras, en el mágico retiro del Bosque y también, algo más lejos, en las íntimas llanuras y potreros que aún se extienden y persisten en City Bell, donde sus padres tuvieron una quinta con un molino, con árboles frutales, un caballo y arroyos a pocas cuadras.
 
Por su parte, agrega Ángela Gentile en el “Epílogo”:
 
Al finalizar la lectura de “Ciudad platónica” me he preguntado: –¿Este es un momento Kairós? Y la respuesta inexorablemente estaba asociada al tiempo. No me adjudico esta idea que pertenece a Agamben. Me pareció oportuna traerla hasta aquí porque este libro reúne esos dos conceptos en el mismo corpus. Leí e interpreté una ciudad que parece haber llegado a nosotros y no viceversa. Todo el recorrido poético convierte este locus en algo aprehensible, en la vigilia donde alguien nos abre una puerta para continuar. El tiempo cronológico percibido entre versos, lleva a un tiempo de resurrección. El recuerdo quizá, en mi lectura, completó un futuro que a fuerza de presente habita el libro. El título se convierte en una metáfora de la psique humana. Esta es la ciudad de la mente que alberga atemporal al poeta. Hacia el final de la lectura, encuentro respuesta a mi pregunta inicial sobre el kairós: es esta posibilidad que ofrece Oteriño de acceder a un tiempo donde la realidad se eterniza y el sentir se encuentra con la poesía.
 
Foto: Rafael Felipe Oteriño. Fuente: Facebook.
 

lunes, 6 de noviembre de 2023

Rafael Felipe Oteriño


Nacimientos
 
Un verso sigue a otro verso,
una palabra grave a otra esdrújula,
los acentos se disparan
y forman una plegaria en las paredes del viento.
 
Es como una respiración,
sólo que en ellas se libran todas las batallas:
lo dicho y lo impronunciable,
lo que no llegamos a ver
y lo que avanza a paso lento sin pisar la tierra.
 
Las nubes grises y los helados inviernos
intercambian mensajes cruzados;
la caída de un muchacho con alas
es la caída de un muchacho con alas,
pero también el umbral de algo distinto.
 
A estos nacimientos da lugar la poesía,
cuando llama palomas a los navíos y techo al mar.
Son caras de un país reconquistado
a impulsos de la imaginación y la alegría,
de la curiosidad y del asombro.
 
Los ancianos detrás de sus lentes
y el trote de los caballos saben de qué hablo.
 
 
Deshoras
 
Pero qué poco, Irene, qué poco:
el brillo del sol en el armario,
la serenidad de las tazas,
el terrón de azúcar, el mantel,
y después, tantas horas en blanco
a la espera de algo que no se cumple.
 
El tiempo que reposa en las jarras,
la oleada de voces y nunca
el agua suficiente para calmar la sed;
los libros leídos más de una vez,
alineados en los estantes,
las dos únicas líneas que recordarás.
 
Lo próximo, lo lejano: dos dimensiones
de la más pura contradicción;
afirman, niegan,
mientras sostienen la cuerda
que nos mantiene vivos
en su ingravidez y en su nana.
 
Esto no se puede explicar con palabras,
se sabe: como la semilla
que gira en dirección al sol,
como la luna que se embosca
detrás de los árboles,
con toda la luz adentro.
 
El celo de un alma que ansía
y de un cuerpo que se niega,
de lo incontable en la puerta
y del mensajero que no responde.
Ay, Irene, qué poco, qué poco y qué breve.
Un jardín casi desierto. Pero vivo.
 
 
Georgina
 
Solía hacerse presente en Navidad.
Bajaba de las sierras,
donde las hojas del verano
eran más protectoras
y el cardo azul definía su lugar en el mundo.
 
Ahora ha vuelto sin aviso,
como lo hacen las personas
que se preparan para su eclipse definitivo.
Regresa su sonrisa, su rostro de piel clara,
la llama alborotada de su pelo.
 
Existió y eso es todo
lo que puedo decir de ella.
Menuda, graciosa,
como un pequeño fantasma
que correteara por la casa sin que nadie la viera.
 
Su nombre no está escrito en ningún lado.
Únicamente yo lo deletreo hasta el final,
bajo este sol de invierno
que vacila, relampaguea,
y también deja su fruto al tocar la tierra.
 
 
Hacer tablas
 
Ética mínima:
no vencer ni ser derrotado.
Comenzar de nuevo.
 
La aurora y el poniente
en el mismo abrazo.
 
Hacer tablas.
Una geografía sin héroes.
 
Me explico:
la dulzura diaria
de mover nuevamente las piezas.
 
 
Salmo
 
Nunca se equivocaron
los Viejos Maestros.
  W. H. Auden
 
El mundo existe, las cosas existen:
la piedra, el sol, el aire,
el pájaro en vuelo
y la primavera en la rama.
 
Cuando el desánimo nos abate
la memoria se encarga de recogerlos
y forma con sus semillas
el volcán y la rosa, la cantera y el sonido.
 
También la ola, el claro del bosque,
las iglesias góticas
y los campos de lavanda
nos salvan de la tristeza.
 
