Ciudad y poesía


XIII

Plaza Moreno




















Ahí está ella ahora con su melena de oro
caminando a mi lado por la Plaza Moreno, fascinada 
por los tanguitos reos que le canto
y que la llevan sin escala a la infancia,
a su niñez del sur, a la casa paterna,
al edén que duerme en su memoria.
Allí estará ella eternamente:
en la lágrima–perla que rueda por su rostro
cuando lee el retrato de Maú
y siente que por fin
alguien consigue atravesar la línea Maginot,
correr el velo que oculta su tesoro,
comprender su miedo atroz a la locura
y acariciar sonriendo su dolor ancestral.

Guillermo Lombardía
Fuente: Mi Marilyn, Guillermo Lombardía, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 2005.
Foto: C. C.


Viñeta del Bosque

El Bosque de La Plata. Gruta y lago




















Domingo de noviembre. Tarde grata.
Eucaliptos profusos y señeros.
Éste es el Bosque. Claros derroteros.
Amplio lugar para la caminata.

Allá, campo de hierba se dilata,
pero aquí se dilatan los senderos.
El lago, aquí, se enciende en reverberos
y en sus aguas la gruta se retrata.

El busto del poeta. El coliseo.
Y allá, los hermes de los que han honrado
a la ciudad. No lejos, el Museo.

Amplio lugar para la caminata,
donde siempre mi paso he demorado.
Grata es la tarde, pero aquí es más grata.

Nicolás Semorile
Fuente: Rapsodia platense, Nicolás Semorile, Editorial Curupí, San Nicolás, 1958. 
Foto: C. C.


Horacio Preler (1929 - 2015)

Cementerio de La Plata




















Ayer, entre los muchos libros
que lo encallecieron, murió Horacio Preler.
Había nacido hace 85 años,
en un barrio con calles de adoquín. 
Fue abogado por elección,
poeta por naturaleza.

Hace más de tres décadas,
nos conocimos en una librería,
pero entonces no hablamos:
señal de una amistad que habría de ser callada.

Una vez escribió: Un poeta muere
como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Ayer, Horacio murió como cualquier poeta
y lo guiaron hasta el cementerio.     

Escribió también: Uno se lleva todo.
Y todo se llevó consigo: Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos...

Dejó como legado, sin embargo,
algunos textos imprescindibles
–“Símbolos”, “Casa vacía”, “El señor Gianni”...–,
que quieren ser abrigo
para la extranjería del hombre.

Fue un viajero extrañado
en una ciudad desconocida
–un empleado del tiempo–,
buscando las llaves esquivas
de la sabiduría absoluta.

Si algún conocimiento halló, sólo él lo sabe.
Ahora duerme sin prisa, desasido,
entre los muros del cementerio de La Plata,
donde siempre es dable escuchar
el canto de los pájaros.

La Plata, 7 de agosto de 2015

César Cantoni
Fuente: Un arte invisible, César Cantoni, Libros de la talita dorada, City Bell, 2016.
Foto: C. C.


5 y 54

Esquina de 5 y 54




















Las calles numeradas de tu ciudad
tienen un recorrido en apariencia comprensible;
en el plano todo sucede con demasiada quietud
pero en la práctica, y si me distraigo,
puedo llegar a Montevideo sin advertirlo
porque hasta la esquina de Durazno y Jackson
se parece a 5 y 54
en la luz amarilla, las sombras,
las carameleras de vidrio
de una antigua panadería.

Así me pierdo en las diagonales de tus manos,
tu sonrisa, el ansia que muerde nuestros labios.
Tan cruz invertida sus bulevares,
tan pasajes sus símbolos rotos,
como si los números ofrecidos al azar de las calles
hubieran salido sorteados en la tómbola del diablo.

Vamos despacio,
tan de veredas nuestros pasos en círculo;
tu perfume es leve y la noche ruge su color de lluvia,
ya será tu humedad y yo de regreso
mordiendo el asfalto enamorado
derechito a Once
en el 129
X Centenario.

Daniel Quintero
Fuente: Facebook 
Foto: C. C.


