Árboles en la plaza
Después de la lluvia
los troncos se ven
negros,
nítidos
y entre ellos pasa,
difusa, la luz del día.
El agua
retenida en la corteza
es el subrayado de un
dibujo infantil
donde mis ojos se
lavan, inocentes.
A resguardo
Felicidad de la
madrugada,
del aire fresco, del
cielo gris.
Tu pequeño reino
promete
desplegarse más tarde.
Sirenas, ladridos
dejan atrás la noche,
parecen irse lejos.
Tu puerta está
cerrada,
estas paredes ya te
conocen,
esos papeles esperan
tu trabajo.
Poesía
Lecturas,
contemplaciones
y, de vez en cuando,
palabras en el papel
corren tras lo que
quieren decir.
Como esos perros
que ladran a los autos
que pasan,
no saben con certeza
lo que buscan
ni lo que alcanzan.
Distancias
Al fondo de su casa mi
hijo plantó álamos.
Le pregunté porque
estaban tan cerca uno de otro
y si eso complicaría
su crecimiento.
Me explicó que así se
hacía.
Los árboles crecieron
firmes,
llevan ya algunos
años,
apenas rozan sus
ramas.
El viento parece moverlos
desde adentro
y de alguna manera
quedarse ahí.
Estar juntos les da
fuerza,
como a nosotros,
aunque nuestras
distancias no estén fijas
y otros aires las
muevan.
Final del día
A la ventana de la
habitación de la clínica
llega recortada la luz
roja del atardecer.
El sol se pone luego
de un día que empezó lluvioso
y ahora se despeja.
Vemos apenas
la luz intensa, un
fuego breve,
el mismo que estaba al
final de la calle
cuando también
nosotros
éramos el paisaje.
Padre
Desde su muerte
han pasado muchos
años,
demasiados.
El recuerdo
aún camina en mi
cabeza.
Un hombre joven
al que yo veía viejo;
la camisa de mangas
cortas
abotonada hasta el
cuello,
el pantalón de cintura
alta,
los zapatos oscuros.
En ése me reconozco
y a veces
hasta llego a creer
que puedo traerlo
de vuelta
para que de verdad
envejezca.
Piedras
Cuando mi perro murió
hubo que cremarlo.
En una cajita me
dieron
piedras pequeñas de
grises distintos.
No parecían cenizas.
Las enterré en un
cantero del patio común,
debajo de un cerco.
Moví la tierra con las manos
como quien busca un
lugar fresco y allí volqué los restos.
A la mañana siguiente,
a la luz del día,
algunas piedras, que
habían quedado en la superficie,
todavía
brillaban.
Después vinieron horas
lentas, un vacío extraño
y el dolor en mi
pecho, la piedra más dura.
Fuente: El tiempo suspendido, libro
inédito. Gentileza de Raquel Sinelli.
Raquel Sinelli nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires,
en 1954. Desde 1974 reside en La Plata. Es poeta y periodista. Publicó: El día pleno (Nusud, 2003), Puertas
adentro (Cuadrícula Ediciones,
2012) y La envoltura (Ediciones del Dock, 2013). Próximamente,
Proyecto Hybris Ediciones dará a
conocer El tiempo suspendido, libro
al que pertenecen los poemas compartidos en esta página. De su obra se
ocuparon, entre otros, Horacio Castillo, Néstor Mux y Rafael Felipe Oteriño.
Este último escribió: “Con tono confidente –por momentos imperioso, como el de
un hablar a la conciencia–, Raquel Sinelli deja fluir imágenes familiares de un
tiempo vivido. Todas ellas están rodeadas de un aura de verdad. Es lo doméstico
que aflora en el poema señalando una dirección que no está en el dominio de la
persona sino en la contundencia de los hechos. Su intenso soliloquio,
acompañado por presencias, sueños, deseos, recuerdos que reflotan mundos,
muestra a las claras que su poesía no es elegíaca sino afirmativa. Esto es: de
asunción de las pérdidas y ganancias. Aunque, para una mirada lúcida como la
suya, se encuentra atravesada por la congoja de vivir. Porque se trata de una
poesía de sutura, de juntar bordes, de acortar distancias –también de aprender
a decir adiós–, que traza el invisible puente donde la vida se reconduce en una
densidad acrecentada por la experiencia”.
Foto: Raquel Sinelli. Fuente:
Facebook.