Eso lo sabían los Viejos Maestros,
y amaban la perspectiva,
los álamos de Italia
y la sal de la tierra.
 
Eran incansables: repetían
el oro brillante y la esfera celeste,
las nubes en el cielo
y el suelo bajo los pies.
 
Que lo visible perdure,
que lo incontable renazca:
eso debatían en los talleres,
y en las telas abundan colinas, iglesias, árboles
 
Fuente: Lo que puedes hacer con el fuego, Rafael Felipe Oteriño, Editorial Pre-textos, Valencia, 2023.
 

Rafael Felipe Oteriño nació en La Plata en 1945. Publicó trece libros de poesía: Altas lluvias (Cármina,1966), Campo visual (Cármina, 1976), Rara materia (Cármina, 1980), El príncipe de la fiesta (Cármina, 1983), El invierno lúcido (El Imaginero, 1987), La colina (Ediciones del Dock, 1992), Lengua madre (Grupo Editor Latinoamericano, 1995), El orden de las olas (Ediciones del Copista, 2000), Ágora (Ediciones del Copista, 2005), Todas las mañanas (Ediciones del Copista, 2010), Viento extranjero (Ediciones del Dock, 2014), Y el mundo está ahí (Libros del Zorzal, 2019), Lo que puedes hacer con el fuego (Editorial Pre-textos, 2023). Su obra fue recogida parcialmente en Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 1997), Cármenes (Editorial Vinciguerra, 2003), En la mesa desnuda (Ediciones al Margen, 2009) y Eolo y otros poemas (Editorial Brujas, 2016). Tiene en su haber, además, dos libros de ensayo: Una conversación infinita (Ediciones del Dock, 2016) y Continuidad de la poesía (Ediciones del Dock, 2020). Recibió las siguientes distinciones: Premio Fondo Nacional de las Artes (1966), Faja de Honor de la SADE (1967), Premio Sixto Pondal Ríos de la Fundación Odol (1979), Premio Coca-Cola en las Artes y en las Ciencias (1983), Primer Premio Regional de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación (período 1985-1988), “Premio Konex” de Poesía (período 1989-1993), Premio Consagración de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires (1996), Premio Esteban Echeverría (2007), Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2009), Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional (2014) y Premio Dámaso Alonso de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid (2023). Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras y codirige, en Ediciones del Dock, la colección Época de ensayos sobre poesía. Reside en Mar del Plata, donde fue Magistrado y ejerció la docencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
 
Foto: Rafael Felipe Oteriño. Fuente: Facebook.

martes, 24 de octubre de 2023

Julián Axat


Ataúdes orbitales / e Ivert Teillier
 
En 1934 fue lanzada una de las primeras misiones al espacio
El globo Sirius surcaba la estratósfera cuando algo falló
& la nave comenzó a desintegrarse a 22.000 metros de altura
 
*
 
Sus tres tripulantes
lograron activar eyectores
& salir despedidos
 
*
 
Encontrar un cuerpo en el espacio
tarea que solo los dioses pueden lograr
solo esa idea llevó a Stalin redoblar los esfuerzos para encontrarlos
 
*
 
Pero el resultado fue infructuoso
los ingenieros apostaron a la tecnología del porvenir
 
& desde entonces
los tres cosmonautas flotan en la inmensidad
sin envejecer
 
*
 
De este hecho
el gobierno Ruso guardó máximo secreto
Incluso hasta hoy
 
*
 
En el año 1968
el diario “La Stampa” publicó la carta de un lector
que cuenta la noticia del misterioso sello postal de 12 Copecs
emitido en 1964 por el Correo Ruso
& vuelto a emitir como edición conmemorativa de 1968
 
En esa imagen de 1968
(esta vez apaisada y no vertical)
contiene en su vientre
la imagen de un sello emitido en 1965 que nunca existió
& que en realidad fue emitido en 1964
 
En esos dos estampillados puede apreciarse una estatua
& un medallón con la esfinge de tres personajes de perfil
& con ojos entreabiertos
 
De las imágenes no se infiere referencia explícita al episodio de 1934
Pero en el sello de 1964
sí figuran tres nombres: Fedoséienko / Usiskin / Vásenko»
 
*
 
Todo filatelista sabe / que en los nimios detalles
Dios deposita pistas /
& el valor del error
es señal de la eternidad / fragmento de su divino rostro
 
Como el sueño de Walter Benjamin
un policial basado solo en sellos postales
con leves y microscópicos detalles
errores casuales o deliberados
dejados al misterio de la lupa
 
*
 
La carta de “La Stampa” atribuye la revelación
al genio detectivesco de los filatelistas / que
en el catálogo universal Ivert et teillier (n° 46-48)
menciona la emisión de un sello «conmemorativo de los tres cosmonautas
P. Fedoséienko / I. Usiskin / A. Vásenko»
 
*
 
Poco después de la publicación de la carta en 1968
el sello postal de 1964 fue quitado de circulación
 
& su valor actual es descomunal
 
 
Los hijos de los obreros que serán astronautas *
 
“No encañonamos a la gente en ningún momento,
aunque sí dejamos ver que teníamos armas.
Les dije que se quedaran tranquilos y empecé a hablar de la justicia social,
la independencia, San Martín, la educación,
la salud pública,
de lo que creíamos que eran las necesidades más acuciantes de la gente.
En uno de los asientos había sentado un pibe morochito que no entendía nada.
Le pregunté qué quería ser cuando fuera grande.
Me dijo que astronauta,
entonces hablé también sobre eso:
de las pocas posibilidades que tenía el hijo de un obrero de ser astronauta
o de seguir la carrera que quisiera,
y dije que ese chico sí lo iba a poder hacer porque,
cuando fuera grande, la patria ya iba a estar liberada”.
 