Café El Parlamento

Café El Parlamento, en la esquina de 7 y 51, pocos días antes de cerrar




















Durante seis decenios
–adentro café y tertulia–,
sus cristales registraron el trajín urbano.

Ahora que las persianas
cayeron para siempre,
¿a dónde irá a reflejarse la nostalgia?

César Cantoni
Fuente: Inédito 
Foto: C. C.


El ciruelo de la casa de enfrente

Ciruelo en calle 73, entre 1 y 2




















El ciruelo de la casa de enfrente,
combado sobre la vereda,
ha vuelto a florecer.

Entre los cables del teléfono,
sus delicadas flores blancas
–¿qué le han hecho al viento para que las maltrate?–
parecen componer una galaxia
de flamantes soles.

Muy pronto llegará el verano,
y el niño que mendiga,
y el que remueve la basura,
y el que sólo persigue apropiarse de lo ajeno,
asaltarán su pródigo ramaje,
cargado de ciruelas.

César Cantoni
Fuente: Inédito 
Foto: C. C.


Un brindis por el nacimiento

Teatro Municipal Coliseo Podestá, calle 10 entre 46 y 47
















a Mariano Schuster

Parece una escena de las Invasiones Bárbaras.
Noche cálida, los poetas incondicionales o heterónimos
salidos de algún baúl de Trexus invitan a compartir la presencia
del maestro apoltronado, y me acerco.
El anfitrión sonríe entre manos frágiles que lo arropan,
se dirige a mí y dice:

“...usted que es Platense,
conocerá el Teatro de los Podestá…
pues bien, alguna noche afiebrada de 1926 nací
en ese lugar…”

Café Coliseo Podestá, 21 de Mayo de 2012.
Pido dos Whiskys, para mí, para la silla vacía.
Tras una pausa, el líquido amarillo se lo traga la nada.

El fantasma es un lobo que aún muerde mis manos.

Julián Axat
Fuente: Neo, Julián Axat, El Suri Porfiado, Buenos Aires, 2012. 
Foto: C. C.


Parque Saavedra

Lago del Parque Saavedra




















Un perro degollado en mitad del lago.
Pasto crecido.
Bicicletas.

Horacio Fiebelkorn
Fuente: Elegías, Horacio Fiebelkorn, Ediciones Al Margen, La Plata, 2008. 
Foto: C. C.


Gruta

Gruta en el Bosque de La Plata




















El huevo de cemento deforma el corazón del Bosque
y protege por dentro, con su gotear de baño público,
el camino del visitante a su atalaya secreta.
El refugio del chico para mirar
el lago, los botes, las palmeras,
los edificios más altos que cortan
la fuga del sol en el oeste.

Horacio Fiebelkorn
Fuente: Elegías, Horacio Fiebelkorn, Ediciones Al Margen, La Plata, 2008. 
Foto: C. C.


Naranjas amargas

Naranjo amargo frente a la casa donde vivió Abel Robino. Calle 6, entre 46 y 47



















a Abel Robino

En esta calle sólo hay naranjas amargas.
En ellas se abre la luz
y se han masticado semillas de dolor.
Las cáscaras resbalan de su cuerpo amarillo
hacia las palabras del adiós.
El oscuro olor del remordimiento
es el escozor de las manos dormidas,
una lágrima que viene desde lejos.
Los gajos se deshacían
y caían como gotas de sangre
sobre los cuerpos insepultos.
Allí está depositado nuestro mundo,
anestesiada nuestra conciencia,
adormecidas las hojas roídas de la muerte.

Horacio Preler
Fuente: La vida se interroga, Horacio Preler, Ediciones Al Margen, La Plata, 2011. 
Foto: C. C.


