La luz de otoño no llega igual entre las nubes
El verano en su apuro olvida, atrás,
días de playa. Entierra un arito, monedas,
botellas sin mensaje.
Aún podés nadar y secarte al sol tibio.
Si mirás bien al fondo, cuando se retira el mar
las rocas y las hoyas brillan
descubriendo un nuevo tesoro.
No lo creerías.
Tanto baja la marea que un paisaje fósil
emerge de millones de años.
Otras muchas historias cuentan los buzos:
en la restinga, entre meros y barcos hundidos
tapizados de anémonas y algas esmeraldas
han visto lo que nadie conocía.
Callan como el viejo marinero.
El mar del otoño, tiene muchos días como estos.
Uno mira alrededor y se pregunta
qué es lo que querés que vuelva.
La tarde no es tan vieja para no arder una vez más
Como de la ventana de Le Gras, miramos
los techos: El atardecer antiguo.
Ninguno es igual a otro.
Al joven ciprés, algo inclinado,
lo ocupa una pareja de loros.
La pasionaria entre la hiedra
trepa contra el alambrado de las vías.
¿Sabés? Se llama “mburucuyá” en guaraní.
Lo sabés. Una vez, descubriste la flor imposible
y en los zarcillos mil orugas peludas.
Sí, mil mariposas a los pocos días.
La luz ya cae al fondo.
Por la pared del oeste, dos frondas se encienden,
una es el jacarandá y la otra, el ceibo.
Bajo la sombra cuelga una hamaca.
Un poco más allá, la cancha de fútbol.
La duración de la puesta de sol
depende de un lugar en el mundo,
un punto de apoyo.
Antiguo ardor de la tarde
sobre los techos de la memoria.
Un olor de hace millones de años y una palabra árabe
El perfume de las flores del naranjo se hospeda
en el mismo nombre que la flor.
Azahar huele a flores con música árabe.
¿Cómo se dice cuando el viento arrastra
nubes de pétalos y el aroma de los naranjos
se enreda al pelo húmedo
de una mujer que sonríe?
Escuché que las costumbres de las flores
no cambiaron en los últimos millones de años.
Me tranquiliza
la fósil costumbre que perfuma nuestro silencio.
Foto de las dos jóvenes dinkas en el Nilo
La aldea junto al río no es para extraños,
a veces, una o dos vidas pasan,
antes de una visita. Y nada cambia
sino los que fueron niños un día, las guerras,
los nombres en un cementerio abandonado.
Ellas dos asoman a mi foto
con dientes blancos y ojos de sol creciente.
No me toman en serio, vienen a reírse
del extranjero, del médico sin pacientes
que pone en un papel imágenes quietas.
Una de ellas me dejó ver su tatuaje oscuro,
las perlas que esconde de los pescadores.
La otra lloró, un día, en la puerta de casa.
¿Quién podría saber qué veneno
nubló su mirada y arrugó su negra frente?
Nunca conocimos nuestras voces ni nombres.
Las esperaba, las oía venir,
atrás quedaban los bueyes de largos cuernos,
la cosecha curiosa del árbol de las mariposas.
Como si el mundo no hubiera nacido,
así las miro, entre los nenúfares floridos.
Ríen, con las piernas en el Nilo Blanco.
La esperanza del regreso de los pescadores, en Bretaña
Estoy recordando un cuadro,
es de Henry Moret (1856-1913).
Un grupo de mujeres y también
algunos hombres asoman a un acantilado.
Dan la espalda, miran o han mirado
el oleaje, el diluvio.
Con los pañuelos blancos en las cabezas
de las mujeres, componen dos remolinos
de voces. ¿Qué pueden estar diciendo?
Una vez que descartaron lo improbable,
¿creerán en lo imposible?
Recuerdo oír más que ver el cuadro.
Ni siquiera el arrecife en el centro
parece estar en silencio. Acechante,
emerge con sus tres puntas
en un estallido de pinceladas
que se superponen como el ruido
de las olas martillando las rocas.
¿Qué alcanza a escuchar el ojo
cuando se calla la esperanza?
Fuente: Nadar en el tiempo, una invención apócrifa, Osvaldo Picardo, Paradiso, Buenos Aires, 2023.