* Poema a partir del testimonio de Alberto Szpunberg sobre el asalto de la Brigada Masetti al tren de Rosario en 1970, remitido a mi casilla por Juan Bautista Duizeide, a propósito de Lemuria y Perros del Cosmos.
 
 
Los poetas tuertos de Chile
 
¿Y si los poetas de Chile hubieran quedado tuertos para siempre?
Fusilados sus ojos en una pared del olvido por
los carabineros que de nuevo traen la muerte
& dejan un Neruda amputado
sin mirada desde el sarcófago
meditando en las vaciadas calotas de todos los poetas de Chile
con antifaz de piratas encendidos
& sus versos arruinados con postas de goma
Un Huidobro embravecido en la barricada con una venda sangrante
Un Teillier encapuchado arrojando pétalos de sangre
Los Parra como cíclopes de los nervios ópticos
desarmando la lógica de la pirámide social injusta
todo tan antipoético
como el fantasma de Bolaño preso en otra comisaría
 
¿Y si los poetas de Chile hubieran quedado tuertos?
sus calaveras sostenidas como Hamlets al viento
& todos los ojos apiñados en un plato
por la saña de su presidente Piñera
para comida de las aves negras de la peste de la Historia
 
 
El río invierte el curso de su corriente y el agua de las cascadas sube *
 
a Gonzalo Millán,
In memorian
 
Les quitan las esposas y la capucha, son las 7 de la mañana / es 12 de abril de 1977 / alguien los lleva al pasillo y suben a un auto / van a toda velocidad / Retrocede hasta la esquina y tirados sobre el piso / son llevados / mientras las botas se levantan de sus cabezas / Es 12 de abril de 1977 / la patota se guarda sus insultos e imprecaciones / A mi madre le devuelven el rímel / y su cartera donde llevaba escondida una granada / El rostro lívido de mi padre recupera color / La patota llega a calle 9 n° 712 / Es 12 de abril de 1977 / mientras la cuadra rodeada se repliega / el ascensor sube al piso 9° / se escucha un llanto de lejos cada vez más nítido / entran y los objetos desparramados vuelven a su orden / la patota a los gritos se retira y guarda silencio / la abuela sonríe son las 3 de la madrugada / es 12 de abril de 1977 / ya en el cuarto apagan la luz / mis padres se acuestan a mi lado / Mi llanto se deja de oír
 
* Poema publicado el 12 de abril de 2022 en el diario Página/12, a 43 años de la desaparición forzada de Rodolfo Axat y Ana Inés della Croce.
 
Fuente: El amor por los débiles y el instinto de asesinato, Julián Axat, Periféricas / Askasis, Valparaíso, 2023.
 
Julián Axat nació en La Plata en 1976. Es poeta, abogado y Magíster en Ciencias Sociales (UNLP). Fue Defensor Oficial del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil de La Plata y, actualmente, preside la Dirección General de Acceso a la Justicia de la Procuración General de la Nación (ATAJO). Publicó los siguientes libros de poesía: Peso formidable (2004), Servarios (2005), Medium (2006), Ylumynarya (2008),  Neo o el equipo forense de sí (2012), Musulmán o biopoética (2013), Rimbaud en la CGT (2014), Offshore (2016), Cuando las gasolineras sean ruinas románticas (2019), Perros del cosmos (2020) y El amor por los pobres y el instinto de asesinato (2023). Figura en varias antologías poéticas, entre ellas: Resistencia en la tierra (2014), Giovane poesía latinoamericana (2016), Atlas de la poesía argentina (2017) y Antología federal de poesía (2019). Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano y portugués. Creó y dirigió la colección Los Detectives Salvajes de la editorial Libros de la talita dorada. Editó, además, la antología Si Hamlet duda, le daremos muerte (2010), que reúne a 52 poetas argentinos nacidos a partir de 1970, La Plata Spoon River (2014), una recopilación de poemas de varios autores que hacen referencia a la trágica inundación que enlutó a los platenses el 2 de abril de 2013, e Interestelaria (2022), colección de poemas de poetas argentinos y extranjeros vinculados con el cosmos y la ciencia ficción. En prosa, dio a conocer dos libros que incluyen textos de distinto carácter (relatos, artículos, entrevistas, etc.) sobre minoridad, justicia y derechos humanos: El hijo y el archivo (2021) y Diario de un defensor de pibes chorros (2022).
 