Mayo 20, 1928

Casa donde vivió Francisco López Merino. Calle 49, entre 12 y diagonal 74




















Ahora es invulnerable como los dioses.
Nada en la tierra puede herirlo, ni el desamor de una mujer, ni la tisis, ni las
ansiedades del verso, ni esa cosa blanca, la luna, que ya no tiene que fijar
en palabras.
Camina lentamente bajo los tilos; mira las balaustradas y las puertas, no para
recordarlas.
Ya sabe cuántas noches y cuántas mañanas le faltan.
Su voluntad le ha impuesto una disciplina precisa. Hará determinados actos,
cruzará previstas esquinas, tocará un árbol o una reja, para que el porvenir
sea tan irrevocable como el pasado.
Obra de esa manera para que el hecho que desea y que teme no sea otra cosa
que el término final de una serie.
Camina por la calle 49; piensa que nunca atravesará tal o cual zaguán lateral.
Sin que lo sospecharan, se ha despedido ya de muchos amigos.
Piensa lo que nunca sabrá, si el día siguiente será un día de lluvia.
Se cruza con un conocido y le hace una broma. Sabe que este episodio será,
durante algún tiempo, una anécdota.
Ahora es invulnerable como los muertos.
En la hora fijada, subirá por unos escalones de mármol. (Esto perdurará en la
memoria de otros.)
Bajará al lavatorio; en el piso ajedrezado el agua borrará muy pronto la sangre.
El espejo lo aguarda.
Se alisará el pelo, se ajustará el nudo de la corbata (siempre fue un poco dandy,
como cuadra a un joven poeta) y tratará de imaginar que el otro, el del
cristal, ejecuta los actos y que él, su doble, los repite. La mano no le
temblará cuando ocurra el último. Dócilmente, mágicamente, ya habrá
apoyado el arma contra la sien.
Así, lo creo, sucedieron las cosas.

Jorge Luis Borges
Fuente: Obra poética, Jorge Luis Borges, Emecé Editores, Buenos Aires, 1977. 
Foto: C. C.


Lo iluminado débilmente

Avenida 7 y Plaza San Martín




















Mínimas partículas sólidas que se mezclan con gas
y suben al cielo,
de un objeto que llega
a temperatura muy alta
o se quema,
como el humo de una vela, de un volcán
o de la chimenea de un barco:
espeso, opaco, ligero, a veces azulado.

O las volutas del humo acre de un cuerpo,
como símbolo de una infinitud
en humaredas estatales.
El smog en la historia de otra ecología.

Pero el hombre no es hijo de aquel vapor fúnebre
que sale de un agujero.

Nubes que hacen toser, llorar y morir.
Más humo negro que nube.

Por una predilección evanescente,
el humo pasa por el agua perfumada
de un narguile,
como esta palabra.
Ésta que voy a escribir sobre la orilla
de la intimidad
que sahúma
como una rosa
el papel blanco y la pantalla blanca.

Una fogata en la calle acompañó el ruido de los metales.

Una riqueza que aparece y se va
al cabo de la mañana
en el cielo de La Plata.

Ya estamos pisando la tierra perfumada.

La gente marcha por la calle 7
y su desesperanza puede
hacerla avanzar
en la forma indecisa de un incendio.

Roxana Páez
Fuente: Fogata de ramitas y huesos, Roxana Páez, Alción Editora, Córdoba, 2002. 
Foto: C. C.


Te propongo acostarnos...

Esquina de 7 y 50




















en el cuarto de baño,
en la cocina,
frente al espejo del ropero,
en las calles con autos
y transeúntes,
al pie de las estatuas,
sobre la tumba de los dictadores,
en las salas de cines y teatros,
en las cabinas telefónicas,
en los quirófanos,
donde haya un jergón,
un camastro,
una cucheta,
en 7 y 50,
en Nueva Delhi,
bajo la luna de Arequipa,
con la fogosidad de un cíclope,
imitando el aullido de los lobos,
disfrazados de súcubo
o de sierpe,
ya sin el peso de la culpa,
de mañana, de tarde,
a medianoche,
en plena madrugada,
con el primer albor...
y esperar abrazados
el abrazo imposible de la muerte.

César Cantoni
Fuente: Un arte invisible, César Cantoni, Libros de la talita dorada, City Bell, 2016.
Foto: C. C.


Recuerdo esa noche

Estación de servicio de avenida 7 y 32




















Recuerdo esa noche
en el snack de la Shell.
Te ibas a París. Tomábamos
dos lágrimas y brillaban
las hojas de los tilos
en el boulevard de la Avenida 32

Dejabas el hueco que no podías más

Perder, o ser, en cierto caso,
la posibilidad de ser alguien
a cambio del suspendido todo
en una nada.