Osvaldo Picardo nació en Mar del Plata
en 1955. Vivió en La Plata entre 1974 y 1982. En esta ciudad cursó estudios en
la Facultad de Bellas Artes y más tarde en la de Humanidades y Ciencias de la
Educación. Actualmente, reside en su ciudad natal, donde ejerció la docencia
como profesor de Letras en distintos ámbitos. Es poeta, narrador, ensayista y
crítico literario. Además de su labor docente y creadora, produjo y dirigió el
programa radial
El Otro Lado: diario de
poesía, en 1994, y organizó el 1er. Encuentro Nacional de Poetas, Mar del
Plata 1998, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la
Nación. Fundó y dirigió, entre 2001 y 2009, la revista cultural
La Pecera (hoy editada virtualmente), de
la que aparecieron 14 números. Entre 2005 y 2013, fue director editorial de la
Universidad Nacional de Mar del Plata (EUDEM). Colaboró con el Suplemento
Literario de Télam entre 2010 y 2012 y con catálogos para exposiciones
plásticas y revistas culturales, como
La
Estafeta del Viento, de Casa de América (Madrid),
Cuadernos Hispanoamericanos, AECI, (Madrid) y
Hablar de Poesía (Buenos Aires). Su obra poética publicada incluye
estos libros:
Apenas en el mundo
(1988),
Poemas con tu altura (1989),
Letras en una esfera armilar (1991),
Dejar sin ventanas la verdad (1993),
Quis, quid, ubi. Poemas de Quintiliano
(1997),
Una complicidad que sobrevive
(2001),
Pasiones de la Línea. Poemas de
Nicolás de Cusa (2008),
Mar del
Plata seguido de Otros lugares y viajes (2012),
21 gramos (2014) y
Nadar en
el tiempo. Una invención apócrifa (2023). Poemas suyos fueron recogidos en
varias antologías, de las que sobresalen:
Poesía
argentina de fin de siglo (Vinciguerra, 1996),
Signos vitales. Una antología poética de los 80 (Editorial Martin,
2002),
Poesía argentina del S. XX (Visor, 2010) y
Poesía de pensamiento. Antología de poetas argentinos (Endymion,
2019). Una selección antológica de sus poemas fue publicada, asimismo, por
Cuadernos orquestados, colección
dirigida por Abel Robino, con el título
O.
P. Vida de poesía (Ernesto Girard Editor, 2008). Entre sus libros de ensayo
y crítica literaria figuran:
Primer mapa
de poesía argentina. Solicitudes y urgencia. El noroeste: La Carpa y Tarja
(Editorial Martin, 2000), la edición de la
Antología
poética de Joaquín O. Giannuzzi (Visor, 2006),
Poesía de pensamiento. Una antología de poesía argentina (Endymion,
2016) y
Colgados del lenguaje. Poesía en
las ciencias (Baltasara Editora, 2018). En narrativa dio a conocer:
Perón en el jardín y otros relatos
(edición del autor, 2018) y, en colaboración con Sara Cohen,
Un
tiempo sin destino. Fragmentos de un discurso en pandemia (Paradiso, 2021).
Recibió, además, las siguientes distinciones; el Tercer Premio de Poesía Fondo
Nacional de Las Artes (2000), el Premio Municipal Alfonsina Storni y el Premio
a la Trayectoria Lobo de Mar de la Fundación Toledo de Mar del Plata. Los
poemas incluidos en esta página pertenecen a
Nadar en el tiempo, libro en el cual, a semejanza de una ficción
borgeana, el autor atribuye los mismos a un tal Antonio J. Orbe, un médico
blanco de la Cruz Roja que “salvó la vida de algunos desahuciados y lloró la
muerte de muchos otros”; un dipsómano que, paralelamente, “escribía poesía
“bajo un castaño, con una botella de gin”, “en el olvido y la soledad de un
rincón perdido del planeta”, más precisamente, en Nairobi. Todo cuanto
concierne a Orbe resulta incierto y verosímil a la vez, porque Orbe es más que
una “invención apócrifa”: “Orbe son todos los poetas, Orbe son todas las
lenguas, Orbe es la imposibilidad de la traducción y Orbe es el poema que nunca
llegamos a escribir”. Para más datos, ver el siguiente video:
https://www.youtube.com/watch?v=G9Ny0fF3V9o
Foto: Osvaldo Picardo. Fuente: Facebook.