Foto: Julián Axat by Coti López. Fuente: El amor por los débiles y el instinto de asesinato
, Julián Axat, Periféricas / Askasis, Valparaíso, 2023.

jueves, 12 de octubre de 2023

Osvaldo Picardo


La luz de otoño no llega igual entre las nubes
 
El verano en su apuro olvida, atrás,
días de playa. Entierra un arito, monedas,
botellas sin mensaje.
 
Aún podés nadar y secarte al sol tibio.
 
Si mirás bien al fondo, cuando se retira el mar
las rocas y las hoyas brillan
descubriendo un nuevo tesoro.
No lo creerías.
Tanto baja la marea que un paisaje fósil
emerge de millones de años.
 
Otras muchas historias cuentan los buzos:
en la restinga, entre meros y barcos hundidos
tapizados de anémonas y algas esmeraldas
han visto lo que nadie conocía.
Callan como el viejo marinero.
 
El mar del otoño, tiene muchos días como estos.
Uno mira alrededor y se pregunta
qué es lo que querés que vuelva.
 
 
La tarde no es tan vieja para no arder una vez más
 
Como de la ventana de Le Gras, miramos
los techos: El atardecer antiguo.
Ninguno es igual a otro.
 
Al joven ciprés, algo inclinado,
lo ocupa una pareja de loros.
La pasionaria entre la hiedra
trepa contra el alambrado de las vías.
 
¿Sabés? Se llama “mburucuyá” en guaraní.
Lo sabés. Una vez, descubriste la flor imposible
y en los zarcillos mil orugas peludas.
Sí, mil mariposas a los pocos días.
 
La luz ya cae al fondo.
Por la pared del oeste, dos frondas se encienden,
una es el jacarandá y la otra, el ceibo.
Bajo la sombra cuelga una hamaca.
Un poco más allá, la cancha de fútbol.
 
La duración de la puesta de sol
depende de un lugar en el mundo,
un punto de apoyo.
Antiguo ardor de la tarde
sobre los techos de la memoria.
 
 
Un olor de hace millones de años y una palabra árabe
 
El perfume de las flores del naranjo se hospeda
en el mismo nombre que la flor.
 
Azahar huele a flores con música árabe.
 
¿Cómo se dice cuando el viento arrastra
nubes de pétalos y el aroma de los naranjos
se enreda al pelo húmedo
de una mujer que sonríe?
 
Escuché que las costumbres de las flores
no cambiaron en los últimos millones de años.
 
Me tranquiliza
la fósil costumbre que perfuma nuestro silencio.
 
 
Foto de las dos jóvenes dinkas en el Nilo
 
La aldea junto al río no es para extraños,
a veces, una o dos vidas pasan,
antes de una visita. Y nada cambia
sino los que fueron niños un día, las guerras,
los nombres en un cementerio abandonado.
 
Ellas dos asoman a mi foto
con dientes blancos y ojos de sol creciente.
No me toman en serio, vienen a reírse
del extranjero, del médico sin pacientes
que pone en un papel imágenes quietas.
 
Una de ellas me dejó ver su tatuaje oscuro,
las perlas que esconde de los pescadores.
 
La otra lloró, un día, en la puerta de casa.
¿Quién podría saber qué veneno
nubló su mirada y arrugó su negra frente?
 
Nunca conocimos nuestras voces ni nombres.
Las esperaba, las oía venir,
atrás quedaban los bueyes de largos cuernos,
la cosecha curiosa del árbol de las mariposas.
 
Como si el mundo no hubiera nacido,
así las miro, entre los nenúfares floridos.
Ríen, con las piernas en el Nilo Blanco.
 
 
La esperanza del regreso de los pescadores, en Bretaña
 
Estoy recordando un cuadro,
es de Henry Moret (1856-1913).
 
Un grupo de mujeres y también
algunos hombres asoman a un acantilado.
Dan la espalda, miran o han mirado
el oleaje, el diluvio.
Con los pañuelos blancos en las cabezas
de las mujeres, componen dos remolinos
de voces. ¿Qué pueden estar diciendo?
Una vez que descartaron lo improbable,
¿creerán en lo imposible?
 
Recuerdo oír más que ver el cuadro.
Ni siquiera el arrecife en el centro
parece estar en silencio. Acechante,
emerge con sus tres puntas
en un estallido de pinceladas
que se superponen como el ruido
de las olas martillando las rocas.
 
¿Qué alcanza a escuchar el ojo
cuando se calla la esperanza?
 
Fuente: Nadar en el tiempo, una invención apócrifa, Osvaldo Picardo, Paradiso, Buenos Aires, 2023.
 