Dejar,
adquirir marcas, funerales,
perder de una manera inusual
pero ordinaria
común
y genérica

¿Qué vivir
una casa de otro
un nombre de otro
un no ser en nombre propio?
Título de acompañante
o acompañante sin título

Era mayo
Sacaste la Saint-Exupéry
Nadie tiene su lugar para vivir
en ninguna parte sin sus
500 libras
parafraseaste con una trizada
sonrisa

El hijo, el rehén
quedó para el dolor

Sandra Cornejo
Fuente: Sin suelo, Sandra Cornejo, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2001. 
Foto: C. C.


Cocineros de noche

Panadería La Nacional, avenidad 44 y 12




















Es como un pueblo chico donde todos se conocen.
Distingo el ruido del camión de los que juntan la basura,
sé quién es el verdulero que se queda de guardia y adónde
encaminar mis pasos si el tabaco se acaba.
Además de cigarros encuentro en el kiosco un poco de charla
porque todo es más tranquilo en este pueblo chico de la noche.

Hasta la radio que nos acompaña mientras trabajamos,
tan ruidosa de día, adquiere un aire de propaladora de plaza.
Conversan o piensan en voz alta y cada tanto una canción
es para nosotros, o un saludo, o una palabra amable.

Existe una hermandad sencilla y llana entre los que trabajamos de noche.
Los muchachos del remís, los panaderos de La Nacional,
los que reparten los diarios del barrio y hacen su parada en la luz
del edificio con escaleras. Allí ordenan las malas noticias para cada puerta.

A todos los conozco y todos me saludan cuando paso
volviendo a casa al filo de la luz, de la frontera.

Cuando se me hace temprano y ya hay gente en la parada del micro
me ven pasar, blanco de harina, como si vieran un fantasma, un forastero.

Marcelo Vernet
Fuente: Pasen la voz, Marcelo Vernet, Ediciones Al margen, La Plata, 2010. 
Foto: C. C.


44 y 31

Esquina de 44 y 31




















Las tardes de otoño se llenan de gritos.
Los hombres regresan malhumorados
porque el sueldo no alcanza
para comprar el traje prometido.
Los chicos juegan a la pelota en la vereda
o pescan en la zanja vecina;
luego se duermen cansados
en brazos de sus padres.

Una mujer compra los alimentos más baratos
y un viejo tren pasa casi sin darnos cuenta.
Alguien vende los diarios
con la historia de los que viven
y la historia de los que mueren.
Siempre ocurren las mismas cosas,
pasan los mismos trenes.

Pero tras esa realidad hay otra,
un territorio sin objetos,
una mansión de sombras,
los rincones del alma
por donde entra la lluvia,
el cansado retorno,
las horas esenciales que no podemos comprender
sino con el advenimiento de la noche.

Horacio Preler
Fuente: Diario “El Día” de La Plata, domingo 6 de marzo de 1977. 
Foto: C. C.


Catedral

Catedral de La Plata




















Ciento cincuenta
Millones
De ladrillos
Tiene esta catedral
Del mundo
Que muestro a los amigos
Que vienen de afuera
Les cuento que arriba
Por una soga
Subís a la torre para ver
Y ves hasta el otro lado.
Cuando salimos a celebrar
El agua nieve
Ciento cincuenta
Millones
De ladrillos
Nos vieron caretear
Lo que somos
Porque en ese lugar
Lloraste y te besé
Y ninguno
Creyó en dios.

Miguel D’Elía
Fuente: Fuego, libro inédito. 
Foto: C. C.


 Almorzamos en el viejo bar...

Bar Ocampos




















Almorzamos en el viejo bar Ocampos
de la antigua estación,
recorrimos las calles y las casas que habitamos antes
y la pequeña plaza Sarmiento donde desplegamos
los primeros abrazos, el beso de bautismo,
el asombro inicial y la caída en el tiempo.