Osvaldo Picardo nació en Mar del Plata en 1955. Vivió en La Plata entre 1974 y 1982. En esta ciudad cursó estudios en la Facultad de Bellas Artes y más tarde en la de Humanidades y Ciencias de la Educación. Actualmente, reside en su ciudad natal, donde ejerció la docencia como profesor de Letras en distintos ámbitos. Es poeta, narrador, ensayista y crítico literario. Además de su labor docente y creadora, produjo y dirigió el programa radial El Otro Lado: diario de poesía, en 1994, y organizó el 1er. Encuentro Nacional de Poetas, Mar del Plata 1998, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Fundó y dirigió, entre 2001 y 2009, la revista cultural La Pecera (hoy editada virtualmente), de la que aparecieron 14 números. Entre 2005 y 2013, fue director editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata (EUDEM). Colaboró con el Suplemento Literario de Télam entre 2010 y 2012 y con catálogos para exposiciones plásticas y revistas culturales, como La Estafeta del Viento, de Casa de América (Madrid), Cuadernos Hispanoamericanos, AECI, (Madrid) y Hablar de Poesía (Buenos Aires). Su obra poética publicada incluye estos libros: Apenas en el mundo (1988), Poemas con tu altura (1989), Letras en una esfera armilar (1991), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis, quid, ubi. Poemas de Quintiliano (1997), Una complicidad que sobrevive (2001), Pasiones de la Línea. Poemas de Nicolás de Cusa (2008), Mar del Plata seguido de Otros lugares y viajes (2012), 21 gramos (2014) y Nadar en el tiempo. Una invención apócrifa (2023). Poemas suyos fueron recogidos en varias antologías, de las que sobresalen: Poesía argentina de fin de siglo (Vinciguerra, 1996), Signos vitales. Una antología poética de los 80 (Editorial Martin, 2002), Poesía argentina del S. XX  (Visor, 2010) y Poesía de pensamiento. Antología de poetas argentinos (Endymion, 2019). Una selección antológica de sus poemas fue publicada, asimismo, por Cuadernos orquestados, colección dirigida por Abel Robino, con el título O. P. Vida de poesía (Ernesto Girard Editor, 2008). Entre sus libros de ensayo y crítica literaria figuran: Primer mapa de poesía argentina. Solicitudes y urgencia. El noroeste: La Carpa y Tarja (Editorial Martin, 2000), la edición de la Antología poética de Joaquín O. Giannuzzi (Visor, 2006), Poesía de pensamiento. Una antología de poesía argentina (Endymion, 2016) y Colgados del lenguaje. Poesía en las ciencias (Baltasara Editora, 2018). En narrativa dio a conocer: Perón en el jardín y otros relatos (edición del autor, 2018) y, en colaboración con Sara Cohen,  Un tiempo sin destino. Fragmentos de un discurso en pandemia (Paradiso, 2021). Recibió, además, las siguientes distinciones; el Tercer Premio de Poesía Fondo Nacional de Las Artes (2000), el Premio Municipal Alfonsina Storni y el Premio a la Trayectoria Lobo de Mar de la Fundación Toledo de Mar del Plata. Los poemas incluidos en esta página pertenecen a Nadar en el tiempo, libro en el cual, a semejanza de una ficción borgeana, el autor atribuye los mismos a un tal Antonio J. Orbe, un médico blanco de la Cruz Roja que “salvó la vida de algunos desahuciados y lloró la muerte de muchos otros”; un dipsómano que, paralelamente, “escribía poesía “bajo un castaño, con una botella de gin”, “en el olvido y la soledad de un rincón perdido del planeta”, más precisamente, en Nairobi. Todo cuanto concierne a Orbe resulta incierto y verosímil a la vez, porque Orbe es más que una “invención apócrifa”: “Orbe son todos los poetas, Orbe son todas las lenguas, Orbe es la imposibilidad de la traducción y Orbe es el poema que nunca llegamos a escribir”. Para más datos, ver el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=G9Ny0fF3V9o
 
Foto: Osvaldo Picardo. Fuente: Facebook.

miércoles, 16 de agosto de 2023

Raúl O. Artola

Domingo
 
Te vas entre las hojas secas
del otoño
alta vestida de negro
las puntas doradas del pelo
sobre el hombro izquierdo
te vas a paso vivo
para volver luego a buscarme
y yo me quedo, angustiado y feliz,
preguntándome si sos real
o te sueño
dentro de un viaje que nunca hice
a un pueblo perdido
del norte de Italia.
 
 
Cygnus
 
No pude superar las torpezas
de la infancia
ni sus asombros
ni la curiosidad
por todo lo que vive.
Han cambiado solo
algunos motivos
y mis reacciones
son más lentas
y conscientes.
He tardado
varios meses en saborear
(rumiante hedonista)
un amor
antes de declararlo
con paciencia desconocida
y gozosa ventaja.
No conocía un cisne
de cuello negro.
 
 
Escribir es un acto de amor
 
Escribir es igual que amar. Es tan difícil como amar. No se puede enseñar
ni se termina de aprender nunca.
 
Cada vez hay que empezar de cero. Cada acto de escritura o de amor son
únicos y la experiencia no sirve para nada. Siempre somos aprendices.
 
Podemos cometer menos torpezas con el tiempo: no se puede avanzar
mucho más.
 
Las dificultades son siempre las mismas: qué hacer, cómo decir, para que
lo que hagamos, para que lo que digamos, sea verdadero, no tenga al ego
por delante, les sirva a otros y sea digno de recordar.
 
Ah, y que la empresa no nos fatigue tanto como para hacernos creer
que ya no vale la pena.
 
 
Nubes y Palomas
 
Bajo un cielo nublado
en la cumbrera de los vecinos
se han posado ocho palomas
que se alternan los lugares
como en toda reunión
para conversar.
Es mediodía y desde la mañana
ha estado amenazante.
Como si tuvieran un orden
determinado las palomas
emprenden vuelo en parejas
sin prisa, a intervalos regulares.
Cuando salen las dos últimas
calculo: en quince o veinte
minutos lloverá.
 
(a Valeria Pariso)
 
 
Preparativos
 
Una mujer que no llega
a los cuarenta
nos dice que un hijo
suyo se suicidó.
Lo dice
preparando el bolso
para viajar
al entierro
mientras le sirve
la comida a su perro.
Me lo va a cuidar
una amiga.
Tiene una casa
cómoda y varios animales.
Son dos días
nada más.
 
 
Umiños
 
Donde sueñan las verdes hormigas
los nativos australianos han levantado
un santuario en medio de la sabana.
Dicen que no solo oxigenan la tierra
sino que fabrican el agua de reserva
en miles de hectáreas desoladas.
Las llaman umiños, que significa
ingenieros o artesanos de la vida.
Una empresa británica quiso explotar
el uranio y las verdes hormigas
ahogaron uno por uno a los operarios
y sepultaron las excavadoras
y los explosivos y el obrador
entre sus túneles sagrados.
Los nativos miraban nada más,
La batalla duró cuatro años.
Los combatientes se calculan
en cientos de millones de umiños
sin otras armas que su estructura
biológica y su capacidad ancestral.
 
(a Werner Herzog y a
Ignacio Javier Artola)
 
 
Crónica encontrada
 
Acá en la fronda de mis pensamientos dejaron de florecer las causas
personales y colectivas.
 
Ya no me resultan placenteros los placebos de costumbre, la ficción
de un amor unilateral, la pasión por lecturas estimulantes y películas
dramáticas y heroicas sobre unas vidas pequeñas y anónimas. O la
música que siempre he amado.
 
Miro unas noticias espeluznantes sobre el país y el mundo, simples
ejemplos de la situación en que se encuentra la humanidad, sin que
se me mueva un pelo.
 
¿Será que me he mimetizado o contagiado con el estado de cosas que
se ha naturalizado?
 
Me peso y sigo oscilando entre 61 y 62; mi pulso no pasa de 80 por
minuto, no tengo fiebre ni presión arterial por encima o debajo de
lo habitual, respiro con normalidad y me alimento dentro
de lo aconsejable.
 
A pesar de esas señales alentadoras, ¿hay alguien, lego o diplomado en
ciencias de la salud física y mental, capaz de dictaminar que estoy vivo?
 
 
*
 
No me pregunten qué
y menos a esta hora.
El intento siempre es secreto
no saber qué ni por qué pero intentarlo.
Los resultados nos dirán
lo que buscábamos.
O no.
Con la poesía nunca se sabe.
 
 
Deseo
 
Tengo dicho
que no quiero
ser cremado.
A la tierra
sin pompa
ni caros ataúdes.
Si uno de mis hijos
tuviera alguna duda
no pensaría en consultar
a un puñado
de cenizas.
En cambio
podría preguntarle
a cualquiera
de mis huesos.
La ciencia
de los detectives
asegura
que los cadáveres
hablan.
 
Fuente: Cisne de cuello negro, Raúl O. Artola, Tatami Letras, Buenos Aires, 2022.
 

Raúl O. Artola nació en Las Flores, Provincia de Buenos Aires, en 1947. Durante su juventud, vivió, estudió y trabajó en La Plata, ciudad a la que vuelve regularmente por razones familiares y afectivas. Desde 1975 está radicado en Viedma, Provincia de Río Negro. Es poeta, narrador, ensayista, editor, periodista y docente. Publicó los siguientes libros: Antes que nada (poesía, Fondo Editorial Rionegrino - EUDEBA, 1987); Aguas de socorro (poesía, Ediciones Último Reino, 1993); Croquis de un tatami (poesía, Asociación Madres de Plaza de Mayo, 2002); El candidato y otros cuentos (narrativa, editado con el auspicio de la Secretaría de Cultura del Chubut, 2006), libro premiado en el XXIII Encuentro de Escritores Patagónicos de Puerto Madryn; [teclados] (poesía, El Suri Porfiado, 2010); La periferia es nuestro centro. Apuntes sobre política, cultura, territorios y experiencias (ensayo, Espacio Hudson, colección El Extremo Sur, 2011); Registros de hora prima (textos en prosa, Ediciones La Carta de Oliver, 2014); La mirada corta. Antología poética, 1976-2016 (poesía, Ediciones La Carta de Oliver, 2017), La mujer ágrafa y otros infundios (narrativa, El Jinete Insomne, 2018); Cisne de cuello negro (poesía, Tatami Letras, 2022). Compiló, además, Poesía / Río Negro - Antología Consultada y Comentada. Volumen I (Fondo Editorial Rionegrino, 2007) y Poesía / Río Negro - Las nuevas generaciones. Volumen II (Universidad Nacional de Río Negro y Fondo Editorial Rionegrino, 2015). Entre 2002 y 2009, dirigió la revista-libro El Camarote - Arte y cultura desde la Patagonia. En el extenso y sustancioso texto que sirve de prólogo a Cisne de cuello negro, destaca Juan Carlos Moisés acerca del autor:
 