Sobre el empedrado de la vieja estación
retumbaban los pasos de los muertos,
cuando, tras el humo de las locomotoras que entonces
llegaban a Circunvalación, puntual, ató el recuerdo
su nudo gordiano.
Sometimos al sol, bajo la parra del bar, el veredicto
de la ciudad que crecía en desmesura,
repasamos proyectos, vidas, nacimientos,
adioses, solsticios, el trayecto
de los padres ancianos y la excesiva disposición de nuestros hijos
al centro del futuro.
Anduvimos como si fuera la misma tarde que en verano
desencajaba bicicletas y arrojaba
agua de carnaval a las muchachas,
recorrimos los cuatro puntos cardinales donde antes
fuimos jóvenes y estuvimos enamorados.
Entre el gentío y los semáforos andaban nuestras sombras,
convencidas de que nada sucede por simple coincidencia:
una feroz combinatoria de certezas sumó puntos en la recta final.

En la tarde de junio, la ciudad, que huele a tilos en noviembre,
propició el equívoco.
Traviesa y mágica, increíble y cierta,
imperturbable está mientras nosotros vamos
y venimos
creyendo ser los mismos,
diagonales que hechizan con variantes del ensayo y el error.

Por fin nos vieron pasar, desde su magestuosa altura,
las torres gemelas de la Catedral.
Volaron gárgolas y palomas,
la pequeña voz del tiempo agitó las alas
y se elevó.

Fue un escándalo la piel,
el beso.

Norma Etcheverry
Fuente: Gentileza de Norma Etcheverry. Inédito. 
Foto: C. C.


El músico de la glorieta

Glorieta de Plaza San Martín




















Yo tuve, entre otras fábulas,
un abuelo zapatero y músico.
Venía de la pobreza y del mar más azul.
Por la mañana, cuidaba su huerta
como un humilde profeta que se ordena
ajeno a todo vacío despiadado.
Cuando caminábamos entre sus durazneros,
a veces callaba de repente y confesaba:
“Donde yo nací, al alba, la ciudad
se refleja en el agua cuando es primavera”.
Leíamos juntos Robinson Crusoe
y las tardes del domingo eran una fiesta:
tocaba en la banda de la glorieta de la plaza.

Eran otros tiempos y otros afectos, se dirá.
Pero las mismas magnolias perfuman el mismo espacio.
La glorieta ha muerto, no el músico.
Sus estrellas natales cantan allí,
invisibles, dulces y obstinadas,
sin más deseos que durar en sí mismas;
como una buena conciencia
que devora inmune los venenos efímeros
cuando todo parece morir a nuestro alrededor.

Osvaldo Ballina
Fuente: Ceremonia diurna, Osvaldo Ballina, Ramos Americana Editora, La Plata 1984. 
Foto: C. C.


Saavedra

Casa de Pedro Benoit en el Parque Saavedra




















Desde el portón abierto del parque cerrado
observo que mis hermanos y mi padre
salen de la casa Benoit.
Ingresan al camino de tilos.
Se detienen abruptamente
a la altura de una suerte de entelequia.
Entre ellos y yo
se interpone un perro enorme
y furioso.
El perro se salva.

Andrés Szychowski
Fuente: La redundancia, Andrés Szychowski, La Terminal Gráfica, La Plata, 2011. 
Foto: C. C.


Fundación de La Plata

Palacio Municipal de La Plata




















Para construir una ciudad es necesario,
simplemente, una calle.
O más bien una puerta de calle y un balcón.
Lo demás se hace solo, ya sabemos.
Una vereda que se desenrosca
y se muerde la cola.
Unos árboles bien ejercitados
para que anden en busca de una plaza.
Y después los vecinos fundadores
con barbas en el palco y con banderas.

Carlos Albarracín Sarmiento
Fuente: Diario Hoy, La Plata, sábado 19 de noviembre de 2005. 
Foto: C. C.


El Bosque de La Plata

El Bosque de La Plata




















El bosque espera como una invitación; esperan los árboles que caen en las
tormentas
y los insectos que desde la cama imaginamos pulular, arrastrarse.
El lago se abre a los pies y sólo se agita en lo profundo:
la superficie miente, abajo yacen peces sin párpados que mueven sus aletas sin
cesar,
que abren y cierran sus bocas sin cesar.

Hay rostros que duermen por lujo de la estirpe
y un día parecen despertar y sonreír y querer hablar.
Tenemos que llegar al bosque para hallarlos
y comprender que ahora seguimos nosotros,
que ahí quedan ellos.
Hay palabras que debieron ser dichas hace muchos años,
demasiados años como para pronunciarlas ahora, ya viejas.

Es el laberinto de la especie que mide, borra, elabora, analiza, combina, separa,
pervierte
y es atroz si no sabemos contenerlo: si cruzamos bosques poblados de sombras
o miramos con terror lagos desde donde ascienden fantasmas adorados.

Rafael Felipe Oteriño
Fuente: Campo visual, Rafael Felipe Oteriño, Cármina, Buenos Aires, 1976. 
Foto: C. C.


Esa ciudad

Entrada a La Plata. Rotonda de avenida 13 y 32




















Esa ciudad se apaga cuando me duermo:
los ventanales no reflejan el sol,
los semáforos dejan libre el paso de los autos,
las sombras vacilan unos segundos,
atraviesan una puerta y desaparecen;
sobre el mantel, el crucigrama está resuelto
y una mano dobla las páginas del diario.

Nada de lo habitual permanece en pie:
los tranvías giran veloces,
se enturbia el agua de los jardines,
un velo de ceniza se extiende sobre las plazas,
cubriendo el lago, los botes y los remos,
los verdes del bosque desaparecen.

Arrebatados por una nube,
quedan más solos los animales del zoológico;
se ausentan, de pie, las estatuas,
mientras un viento repentino dispersa los colores
y borra, ya sin luz, los cables del teléfono
y el borde cansado de las cosas.

Pero, ay, todavía queda algo que no he dicho:
esa ciudad continúa dentro del sueño.

Rafael Felipe Oteriño
Fuente: Todas las mañanas, Rafael Felipe Oteriño, Ediciones del Copista, Córdoba, 2010. 
Foto: C. C.


La puta de Plaza Italia

Plaza Italia




















No soy sabia, no soy bella, no soy pura.
Sólo vergüenza y oprobio atraigo sobre el mundo.
Pero al menos en lo hondo de mi alcoba
yo libero por una noche al hombre
del mal de haber nacido.

César Cantoni
Fuente: Cuaderno de fin de siglo, César Cantoni, Ernesto Girard Editor, La Plata, 1996. 
Foto: C. C.


Portal de San Ponciano

Basílica de San Ponciano





















Hay una humilde muchacha
pidiendo por su prole.
Hay un ex combatiente sin un brazo
vendiendo baratijas.
Hay un chico ofreciendo estampitas
a cambio de monedas.
Hay quien pasa, abstraído,
delante de la iglesia.
Hay quien entra en la iglesia.
Hay quien reza, también.

César Cantoni
Fuente: Cuaderno de fin de siglo,César Cantoni, Ernesto Girard Editor, La Plata, 1996. 
Foto: C. C.


Aquí vivió Almafuerte

Casa en la que vivió Almafuerte




















Esta ciudad no es Hollywood,
con sus verdes colinas cinematográficas.
Esta ciudad tampoco es Roma,
donde el tiempo discurre entre fuentes y cariátides.
Esta ciudad no es la nueva Belén:
la Segunda Venida no tendrá lugar en ella.
Esta ciudad no es el centro del mundo, no,
pero es la ciudad que me cobija.
Aquí vivió una vez el poeta Almafuerte.
Aquí, a menudo, escucho su voz insoslayable,
su voz que llega en el viento de remotos días
y es como una feroz, implacable conciencia
que no admite disculpas, una ética excluyente,
por lo que yo le digo: “Maestro,
bienvenido sea su canto aunque nos duela.
Usted fue el primero en recoger la leña y encenderla;
ahora nosotros debemos preservar el fuego”.

La Plata, 12 de julio de 2001.

César Cantoni
Fuente: La salud de los condenados, César Cantoni, Hespérides, La Plata, 2004. 
Foto: C. C.