Las puertas de entrada a su poesía son generosas para el lector, de ningún modo son inaccesibles. Como dijo Eliot, “no es lo mismo esperar que el lector posea conocimientos, que hacer una exhibición de ellos”. Y agrego lo que dijo sobre el verso de Pound para referirme al libro de Artola: “es preciso y concreto, porque siempre hay en el fondo una emoción definida”. Su escritura se resuelve con delicadeza, sin sobreactuar el modo, con una cadencia en el decir que despierta empatía y la vuelve cercana. No para que resuene en una sala llena de gente sino para leer en voz baja, a una pequeña audiencia o al oído de alguien.
 
Foto: Raúl O. Artola. Fuente: Facebook.


lunes, 31 de julio de 2023

Andrés Szychowski


Apóstoles
 
Me acerco al cementerio y observo
que la cruz de la iglesia
está levemente inclinada hacia la izquierda
(decime si eso no es hermoso)
Pienso si me enterrarán en La Plata, Buenos Aires,
o en Apóstoles, Misiones
(decime si eso no es hermoso)
Segundos después, identifico a una señora
que me observa con odio
(lo que me hace ser sujeto de su odio)
La observo con más detenimiento
y advierto que no me dirige la mirada,
se la dedica al vacío
(yo soy el que se proyecta en ella,
de hecho me hace acordar a un amor de la infancia
cien años después)
De golpe, estoy a diez cuadras de la señora,
de mi madre ahorcada
(decime si eso no es hermoso)
Doy la vuelta, quiero hablarle,
decirle que la recuerdo
cuando me olvido de que nací
Cuando paso por la puerta de su casa
sólo encuentro un tronco
me subo y, para mi sorpresa,
lo que aparece en primer plano
es la inclinación de la cruz
(decime si eso no es hermoso)
En ese instante, frente al cementerio,
tengo un ataque de pánico
(te consulto si en el sufrimiento
no hay una pizca de belleza)
Un ataque de pánico no es otra cosa
que no poder alcanzar las cosas
Para poder romperlas o acariciarlas
 
 
Cuervo
 
A esta altura, todo se repite
menos la repetición
El cuervo de Poe está en cualquier lado
Todos tenemos un cuervo
o una mancha de nacimiento
(una piedra que se vuela
un vuelo adentro de esa piedra)
Pero el tormento de Poe
es la corporización
más exquisita
del concepto de tormento
Un tatuaje mal hecho
y, por eso mismo, ominoso
El rictus de alguien
que vuelve de la muerte
y abre los ojos
en una habitación vacía
 
 
Figueras
 
Cuando estoy frente a un cisne
lo primero que veo
es un gran signo
de interrogación, hecho carne
Luego, carne de ave y cartílago
y líquido amniótico, siempre de ave,
adentro de un signo de pregunta
Más tarde, a un ser altivo
que se pavonea con sus blanquísimas plumas
y me hace acordar a Zeus
y sobre todo a Leda
(lo que representa
y lo que no representa Leda)
Al mismo tiempo, descubro a Dalí
junto a Leda atómica, su mejor cuadro,
en donde Gala se dispara
con un cisne en la sien
(esos cuadros no se pintan, se hacen)
Así y todo, entiendo que ese monstruo
se va a morir, tarde o temprano,
lo que acentúa su lado siniestro
(como una perla, una pestaña
o un padre
que no termina de nacer)
 
 
Transilvania
 
Luego de largas semanas
de viaje en carreta,
por sinuosos caminos
de nieve mezclada con barro,
estoy, por fin, en Transilvania,
en el sombrío sótano
de un castillo del siglo XV
con un ataúd abierto
frente a mis ojos,
empuñando una estaca de madera
que atraviesa el corazón
de un señor con capa,
que se desintegra
hasta el mismísimo polvo
Sin saber qué será de mí
 
 