Mientras cruzo los rieles

Estación Circunvalación




















Pienso en ese tren de vapor
que ya no pasa, ese tren esforzado
que venía de lejos, piafando
y pitando entre señales de humo,
como un animal vivo del campo,
en alegre, furiosa carrera contra el viento,
y que a mí me gustaba mirar cuando era chico,
mientras cruzo los rieles con óxido
de la estación abandonada
y la vieja campana de bronce
vuelve a sonar, de pronto, en mi memoria.

César Cantoni
Fuente: Diario de paso, César Cantoni, Hespérides, La Plata, 2008. 
Foto C. C.


Segunda carta abierta al poeta Abel Robino

Tipas en la rambla de diagonal 73, entre 4 y 5




















¿Cómo está París?, me pregunto.
¿Qué comentan los diarios del mal trago europeo?
¿Siguen los franceses leyendo a sus poetas?

Y vos, ¿cómo estás? ¿Cómo andás de los sueños
y del mal de amores? ¿Cómo anda tu hígado,
después de la intoxicación en Beijing?

¿Fuiste a fotografiar el puente Mirabeau
como te había pedido nuestro amigo?
¿Le mandaste las fotos o se hizo demasiado tarde?

¿Qué pasó con la exposición en Galerie Sismann
y tu “Breviaire du temps”? ¡“Breviaire du temps”!
¡Qué rótulo bello y sugerente, a medio camino entre la historia y la filosofía!

¿Vas a venir para la primavera austral como pensabas,
cuando las tipas de diagonal 73 se vistan de flores amarillas
y las tardes acusen el aroma de los tilos?

¿Cuánto duele el destierro de la lengua de uno?
Háblame./ Hablemos”, diría Rafael Alberti.
Espero con ansia tu palabra justa.

Acá, para contarte algo, siguen los días nublados,
los malos olores que vienen de la Destilería,
las cenizas volcánicas enrareciendo el aire…

Siguen la gripe aguda, el malestar por los piquetes,
la corrupción en la política, la desocupación, el desencuentro...
Pero, al menos, no llueve.

La Plata, 24 de julio de 2011

César Cantoni
Fuente: El fin ya tuvo lugar, César Cantoni, Hespérides, La Plata, 2012. 
Foto: C. C.

10 comentarios:

  1. Cada tanto releo estos poemas que guardan secretos de nuestra ciudad, por el puro placer que me produce volver sobre estos versos que reúnen belleza, nostalgia, historia, pequeñas anécdotas personales que la poesía transforma en universales. Hermosa página, César!

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    1. Gracias, Norma. Ya tengo algunos poemas más para publicar en esta página. Sólo me resta obtener las imágenes que los acompañen.
      Un abrazo.

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  2. mucha emoción...para algún nostálgico..alguien recuerda parras de uvas chinches en las calles..?muchas gracias..Diego..un platense...

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  3. Cada tanto releo esta página y compruebo, con mucho placer, que sigue creciendo como la ciudad, desde el corazón y hacia los márgenes. Merecido recuerdo homenaje, el poema sobre Horacio Preler. Gracias, César!

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    1. Gracias a vos, Norma, por seguir esta página. Te mando un abrazo.

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  4. Hola! Soy una poeta de Canada, aqui en La Plata hasta el fin de Mayo. No tengo mucho castellano pero yo he traducido algunos poemas. Tengo approx. 170 poemas de Argentina. Hay eventos para poetas en La Plata? Mucho gusto. Franci Louann
    https://www.facebook.com/francilouannpoet/
    www.francilouann.com

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    1. ¡Hola, Franci! En La Plata suele haber ciclos de poesía la mayor parte del año, pero, como recién estamos saliendo del verano, la actividad todavía no ha comenzado. Por ahora, el único ciclo es el que el que realiza la librería Malisia, que se halla en calle 6 y diagonal 78. Allí, todos los viernes, a las 21,00hs, se presentan poetas de La Plata, Buenos Aires y otras ciudades aledañas.

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  5. agradable ver esta ciudad desde otras sensibilidades, gracias, laura

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