Orquesta

a Gustavo Caso Rosendi

Estás otra vez en Las Islas
Soy un niño y seré tu amigo
cuando pasen 20 años de la guerra de Malvinas
Volviste para ver cómo la nieve
se mezcla con el barro
Porque metiendo los dedos
en esa masa original
nacería una muerte menos
Porque el horror no nacido
quedaría atrapado en el ojo del maniquí
de la tienda navideña
Lo sabría el ocasional perro callejero
que le ladraría a ese ojo, y no a otro
Reconocerías la escena
y, si te dieran ganas,
le darías asilo a ese ladrido
en otro poema magistral
O, simplemente, romperías la vidriera con un zapato
Revolvés el barro, le ponés una bola de nieve,
como sirviendo otra bocha de helado,
con ágil lentitud,
como si dirigieses una orquesta de silencio
con brazos enyesados y dedos sueltos
Los pájaros te dan la espada
para divisar al enemigo:
en verdad intentan mantener a raya
a sus propios miedos
Siempre me pregunto cuál es el miedo de un pájaro
¿El miedo a olvidarse de volar?
¿A olvidarse de volar sin previo aviso
y caer en un pozo que nunca termina?
¿O a caer lentamente, lo que sería peor aún
si se está en el mismo pozo?
¿El miedo a nacer asesino de aves exóticas?
¿A ser taxidermista de sus propios hijos
y exhibirlos en un museo
en el que tengan la mayoría de las acciones
y que un día la Bolsa de Valores
les juegue una mala pasada
y no les quede otra
que vender su equipo de beisbol?
¿El miedo a nacer otra vez pájaro en Las Islas
y saber que su madre final
será una explosión humana?
¿Humana en el sentido malvado de la palabra malvado?
Lo cierto es que seguís ahí,
acercándote a la forma del universo,
forma que tiene cuerpo y cabello de humo
porque el Universo es humo
a lo largo de un tiempo
que se contrae al ritmo de las mentiras
Mientras tanto, en el mar, una ballena
se calla cada vez más fuerte
hasta que se escuchan sus latidos
Es una suerte de tambor ancestral
Te das cuenta de que nunca percibiste los tuyos,
y te prometés darles una oportunidad
¿Ves? Son iguales a los de la ballena
cuando viaja hacia aguas más profundas
para dejarte solo, enteramente orquesta
La canción de barro y nieve continúa
Tres ovejas ciegas
persiguen las sombras
de tres ovejas ciegas
Un pingüino mira hacia el horizonte
y comprende que él mismo es el horizonte
Todo, todo, es parte de tu orquesta de infinito roto
Tus dedos mueven las moléculas del frío
hasta llegar al centro de la masa
y ocupar el nombre del Frío
Pero un segundo antes
de sumergirte del todo, te detenés…
Pasan los años y me adoptás como hermano
Me enseñás que “la poesía
es la unión de dos palabras
que uno nunca supuso que pudieran juntarse,
y que forman algo así como un misterio”,
como decía Federico García Lorca
Por eso leés un poema sobre Malvinas
y volvemos a brindar, con nuestros amigos,
por nosotros, por los que no están
Mientras una ballena emerge y te mira
 
Fuente: Singapur, Andrés Szychowski, Pixel Editora, La Plata, 2022.
 
Andrés Szychowski nació en La Plata en 1976. Es poeta y Licenciado en Psicología. Ejerce la docencia en la Universidad Nacional de La Plata. Publicó cinco libros de poesía: 17 discos de música africana (La Terminal Gráfica, 2009), La redundancia (La Terminal Gráfica, 2011), Poezja (Zindo & Gafuri, 2015), Antón Pávlovich (Pixel Editora, 2018) y Singapur (Pixel Editora, 2022). Fue incluido, además, en la antología de jóvenes poetas argentinos Si Hamlet duda le daremos muerte (De la talita dorada, colección Los detectives salvajes, 2010). Acerca de Singapur, señala Matías Fittipaldi en su reseña del libro: 

EL LABORATORIO Y LA MOSCA
 
El poeta platense Andrés Szychowski en "Singapur" –su quinto libro– nos introduce en un laboratorio poético con el que desarma la caja negra del lenguaje. Como un científico brillante/ prueba su máquina/ de teletransportación, Andrés nos invita de entrada a un universo patafísico donde el tiempo es reversible y la geografía –como el pensamiento– se resuelve en conexiones inesperadas y sorprendentes: ...nuestro pensamiento/ también es una matriz, como las telas de araña:/ una tela que se expande/ a todos los rincones del universo.
A través de sus páginas sufrimos el bello desconcierto (te consulto si en el sufrimiento/ no hay una pizca de belleza) de no saber distinguir las palabras de las cosas, que hacen carambolas entre sí. Palabras cargadas de afecto como papá/ y mamá, junto a un inventario de especies de roedores. Todos juntos en la mesa de disección, al decir de Lautréamont.
Como sujetos infectados por la mosca del lenguaje que somos, en la batalla permanente entre hablar y ser hablado, Andrés nos propone la poesía como salida del laberinto.
En "Singapur" el bestiario de figuras retóricas del lenguaje campea con naturalidad, junto a la lógica. Donde una palabra nunca puede ser igual a sí misma, sin ser igual a sí misma: Se murió la reina de Inglaterra/ Pero se murió la reina de Inglaterra.
Con humor e irreverencia enfrenta la materia poética y la solemnidad de las musas: se fue a otra hoja en blanco/ para que lo trataran con dignidad.
Este libro tiene el mérito de esperarnos con el hermoso espantapájaros de la poesía, allí donde el comunicador exige el mensaje (porque leer en público/ es ensuciar el viento).
Andrés logra en "Singapur" que el mundo funcione según la arbitrariedad del signo poético, donde la gravedad de la palabra no cae nunca por su propio peso.
  
Foto: Andrés Szychowski (Ph by Ariel Berón). Fuente: Facebook.